Martes 07 de mayo 2024

La "primavera" del 73

Redacción 10/03/2013 - 04.08.hs
Norberto G. Asquini*
En las elecciones del 73 hubo segunda vuelta en La Pampa. El peronista José Regazzoli y el mofepista Ismael Amit se enfrentaron en una campaña caliente en un país movilizado por la vuelta democrática. El Frejuli sería gobierno.
El 11 de marzo de 1973 los argentinos volvieron a votar después de siete años de dictadura militar. En esas elecciones, después de 18 años proscripto, el peronismo pudo presentar un candidato a presidente, Héctor Cámpora, a la espera de la vuelta definitiva de su líder, Juan Domingo Perón. La juventud se lanzó a las calles politizada y palabras como liberación, reconstrucción nacional y revolución se mezclaron en las charlas. Fue una de las campañas más enfervorizadas y unos comicios de los que se esperó que todo un país se transformara definitivamente.
Ocho listas.
En La Pampa hubo en esas elecciones ocho listas. Una el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) que llevó a José Regazzoli como candidato a gobernador y al abogado piquense Rubén Marín como vice. El adversario principal del peronismo fue el ex gobernador Ismael Amit,  un abogado de origen radical que había gobernado tres veces la provincia. Había zigzagueado políticamente desde los '50 entre varias fuerzas -UCR, UCRI, MID- para desembocar en un partido provincial: el Movimiento Federalista Pampeano, Mofepa, lanzado en febrero de 1971. El partido tuvo como candidato presidencial al ex ministro de Bienestar Social de Lanusse, Francisco Manrique.
La tercera fuerza era la Unión Cívica Radical. Fue el único partido que por primera vez en la provincia realizó internas para definir sus nominaciones. El ala conservadora balbinista se impuso a los alfonsinistas, con la fórmula Armando Lorenzo y Tomás Pera Ocampo.
La otra línea radical, la UCRI, pasó a denominarse Partido Intransigente. Los candidatos a gobernador y vice fueron Guillermo Etcheberry y Juan Carlos Washington Abdo. Su candidato presidencial, Oscar Alende, integró la Alianza Popular Revolucionaria (APR). El PI sumó en lo provincial al Partido Revolucionario Cristiano y a varios dirigentes comunistas.
Desde la derecha, la Nueva Fuerza, tomó forma con la llegada de María Julia Alsogaray y absorbió los pocos votos liberales de la provincia. Otro de los partidos que quedó boyando, fue el de los neoperonistas de la Unión Popular.
Las izquierdas en La Pampa quedaron atrapadas entre asistir o no a las elecciones provinciales. Los socialistas se dividieron en dos frentes; la estructura partidaria de la vieja Federación con su núcleo en Santa Rosa, se alineó en el Partido Socialista Popular (PSP) cuyo referente era el dirigente nacional Víctor García Costa. Llevó como candidatos a la gobernación al periodista Raúl Isidoro D'Atri y como vice a Rodolfo Oscar Gaute.
En tanto, una línea más combativa y eminentemente obrera con base en Pico, conformó el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que seguía a Juan Carlos Coral. Estos presentaron como fórmula a la gobernación a Luis Zapata y a Leónides Romero
En la vertiente más revolucionaria o insurreccional, dos grupos salidos de la nueva izquierda optaron por levantar la bandera del voto en blanco, contra lo que consideraron la "trampa electoral". La consigna levantada fue "Ni golpe ni elección, revolución". Uno de estos grupos fue Vanguardia Comunista, corriente de raíz maoísta, y el otro sector fue el Partido Comunista Revolucionario, cuyos integrantes militaban en la Universidad.
La campaña del 11.
