Miércoles 24 de abril 2024

Sentarme tranquilo a la sombra

Redaccion Avances 25/02/2024 - 09.00.hs

La canción y la poesía acompañan a la humanidad desde tiempos inmemoriales. El artista pampeano Oscar Mayer en su cancionero ilustrado (Cooperativa Editorial Gráfica 29 de Mayo) ha reunido ambos géneros, además, el dibujo y vínculos QR a las canciones.

 

Sergio De Matteo *

 

La historia de un hombre, de una mujer, está signada por la vida misma y por las cosas que realiza, por cada vivencia, por cada experiencia. Por lo tanto, en esa trayectoria hay un aprendizaje, una comprensión de lo que significa la vida en el mundo y, por supuesto, del mundo mismo, del universo todo.

 

Ese conocimiento puede obtenerse por diversos caminos, sea de forma empírica, sea de modo académico. En definitiva, la sabiduría es la que dará asidero, los fundamentos, para cada una de las preguntas, de los interrogantes que interpelan nuestro tiempo, nuestra soledad, nuestra biografía comunitaria.

 

En ese correlato de lo que se es surge la necesidad de contar, de decir, y esto puede manifestarse de distintas formas, sea por medio de una profesión, sea a través del arte, sea por la religiosidad. Justamente, hace varios siglos el pensador danés Kierkegaard habló de los estadíos en los que podría realizarse el hombre o la mujer; cómo en la existencia concreta se tiene la posibilidad de elegir entre tres posibilidades de actuar. Él afirma que la humanidad pasa por tres estados teóricos o mentales diferentes: el estado teológico, o ficticio; el estado metafísico, o abstracto y por último el estado científico, o positivo. Hay un orden natural, de conexión con todo lo que existe, y en ese viaje que es la vida, en su devenir, es posible explorar alguno de esos estadíos y darle sentido al ser y lo que se hace.

 

Territorios.

 

En esa línea de acción, Oscar Mayer tiene una historia que lo conecta a un lugar, a un pasado, pero, a su vez, en su libre albedrío se ha ido proyectando en otro sitio que eligió para desarrollarse como ser humano. Ese inventario que empieza a construirse, a contarse, tiene como origen La Pampa, donde conforma sus primeras experiencias, donde los roles, los juegos, las relaciones se convierten en las marcas iniciáticas que inciden, luego, en las preferencias adultas.

 

Quizás la música sea ese estadío que captó la atención y cooptó los modos de expresarse, de presentarse a la sociedad, junto a otros amigos, compañeros de ruta, en aquel grupo denominado Industria Argentina. Luego vienen, se abren, como se sabe, los caminos de la vida, los destinos insospechados, los descubrimientos, los asombros. Hay un momento de la existencia en la que se reside la extranjería, sea interna, viajando a través de los libros, de la música, del arte, o la que se hace en carne propia. Oscar se radica durante 10 años en Panajachel (Guatemala), a orillas del lago Atitlán, donde tiene la posibilidad de conocer una de las culturas más antiguas del continente, como los kakchiqueles, los tzu’tujiles y, por sobre todo, los maya-quiché. De aquí se heredan textos como el Popol Vuh, el Rabinal Achi y el Memorial de Tecpán-Atitlán, que fueron escritos después de la conquista y tres figuras que han destacado a ese país, como son el escritor y periodista Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura, la líder indígena y activista Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, y el poeta maya k’iche’ Humberto Ak’ Abal, Premio Quetzal de Oro y Premio Continental “Canto de América”, otorgado por la UNESCO.

 

En ese universo, lejos de la propia tierra, el instante se convierte en un elemento esencial del aprendizaje, de intercambio, donde se profundiza la vocación, se afina la sensibilidad, la observación de los matices de la vida.

 

Un nuevo pago chico, Punilla, en Córdoba, el arraigo, donde el mojón palpitante del ser encuentra su epicentro pulsional, y donde la artesanía, el saber ancestral, continúan el diálogo iniciado con la materia, con la espiritualidad de las piedras.

