Jueves 25 de abril 2024

Ataque con tenedor

Redaccion Avances 31/12/2023 - 15.00.hs

En un momento, Carnovale descubrió que Juan Carlos Bustriazo, se había tomado una botella de ginebra y tenía un poquito en su vaso por terminar.

 

Juan Aldo Umazano *

 

Capri era una confitería nocturna que estaba frente a la plaza, del lado opuesto a la Municipalidad, donde dicen que Pedro Pico escribió la Novia de los Forasteros. Su ambiente era de humo: música, whiskyy y ginebra. En ese lugar la presencia de Juan Carlos Bustriazo era rutinaria. Esa noche tomaba su ginebra en la habitación que estaba detrás del mostrador donde se lavaban las copas. Yo, solía concurrir para escuchar una grabación hecha por el actor Héctor Tealdi diciendo poemas de Miguel Anguel Asturia; disco que escuchábamos cuando no había gente. Uno de los músicos, Rubén Rodríguez Poncheta, actor, dibujante, y excelente escritor, fue el creador de ponele la percusión. Esto que digo, es un dato para que sepamos, de los muchos pampeanos creativos que corridos por los militares andaban por el mundo plasmando su estética en distintas disciplinas, y no lo sabíamos.

 

Ese sábado, pasada la media noche, llegó el guitarrista Guillermo Mareque con el dueño del negocio que era Vicente Carnovalles; contrabajista del conjunto Médanos y Luna, que tocaba por Radio Nacional. Como yo era amigo de Feliz Domínguez, me permitían estar del otro lado del mostrador.

 

En un momento, Carnovale descubrió que Juan Carlos Bustriazo, se había tomado una botella de ginebra y tenía un poquito en su vaso por terminar. Como bebía a sorbitos, Juan Carlos nunca se emborrachaba, su cultura alcohólica era envidiable. Entonces, fue cuando Carnovale reponiendo el stock de bebidas, descubre que Juan Carlos se había tomado una botella de ginebra él sólo, y comenzó a reprocharle:

 

 

- ¡Te has tomado una botella de ginebra, Juan Carlos!-. Juan Carlos no lo miraba- A mí no me importa el valor de una botella de ginebra. Me importa tu salud, Juanca ¡tu salud! Pará un poco-, y se fue a la habitación donde estaba el mostrador.

 

 

Mareque, con su presencia de príncipe, se sumó a lo dicho por Carnovale, y continuó retándolo: -¿No te das cuenta, Juan Carlos? Juan Carlos miraba el piso: -No sé, no sé. No me hablen así- se negaba a entender lo que había escuchado.

 

Juan Carlos estaba sentado en una banqueta alta, que le permitía apoyar los pies en el hierro que une las patas.

 

-¡Te vas a morir!-. Y con un tenedor que había sobre una mesa comenzó a desatarle los cordones de los zapatos y le quedaban colgando como dos fideos marrones. Después trataba de separarle las suelas que comenzaban a desclavársele:

 

-Esto no son zapatos, Juanca; son tamangos. Mirá, mirá con lo que caminás. Esta noche no podrán llevarte con la ginebra que tomaste.

 

No podés vivir así-.Y sin perder prestancia, dejó el tenedor retorcido encima de la mesa, y se fue donde estaba Carnovale.

 

El Penca se golpeaba la frente con las manos y decía: -¡Están locos! ¡Están locos! ¡Son tremendos! No sé. ¡Dios mío!

 

Se compuso los bigotes, tomó lo poco que le quedaba, después guardó el vaso junto con el platito de acero con el que cubría siempre la ginebra, y se marchó.

 

A los dos o tres días apareció, y retomó su rutina.

 

 

* Escritor, dramaturgo, titiritero

 

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