A mediados de enero se largó la campaña en la provincia. Los cálculos de los analistas de la época predijeron el ballotage en La Pampa, pues una de las condiciones impuestas por el gobierno militar era que para elegir presidente y gobernadores se debía superar el 50 por ciento de los votos emitidos, para no forzar una segunda vuelta. A pesar del amplio apoyo popular con que contaba el peronismo, el temor de no ganar en la primera vuelta sobrevolaba sus filas. Las miradas en ese sentido estaban puestas en la UCR, la tercera en disputa que tenía una buena cantidad de votantes cautivos.
En un marco de entusiasmo y agitación que contagió a la mayoría de los pobladores, comenzaron los trabajos proselitistas, las giras y la publicidad en los medios de comunicación. También a llegar los candidatos presidenciales para hacer campaña y respaldar a los postulantes locales.
La campaña se polarizó desde un primer momento entre Regazzoli y Amit, y se fue tornando cada vez más reñida con el transcurso de las semanas y la escalada de duros discursos.
La estrategia de Amit fue clara. Se basó en el eslogan "Obras son amores" y en recordarles a los pampeanos las iniciativas y proyectos realizados durante sus tres gobiernos. En el cruce de palabras a través de la prensa, no quedaron afuera las chicanas y el hombre del federalismo dirá a fines de febrero: "Regazzoli es un buen arquero", azuzando a su competidor.
Entretanto, la arenga de los peronistas en radios y carteles era un simple y genérico "El pueblo al gobierno, con Regazzoli y Marín", pero con convocatorias masivas.
Actos de cierre.
La agitada y enfervorizada campaña que recorrió el país con leyendas, carteles, publicidades y el compromiso militante, finalizó en la noche del 8 de marzo cuando se realizaron los actos de cierre.
En La Pampa, esa noche de jueves también hubo encuentros multitudinarios para la provincia. El Frejuli realizó una manifestación en pleno centro de la capital en la esquina de Yrigoyen y 25 de Mayo, con la presencia de 4.500 personas, mitad de ellas del sector juvenil que aportó lo más exaltado del acto con contingentes del interior. Durante el encuentro, la mayoría de las pancartas se avivaron y agitaron cuando la dirigente de la JP, María Alvarado, habló entre los oradores, designada como representante de la rama femenina.
A la misma hora y en la misma ciudad, a escasas cuadras de allí, el Mofepa también cerró su campaña con un mitín que se congregó en la rotonda ubicada frente al Centro Cívico. Amit no dejó de acordarse todo lo que pudo de Regazzoli y arreció sobre el Frejuli con nuevos ataques verbales. La prensa calculó que había juntado poco más de 3.000 personas. En tanto, sabedores de sus escasas posibilidades y como muestra del poco fervor que sus seguidores habían manifestado en las semanas previas, los radicales apenas congregaron un grupo de militantes en la sede de la calle Pellegrini.
Las urnas abiertas.
El domingo 11 los argentinos volvieron a las urnas. Hombres y mujeres de toda edad y condición social salieron de sus casas masivamente a votar con un entusiasmo pocas veces visto. 
Los pampeanos también acudieron a sufragar en una jornada tranquila; las cámaras de Canal 3 captaron las imágenes en las mesas donde votaban los personajes del día: el gobernador Trapaglia se mostró sonriente al ingresar a la escuela y minutos después cuando colocó su papeleta en la gran caja de madera; Amit fue capturado con una media mueca en sus labios saliendo del cuarto oscuro; Regazzoli, de sombrero y traje oscuro, departiendo amablemente con los votantes que hacían la cola.
Por la tarde, dirigentes y militantes se arremolinaban en las sedes partidarias respectivas. El recuento de los sufragios fue lento y recién al día siguiente hubo datos más o menos oficiales sobre cada uno de los cargos en juego; pero hubo un número que sí fue confirmado. Esa noche, el país festejó y los pampeanos que habían apoyado a Cámpora también. De los 14 millones de argentinos en condición de votar entre los nueve binomios presidenciales, el  49% del electorado, unos 5.982.000 votos, le había dado el triunfo a la fórmula del Frejuli. Segundos quedaron los radicales con el 21,5% y tercero Manrique con el 14,7%. El triunfo peronista fue indiscutible en todo el país. Obtuvo la mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores y los gobiernos de casi todas las provincias.