 

De aquellos acordes primigenios, de esa primera experiencia musical, decanta parte de la obra que el lector y lectora ahora tienen en las manos. Obra que conversa con el tiempo-ahora, con los acontecimientos en pleno desarrollo, bien roturados, con un anclaje en un espacio fuerte, concreto, donde la ciudad discute con el campo, donde la naturaleza se comporta como principio y ordenador espiritual.

 

Cancionística.

 

El sociólogo francés Pierre Bourdieu además de analizar el funcionamiento del campo intelectual, del campo cultural, también trabajó sobre los habitus y la incidencia que tienen la formación y la educación en la familia y en la escuela, porque las elecciones intelectuales adultas estarán, de alguna manera, afectadas bajo dicha influencia. Vale la cita para pergeñar algunos ejes en los que al artista y artesano Oscar Mayer resignifica su historia, la cual proyecta por medio de la música y de las artesanías que moldea con sus manos e imaginación (“hilos, piedras que engarzar/ es todo su capital/ tranquilo va el artesano...”).

 

Se resaltaba su temprana relación con la cancionística, en la adolescencia, y esto en la provincia de La Pampa forma parte de una tradición, principalmente por la existencia de dos cancioneros significativos, el Cancionero Pampeano (1973) y el Cancionero de los Ríos (1985, 2001, 2007 y 2015), porque estos tratados sonoros abordan la creatividad de una canción y una poesía referida al lugar, así como también denuncian una problemática que afecta a la provincia; especialmente, las referidas al conflicto con el Embalse El Nihuil y el corte de los ríos (“el Atuel muere en Mendoza/ ya no corre el Curacó”). Desde otro territorio, en Punilla, Mayer, como si esa herencia se hiciera de nuevo patente, reclama por el agua, pone en evidencia a quienes vienen a lucrar con un elemento vital que es patrimonio de toda la comunidad: “Quieren el agua, buscan el agua clara/ quieren el agua, buscan el agua clara.// Esos que vienen por todo/ ladrones y asesinos/ la memoria junto al tiempo les teja su merecido”.

 

La canción como testimonio de la lucha popular, de la memoria popular, la que no cede a la avaricia y al afán destructivo del capitalismo que lo convierte a todo en simple mercancía. Esta objeción de conciencia se repetirá en una serie de temas, donde la voz reclama y denuncia a los depredadores, a quienes no tienen empacho de arruinar la naturaleza para hacer dinero y más dinero. Por ejemplo, en “La sopa de hoy”: “Tiembla la tierra de rabia/ no aguanta tanto dolor/ abusan de sus bondades/ le meten sin ton ni son/ que el glifosato se encargue/ de la polinización”. También queda en evidencia en “Te-re-ré”: “El agro se ha vuelto químico/ semilla sin corazón/ antes de que cante el gallo/ usted sembró y cosechó/ lo único certificado/ es la desertificación”.

 

Ecopoesía y ecocanción.

 

Hace algunos años hubo una movida en torno a la poesía y su relación con la naturaleza, que se denominó eco-poesía, que además tuvo sus repercusiones en la música. Vayan dos referentes de esta toma de posición: Bob Dylan y León Gieco. En estos tiempos también artistas, tanto de la canción como de la poesía, han asumido la responsabilidad, el compromiso, no sólo de vivir vinculados a un entorno natural, sino de generar una concientización de defensa y cuidado de la naturaleza, de la alimentación orgánica. En la música se destacan en esta línea Danit, Ayla Schafer, CuraSana, Ajeet Kaur, Paloma del Cerro, entre otros y otras.

 

Así como el poeta chileno Jorge Teilier reivindicaba el valor de los pueblos, de los bosques, frente al peligro de la maquinaria capitalista. En su ensayo “Los poetas de los Lares” señala que “vuelven a integrarse al paisaje, a hacer la descripción del ambiente que los rodea […] los poetas nuevos han regresado a la tierra, sacan su fuerza de ella”. Esta pertenencia a un lar, a una tierra que se cuida y ama, queda manifiesta en la letra de “Elefantes de cemento”: “No es por ser anti progreso/ ni anticapitalista/ es por la sombra del monte/ y el curso de agua fresquita/ por la sencilla costumbre/ de cuidar donde uno habita”.

