Jueves 11 de abril 2024

El «como si» de la pandemia

Redaccion 29/08/2020 - 21.33.hs

El escenario es la pandemia por el Covid-19. La dramaturgia, los innúmeros textos del suceso global. Protagonistas y espectadores humanos somos un núcleo único y perduramos aislados dentro de un teatro donde los roles se juegan en presente puro.
Andrea Marina D’Atri *
La necesidad de relatar la experiencia de la pandemia que «nos toca» a todos y a todas, se manifiesta de manera tan sorprendente como impensada en esta terrible crisis global. Expresiones artísticas, reflexiones sociológicas y políticas, promoción y financiación -desde el Estado- de investigaciones científicas y técnicas, gran cantidad de charlas, audiolibros, recitales, debates, clases virtuales de educación formal y capacitaciones de los temas más insólitos, se trasladaron de lo presencial a lo virtual. ¿Demuestran la necesidad de atrapar el suceso, entenderlo, exorcizarlo mental, simbólica y materialmente? ¿Son formas de hacer «como si» nada de esto estuviese sucediendo y pudiéramos hacer nuestra vida cotidiana, normal, llevándola del escenario real -escuelas, salas de espectáculos, clubes, salones de fiestas, etcétera- a la transmisión vía Internet? ¿Es decir, son eufemismos ante el miedo que provoca la posibilidad de enfermarnos y morir o de nunca más poder salir de nuestras casas y territorios de manera «libre»?
La primera palabra que se me ocurre pensar para responder a estas preguntas, es «desigualdad». La desigualdad que implica que todo esto nos suceda de manera más o menos común, en el caso de: tener una casa donde vivir; tener dinero -es decir trabajo- para comprar alimentos y hacer funcionar lo mínimo que se requiere para que una vivienda familiar transite sus días; tener tecnología que permita la virtualidad; tener acceso a la conectividad; vivir en una ciudad con alta conectividad; tener un ámbito social y familiar donde no haya personas con enfermedades graves; poder cuidarse en ese ámbito entre todos y estar en condiciones físicas y mentales de hacerlo; tener un ambiente cotidiano sin violencia de ningún tipo, y un largo etcétera.

 

¿Qué nos pasa?
¿A qué responde esta emergencia de la enunciación, que podríamos caracterizar de vertiginosa? Nos sorprende que el acontecimiento y el decir vayan juntos, como una palabra «moderna», porque a la vez que sucede, proyecta su significado y hasta quiere predecir el futuro. Pero siempre se trata de entender qué nos pasa.
Los focos de la narratividad o el decir a partir del virus, acompañaron y acompañan la difusión de millones de noticias que hablan de números de contagios y muertos: son 600 mil muertos y 14 millones quinientos mil contagios en el mundo, al 20 de julio de 2020.
En Argentina, el primer caso del virus COVID-19 se confirmó el día 3 de marzo del 2020. Diecisiete días después, el gobierno nacional dispuso una cuarentena o lo que oficialmente se denominó Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. A partir del 13 de abril, cada jurisdicción y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, supervisadas por el gobierno nacional, quedarían facultadas para salir del aislamiento obligatorio, pero estableciendo protocolos que garantizaran el «distanciamiento» social. Se indicaron cinco fases de administración del aislamiento: aislamiento estricto; aislamiento administrado; segmentación geográfica; reapertura progresiva y nueva normalidad. Esta última, no deja de ser una expresión -estúpida- de deseo: ¿acaso alguien puede creer, de verdad, que se puede retornar a la normalidad?; ¿acaso existe la normalidad?.
«Sopa de Wuhan» fue el primero y más controvertido libro difundido de modo virtual, en el cual filósofos y sociólogos de renombre explican -en febrero/marzo 2020- la pandemia de forma catastrófica o, por el contrario, augurando un nuevo orden mundial ante -incluso- la posible caída del capitalismo; pensando en la pospandemia.
Con el acontecer de esta crisis generalizada se fue transformando el sistema mundo. Y a la par de los cambios -contagios masivos, cierres de fronteras, muertos en las calles, desocupación, pobreza, indigencia, más feminicidios, colapso económico-, emanaron discursos diversos donde la tensión por sostener espacios de poder (y saber), volvían a hacerse visibles.