En La Pampa se impuso también la fórmula presidencial del Frejuli con porcentajes inferiores a la elección nacional: el 43,9% votó a Cámpora; mientras que en segundo lugar quedó Manrique con el 30,5% de los sufragios, gracias al apoyo invalorable de Amit; y terceros los radicales que en un 14,6% optaron por Balbín.
Primera vuelta.
El 12 de marzo se supo que había ganado la fórmula Regazzoli-Marín con 43.258 votos. Pero para desilusión de los peronistas que habían visto como se imponían sus hombres en los principales municipios, habría segunda vuelta con Amit ya que no le alcanzó el 45,8% de las boletas. Entonces comenzó a sobrevolar en las reuniones partidarias y las charlas, café o mate de por medio, el fantasma del voto radical.
Por su parte, el mofepismo había alcanzado el 36,1% (unos 34.087 votos); seguido por la UCR que obtuvo el 12% (11.381 sufragios). Las demás fuerzas apenas contaban: la Nueva Fuerza logró 1.641 sufragios (1,7% del padrón); el PSP 1.613 (1,7%); la Unión Popular 1.063 (1,1%); el Partido Intransigente 709 (0,7%); y el PST 636 (0,6%).
La Cámara de Diputados provincial quedó en manos del Frejuli que tenía la mitad más uno de las bancas y mayoría propia: once sobre veintiuno, el Mofepa 8 y los radicales dos.
Por su parte, en la ciudad de General Pico, el peronismo que llevó como candidato a Guillermo Torres, arrasó con 6.471 votos contra 2.933 del candidato del Mofepa y 2.083 del radical. El peronismo se hizo con las principales poblaciones de la provincia: Orlando Martín asumió en Victorica; Héctor Manzi en General Acha; Federico Pfeiffer, el "pollo" del electo senador García, en Eduardo Castex; el eterno Amaury Díaz, que había ocupado la intendencia en el '55, en Macachín; en 25 de Mayo, la comuna más nueva creada en 1969, ganó el candidato más joven de la provincia, Eduardo Medina que cuadriplicó los votos del Mofepa; y el peronismo también colocó a una mujer, Yolanda Miguel, en Jacinto Arauz.
Cuestión de "roscas".
La segunda vuelta se realizó el 15 de abril, poco más de un mes después de la primera elección. La Pampa junto a otras catorce provincias debió decidir quién iba a ser el gobernador en el novedoso ballotage.
"Roscas" y reuniones con las fuerzas que habían quedado relegadas, llamados telefónicos y actos encendidos en toda la provincia se sucedieron para determinar al nuevo mandatario. El voto radical fue el más codiciado por los dos competidores. Ambos bandos, peronistas y mofepistas, sabían de los rencores y disputas que los separaban históricamente de los hombres de Balbín, que no eran pocos.
El 19 de marzo la prensa dio a conocer que el ex candidato de la UCR, Pera Ocampo, se había reunido con Regazzoli. Poco después, se supo de un encuentro en General Pico entre el radical Lorenzo y delegados del Mofepa.
Finalmente, tras tires y aflojes entre los balbinistas y los alfonsinistas -que pensaban que el otro sector podía volcarse al Mofepa- se tomó una decisión salomónica: la UCR, en la segunda vuelta, dejó que cada afiliado se pronunciara según su conciencia y otorgó plena libertad de acción a su tropa para actuar ante las urnas. El 4 de abril ratificaron esa decisión y cortaron públicamente las negociaciones, si bien por debajo de la mesa siguieron las conversaciones.
