Viernes 26 de abril 2024

Ceriola: una intriga toponímica

Redaccion Avances 03/03/2024 - 06.00.hs

Qué fue Ceriola. Entre la cartelería de Vialidad Nacional, se indicaba bajo ese nombre a un lugar donde no había estación, ni casas, ni signos de vida o actividad.

 

Walter Cazenave *

 

Quienes lo transitaron más de medio siglo atrás acaso recordarán aquel camino que llevaba hasta la punta de rieles, polvoriento y paralelo a las vías del tren.

 

A su lado se sucedían los pueblos madereros que ya entraban en un ocaso pre provincialista, prolijamente indicados por aquellos carteles de Vialidad Nacional en los que, previos y posteriores al nombre de la población, se leía “Zona Urbanizada” y fin de esa condición.

 

Puede que también recuerden que entre tanta cartelería se advertía una desconocida en su significado: Ceriola. No había estación, ni casas, ni signo alguno de vida o actividad. Era un simple paradero, acaso ni siquiera un apeadero que, inversamente con casi todos los demás a la vera de la ruta, tenía un significado desconocido, fuera en la parla de raíz mapuche o en la cristiana. Campea el recuerdo del comisionista que al pasar y ante una merma de velocidad del tren, dejaba caer el paquete de diarios en La Blanca. De Ceriola, acaso equivocadamente, no recordamos ningún detalle similar; era un lugar de pasada, no más. Por de pronto en el mapa oficial de La Pampa de 2005 figura indicado como “localidad, edificio, paraje”, ubicado entre Conhelo y Rucanelo.

 

El imprescindible Udaondo.

 

Ante la curiosidad de quien esto escribe, a lo largo de tantos años, ninguna de las personas más o menos versadas en el tema supo dar razón de aquel nombre. Mucho tiempo atrás el diario piquense La Reforma lo intentó, pero lo hizo a través de una interpretación demasiado simplista e inconsistente.

 

Edgar Morisoli sugirió en su momento ir a las fuentes: consultar la que es quizás la obra más completa en la materia: “Significado de la nomenclatura de las estaciones ferroviarias en la República Argentina”, de Enrique Udaondo. Fue todo un problema su consecución ya que es una obra con muchos años de edición y que por lo que sabemos no ha vuelto a ser reeditada. Gracias a los buenos oficios de la bibliotecaria Liliana Fredes, de la Universidad Nacional de La Pampa, la obra llegó finalmente a mis manos.

 

Pero me decepcionó en cuanto al dato buscado: Ceriola no figura bajo ningún aspecto y deja el nombre abierto a la pura especulación: ¿acaso el apellido de alguno de los tantos prohombres (o presumidos como tales) que adornan las antiguas estaciones?; ¿un topónimo indígena deformado? ¿Quizás un perdido nombre extranjero…?

 

Al parecer la clave venía por este último lado y la conocimos a través de la inefable red de Internet, ya parte integrante de la vida intelectual de la humanidad. Por de pronto la red sí menciona lo que el libro de Udaondo ignora al señalar que “Ceriola era un apeadero ferroviario ubicado en las áreas rurales del departamento Conhelo, provincia de La Pampa, Argentina”. Nótese que la referencia se refiere a un lugar que “era”.

 

Entre la religión y el vino.

 

Bien pudiera ser que el nombre aludiera al santuario de la Madonna de la Ceriola, en la región de la Lombardía, una vieja iglesia construida sobre un templo pagano. Los italianos lombardos no eran pocos en aquella Pampa inicial; pudo ser que en el nombre evocaban su lugar de origen, o bien portaban como apellido el de su pueblo natal, como en tantos otros casos.

 

Otra posibilidad, aunque un tanto más endeble, es la que alude a un vino de calidad, el Ceriola Prosecco Oro, pero éste producido en la región italiana del Véneto.

 

Lo indudable es que la raíz y origen del topónimo se hunden en el desconocimiento y, salvo eventualidades, es difícil que se clarifiquen. El cartel señalador, si es que está todavía, seguirá aludiendo a un lugar inexistente.

 

Si algún lector memorioso sabe algo al respecto su aporte sería una contribución nada despreciable a la toponimia provincial.

 

 

* Colaborador

 

 

Apeaderos

 

Con todo lo que tiene de exhaustivo en la materia, en el trabajo de Udaondo llama la atención el hecho que no figuren algunos sitios claramente relacionados con el ferrocarril como lo fueron los “apeaderos” (de apearse: bajarse, descender de algún medio de trasporte). Con ese nombre así al menos los conocí muchos años atrás.

 

Ocurría que dos de las líneas ferroviarias regionales -el Ferrocarril Oeste y el de Bahía Blanca y Noroeste- se cruzaban en algunos sitios, entre nosotros, casos de General Pico y Realicó. Por razones que ignoramos a la última de estas líneas no le era permitido el uso de las estaciones del Ferrocarril Oeste, en lo que hace a personas al menos, por lo que en el cruce con la otra línea habían construido pequeñas edificaciones, siempre en cercanías de las poblaciones servidas por la línea del Oeste, General Pico y Realicó, con los respectivos nombres de Carlos Berg y Yacurú. El primero de esos nombres en homenaje a un naturalista y el otro al parecer nombrando a un ave, por lo que sabemos no demasiado abundante en La Pampa.

 

Cabe consignar que medio siglo y más atrás Carlos Berg en General Pico referenciaba a un lugar lejano dentro del poblado; por entonces “Queda por allá, por Carlos Berg” era una frase frecuente en el habla pueblerina. Cosas del tiempo: desde 2023 ha sido incorporado como un barrio de la ciudad.

 

Yacurú en cambio parece seguir siendo un aledaño de Realicó, en inmediaciones de un bajo allí existente. A la memoria nos viene el recuerdo del antiguo compañero de estudios, contador Ricardo Basterra, quien, al igual que otras gentes, reivindicaba su origen específico: no soy -decía- de Realicó sino de Yacurú, el apeadero citado.

 

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