Martes 23 de abril 2024

Relato y mutación religiosa

Redacción Avances 28/03/2021 - 08.29.hs

La novela de Angeles Alemandi continúa generando devoluciones. Se trata de un libro que atrae por su narración, por su temática y por la forma tan particular que tiene la escritora para describir una situación tan límite como la posibilidad de morir.

 

Daniel Pellegrino y Jorge Warley *

 

Nacida en la provincia de Santa Fe, María de los Angeles Alemandi se licenció en comunicación social y actualmente reside en General San Martín, al sureste de La Pampa, donde es docente del colegio secundario del pueblo. Ha hecho trabajos periodísticos en distintos medios y Rally de santos es su primera novela. En realidad, se trata de un relato largo con una monologuista central quien discurre sobre las vicisitudes y los estados emocionales que debió atravesar a lo largo de una enfermedad cancerosa. El asunto vertebra todo el monólogo y subsume la segunda historia que da motivo al título del libro. El personaje “la madre de la monologuista” se lleva toda la atención de la segunda historia.
El relato se estructura en 34 capítulos, el último de los cuales aparece ubicado en las primeras páginas; procede como un desenlace anticipado y al releerlo se confirma la conversión de una narradora/monologuista secularizada y posmoderna que nada creía sobre la ideología mística, tanto institucional como popular de la madre, quien ha recurrido a los santos católicos disponibles, a curas, al Papa, a pastores sanadores, a los santos populares, para ayudar a superar la enfermedad de la hija. Tal conversión se produce cuando la narradora debe sufrir por su pequeño hijo cuando a este le ocurre un accidente. Entonces puede reflexionar y comprender las acciones de su madre. Con este golpe de efecto queda claro que la narradora estaría dispuesta a copiar la receta del “rally” y aplicarla a los fines de ayudar a la curación del pequeño.

 

Suma de comparaciones.
En su estructura, el relato avanza con la descripción acumulativa, capítulo tras capítulo, de sensaciones que la monologuista va recordando sobre su pasado inmediato de persona tocada por una enfermedad ‘maldita’ que pone su vida al límite y que altera las relaciones sociales de su entorno. El procedimiento se apoya casi exclusivamente en comparaciones poco novedosas pero precisas en cuanto a volver lo más concreto posible los estados emocionales. Esto significa privilegiar la función comunicativa de la escritura.
Así, al comienzo de la enfermedad, en el capítulo 3, se describe la angustia del nuevo estado: “La angustia desfigura. Es un rival que tira jabs con la izquierda para abombarte, te desestabiliza, avanza con pasos cortos. Es Rocky Balboa”. Un poco más adelante, capítulo 6, se detiene la monologuista en la tristeza: “Era un vaso de vino tinto derramado en el mantel a cuadros. La mancha se iba extendiendo, una se desesperaba por apoyar el repasador encima y detener la hemorragia”. Después viene el miedo: “El miedo ya no era una ocurrencia hipocondríaca, era algo real, palpable como el tumor que crecía silencioso, sin producir dolor, sin enrojecer la piel, sin noción del daño que era capaz de hacer (cap. 11)”.
Otra de las situaciones descriptas se refiere a los lugares comunes, los clichés del lenguaje con que los otros acompañan con sus consolaciones a la narradora, quien destroza esos tópicos de compasión y solidaridad. De este modo busca librarse de sus propias simulaciones de gratitud; así cree lograr expresar y asumir una nueva etapa de madurez en que la escritura actúa como un registro de íntima “impunidad”. En el capítulo 12 hace un listado de los mensajes que recibe y agrega su descargo: “Fuerza mamita sos una guerrera. ANDA A LA FRANJA DE GAZA, IMBECIL”; o: “Por qué no probás con las propiedades curativas del guacamole. CONDENA A MUERTE A OTRO CON LA MEDICINA ALTERNATIVA”. Esta faceta humorística abre el camino al significado del título.

