Miércoles 17 de abril 2024

La espera de Gerenal

Redacción Avances 17/01/2021 - 10.30.hs


Gerenal fue un cacique que murió en combate sobre el brazo izquierdo del Chadileuvú. Su cráneo fue profanado por Zeballos y hoy está en guarda del Archivo Histórico Provincial a la espera de que se cumplimente su definitivo regreso a la tierra.

 

Omar Lobos *

 

Nacho Roca **

 

Gerenal, Jerenal, Gherenal, Querenal, Gurenal (incluso Nguerenaln, según releva Norman Cruz en la investigación que realizó para su novela Baigorrita) fue un cacique, caciquillo, capitanejo entre tantos de la gente de Calfucurá/Namuncurá. Seguramente lo más notable que la historia ha podido recoger de él son las noticias de su muerte en combate, pocas leguas al norte de la laguna Urre Lauquen, sobre el brazo izquierdo del Chadileuvú, al oeste de las sierras de Lihuel Calel. Y el bautizo con su nombre del paso del río donde lo mataron.

 

A menudo se lo filia como ranquel, pero según las fuentes escritas Gerenal habría sido hombre de Calfucurá. Según carta de este cacique a Nicolás Ocampo –a la sazón jefe militar de Azul– del 15 de julio de 1861, Jerenal [sic] es parte de la embajada, y en el texto se lo distingue con pedidos especiales para él: “Para Jerenal 1 poncho de paño, 1 par de botas finas, 2 pañuelos de seda, 4 mantas,

 

1 yerba, 1 azucar”.

 

Y en el mismo envío agregará luego: “Y para Jerenal le pido una pistola a furminante un tarro de polvora tambien espero en mi hermano estar servido”…

 

Extrañamente, a la muerte de Calfucurá en 1873, no lo encontramos en el acta del parlamento de Chilihué donde se nombró como sucesor del gran toqui al triunvirato compuesto por Manuel Namuncurá, Alvarito Reumai y Bernardo Namuncurá. ¿Habrá mediado una cuestión de rango, cuando en la extensa y circunstanciada lista figuran los caciques primeros y segundos, caciquillos y capitanejos, o de independización de estos caciques del mando de Salinas Grandes? Lo cierto es que cuando comienzan los primeros embates de la llamada “conquista del desierto” –y según consigna en una relación el sargento mayor Florencio Monteagudo–, Gerenal y Agneer “hasta poco tiempo antes de llegar las fuerzas expedicionarias al río Negro al río Colorado” tenían su residencia en la sierra Choique Mahuida (inmediaciones de la desembocadura del Curacó en el Colorado o Colileuvú) (en Olascoaga, 1880, 138-139). (Todo esto mientras Namuncurá tiene su cuartel general en las sierras de Lihuel Calel). Siempre según Monteagudo, se habrían colocado allí para impedir el paso de aquellos que escapaban del avance de los huincas:

 

Agneer y Querenal alegaban a sus colegas que no debían huir a Chile, y sí morir en la Pampa argentina que les pertenecía; y más de una vez, los fugitivos que se negaron a sus pretensiones encontraron en las márgenes del Colorado y en el filo de los cuchillos o la moharra de las lanzas de Agner y Querenal la muerte y la tumba.

 

Como haya sido, el caso es que las fuerzas expedicionarias sorprendieron a Agneer y Gerenal residentes en la “isla” que el río forma al separarse en dos brazos a unos veinticinco kilómetros debajo de La Reforma, brazos que volverán a unirse al confluir en la laguna Urre Lauquen (el de la derecha previo paso por la laguna La Dulce). En el medio, el río se abañada y el brazo izquierdo derrama en toda una serie de lagunas, como La Tigra, La Brava, La Leona, la llamada “Laguna del 19”. En las inmediaciones de estas lagunas habrían sido sorprendidos estos caciques.

 

La muerte de Gerenal.

 

El sargento mayor Florencio Monteagudo –a las órdenes del comandante en jefe de la 2° División Expedicionaria al Río Negro, el coronel Nicolás Levalle– fue el encargado de realizar batidas desde Traru Lauquen (la Laguna del Carancho) a la zona de Lihuel Calel entre el 11 y el 22 de junio de 1879. Llevaba veinte hombres. El 11 de junio, marchaba desde la sierra con rumbo suroeste hacia la costa del río cuando fue avisado de la presencia de una pequeña partida de indios “a corta distancia”. Desprende entonces una partida compuesta por tres soldados del Regimiento 6 de Línea y tres indios de la Compañía Auxiliares del Desierto. Esta partida dará muerte, hacia el norte y sobre la costa oriental del río, a los caciques Agneer y Gerenal, y tomará un indio prisionero. Y Levalle, por su parte, reportará que “los únicos dos caciques que quedaban sin pasar el Río Negro, Gurenal y Aucheque [sic] y que seguían en prestigio y poderío a Namuncurá, han sido muertos el 11 del corriente en el paso del Salado” (en Olascoaga, 1880, 269).

