Sabado 20 de abril 2024

Una historia entre fierros

Redacción Avances 20/06/2021 - 14.05.hs

Embajador Martini, pueblo apasionado por el automovilismo, cuenta con uno de los talleres mecánicos más antiguos de la provincia. Mañana, 21 de junio, el Petit Garage Français cumple 100 años de trabajo y honestidad.

 

Susana Llahí *

 


Siempre que me detengo a pensar sobre el pasado de nuestro pueblo, ese pasado parece llenar el presente con su profundidad y extensión, sin duda, por el valor de lo logrado, material y espiritualmente; individual y colectivamente. Además, el contrato moral establecido entre sus miembros posibilitó un presente consciente y conmovedor en su madurez. Sí, el pueblo creció y maduró con la perspectiva del recuerdo coloreado con el amor que experimentan sus habitantes, el pueblo camina, reconociendo las huellas de quienes los precedieron. Y el tiempo también camina hasta que, de pronto, aparece una línea que le marca el increíble destino común que tantas posibilidades ofrece para los afortunados que reciben el legado: ¿qué legado? Simplemente, el que brindan los cien años de un pueblo, de una escuela, de un club “emblemático”, de una biblioteca y de dos establecimientos comerciales que aun siguen a cargo de la misma familia que los vio nacer: la panadería La Vascongada (1920-2020) y el Petit Garage Français (1921-2021).
Hoy, haré referencia al Petit Garage Français con motivo de sus cien años de vida.

 

Los inicios.
El Petit Garage Français fue fundado por Mariano Roulier quien había nacido en 1883, en Junín, provincia de Buenos Aires. Hijo de inmigrantes franceses, sus padres eran oriundos de la región de Chambéry. Su adolescencia y juventud transcurrió en Guaminí, Arroyo Venado y otras localidades de la provincia donde se desempeñó como maquinista en los equipos de labranza, hasta que se trasladó a la Ciudad de Buenos Aires donde comenzó su amor por la mecánica. En 1918 llegó a Ingeniero Luiggi y trabajó en el taller de Maritato y Nassi hasta 1921, fecha en la que decidió probar suerte en Embajador Martini e instaló un taller frente a la estación de ferrocarril, en los fondos de la propiedad de don Pío Torres. El naciente establecimiento también funcionaba como taller de armas y disponía de un coche de alquiler. Cuatro años más tarde don Mariano compró a don Calafat la casa de la esquina formada por calle 5, la avenida y 4, Manuel Belgrano. Al lado de la casa, sobre la avenida, levantó un taller de chapas.

 

La familia.
En 1925, don Mariano contrajo enlace con Catalina Lerda con quien tuvo tres hijos: Osvaldo, Ilda y Héctor. Osvaldo contrajo enlace con Irma Priotto y fueron padres de Clarisa, Javier y Claudio. Héctor, con Sarita Ferrari y tuvieron a Fabián y Graciela. Ilda se casó con Pedro Arroyo, no tuvieron hijos, y a edad madura ambos regresaron al pueblo. Todos, vivieron y viven en Embajador Martini, Fabián es el único que sigue en la actualidad al frente del taller; el resto de la familia acompaña orgullosamente las actividades del establecimiento y la vida social del pueblo. La única que emigró unos poquitos kilómetros, fue Graciela, quien se desempeña como fonoaudióloga en la ciudad de Santa Rosa. No obstante, los fines de semana visita el pueblo y es, cada año, el alma mater de la delegación francesa en “La Fiesta del Inmigrante”.

 

Camino hacia el presente.
El taller realizaba todo tipo de tareas mecánicas, desde arreglos de los pocos autos que había en la zona, hasta arados y bicicletas. También vendía nafta “Energina”, que llegaba en tren hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939) momento en que comenzó a comercializarse combustible y lubricantes Shell. Héctor recordaba el surtidor de dos tubitos (subía uno y bajaba el otro) que se accionaba con una palanca, “si habré movido esa palanca” (1). Se vendían motores “Lister”, utilizados para la extracción de agua en perforaciones muy profundas y para la generación de energía, cargaban las baterías necesarias para escuchar la radio y abastecerse de luz. Con los años se incorporó la venta de neumáticos. Cuando Héctor logró su título de tornero en el colegio de Huinca Renancó, don Mariano compró el torno con el que Héctor podía realizar piezas y repuestos que no se conseguían, o también adaptar las piezas necesarias para los autos de carrera, pasión que comenzaba ya entonces entre los jóvenes del pueblo.
Don Mariano estuvo al frente del taller hasta 1960, año de su muerte. Luego, continuaron Osvaldo y Héctor. En 1970 el taller se construyó de material. En 1986 falleció Osvaldo y la firma pasó a nombre de Héctor Roulier e Hijos. Con la muerte de Héctor en 1997, quedó Fabián como propietario del establecimiento.

 