 

Un rayito de humor.
Efectivamente, el título deviene en humorístico. Es decir, la precisión del humor se ejerce sobre las personas o personajes que se aman, es una manera sensible de provocar la sonrisa cariñosa e indulgente. El ejemplo clásico es la creación del gran personaje de Cervantes o en las letras latinoamericanas los personajes campesinos amados por Juan Rulfo. En el caso de Alemandi la referencia es el personaje de la madre a quien la propia narradora atribuye el dicho que da título al libro. Las acciones ‘sanadoras’ de la madre motivan el jalón del humor, cuya culminación se desprende del siguiente párrafo: “También mis amigas creyentes acercaron ofrendas para alimentar la fe: rosarios, pulseras con dijes de la virgen, un anillo que tiene impreso el padrenuestro, una cadenita traída de la Basílica de Nuestra Señora de Luján comprada tras sesenta kilómetros de peregrinaje a pie. El mensaje de texto de mi madre terminaba así: ‘Estamos haciendo un RALLY DE SANTOS’”.

 

Autoficción.
Si bien todo fechado es impreciso en el territorio del arte, podría decirse que la literatura del siglo XXI se caracteriza fuertemente por la mezcla promiscua de los géneros, la mixtura del relato autobiográfico con la fantasía, de la crónica y hasta el apunte ensayístico con la ficción novelesca. Tal hibridación ha despertado el interés de los críticos y los estudios literarios.
Josefina Ludmer, por ejemplo, acuñó el término “literaturas posautónomas” (el plural es importante) para dar cuenta del fenómeno en cuestión, y subrayó que en este novedoso espacio de creación ya no interesaba sopesar valor, juzgar calidades, sino en todo caso dar cuenta de las peculiaridades de funcionamiento de tal tipo de escritura.
Julia Musitano (“La autoficción: una aproximación teórica. Entre la retórica de la memoria y la escritura de recuerdos”, 2016) sostiene que en las autoficciones “se alteran las claves de los géneros autobiográfico y novelesco y el pacto se concibe como el soporte de un juego literario en el que se afirman simultáneamente las posibilidades de leer un texto como ficción y como realidad autobiográfica”. Este juego es una construcción figurativa en que el escritor elabora su propia imagen de ‘autor’ adentro y afuera del texto. Así ocurre con Alemandi. Si leemos algunas entrevistas que le han hecho a propósito del libro, cualquier lector modifica el pacto de lectura y comienza a balancear la mirada entre la clave ficcional del relato y el marco referencial de vida de la autora.
Musitano agrega: “la memoria permite que el relato de una vida se transforme en un encadenamiento verosímil de momentos verdaderos, presenta la temporalidad como sucesión de presentes. Implica una pulsión sistematizadora, una urgencia constructiva que se conecta con los procesos de autofiguración”. En nuestro caso, Alemandi propone este tipo de subgénero narrativo (la autoficción) con el que alienta la construcción de su propia imagen de ‘autora’ fuertemente enlazada con la vida ‘vivida’.
La publicación de Rally de santos abre una puertita hacia las exploraciones narrativas contemporáneas dentro del panorama literario de la región, donde suele prevalecer la solemnidad del trazo y el sentimentalismo romántico.

 

Capítulo 33. Fragmento

 

“Es 24 de diciembre. La observo [a la madre], sé de dónde viene su fuerza. Estoy a su lado en un banco de la iglesia franciscana que está frente a mi casa, a la que entré hoy por primera vez. Llegamos ayer al pueblo pampeano (…) Ahora se acomoda otra vez en el banco, me pregunta si me quiero ir y me sorprendo a mí misma diciéndole que todavía no. El olor a incienso, la luz amarilla que entra por las ventanas, este silencio interior que me deja hablar conmigo misma, no sé qué, algo me hace encontrar una paz insospechada. Estoy recostada contra la madera siempre incómoda de todos los bancos de las iglesias y se parece a un sillón mullido. Hay varias personas, empezaron a rezar el rosario, cierro los ojos y el murmullo me adormece”.

 

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