Domingo 24 de marzo 2024

¿Libro fundacional?

Redaccion 22/02/2020 - 21.47.hs

En este análisis sobre Militante de Ilusiones, de Raúl I. D’Atri, el autor expresa que «existen pocos testimonios directos de militantes socialistas de las primeras décadas del siglo XX y ningún libro que contenga relatos ‘en primera persona’.»
Dr. Federico Martocci *
La publicación de textos memorialísticos tiene una historia centenaria que se ha expresado mediante modalidades diferentes, entre las que se destacan el diario personal y la autobiografía, pero no son las únicas. Los líderes del movimiento socialista internacional poseen una nutrida producción de obras que se leen en esa clave. Desde diversas partes del mundo escribieron para dar cuenta de los fundamentos de su militancia y allí contaron sus avatares en las luchas. Los argentinos no fueron la excepción: para mencionar solo a dos referentes del Partido Socialista (PS), se pueden citar los «Recuerdos de un militante socialista», que Enrique Dickmann publicó en 1949, y las obras «Mi paso por la política (de Roca a Yrigoyen)» y «Mi paso por la política (de Uriburu a Perón)», de Nicolás Repetto, aparecidas en 1956 y 1957, respectivamente, a las que se sumarían luego sus otros «pasos»: por la agricultura y por la medicina.
Pero no todas y todos los socialistas estaban en condiciones de igualdad para esa tarea, ya que implicaba, entre otras cosas, estar familiarizados con la escritura, tener el acceso a determinados documentos (mayormente partidarios) para reconstruir tramos del relato si la memoria fallaba y, por supuesto, contar con un editor interesado en la obra. Estas cuestiones, aunque no fueron las únicas, incidieron en que los principales dirigentes (como los citados) alcanzaran un lugar privilegiado en las bibliotecas que reunían ese tipo de libros.
Esto último, por ende, es central para explicar porqué fueron dichos referentes (a quienes se puede sumar Jacinto Oddone) los que ejercieron una influencia notable en lo que respecta a la revisión del pasado partidario.

 

Historiar trayectos.
El Partido Socialista, así como también las otras fuerzas de izquierda, contó en sus filas con gente que se ocupó de historiar su trayectoria política. La historiografía en los últimos años demostró la crecida presencia obrera en las bases del PS, pero el peso que tuvo ese sector en la (re)construcción de la historia del socialismo no puede equipararse al de los dirigentes más encumbrados. Dicha situación, en el interior del país presenta otra particularidad: por la relevancia que tuvo la ciudad de Buenos Aires desde los orígenes del PS en Argentina, la mayoría de los relatos que legaron sus líderes fueron gestados desde ese «locus». Son escasos los socialistas del interior argentino que actuaron durante la primera mitad del siglo XX y, luego, tomaron la pluma para escribir sus memorias, revisaron la historia partidaria en notas periodísticas o dejaron entrevistas disponibles en archivos públicos. Existen notables excepciones, pero no constituyen la norma. ¿Por qué esta situación limita (no obtura) el conocimiento sobre el PS? Para decirlo brevemente, porque la búsqueda de información general para ordenar el despliegue del socialismo en otras provincias no en pocas ocasiones termina en naufragio. A la vez que se dificulta identificar a los actores concretos, como se puede observar al recorrer el «Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la ‘nueva Izquierda'» (1870-1976), dirigido por Horacio Tarcus. Allí, por ejemplo, no figura ningún dirigente del PS pampeano entre 1913 (cuando se crea el Centro Socialista de Santa Rosa) y 1934, un año muy crítico para el PS local, como veremos luego.

