Domingo 21 de abril 2024

Una joya en el monte

Redacción 09/10/2011 - 04.25.hs
El rescate del castillo del Parque Luro en su faz arquitectónica. Los secretos de una mansión única en su tipo en nuestras tierras que es el único ejemplo en el país de un estilo barroco Luis XVI totalmente puro.

Luego de la denominada "Conquista del Desierto", el militar Ataliva Roca recibió en premio por es campaña un total de 180.000 hectáreas en el territorio pampeano. En esas tierras estaría luego el "Parque Luro".
Hacia el año 1903, Ataliva le cedió a su yerno Pedro Luro 3.000 hectáreas con las que se formó "San Huberto", adoptando este nombre en honor al santo europeo de los cazadores. La idea fue la introducción del ciervo colorado y el jabalí europeo, entre otras especies. La iniciativa del coto de caza surgió a través de una carta enviada por su amigo francés, el duque de Montpensier, quien había decidido viajar a América con el propósito de cazar.

El impulsor.

Pedro Olegario Luro nació en 1860 en la estancia "Dos talas" en Dolores, Buenos Aires. Fue el noveno hijo del matrimonio de Pedro Luro y Juana Predére, ambos oriundos de los Bajos Pirineos franceses.
Médico de profesión, contrajo matrimonio en 1893 con Arminda Roca, hija de Ataliva Roca y Segunda Schóo, y sobrina del dos veces presidente Julio Argentino Roca. Su matrimonio lo emparentó con unas de las familias más ilustres y acaudaladas del país. Tuvo cinco hijos.
Tuvo una vida social y política muy destacada, siendo legislador provincial, diputado nacional y protagonista en la historia de nuestro país.
Contribuyó fervientemente a la provincializacion de lo que en ese momento se denominaba Territorio Nacional de La Pampa Central, como así también fue hombre activo y de gestión para el desarrollo de la ciudad de Santa Rosa.
Su presencia en la etapa fundacional de Mar del Plata fue de gran importancia, también fue miembro fundador del Jockey Club de Buenos Aires.
Hoy día podemos apreciar en nuestra ciudad una de las tantas ideas de este personaje visionario. Tal es así, que en lo que hoy conocemos como Barrio Fitte, tanto el trazado como el estilo pintoresquista de sus chalet es una copia de los barrios más tradicionales de Mar del Plata, ejemplos únicos de este estilo en el país.

 

El primer coto.
En vida, Ataliva Roca hizo el reparto de tierras entre sus hijos -entre ellos Arminda Roca de Luro- a quien le correspondieron 20.000 hectáreas más, haciendo un total de 23.700 hectáreas para el establecimiento "San Huberto".
Fue el primer coto de caza específicamente organizado como tal en el país, dotado de todas las comodidades para los huéspedes además de contar con una variada cantidad de especies exóticas.
Las influencias y el contacto con familias nobles de Europa y la cercanía a las familias más poderosas de nuestro país promocionaron el coto de caza "San Huberto". Como no podía ser de otra manera, Luro mandó a construir en 1907 una autentica y majestuosa casa de estilo Luis XVI, obra que concluyó en 1911, que entonara con el momento histórico y de abundancia que atravesaba nuestro país agro-exportador y que se correspondiera con los cánones afrancesados de la Belle époque argentina.
Luro y su familia vivían los veranos en Mar del Plata y al terminarse la temporada balnearia, pasaban los otoños en San Huberto rodeados de importantes e ilustres personajes de la época. Además de funcionar como coto, también se desarrolló la explotación de caldén que se convertía en adoquines en una fábrica instalada entre Naicó y Quehué. El objetivo de Luro sobre San Huberto fueron hacer de esta propiedad un establecimiento agropecuario modelo.
Sumergido en una profunda depresión por la muerte de su hijo Pedro en 1917, dejó de perder todo interés por sus proyectos, sumado a este drama familiar las pérdidas millonarias por los fracasos reiterados en proyectos para viñedos y producción frutihortícola, como tantos otros que no se adaptaban al clima del lugar. Con la crisis que azotaba a todo el mundo por la Primera Guerra Mundial, hicieron que la economía y el poder adquisitivo de la familia Luro entrara en decadencia hasta perder gran parte de sus bienes.
En 1927 Luro falleció en Mar del Plata y un año más tarde las tierras quedaron en manos del Banco Hipotecario hasta que en 1939 se efectuó el remate de San Huberto y lo adquiere Antonio Maura.

 

El segundo dueño.
Maura fue hijo de Antonio Maura y Montaner (conde español, presidente del consejo de ministros del reinado de Alfonso XIII). Estaba casado con Sara Escalante (viuda de Jorge Newbery). El matrimonio Maura se instaló a vivir en San Huberto, donde organizaron entre otras actividades la explotación del bosque de caldén y la cría de caballos de polo.
Las ambiciones de Maura no fueron menores de las de su anterior dueño. Proyectó fundar el San Huberto Country Club, donde además de la caza se practicarían deportes como polo, golf, equitación, tenis y otros acuáticos. Pensó habilitar también un casino, restaurante y un Hotel Palace. Es decir, una copia del "Tortugas Country Club", el primero del país y del que fuera fundador.
Al fallecimiento de Maura, su única hija, Inés Maura de Roviralta puso la propiedad en consideración del gobierno de La Pampa para su venta. Las autoridades accedieron a comprarlo en varias parcelas desde 1968 hasta 1973, hasta llegar a las actuales 7.600 hectáreas. En 1993 el gobierno declara la casona monumento histórico provincial.

