Martes 09 de abril 2024

«Gilda es como Gardel»

Redaccion 20/10/2020 - 21.51.hs

Luego de perder la vida en un accidente automovilístico, Gilda fue convertida en una figura espiritual por muchas personas. Miles de seguidores se han acercado a su santuario en la provincia de Entre Ríos para pedir o agradecer.
En el interior de ese «templo» se observan toda clase de objetos que los visitantes le han ofrecido como una forma de expresar su afecto y su devoción.
En la semana del aniversario de su nacimiento, Alejandro Margulis, autor de los libros «La abanderada de la Bailanta» y «Santa Gilda», repasó la historia biográfica de una mujer que se convirtió en un icono cultural.

 

Una obra en tres años.
«En vida a Gilda le costó muchísimo. Murió después de muy pocos años de trabajar. En aproximadamente tres años hizo toda su obra. Solamente había explotado en Bolivia donde llegó a ser disco de oro. En Argentina le estaba costando muchísimo imponerse y ser aceptada, sobre todo en la Capital y el Gran Buenos Aires. En el interior sí iba siendo más aceptada porque tienen un interés por la cumbia que es mucho más fuerte que en la ciudad», explicó el escritor, en diálogo con Radio Noticias.
«Dicen que ella estaba bastante frustrada en su último año porque ni siquiera había conseguido juntar el dinero que deseaba para poder comprar una casa para su familia. Estaba separada y compartía su vivienda con su marido. Toti Jiménez mismo, su compañero de siempre, el capitán del barco, parecía que iba a separarse de la banda. Luego falleció y ahí comienza la historia de este mito», narró Margulis.

 

Dificultades.
«Gilda abrió caminos, fue una adelantada con sus canciones. Sobre todo en el mundo de la cumbia, que es un mundo tan machista y cerrado. De hecho, su propia figura física no cuadraba en absoluto con el esquema de lo que funcionaba en aquel momento. Ella era muy flaquita, muy delgada. El día que la vieron por primera vez le dijeron que no iba a servir. Su primer productor musical la hace dar vuelta y le dice no va a servir», contó Margulis.
Además, el autor explicó que la dificultad de Gilda de insertarse en el mundo de la bailanta no era solo de orden estético. «No era una cuestión física, sino de su origen social. Ella es hija de un matrimonio de clase media. Su madre Tita fue profesora de piano, con formación musical. Y el padre empleado público. Pasa su infancia en un barrio de la ciudad de Buenos Aires que se llama Villa Devoto, donde ella nace, y pasa su adolescencia en Villa Lugano. Allí hay un componente más popular. Niñez de clase media, con las vacaciones en las sierras de Córdoba, y adolescencia en Villa Lugano, donde empieza a conocer otro mundo. Y un fuertísimo deseo de poder ejercer su vocación artística», señaló.

 

«Commodity cultural».
El escritor se distanció de la imagen mística que muchos establecen con la cantante y puso de relieve aspectos relacionados con la comercialización de su imagen. «El éxito que su figura y su música son manifestaciones de un auténtico commodity de la industria cultural argentina. Gilda es como Gardel, cada vez canta mejor y su música llega más lejos. Y por eso mismo se ha vuelto muy atractiva su figura bajo el ala del capitalismo en el que vivimos. Los commoditys culturales para las industrias son uno de los recursos más interesantes de una sociedad para garantizar la identidad».
«¿Qué significa un commodity cultural? Es la expresión de Hollywood. Los norteamericanos son los grandes maestros que le han impuesto al mundo sus íconos culturales como Batman, Superman, el Hombre Araña», argumentó el escritor, poniendo de manifiesto que detrás del fenómeno de la cantante hay un sistema comercial que hace usufructo de su llegada al corazón de la gente.

 

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