Por su parte, la izquierda optó entre liberar el voto o un apoyo al populismo de Regazzoli, con el que encontraron algunas mínimas coincidencias en su línea a favor de la liberación nacional y el tercermundismo. El PSP anunció su respaldo por sus coincidencias programáticas y para evitar "el retorno de personalismos ineptos". El PC tomó la misma decisión.
Los otros.
Por su parte, la derechista Nueva Fuerza dio la espalda al Mofepa y dejó liberados a sus afiliados y apenas se pronunció en favor de Amit un sector del minúsculo UP. Los demás partidos, como el PI y el PRC, optaron por dejar a sus seguidores obrar según su criterio y conciencia.
Mientras sucedían reuniones y charlas, en las calles la campaña siguió tan caliente como la anterior. En los afiches, spots radiales y televisivos y propaganda en los diarios, el proselitismo llenaba espacios y debatía dos formas de hacer política. El Frejuli, a través de los carteles y anuncios con la cara de Regazzoli y Marín invocaba el lema "La honestidad no se declama, se practica" y hacía mención casi explícita a varias irregularidades durante los gobiernos de Amit. El Mofepa contraatacaba con el conocido "Obras son amores" y ponía el acento en la idoneidad de su candidato.
El festejo.
El domingo 15 de abril los pampeanos volvieron a los cuartos oscuros. El triunfo de Regazzoli fue rotundo: logró el 57,5% de los votos emitidos, unos 55.812 sufragios. El Mofepa apenas había podido subir su caudal electoral: obtuvo 39.824, el 41% del electorado.
Esa noche, más de 3.000 enfervorizados militantes y simpatizantes peronistas recorrieron las calles a pie o con sus automóviles entonando estribillos, cánticos y consignas por el centro de la capital pampeana. Luego marcharon a tomar el monumento al General San Martín en plena plaza central y mientras los gritos y las bocinas seguían la fiesta hasta entrada la madrugada, Regazzoli desde la sede se marchó a su casa para disfrutar en la intimidad, su consagración personal.
El gobernador electo recién habló al día siguiente con los medios. En la sede del PJ, ya más tranquila que la noche anterior, dijo:
-Haremos un gobierno popular y de manos limpias cuyo objetivo final es la eliminación del privilegio y la desigualdad. Un gobierno de puertas abiertas.
El tiempo diría si habría de cumplir con sus promesas. Por el momento, logrado el triunfo de las urnas, todos pensaban en su cuota de poder y en sus expectativas, proyectos y ambiciones personales cuando asumiera "Don José". Y nadie estaba cerca de pensar en lo que sobrevendría en los agitados tres años siguientes, ni en su abrupto final.
Solo cinco Sufragios.
En la elección del intendente para Santa Rosa ocurrió un hecho curioso el 11 de marzo. El recuento había sido muy peleado, voto a voto. Hasta que se abrió la última urna y había apenas 5 boletas de diferencia entre el candidato mofepista, Ramón Turnes; y el del Frejuli, Nicolás Navarro. Esto dio lugar a un singular hecho y, si se quiere descabellado. Cuando todo era incertidumbre, en medio del lento y reñido recuento, la prensa informó que Turnes se había reunido con Navarro y le había propuesto, ante el empate técnico, dividirse la ciudad por circuitos electorales: el 9 para el primero, y el 10 para el segundo. Navarro, en cambio, le había retrucado invitando a que uno gobernara la capital de la avenida San Martín al norte y el otro, de la misma arteria hacia el radio sur; de esta manera se pondría a prueba el mejor, y cumplido un año quedaría como intendente quien hubiera hecho mejor gestión.
El 13 se confirmó lo que temía el peronismo: por 8.215 a 8.201 había ganado Turnes La reñida y polarizada elección dividió al Concejo Deliberante local en dos sectores: cinco concejales entraron por el Mofepa y cuatro por el Frejuli.
Calles calientes.