 

Exterior del Castillo.
El interés por parte de la Secretaría de Turismo de La Pampa en querer enriquecer la historia del castillo del Parque Luro, para profundizar su potencial turístico e histórico, permitió rescatar esta joya arquitectónica que tenemos los pampeanos.
El chalet original de estilo Luis XVI, fue obra del arquitecto francés Alberto Favre, experto en construcciones del siglo XVIII. El profesional se hizo famoso por el proyecto del castillo de la estancia "La Candelaria", propiedad de la familia Fraga-Piñeiro en la localidad de Lobos, provincia de Buenos Aires, de un total eclecticismo, donde se fusionan los estilos Tudor, gótico, francés e italiano.
A diferencia de lo que se considera como su obra maestra en "La Candelaria", San Huberto es la antítesis, donde despliega toda la pureza de un estilo barroco traído del siglo XVIII y puesto en el medio del monte pampeano, con la soberbia y la imponencia que caracteriza a nuestro castillo.
La arquitectura de estilo Luis XVI representa la vuelta al clasismo, a la simetría, la tendencia a las formas simples y de menor recargamiento por el empleo de decoración austera, lineal y plana, inspirada en motivos romanos y griegos. Es un estilo sereno, comedido que prefiere formas geométricas pulcras y fachadas estáticas.
Este tipo de construcciones eran características de la región francesa del valle del Loire, techo de pizarra, ojos de buey sobre el tejado del último piso y gran cantidad de ventanas hacia todos los puntos cardinales.
Cabe destacar que es el único ejemplo en el país de una arquitectura Luis XVI totalmente pura.

 

En tres plantas.
La construcción original como se puede apreciar en la foto, tenía tres plantas. En la planta baja y el primer piso se encontraban los ambientes que eran utilizados por la familia Luro y sus invitados. En el tercer piso estaban las habitaciones de servicio destinadas al personal domestico permanente, mientras duraba la estadía de los dueños de casa. Al terminar el otoño, los Luro dejaban San Huberto para trasladarse a Buenos Aires y el personal de servicio regresaba a las instalaciones que se encontraban en el exterior del castillo reservadas para los empleados.
La antigua ala Sur era de madera de estilo franco-normando, también llamado estilo Pintoresquista, característico por la utilización del pan de bois que significa "paño de madera", que consiste en listones de madera con fines estructurales. En este caso en particular se utilizó el falso pan de bois como ornamentación de la fachada, dándole así un estilo ecléctico a toda la casa. El pintoresquismo surgido en el período Barroco, fusiona y mezcla los estilos arquitectónicos: francés, italiano, austríaco, alemán, gótico y Tudor, hasta tiene influencias escandinavas. Todo el eclecticismo esta puesto en este bello estilo.
De esta manera era tal la pureza de la parte central de la casa que se le anexo la construcción de madera para darle cierto movimiento y dinamismo a la fachada.
Este tipo de construcciones afrancesadas fueron características en nuestro país desde finales de siglo XIX hasta principios de siglo XX, período que se denominó Belle Epoque.
Acompañaba a la casona principal extensos jardines, que creaban un gusto por la naturaleza mejorada y ordenada del típico jardín francés con esculturas y laberintos hechos con distintas especies de plantas.
Los materiales para la construcción del chalet fueron traídos desde Buenos Aires, se descargaban en la estación de Naicó para ser transportados a la estancia. También de Buenos Aires llegaron distintos artesanos que trabajaron en la edificación del chalet y todas sus comodidades, las canchas de tenis, los jardines y demás instalaciones de lujo y novedosas para la época.

 

En el interior.
El espacio interior adquiere un carácter de unidad en el que se combinan armoniosamente la arquitectura y la decoración, con amplios salones, imponentes ventanales y techos muy altos que muestran la inclinación al lujo y la riqueza.
En sus orígenes las paredes estaban decoradas con tapices flamencos y paneles de madera de roble tallado para resguardar el calor de los ambientes en los duros inviernos. Uno de los salones fue destinado como "fumoir" para los fumadores, para que el humo del cigarrillo no llegara a los demás ambientes de la casa.
En San Huberto, todos los rincones estaban provistos de muebles y adornos que daban la sensación de un gran palacio. En todo el interior se vuelve a repetir la idea de proporción, equilibrio y simetría. Los ventanales que dan hacia el frente se corresponden con los de la biblioteca de una manera perfecta. Esta característica se repite en casi todos los ambientes de la casa.
Debajo del bahiut de estilo provenzal se encuentran las ventanas falsas que pudimos observar en el exterior de la casa.
Vale una mención más que especial a la imponente chimenea del living-estar. Fue hecha por un ebanista parisino y traída por Luro desde Francia. La historia que llega hasta nuestros días cuenta que Don Pedro fue a un restaurant de París y quedó fascinado por la estufa por lo que quiso comprársela al dueño del comercio, pero éste no asintió a venderla. Entonces, le compró el restaurant, sacó la estufa y la trajo para la casa vendiendo el comercio al primer postor. Pero esto no se compara con la importancia de la chimenea que está ejecutada en madera de nogal en donde se mezclan armoniosamente las figuras talladas de los estilos Luis XIV, Luis XV y Luis XVI, y hasta se regodea de emplear figuras fantásticas propias del estilo Imperio Francés, es una verdadera obra de arte.

 

Raúl Peralta
COLABORADOR. Valuador de arte.
Colaboró Alejandra Otamendi.

 

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