 

Testimonios.
Es a partir de estas coordenadas que podríamos revisar «Militante de ilusiones. Relatos en primera persona», un libro muy bien editado que recoge los testimonios que a inicios de la década del noventa brindara Raúl I. D’Atri, quien se incorporó al PS poco después de radicarse en Santa Rosa. Podría afirmarse que esta obra reciente presenta un carácter fundacional, ya que existen pocos testimonios directos de militantes socialistas de las primeras décadas del siglo XX y ningún texto édito en formato libro que contenga relatos «en primera persona». Es decir, no hubo en La Pampa ningún Dickmann o Repetto que ofreciera su visión (aunque sea «desde arriba») sobre el PS. Ocurre que, a diferencia de la capital del país, donde los universitarios (en especial, médicos y abogados parlamentarios) tenían un peso decisivo entre la dirigencia, en el Territorio Nacional de La Pampa esta última era más plebeya. Hugo Nale (constructor de obra), Domingo Gentili (autodidacta que luego se recibió de Procurador), Segundo Brizuela (tipógrafo) y Víctor Lordi (mecánico) se habían destacado en las filas santarroseñas. Uno de los pocos abogados era Alfonso Corona Martínez, que ingresó al socialismo en 1924 y, cuando D’Atri se incorporó al PS, era una de las figuras más destacadas. El tipógrafo, según sus palabras, ocupó rápidamente posiciones importantes: administrador de «Germinal», el órgano de prensa de la Federación Socialista Pampeana (FSP), Secretario General del Centro socialista de Santa Rosa y secretario tesorero del Concejo Municipal de esa ciudad durante la gestión del PS. Además, tuvo fluidas relaciones con Lordi y Corona Martínez, dos referentes centrales, aunque luego de un conflicto interno se distanció del primero (pero, según relata, no rompió relaciones).
Si bien D’Atri alcanzó un lugar relevante, no era uno de los dirigentes centrales. Por ello, la publicación de sus relatos permite adentrarse en la experiencia de un militante del interior que no ocupaba la primera plana del PS. Por sus semejanzas y diferencias con los textos más conocidos de otros socialistas, el libro publicado por Editorial Voces está llamado a convertirse en una obra de consulta para un público diverso.

 

Narrar una vida.
Pocas decisiones deben ser más trascendentales en la vida de una persona como la de elegir un lugar para vivir y, a veces también, reproducirse. D’Atri no comienza su relato con la radicación en Santa Rosa, ya que la niñez es la primera estación. «Así, de paso, me voy a referir a muchos miembros de mi familia que son tus ancestros», le decía a su nieto al iniciar las grabaciones. Sin embargo, la etapa que va desde su nacimiento en el interior bonaerense a la salida definitiva de la ciudad de Buenos Aires (donde de joven enfrentó el desafío de vivir en una gran urbe y aprendió el oficio de tipógrafo) ocupa 73 páginas; mientras que se destinan a su experiencia vital en La Pampa unas 338. Y el motivo detrás de la radicación lo explicita cuando afirma que el «deseo de retornar en cuanto tuviera oportunidad estaba dado por el hecho de que el gobierno municipal de Santa Rosa estaba ejercido por representantes del Partido Socialista». Y agrega: «Quizá esa afinidad ideológica haya determinado un poco esta decisión de insistir con Santa Rosa». No sabemos cómo D’Atri se hizo socialista, ya que no relata su «conversión», un tópico común en los escritos memorialísticos de los integrantes de esa cultura de izquierda a nivel internacional. Lo que sí resulta claro es que en su Chivilcoy natal, a los 13 ó 14 años, se acercó al PS: conocía al pintor y autodidacta Pedro Panzardi, el Secretario General en esa localidad, se contaba entre los chicos que asistían usualmente al Centro socialista, incluso fue uno de los niños que estampó con tiza en las paredes la frase «Mueran los chanchos burgueses y viva la RS [Revolución Social]», hecho que generó cierta conmoción en el lugar… pero no lograron identificar a los autores. En abril de 1928, en Buenos Aires, participó por primera vez en una elección. Al recordarlo, dice con un dejo de orgullo: «mi primer voto ciudadano… fue consecuente con las ideas que había adoptado, que eran las del Partido Socialista». No es casual que, pocos años después, se interesara por una ciudad en la que el PS era gobierno. Y allí se radicaron con su compañera, Esther Yacovone.