Tras el mundo de las palabras y los discursos de los candidatos que recorrían la provincia, el verdadero conflicto se vivía en el fragor de la calle. La última semana antes de los comicios del 11 de marzo del 73 se intensificó la campaña propagandística y se sucedieron frenéticamente los asados con vino en los actos del interior, donde se juntaban de a miles las personas y los postulantes se excedían en elogios y promesas para después del 11. Por las noches, los grupos justicialistas, constituidos en su mayoría por la JP, y los mofepistas, se cruzaban en el centro y los barrios de la capital provincial provocando más de un roce. Luego de un preludio que incluía una andanada de cánticos subidos de tono; llegaban invariablemente a las manos, las escaramuzas, los cadenazos y hasta algún disparo de arma de fuego, indicaba la prensa.
La Arena informaba por esos días: "En ocasión de la adulteración de leyendas murales se asistió a riñas callejeras entre militantes de ambas corrientes llegándose al extremo de una hospitalización. Los incidentes habrían llegado últimamente a algunos puntos del interior lo que señalaría un crecimiento en el enfrentamiento".
Entre estos incidentes sucedidos en los pueblos se difundió el que protagonizó el caudillo peronista de Intendente Alvear, el médico Alberto Conchéz. El dirigente del Frejuli había lanzado, durante un acto partidario, expresiones agraviantes contra el director del hospital, Ricardo Ibarra Villafañe, de origen radical, aunque sin participación activa en esos días. El 6 de marzo por la mañana -contaba la prensa-, el agraviado siguió a Conchéz hasta su casa y cuando descendió del vehículo le pidió que se retractara. Cónchez no lo hizo y comenzaron las trompadas; cuando al caudillo se le presentaba mal la situación intervino su hijo, que esa vez golpeó al ofendido.
En Santa Rosa, las elecciones no dejaron de tejer sospechas y controversias entre los dos contendientes principales. Mientras Amit entregaba poco después de conocido el escrutinio un documento a los medios de comunicación en el que acusaba de pasividad al gobierno provincial y a la policía provincial por permitir a los peronistas actos durante los días de veda; los hombres del Frejuli también arrojaban sombras sobre el accionar del líder mofepista. Fue el diputado nacional electo, el sindicalista Aragonés, quien denunció al Mofepa de actividades fraudulentas en vísperas de la elección1. Según sus dichos, habían arrojado el sábado sobre la ciudad de General Pico y otras localidades del norte desde un avión Cessna 182, una cantidad de volantes que eran atribuidos a un grupo peronista. El escrito firmado por un Comando Revolucionario Peronista manifestaba sus disidencias con el Frente y afirmaba que "el peronismo está copado por gorilas, ex comandos civiles revolucionarios y comunistas infiltrados".
Las maniobras y los choques siguieron vigentes en la campaña para la segunda vuelta de abril. Sobre todo porque se jugaba al todo o nada. El peronismo acusó al Mofepa de entregar zapatillas, guardapolvos y útiles escolares a cambio de votos, y vecinos del barrio Sargento Cabral identificados con el justicialismo denunciaron agresiones de los mofepistas cuando hacían pintadas en esa barriada.
El viernes 13 de abril, antes de la elección, hubo varios incidentes. Uno de ellos terminó con el incendio de un taxi propiedad del dirigente peronista Julián Flores, estacionado en González y San Martín, casi en pleno centro de la capital. Otro, que muchos lo relacionaron al coche quemado, enfrentó con violencia a grupos de mofepistas y peronistas que se dedicaban a fijar carteles. En la batalla por taparse unos afiches con otros, se encontraron ambos bandos en la misma faena, y entre gritos y acusaciones cada vez más altisonantes, se trenzaron a golpes, palos y cadenazos. El choque recién finalizó cuando llegó la policía, pero nadie quiso hacer la denuncia en la comisaría.  
*LICENCIADO en Ciencias Sociales
La Arena, 12 de marzo de 1973, página 2.


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