Lunes 15 de abril 2024

Un viaje que no termina

Redacción Avances 08/07/2020 - 18.53.hs

A 150 años de la excursión de Lucio V. Mansilla por el mundo rankülche, recorremos la obra literaria escrita por él mismo: “Una excursión a los indios Ranqueles”, y su paso por Leuvucó, hoy sitio sagrado y cultural de La Pampa.

 

Rafael Curtoni (1) y Guillermo Heider (2)*

 

“A lo lejos, como una faja negra, se divisaba en el horizonte la ceja de un monte. Allí es Leubucó, me dijeron, señalándome la faja negra. Fijé la vista, y, lo confieso, la fijé como si después de una larga peregrinación por las vastas y desoladas llanuras de la Tartaria, al acercarme á la raya de la China me hubieran dicho: allí es la gran muralla! Voy á penetrar, al fin, en el recinto vedado. Los ecos de la civilización van á resonar pacíficamente por primera vez, donde jamás asentara su planta un hombre del coturno mío” (Mansilla 1870).

 

La cita que precede corresponde a la versión original de “Una excursión a los indios Ranqueles”, publicada en Buenos Aires por la Imprenta, Litografía y Fundición de Tipos. En esa primera edición se reprodujeron, de modo casi textual, las cartas que el General Lucio Victorio Mansilla redactara para su amigo Santiago durante su viaje a “Tierra Adentro”. Las mismas fueron publicadas como apostillas en el diario “La Tribuna”, desde finales de mayo hasta noviembre del mismo año.

 

Las rastrilladas.

 

La travesía comenzó el 29 de marzo de 1870 en el Fuerte Sarmiento (hoy Villa Sarmiento) y culminó el 17 de abril en el Fuerte Constitucional (hoy Villa Mercedes). La primera parte del viaje transcurre en la actual provincia de Córdoba. Sin duda, el punto más importante de ese trayecto fue su llegada a El Cuero, al oeste de Cañada Verde (o Villa Huidobro). Dice Mansilla al describir el paisaje: “Los campos del Cuero son diferentes. Ricos pastos, abundantes y variados; gramilla, porotillo, trébol, cuanto se quiera. Agua inagotable, leña, montes inmensos”. El nombre de ese paraje remite a un lugar de Gualicho, donde vivía el Cuero del Agua, que desde la cosmovisión de los pueblos originarios es un espíritu que exige respeto y pedidos de permiso para pasar por sus dominios. Asimismo, para poder trasladarse con éxito por el territorio era sumamente importante el adecuado conocimiento de los caminos o rastrilladas indígenas, las cuales constituían complejas redes de conexión regional. Al respecto Mansilla señala “una rastrillada, son los surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes idas y venidas han dejado los indios en los campos. Estos surcos, parecidos a la huella que hace una carreta la primera vez que cruza por un terreno virgen, suelen ser profundos y constituyen un verdadero camino ancho y sólido. En plena Pampa, no hay más caminos. Apartarse de ellos un palmo, salirse de la senda, es muchas veces un peligro real”.

 

En Leuvucó.

 

Desde El Cuero tomó por la rastrillada de Utatriquin, en la actual provincia de La Pampa, donde divisó los primeros toldos. Pasó a La Verde, muy cerca Anchorena (San Luis). Un poco al sur alcanzó los toldos de Ramón Cabral “El Platero”, casi en Allain-có (al sur de Arizona). La continuidad del relato nos muestra saludos, parlamentos, desconfianzas, la destreza que tiene el indio amansando caballos y una lista con números en mapudungun y en castellano. Se suceden nombres cuyos descendientes son parte de las comunidades que hoy se reparten en cinco provincias, Caniupan, Villareal, Wenchenao, Epumer, Cayupan, Melideo y, por supuesto, Panguitruz Ngner (Mariano Rosas). Por fin en Leuvucó, anotó todo cuanto observó sobre los toldos, los sembradíos, las comidas, la agitación del momento o la presencia de otros cristianos. Un aspecto relevante destacado en el libro es la centralidad de aquel paraje para el Mamül Mapu (tierra o país del monte): “De Leubucó, arrancan caminos, grandes rastrilladas por todas partes. Allí es la estación central. Salen caminos para las tolderías de Ramón que quedan en los montes de Carrilobo; para las tolderías de Baigorrita, situadas á la orilla de los montes de Quenque; para las tolderías de Calfucurá en Salinas Grandes; para la Cordillera, y para las tribus araucanas”.

 

“Tratado de paz”.

 

En la narrativa del texto emergen cuantiosas anotaciones sobre costumbres de los rankülches; relatos del viaje a Poitahué y el encuentro con Baigorrita; pormenores de la misa y bautismos realizados en semana santa; notas acerca del Gualicho; sobre el Negro del acordeón o su retorno a la línea de fortines cruzando las incontables lagunas entre Bagüal y Sayape. Uno de los objetivos que impulsó la excursión de Mansilla al territorio indígena era convencer a Panguitruz Ngner (zorro cazador de leones) para que se trasladara a la comandancia de Río Cuarto a firmar un tratado de paz con el gobierno nacional. Ello era una formalidad que ocultaba o buscaba retardar los objetivos concretos del momento de quedarse con las tierras indígenas necesarias para la expansión de la agricultura y la ganadería. A pesar de la prosa elegante, narrativa e ilustrativa de las costumbres nativas, y de la aparente condescendencia de Mansilla, sus verdaderas intenciones quedaron expuestas en 1885 cuando siendo diputado en el Congreso Nacional se opuso a la concesión de tierras para los rankülches.

 

Más allá de los ideales “civilizatorios” de la época, la obra “Una excursión…” resulta de interés por las descripciones y datos que brinda del paisaje, de los jefes y caciques, de las costumbres y formas de organización del mundo indígena. Asimismo, son muchas las razones que pueden enumerarse para entender por qué esa corta incursión al Mamüll Mapu y en particular a Leuvucó tiene eco aún hoy, 150 años después. Tanto los rankülches, como historiadores, documentalistas, investigadores, maestros y estudiantes, artistas plásticos y hasta el paisaje, con sus rastrilladas como huellas de ese pasado/presente, tienen algo para decir de aquel momento.

 

En la actualidad, Leuvucó constituye un centro neurálgico para el mundo rankülche, sobre todo después de la restitución en 2001 de Panguitruz Ngner. Allí se celebra, en junio de cada año, el Wetripantu (año nuevo), congregándose comunidades de diferentes regiones del país. Como hace cientos de años, cuando confluían diferentes rastrilladas en todas las direcciones, hoy Leuvucó representa un importante hito sagrado, político, social y cultural en el amplio territorio del pueblo nación rankülche.

 

* (1) CONICET-UNCPBA

 

  • CONICET-UNSL
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