Pasión por la velocidad.
Embajador Martini, como todo nuestro país tiene pasión por el fútbol, pero agrega otra que lo definió siempre: la pasión por el automovilismo. Una anécdota ilustra el amor a los “fierros” que caracteriza a la gente del pueblo y que siempre halló eco en el taller. Dejemos que la voz de Héctor nos ubique en ella: “Entre 1948 y 1951 estuvo trabajando con nosotros, un primo, Néstor Lerda, y con él, hicimos un vehículo de competición. Un día, yo había ido a jugar al billar al bar de Juan Rafael y cuando volví mi primo había rellenado todo un árbol de leva y me dijo ‘vos que tenés buen pulso haceme las levas y vamos a preparar un Ford T’. Bueno, yo le hice las levas y preparamos un Ford T con dos carburadores. El motor andaba muy bien, pero luego programaron una carrera en Luiggi y el motor tenía que ser standard, entonces ese motor ya no servía y bueno, hicimos otro. Con blocks que estaban tirados y pistones que teníamos en cantidad. De pistones más grandes, los torneé, le hice las bielas, todo, y bueno, salió un auto de carrera. Un domingo a la tarde, con mi primo, hicimos la cola del auto. Adelante era prácticamente standard, pero por la cola se hizo una catanga que quedó bastante linda, era una de las mejor presentadas que hubo en esa carrera de Luiggi. El piloto iba a ser Néstor Lerda pero tuvo que viajar a Buenos Aires por un problema personal y lo reemplazó mi hermano Osvaldo. Habíamos fabricado un patín sobre el eje delantero por si fallaba una rueda, por si se rompía una punta de eje o algún problema que pudiera haber. (El entrevistador preguntó por la protección). No había nada, ni casco, ni cinturón, nada. Así que se corría así nomás. En la serie salió segundo y en la final iba tercero cuando en una curva (el circuito era un óvalo) se habían hecho muchos pozos y en una punta sobre la parte norte cuando agarró un pozo, se cortó la punta de eje y salió la rueda, fue a parar como a doscientos metros, cruzó el alambre del campo y el auto patinó y se clavó de trompa. Si, salvó la vida… el promedio que se hacía no era muy alto pero lo habíamos controlado y más o menos andaba en 95 km, para esa época, en el año ’49 para un Ford T standard, debutando, estaba bien. Bueno, eran casi todos debutantes no había habido ninguna carrera en la zona. Era un debut para todos”. (2) Esa catanga se llamó“La Crota”.
Pero hay otra anécdota que ya señala el profesionalismo del taller de don Mariano. A partir de 1930, en nuestro país habían surgido corredores como Arturo Cruze, Angel Lovalvo, Ricardo Risatti, Eusebio Marcilla, los hermanos Oscar y Juan Gálvez, Juan Manuel Fangio, Carlos Pairetti y tantos otros. En La Pampa Juan Marchini, Aurelio Santoro y Cachi Castaño.
En la década del ‘40 y comienzos de los ‘50 se realizaban competencias provinciales e interprovinciales, entre ellas “La vuelta de La Pampa”. Esta historia ocurrió en una carrera que salió de Santa Rosa, en un circuito que pasaba por Ingeniero Luiggi, seguía por Embajador Martini y continuaba hacia la meta por la ruta Nacional 35.
En esos años las rutas no estaban asfaltadas, todo era tierra, de manera que entre coche y coche, compitiendo cada 500 o 1000 metros, se levantaba una polvareda infernal que se mantenía en la atmósfera por un buen rato. Fue así que Ricardo Risatti, llegando a Embajador Martini detrás de otros corredores, no advirtió una curva muy cerrada (especie de zigzag) que había cerca de la estación del ferrocarril y, por la mala visión, volcó su máquina rompiendo la dirección y el radiador, motivo por el cual tuvo que abandonar la competencia. El coche fue llevado al taller del experto mecánico de automóviles, don Mariano Roulier. Allí, en dos o tres días, la coupé Ford de Rissatti quedó perfectamente reparada y al salir para regresar a sus pagos (la ciudad de Rufino – provincia de Santa Fe) la gente del pueblo, congregada para ver esa partida, le pidió que hiciera una “picada”. Así fue que Risatti aceleró el motor a toda marcha, largó el embrague de golpe haciendo que las ruedas traseras giraran en la tierra a gran velocidad por varios segundos sin que se moviera el coche, hasta que tomó impulso y salió como un “balazo” hasta la esquina de la Casa Ninet, dobló a la derecha y se perdió rumbo a la ruta.
Podemos decir que el Petit Garage Francais acompañó los sueños y la pasión por la velocidad de muchos jóvenes automovilistas del pueblo: Oscar Rodríguez, Eliseo Winchell, quien tuvo como acompañante a Graciela Roulier, en el TC pampeano entre 1999 y 2004 y Remigio Scherger, todos ellos recuerdan la valiosa colaboración de Héctor en trabajos de tornería y autopartes de chasis. Edgardo Tosso señala que el “OPEL K 180”con el que ganó el campeonato 2004 fue preparado por Fabián Roulier y además colabora en la preparación del auto de Daniel Manso, otro exitoso automovilista del pueblo.

 

Personalidades.
El taller, fue el obligado lugar de paso donde, a veces, se detenían algunos famosos. Mi tía recuerda cuando Héctor corrió a decirle “está cargando nafta Alberto Margal”, un cantor de tangos que iba rumbo a Arata y a quien ella pudo pedirle un autógrafo. O cuando don Mariano atendió a Vairoletto, en una madrugada (3); y además, lugar de asados y mateadas con las noticias de la zona que matizaban el trabajo, principalmente cuando “se echaba mano” a alguno de los autos de carrera de los jóvenes competidores. Reuniones de franca amistad.
Hoy, somos muchos los que quisiéramos estar en Embajador levantando la copa con “los Roulier”, acompañándolos en la celebración. No importa, imaginariamente hagámoslo igual, que nada empañe el brindis: ¡Chin! ¡Chin! ¡Por el recuerdo de don Mariano, Osvaldo y Héctor! ¡Por la continuidad de Fabián!… Y por algo que nos enorgullece al hablar del Petit Garage Français: sus 100 años de profesionalismo, responsabilidad y honestidad.

 

(1) Entrevista realizada por Edgardo Tosso para “Enfoque Norteño”, 1997.
(2) Entrevista realizada por Edgardo Tosso para “Enfoque Norteño”, 1997.
(3) Rubiano Néstor, 2012. Más allá de la Frontera. Vairoletto, Historia y Leyenda. Buenos Aires, Editorial Corregidor.

 

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