Lunes 08 de abril 2024

La otra mirada, el miedo y el placer

Gonzalo 03/05/2020 - 10.00.hs


En una época tan inesperadamente extraña para el comportamiento humano se revalorizan y recomiendan prácticas sexuales virtuales para autosatisfacerse y relacionarse con los demás.

 

Dr. Daniel Rodríguez*

 

Los límites entre lo público y lo privado son muy sutiles y el sexo nos puede llevar a una zona donde convergen el miedo y el placer.

 

El gobierno recomendó el viernes 17 de abril el sexo virtual para evitar contagios en cuarentena. Quizás muchos de nosotros jamás pensamos vivir en una situación donde el encierro obligado, nos hiciera cambiar tan repentinamente de costumbres, muchas de las cuales nos afectarían de manera inmediata.

 

Para la mayoría de las personas, los cambios se suscitan a diario y provocan alteraciones no sólo en su forma de vida, sino también el enfrentarse a nuevas emociones y sentimientos,  muchos de los cuales parecían olvidados bajo el diario trajinar.

 

El sexo virtual entonces, nos ofrece la oportunidad desde el inicio de las computadoras en nuestros hogares como así también por vía telefónica, de relacionarnos con el otro en busca de una gratificación sexual. Y así poder dar rienda suelta a nuestras fantasías con la seguridad muchas veces del anonimato o de nuestro hogar, ya que sin la presencia física de la otra persona, nuestros impulsos y deseos sexuales encuentran un canal de exteriorización más rápido y nos facilita la concreción de los mismos.

 

El impacto del sexting.

 

Estudiado está ya desde los primeros tiempos el impacto que esto produce en las personas y en las parejas. A nivel personal si no tiene pareja, le permite concretar de una manera fácil y sin exponerse, sus fantasías sexuales sin límites personales. Cabe destacar que muchos consumidores al respecto, son personas que tienen dificultades a la hora de entablar una relación interpersonal con un carácter muchas veces introvertido o con actitudes que pueden rozar la perversión.

 

En personas con pareja estable pero sin convivir, esto les permite mantener encendido el fuego de esa pasión que luego es vivida en los encuentros reales. Muchas veces la edad, la circunstancia laboral o las diferentes actividades hacen que las parejas incluso, no vivan en la misma ciudad, y estos encuentros virtuales son la forma de acortar dicha distancia.

 

En parejas que conviven, suele tomarse como una forma de ir preparando el encuentro para acrecentar las fantasías durante el día y así darle un condimento diferente.

 

Ahora bien, digamos que no es ésta una práctica tan generalizada en parejas estables que conviven la mayoría del tiempo. En encuestas realizadas por la Sociedad Argentina de Sexología a este tipo de parejas, manifiestan no tener la necesidad, muchas por falta de costumbre, por vergüenza o represiones de tipo religioso o educacional.

 

Si hablamos de franja etárea debemos decir que los jóvenes son los que más frecuentan este tipo de prácticas ya que manifiestan hacerlo muchas veces desde el principio de la relación o en encuentros casuales como parte del mismo, sin vergüenza o pudor de mostrar su cuerpo y sus genitales.

 

El peligro.

 

Como la tecnología está al alcance de todos, los niños y las niñas pueden incurrir en estas prácticas por indicación de alguien o por querer imitar conductas de otros que los haga parecer mayores e independientes y seguros. Y aquí está el gran peligro del sexo virtual.

 

Exponer nuestra intimidad mostrando nuestros cuerpos desnudos, muchas veces a alguien que no es quien dice ser, poniendo a disposición de otros nuestra sexualidad en imágenes para ser usada con fines malintencionados o pornográficos sin saberlo nosotros. Otras veces estamos seguros de la relación y eso nos incentiva a enviar y recibir imágenes sin tener en cuenta que todos los dispositivos electrónicos son fácilmente vulnerables y que toda la información que contienen puede estar al alcance de cualquiera.

 

Por eso siempre recomendamos que en las fotos o videos no se muestre la cara o partes del cuerpo con características fácilmente identificables, cómo tatuajes o cicatrices.

 

Interrogantes.

 

Si nos enfocamos en nuestra sexualidad y miramos con detenimiento nuestras prácticas sexuales y todo aquello a lo que veníamos acostumbrados, a lo que formaba parte quizás desde hace mucho tiempo de nuestra identidad sexual, bien podríamos preguntarnos: ¿éramos personas satisfechas sexualmente?, ¿respondíamos con nuestras expresiones corporales (masturbación, relaciones sexuales) a deseos innatos y genuinos? ¿O simplemente lo hacíamos de manera automática? ¿Cuántas veces escuchamos, sobre todo en varones, que la masturbación responde al simple hecho de estar en erección el miembro viril, o como canalización de angustias y malos momentos, a la rutina del final de un día agitado quizás, o a algo que está implícito y por eso hay que hacerlo?

 

Y si repasamos nuestros encuentros sexuales, ¿cuántos habrán sin sentimientos, movidos muchas veces por la pasión y muchas más por la simple oportunidad de vivir un momento y de algo que no podemos desperdiciar? ¿Cuántos que responden solamente a la tan mentada necesidad fisiológica?. ¿Cuántas parejas que conviven recurren a las relaciones sexuales como vía necesaria para conseguir determinadas cosas que de otro modo no lo conseguirían?: permisos, compras de determinados objetos, disminuir la violencia de género, imponerse en relación a los hijos, obtener ventajas sobre diferentes puntos de vista?

 

Podríamos entonces tener una mirada diferente del sexo virtual, bien podríamos llamarla: sexo real.

 

Oportuno sería repensarnos en este tiempo de pandemia, no sólo a nivel general sino también a nivel sexual. Momentos de poder estar en soledad, con nosotros mismos y así dirigir esa mirada hacia lo profundo de nuestro ser.

 

Encontrarnos con nuestras emociones para que nos muestren si el camino recorrido merece ser vuelto a plantear.

 

Cuando llegan a mi consultorio personas con diferentes disfunciones sexuales, tienen puesta su mirada muchas veces en lo genital (primer universo de nuestra sexualidad) pero a poco de andar en sus sentimientos y emociones (segundo universo) van comprendiendo como se fueron alejando por el factor social (tercer universo) de sus raíces más íntimas, de su verdadero ser, de su esencia que reclama poder tener una vida diferente con una sexualidad sin tantas exigencias, sin tantas represiones en algunos casos, sin ataduras de lo que fue en la juventud y que ahora con el devenir de los años ya no es.

 

Hemos construido nuestra sexualidad bajo conceptos de otros, bajo la mirada de otros, para satisfacer según lo dicho por otros y para ser aceptados no por lo que somos sino por lo que se espera de nosotros y muchas veces de nuestro rendimiento sexual.

 

Sólo cuando podemos despojarnos de esas viejas ataduras, (paradójicamente en los más jóvenes también) encontramos nuestro verdadero ser.

 

En éste tiempo de pandemia donde un nuevo virus nos mantiene alejados, encerrados, atemorizados y aislados de los demás, que un efecto secundario sea justamente encontrarnos con nosotros para poder vivir una vida menos virtual con encuentros, también sexuales, más reales y emocionalmente vitales.

 

*Médico M.P. 1097

 

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