Martes 16 de abril 2024

Vampiros, lejos del bodegón

Redacción Avances 14/02/2021 - 12.14.hs


Sabido es que el ajo en las comidas siempre genera diferentes opiniones o preferencias. En este artículo, traspasamos el límite de lo gastronómico para adentrarnos en el mundo de los vampiros y el origen de su aversión hacia el ajo.

 

Nicolás Zanesi *

 

Cuando el escritor irlandés Bram Stoker creó el personaje de Drácula –el vampiro de Transilvania–para su novela de terror publicada en 1897, lo hizo inspirándose en Vlad Tepes, un singular príncipe de Valaquia que vivió en el siglo XV. Según numerosas fuentes, “Vlad el empalador” (como era conocido) padecía una enfermedad llamada “porfiria eritropoyética”, la cual se caracteriza, entre otras cosas, por retraer las encías, causar fotosensibilidad (fotofobia), anemia y puede agravarse con la ingesta o contacto con el aroma del ajo.

 

La exhaustiva documentación para crear al personaje de Drácula llevó a Stoker a dotar al mismo de todos los síntomas de dicha patología, de ahí que los vampiros que nos podemos encontrar en cualquier novela, cómic o film sean sensibles a la luz solar (debido a la fotofobia), necesiten sangre para sobrevivir (a causa de la anemia, ya que los enfermos de porfiria eritropoyética debían recibir transfusiones de sangre y cuando ésta aún no existía era ingerida oralmente), les crecieran los colmillos (por las encías retraídas que dejaban al descubierto mayor parte de la dentadura) y ser ahuyentados con una ristra de ajos, que, como he comentado anteriormente, el comerlo u olerlo agrava severamente la enfermedad.

 

La estaca de madera y los crucifijos son cuestión de la ficción literaria y nada tienen que ver con la patología que originalmente padecía el personaje que inspiró la creación de Drácula y los posteriores vampiros nacidos de la imaginación de otros autores.

 

Los vampiros y la porfiria.

 

La porfiria es un conjunto de enfermedades con alguna variante común, como es en este caso el defecto en la formación del grupo HEMO. Por eso, los síntomas descritos anteriormente pertenecen a algunas de las formas de porfiria, pero no a todas.

 

En total hay siete tipos diferentes porque el proceso de formación del grupo HEMO es como una cadena de montaje con muchos pasos y, dependiendo de la etapa en que la cadena falla por la mutación de uno u otro gen, las consecuencias son distintas.

 

La forma más común es una de las de tipo hepático denominada porfiria intermitente aguda y es considerada una enfermedad rara. Uno de sus mayores problemas es el diagnóstico, porque no es una enfermedad que los médicos tengan presente y muchos de los síntomas son inespecíficos.

 

Por ejemplo, en las agudas de tipo hepático un síntoma consiste en intenso dolor abdominal, debilidad muscular y episodios de vómitos, estreñimiento o diarrea, con taquicardias, posible dolor en la zona del cuello o la cabeza, pudiendo darse hasta convulsiones o problemas de tipo mental, y un largo etcétera. Muy complicado para un médico a no ser que recurra al estudio genético o a pruebas bioquímicas más específicas.

 

Los vampiros se crearon –o al menos eso parece– a partir de enfermos de porfiria. En ella se ve afectada la producción del grupo HEMO, un elemento importante por ejemplo para la hemoglobina, responsable del transporte del oxígeno a través de la sangre. Como consecuencia, se produce un exceso de unas moléculas llamadas porfirinas que se acumulan en la piel y se sufre un constante estado de anemia.

 

Un síntoma muy típico es la sensibilidad a la luz. Al igual que los vampiros, estos enfermos no la soportan, describiendo una sensación de escozor dolorosa e intensa en las zonas expuestas, pudiendo producirse incluso ampollas. Prácticamente como si estuvieran hirviendo… ¿te suena?

 

Además, tienen la orina de color rojo por culpa de la porfirina expulsada (¡como si hubieran bebido sangre a litros!). Los dientes se tiñen de un tono marrón oscuro y hay quien dice que se les retiran un poco las encías pareciendo que son más largos de lo normal. Otro rasgo que parecía propio del mito pero es real es la aversión al ajo: no lo pueden ni oler, ya que tiene un compuesto (disulfuro de alilo) capaz de agravar los ataques si éste entra en su organismo. Si todo esto lo sumamos a que intentan que no les dé la luz, por lo que probablemente hagan más vida nocturna y tengan un aspecto algo más pálido de lo normal por la anemia… vampiros!

 

Lo que sí es cierto en cuanto a la sangre es que, como sufren anemia, suelen necesitar ayuda externa… pero en forma de transfusión. No hay ningún tipo de tendencia a morder cuellos ni nada similar, eso sí es una característica propia y exclusiva de los vampiros.

 

Respecto a los ajos, el creador del personaje literario difícilmente hubiera podido imaginar que, más de cien años después, la bioquímica comenzaría a aclarar los efectos del ajo sobre las enfermedades cardiovasculares, los procesos infecciosos y, de un modo especialmente interesante para el conde Drácula, la coagulación de la sangre.

 

Un verdadero vampiro.

 

Aunque no existen los vampiros en forma humana, sí los hay, o al menos algo parecido, en forma de bacteria. Se trata de la especie Micavibrio aeruginosavorus. Esta bacteria, aislada en aguas residuales y por ahora no infecciosa en humanos, se alimenta de otras bacterias tal y como lo haría un vampiro: se pega a la superficie de la célula y comienza a succionar su contenido, hasta matarla si se da el caso.

 

La parte positiva (para nosotros) es que le gustan mucho algunas especies que nos producen infecciones complicadas y difíciles de tratar por culpa de las resistencias a antibióticos, por lo que sería una opción utilizarlas como medida desesperada si nos quedamos sin tratamientos.

 

Otra parte positiva sería disfrutar un buen asado con su correspondiente chimichurri bien cargado de ajo para poder caminar tranquilo por la noche sin ningún temor, por lo menos, al ataque de algún vampiro…

 

* Cocinero

 

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