 

«Germinal» y «La Arena».
Al narrar los primeros tiempos en Santa Rosa, D’Atri hilvana momentos clave en su experiencia: el acercamiento a la biblioteca de la Casa del Pueblo, su empleo en la imprenta de Brizuela (con quien compartía el ideario socialista, los gustos literarios y el oficio de tipógrafo), la iniciativa colectiva de crear una «cooperativa de trabajo», en la que coincidió con otros socialistas pero finalmente no se concretó y, en especial, el ofrecimiento para administrar el diario «Germinal», con visita de Lordi a su casa incluida. Esto último ocurrió cuando con Esther evaluaban la posibilidad de probar suerte en otro lugar. Habían llegado a la ciudad en enero de 1931 para no abandonarla; pero la época no era propicia a causa de la desocupación generada por la crisis económica. «Mire, compañero, yo no tengo otra alternativa. Tomo esta oferta como la última posibilidad de radicarme definitivamente en este lugar», le dijo al aceptar el cargo de administrador a Pedro Rodríguez Rubial, comerciante socialista que le ofreció retirar mercadería de su almacén.
En el PS conoció, entre otros, a Bernardino Aguirre y Alfonso Corona Martínez. El primero trabajó codo a codo con él en «Germinal»; el segundo, «dirigente máximo» del PS en La Pampa según D’Atri, se convirtió junto con Aguirre en uno de sus mejores amigos. Sin embargo, entre 1933 y 1934 se desató una profunda crisis interna entre los socialistas santarroseños que repercutió en la FSP. Ese fue el conflicto más intenso de esa fuerza política hasta entonces, de hecho D’Atri lo considera el inicio de la «decadencia» del PS en la región.
A raíz de esa crisis, motivada por el enfrentamiento entre un sector liderado por Corona Martínez y otro por Lordi, D’Atri y otros (como Aguirre), abandonaron el PS encabezados por el abogado. Es imposible explicar la emergencia del diario «La Arena» sin tener en cuenta esta coyuntura, iniciativa que emprendieron junto con Aguirre. Como militantes acostumbrados a tomar la palabra en un sentido político, era imperioso disponer de un canal para hacer oír sus voces. Por eso, en abril de 1937 le decía a Corona Martínez en una carta: «Tengo el desagrado de anunciarle que con respecto a la Cooperativa de luz seguimos estando a oscuras, aún cuando La Arena sigue comentando la inminencia de un arreglo con Sincomaco». La CPE se convirtió en un ámbito de militancia luego de la salida del PS. De modo que, en parte, su vínculo con el periodismo y el cooperativismo se conjugan con el socialismo, fuerza que impulsó el ideario cooperativo en el país y se destacó por la publicación de numerosos órganos de prensa. A diferencia del abogado, D’Atri volvió al PS, ya que él mismo comenta su rol en la posterior reorganización partidaria, su frustrada candidatura junto a Lordi a inicios de los años cincuenta y su papel como interventor de la delegación regional de la CGT (en representación del PS) luego del golpe que derrocó a Perón en 1955. Para la reapertura de «La Arena», en 1957, se reactivaron los lazos forjados en la militancia previa, entre los que destaca a su «maestro» Corona Martínez. Omar Maraschini, quien supo militar en el socialismo, fue importante también en ese proceso.
Como puede advertirse, al narrar casi toda su vida D’Atri coloca mojones que permiten aprehenderlo. Es posible abordar su biografía desde planos disímiles, pero esos mojones están unidos claramente por la experiencia que el socialismo representó en su itinerario militante. Su primer voto, el traslado a La Pampa y su inserción laboral, la aparición de La Arena, su rol en el cooperativismo local o la consolidación de amistades fundamentales; nada de ello se puede explicar sin atender a las señales que priorizó en sus valiosos relatos.

 

* Historiador (UNLPam-CONICET)

 

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