 

A continuación, Monteagudo refiere que cruzó el Chadí por un paso que es posible sea el Paso del Bote, afloramientos rocosos a un escaso kilómetro al norte de la desembocadura del río en Urre Lauquen. Desde allí, marchó a los toldos de Agneer y Gerenal, que sitúa “de 5 a 7 leguas del paso del Chadí”, lo cual los ubicaría cercanos a la bifurcación del río en los dos brazos (tardó cinco horas en llegar). Finaliza su parte diciendo que a su regreso a las sierras cruza el río “por un paso frente a los toldos de Querenal (desconocido para el indio prisionero)”.

 

Coincidente con esta referencia de Monteagudo sobre la ubicación de las tolderías, Edgar Morisoli sostenía que el llamado “Paso de Gerenal” tenía que estar por puesto Euskadi, y la antropóloga Mónica Berón lo sitúa inmediato a los vecinos Cerrito del 4 y Cerrito del 5. Pero nosotros pensamos, no obstante, que hay que distinguir entre este paso frente a su toldería y el sitio algunas leguas abajo –“a corta distancia” del lugar por el que Monteagudo cruzó el Chadí– donde fue muerto el cacique.

 

En el Plano del Territorio de La Pampa y Río Negro confeccionado por el jefe de la Oficina Topográfica Militar teniente coronel Manuel Olascoaga y publicado en 1880, los toldos de Agneer y Gerenal son situados –con toda la imprecisión de aquellos mapas– en relativa cercanía de Urre Lauquen.

 

Paso de Gerenal”.

 

Seis meses después de estos episodios, en diciembre de 1879, acompañando a las columnas “conquistadoras del desierto”, anduvo por el lugar el imponderable Estanislao Zeballos. Crónica de esas andanzas es su célebre Viaje al país de los araucanos. Llegado a la sierra de Lihuel Calel, su objetivo era la para él misteriosa y legendaria laguna Urre Lauquen: cree atisbarla desde un alto cerro, y parte en pos de ella aunque no tiene baqueanos que la conozcan. Sale de la sierra (presumiblemente y según su impreciso mapa, siguiendo el arroyo Namuncurá) y luego marcha un par de leguas “por camino lento y fatigoso” hacia el sudoeste, decidido a encontrar el río y seguir luego su curso hasta dar con “el lago misterioso”. Llegados a la vera del río, su asistente le comenta que dos leguas arriba del sitio donde se encontraban había tenido lugar, “en la orilla oriental”, el combate con Gerenal, “el último cacique de estos desiertos”, “el más valiente de los caudillos araucanos del Este, durante los últimos años”. Él lamenta un tanto tener que distraerse de su objetivo y cambiar el rumbo al norte, pero decide ir a ver.

 

Cuenta que vadearon el río aunque sin precisar por dónde. Seguramente haya sido más arriba del Paso del Bote, pues este punto está demasiado vecino a Urre Lauquen y deberían haber advertido la proximidad de la laguna. Quizá hayan cruzado un par de kilómetros más arriba, incluso por el “paso de piedra” que los lugareños hoy señalan sobre la “laguna del 19”. Dice que avanzan, además, por entre la vegetación “raquítica y achaparrada” que puebla la orilla occidental, en tanto que la orilla oriental contrasta con la otra por ausencia de vegetación y “terreno anegadizo (barro blanco del vulgo)”. Remontando la orilla occidental, llegan por fin a un lugar que revelaba haber sido en la oportunidad del combate “un inmenso pantano”, donde se notaban las huellas de “una lucha encarnizada, caballos muertos, con su piel casi intacta todavía, lanzas rotas, aperos, ponchos y cadáveres de indios… La contemplación de este cuadro era pavorosa y repugnante”. Y a continuación Zeballos describe con cierta fruición novelesca (que contrasta con lo escueto del parte de Monteagudo, que alude solo a una suerte de escaramuza) el estado de descomposición de los cuerpos, las mutilaciones perpetradas por las fieras del lugar.

 

Estaba también con él un veterano del 6 de Línea, el correntino Salazar, que en el combate de seis meses atrás había derribado a Gerenal de un tiro de rémington, y recordaba que el cacique (y su caballo) había caído al pie de la barranca.