 

Teoría del lugar.

 

El grado de conciencia unifica al ser con la tierra, los hace uno, como si fuera cuerpo/espíritu. “Cuidar donde uno habita”, canta Oscar Mayer, canta toda su comunidad, el canto colectivo, el canto del lar, la energía del lar. Otro poeta, de otro territorio, Australia, Mark Tredinnick ha ido elaborando una poética y una ensayística en torno al respeto y el valor de la naturaleza, de su fauna y flora; incluso la militancia al poner su propio cuerpo. La crítica ha llamado a ese posicionamiento como “Literatura del Lugar”, o “Teoría del Lugar”, donde esa entidad suprema que es la naturaleza habla por medio de su intérprete, a través de una conexión espiritual que religa al hombre y a la mujer al universo, a la geografía en la que subsiste.

 

Punilla, como lugar elegido, así como México, u otras coordenadas, encuentran en la conciencia de Mayer esa voz para contar y cantar, para expresar lo que sucede en la cotidianidad, como ganarse la vida (“Óigame señor turista/ si usted pasa por acá/ no deje manos vacías/ e invierta su quetzal”), construir comunidad, la fiesta, los vicios, la realidad que se sostiene en los mitos y en los imaginarios, en los personajes y su anecdotario (como Ponce); además de registrar los idiolectos de la sabiduría popular (“y deme seño un chuchito de a quetzal/ como la vaquita va al matadero/ si andás tras el pisto vos entrá en el juego”), o la invención del propio artista (“humanos errantes, humar es errano/ humanos errantes”).

 

 

Coda.

 

Este Cancionero Ilustrado se sostiene en la palabra, en la canción, en la melodía, como así también en las ilustraciones de diferentes artistas, en una conjunción de géneros estéticos que refuerzan no sólo los temas musicales, sino también la idea de amistad, de comunidad, de pertenencia al mundo que convive en esa tensión de las ciudades del consumo y los pueblos con una narrativa naturista, orgánica. Oscar Mayer convoca a través de su experiencia de vida y de su arte a buscar el ser, el centro del espíritu en plena vitalidad para sincronizar con la fuerza del universo: “Yo quiero sentarme/ tranquilo a la sombra/ no marquen mis pulsos/ los guetos las modas/ no frenen tus versos/ ni puntos ni comas”.

 

 

* Investigador y colaborador

 

 

 

Elefantes de cemento”

 

 

Elefantes de cemento

 

van pasando por encima

 

rompiendo toda la tierra

 

escarbando en sus heridas

 

partiendo al medio al silencio

 

atropellando armonía.

 

 

No es por ser anti progreso

 

ni anticapitalista

 

es por la sombra del monte

 

y el curso de agua fresquita

 

por la sencilla costumbre

 

de cuidar donde uno habita.

 

 

Dale vecino, vecina

 

rompiendo crece se arrima

 

dale, vecino vecina

 

nos pasa por encima.

 

A la lechuza, al chingolo

 

las chicharras y las bichas

 

quien le cuenta que el progreso

 

va quemando sus ramitas

 

abriendo paso al cemento

 

lapidando melodía.

 

 

No lo digo de la izquierda

 

ni del fondo ni de arriba

 

no lo digo desde centro

 

tampoco desde la esquina

 

es un grito monte adentro

 

que reclama por la vida.

 

 

Elefantes de cemento

 

en el lomo cuatro vías

 

son variados los accesos

 

y veloces sus salidas

 

llega rápido a Punilla

 

a imaginar lo que había

 

llegar rápido a Punilla

 

lo que es hoy, ya no seria.

 

 

Deberíamos formar parte

 

y olvidarnos de ser dueños

 

corriendo tras los poderes

 

van tantos dioses revueltos

 

si la seguimos cagando

 

gobernaremos desiertos.

 

 

A la flora, a la fauna

 

al que obedece, al que manda

 

al militante, al anarquista

 

al guerrero, al pacifista

 

de Instituto, de Talleres

 

de Belgrano o el que fuere

 

a todas todos te digo

 

cien por ciento inclusivo.

 

 

Dale vecino, vecina

 

Nos pasan por encima.

 

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