 

Inyección virtual.
Junto a la necesidad del relato masiva, re-emergió el suceso de la virtualización de la vida. Millones de personas, en un sucumbir de la cotidianeidad a espacios donde el cuerpo pierde su razón de ser, se ven obligadas a perdurar, encerradas. Entonces, se multiplica la visión del mundo a través de dispositivos móviles, pantallas de ordenadores, televisores.
El fenómeno no es nuevo, pero el cierre de las fronteras de varios espacios lo acelera a un punto tal, que la hiperconectividad ya permite corroborar una transformación del trabajo, la educación, las emociones, las relaciones sociales y, por supuesto, la economía y la política.
La virtualización de la vida contiene, igualmente, la desigualdad: por estos días se conoció que en Argentina cerca del 55 por ciento de los 10,5 millones de estudiantes de todos los niveles educativos, o no tuvo contacto con docentes o no tuvo devolución por parte de los docentes (lapoliticaonline.com, julio del 2020).
Parece mentira, pero es cierto, que la respuesta del sistema público educativo al aislamiento fue haciendo caso omiso del suceso, y pretendiendo hacer «como si» nada hubiera sucedido; obligando a docentes de todos los niveles a virtualizar la enseñanza sin ni siquiera haber promovido debates desde las bases antes de tomar cualquier decisión.
Una crisis sanitaria global no puede pensarse haciendo de cuenta que nos encontramos en una «nueva normalidad»; los motivos, de manera consecuente, podrían describirse de este modo en relación con los ámbitos educativos de nuestro país: 1. La pandemia conlleva una incertidumbre masiva que requiere atención; 2. No hay acceso igualitario a las nuevas tecnologías (Argentina sigue teniendo lugares donde no hay electricidad); 3. Las situaciones sociales y personales son diversas, tanto como es diverso el territorio nacional; 4. La educación no puede transformarse ni pasar a ser, de un mes a otro de presencial a virtual.

 

Más contradicciones.
Apenas unos días después del decreto de Aislamiento obligatorio, el gobierno nacional publicó «El futuro después del Covid 19» bajo el sello Argentina Unida. Se trata de una obra en la que escriben 29 autoras y autores. Lo presenta Alejandro Grimson, quien se refiere a «deudas» globales de «carácter ético», y afirma: El COVID-19 muestra que no sólo se expande la desigual distribución de bienes, sino también la distribución de males, como decía Bauman (2014:18).
Lo contradictorio en Grimson es que lo dice en el marco de un libro financiado por un gobierno progresista (peronista) que desde que asumió sigue pagando y re-negociando la financiación para el pago de una deuda externa ilegítima, cuyos fondos emanan del esfuerzo de los y las trabajadores/as. Por eso, son palabras vacías de contenido y de autocrítica: «Esa deuda ética potencia el cuestionamiento hacia una promesa de progreso y crecimiento que no pone el foco central en las sociedades y los seres humanos. Si no aceptamos nociones integrales del desarrollo humano y social, el desarrollo económico se concibe escindido del bienestar, de la salud, de la vivienda… (p. 3)».
Otra cuestión que demuestra las debilidades estructurales o escisiones entre el decir y el hacer de quienes nos gobiernan hoy, se relaciona con lo que observa la socióloga argentina Maristela Svampa en el libro «La Fiebre» (2020). La autora, experta en problemáticas ecológicas, devela el «ocultamiento de las causas ambientales e hiperpresencia del discurso bélico» ante el suceso de la pandemia. Dice que «los virus que vienen azotando a la humanidad en los últimos tiempos están directamente asociados a la destrucción de los ecosistemas, a la deforestación, al comercio de animales silvestres, para la instalación de monocultivos. Sin embargo, pareciera que la atención sobre la pandemia en sí misma, y las estrategias de control que se están desarrollando, no han incorporado este núcleo central en sus discursos».
Luego, Svampa se pregunta si hemos escuchado a Merkel o Macron aludir a la problemática ambiental que hay detrás de esto. Y añade: ¿Escucharon que Alberto Fernández, quien ha ganado legitimidad en las últimas semanas debido a la férrea política preventiva y su permanente contacto y toma de decisiones con un comité de expertos, haya hablado alguna vez de las causas socioambientales de la pandemia? Las causas socioambientales de la pandemia muestran que el enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado. Si hay enemigo, es este tipo de globalización depredadora y la relación instaurada entre capitalismo y naturaleza (p. 23 y 24).
No sólo el gobierno argentino no alude a la crisis ambiental, sino que eximió a las corporaciones y empresas extractivistas de todo aislamiento social, desde el inicio de la pandemia, a la fecha.