 

Lo hallamos por fin –cuenta–, y la identidad del cadáver fue en breve establecida por los soldados, deduciéndola del poncho azul con lunares que el gran cacique ostentaba el día de la acción y del pelo colorado del hermoso parejero malacara que Gerenal montaba. Caballo y jinete yacían al lado y el poncho deshilachado alrededor.

 

Como ya había realizado en otros momentos de su viaje, Zeballos separó la cabeza y seis vértebras del cadáver y los acondicionó para transportarlas “como un recuerdo valioso de mis peregrinaciones por el desierto de la patria, que anhelaba conocer; y también como el cráneo del último cacique muerto heroicamente en defensa de su guarida en el más apartado refugio, en la inevitable travesía”.

 

Y aquí es donde Zeballos anota que vadearon de nuevo el río –se entiende que hacia el oriente– y él dio al lugar el nombre de “Paso de Gerenal”, tal como figura en el mapa de su itinerario que dibujó a posteriori. Luego, río abajo costeando la orilla oriental, llegaría por fin a su anhelada Urre Lauquen. Es a partir de este relato, y este “bautizo” zeballiano, que el paso (este paso en el sitio del combate) adquirirá ribetes legendarios (y épicos) para la cultura pampeana.

 

La espera de Gerenal.

 

Probablemente debido a su novedad –o quizá por no tener significación más allá de este acontecimiento, o no estar instalada la referencia entre los baqueanos e informantes–, el paso no figura en los famosos “Libros azules” de la primera agrimensura del territorio de La Pampa realizada entre 1880 y 1882, es decir, poquísimo después del hecho mismo, y con el testimonio de Zeballos recientemente publicado. Ello a pesar de que tales libros abundan en topónimos aborígenes y observaciones particulares al margen.

 

Ya don Eliseo Tello, en su Toponimia araucana, recoge el topónimo escuetamente: “Vado sobre el río Chadí Leuvú”. Y agrega que debe ese nombre a “un célebre cacique rankel que fue muerto en el paraje el día 11 de junio de 1879”.

 

El sargento mayor Monteagudo, no obstante lo parco de su informe, había escrito a Levalle que Agneer y Gerenal eran “reputados por los salvajes de la Pampa los tigres de ella”, y que “han muerto con la lanza en una mano y un puñal en la otra, defendiendo con el fuego de una pasión salvaje el Desierto, que creían dominar eternamente”. Así, el “Paso de Gerenal” se constituye en uno de los tantos sitios ignorados y recónditos de nuestra provincia por donde ha pasado la historia, y donde, como una suerte de vindicta silenciosa, la suerte de las víctimas ha dejado su marca, fatal, resistente al borrón del olvido.

 

El escritor Marcelo Hopff –que pasó su infancia en la zona bien a comienzos del siglo XX– escribió un cuento sobre el episodio, que publicaremos próximamente. Llevan también el nombre de Agneer y Gerenal dos pequeños cerros en el parque nacional Lihuel Calel, si bien hoy no se los reconoce por esos nombres. Y a pesar de que el cerro Agneer figura en el mapa de Olascoaga, ninguno de los dos aparece registrado en los “Libros azules”.

 

Por su parte, el cráneo de Gerenal profanado por Zeballos pasó a engrosar la nefasta colección de “botines de la ciencia”, restos humanos degradados y cautivos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Solicitada su devolución por el lonko Lorenzo Cejas Pincén y entregado el cráneo a su comunidad en 2016, esta solicitó sea transferido al Consejo de Lonkos Rankel de La Pampa para que sea reenterrado en el territorio donde vivió y murió. Hoy en guarda del Archivo Histórico Provincial, espera se cumplimente su definitivo regreso a la tierra.

 

No hallamos mejor síntesis que estas palabras de nuestro poeta Miguel de la Cruz: “Breve ha sido la historia por aquí, pero igual de intensa e igual de cruel que en las pistas adoquinadas por donde serpenteaban carros alados”.

 

Bibliografía:

 

Mollo, Norberto (2012). “Mapas y planos antiguos de La Pampa”. En Etnohistoria de La Pampa. Disponible en http://norbertomollo.blogspot.com/2012/11/mapas-y-planos-antiguos-de-la-pampa.html

 

Olascoaga, Manuel J. (1880). Estudio topográfico de la Pampa y Rio Negro. Buenos Aires, Oswald y Martínez.

 

Tello, Eliseo A. (1958). Toponimia araucana-pampa. Santa Rosa, Dirección de Cultura.

 

Zeballos, Estanislao (2002). Viaje al país de los araucanos. Buenos Aires, El Elefante Blanco.

 

* Escritor

 

** Antropólogo y docente

 

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