 

El arte como sueño.
En un sentido amplio, el sector de la cultura, como otros, viene sufriendo en carne propia esta situación excepcional. La imposibilidad de manifestarse, así como de desarrollar actividades adyacentes que permitan la subsistencia a los y las artistas, tiene su correlato discursivo. Narraciones virtualizadas, podríamos denominarlas, donde música, teatro, fotografía, escritura, danza, expresión visual llevan digitalmente aquello que pueden decir y, apenas, hacer.
El arte, en este contexto, es salida a la angustia; es expresión de emociones; es necesidad social y salvavidas; es memoria y recuerdo de la libertad; es sueño y añoranza de algún mundo mejor que podría sucedernos; nos expresa y nos salva, aunque no alcancen sus múltiples lenguajes para apartarnos del fenómeno que acontece.
Ailton Krenak, líder indígena y escritor brasilero, escribe en el catálogo virtual «Poéticas en Cuarentena» (una de las tantas obras artísticas producidas y distribuidas por las redes en línea): Este virus que nos amenaza no es el mismo en China, Italia, Estados Unidos y Brasil. Cambia. Y si cambia, no sabemos qué es. Por lo tanto, sería genial dejar de hacer proyectos para mañana, el año que viene y seguir con el aquí y el ahora. No estoy seguro si el próximo año todo continuará sucediendo como si nada hubiera cambiado. Y con suerte no volveremos a la normalidad, porque si volvemos, es porque la muerte de miles de personas en todo el mundo no valió nada. Entonces, sí, habremos demostrado que la humanidad es una mentira.
Para terminar, dos expresiones poéticas de dos mujeres: una viviendo en el viejo mundo, la otra, en nuestro pampeano paisaje.
En «Viral. Una forma superior de matar» (La Docta Ignorancia Editorial, Buenos Aires, 2020), la escritora española Concha García escribe Confinada, desde su departamento de Barcelona: «Sentir la calle por los autos que pasan, por el taconeo de alguien, sentir el olor a caldo, el olor a tomate frito, a colonia de Orange comprada en Fragonard. Oler la hierba que brota, los leños quemándose, el sexo, la sangre, el café recién hecho, la flor de azahar. Oler los churros recién sacados de la sartén, el olor a la habitación donde yace mi padre, los orines, las medicinas, el mal aliento de algunas personas, la suave densidad que dejan quienes se cruzan contigo recién duchados. Oler la miel, el plátano, la sandía, el pollo asado, la mermelada de naranja, la mostaza, una camisa de quien amas…».
En aislamiento, la escritora pampeana Susana Slednew comparte -desde su departamento en Santa Rosa- para este artículo, el siguiente poema: Los días retrasan aquí adentro / a veces / ya pasó ante mí la condenada /que fui / la triste de otras horas /la necia o la heroína con su nervio /pasó la que acunaba /y dejaron su frío /pero también cantaron el retraso /cantaron.

 

* Periodista

 

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