Martes 23 de abril 2024

La emoción «sabalera» a la distancia

Redaccion 05/06/2021 - 21.01.hs

«Estoy contento; un abrazo para todos», cierra Jorge luego de tomar aire para contener la emoción. Y resume, en esa última frase, sus sentimientos genuinos. Sin chicanas, sin cargadas, sin fijarse en los de al lado, sin mencionar que hubo otros que no ganaron, Jorge disfruta de lo suyo; de su amor por Colón y del título que su equipo acaba de obtener. Festeja porque se siente parte de un colectivo que se identifica con los colores de una institución y porque el fútbol, como fenómeno social y popular, genera un lazo que no conoce de distancias.
«Lo viví calladito porque si hablaba me emocionaba», acota Mario al referirse a la primera coronación del Sabalero en sus 116 años de vida, y en ese instante lo invaden las lágrimas. Hace 88 años que espera este momento y lo disfruta, como Jorge, a la distancia. Los dos son hinchas de Colón y, aunque hace más de medio siglo que viven en Santa Rosa, conservan la misma pasión que cuando caminaban por las calles del Barrio Centenario de Santa Fe para ir a ver al Negro.

 

Un año especial.
Jorge Sánchez tiene 80 años y vive en la capital pampeana desde fines de los ’60. Cordobés de Los Surgentes, cuando se recibió de Perito de Granos se fue a vivir a Santa Fe para trabajar en el puerto para la Junta Nacional de Granos. Y en esa juventud conoció al amor deportivo de su vida: Colón.
«Vivía en una pensión que era un nidal de colonistas. Había muchos estudiando Abogacía y otros para Perito, y todos eran de Colón. Entonces íbamos a la cancha todos los días; en la semana a ver los entrenamientos y los fines de semana a los partidos», recuerda Jorge sobre aquellos años en los que se convirtió en hincha del Sabalero, que por entonces jugaba en el ascenso nacional.
«En esa época había jugadores imborrables para mí, como los uruguayos (Raúl) Cardozo y (Orlando) Medina y un central de apellido Sanitá», rememora haciendo referencia a uno de los símbolos de la historia de Colón, Jorge Sanitá, figura en los ’60 cuando el estadio del Sabalero fuera bautizado como El Cementerio de los Elefantes: el Santos de Pelé, Peñarol de Montevideo y hasta la Selección argentina fueron algunos de los gigantes que cayeron en esa cancha.
Tal fue la identificación de Jorge con Colón, que en pocos años forjó un amor eterno. «En el ’67 me trasladaron por trabajo, me casé y me vine a vivir a Santa Rosa», apunta sobre el que fue el año de la despedida de Santa Fe y, especialmente, de los fines de semana vibrando cara a cara con el Sabalero.
A partir de allí el vínculo se mantuvo a través de la radio, los diarios y la tele, medio al que este viernes se abrazó para experimentar la mayor alegría deportiva de su vida. «Estaba muy nervioso, temblaba todo», resume para definir sus sensaciones al momento de ver la final de Copa de la Liga Profesional que Colón le terminó ganando a Racing 3 a 0.
«Yo pensaba, ‘primero, Colón entre los dos mejores del país, y ahora estamos jugando la final y vamos a ser campeones…’; hasta le saqué una foto al perro (un salchicha que se llama Cachito) con la camiseta de Colón», añade Jorge, papá de Fernando «Pepe» Sánchez, referente de la gimnasia artística en La Pampa.
«Tengo una chochera…, porque ya soy viejo y pensaba que me iba a morir sin verlo campeón», se sincera el hincha de Colón, que sale a la vereda de su casa santarroseña para posar para las fotos vestido con la camiseta roja y negra y con otra blanca firmada por uno de los máximos referentes del club, Esteban «Bichi» Fuertes. «La tengo guardada como una reliquia; la saco, la beso y la vuelvo a guardar», agrega Jorge, que también muestra una copa con los colores de sus amores sin importarle que los ladridos de Cachito llaman a la atención de todos los vecinos.
«Tengo una alegría inmensa; en un año de tantas pálidas, de tantas cosas feas, nosotros salimos campeones», cierra el Sabalero, que desde hace años intenta convencer a los chicos del barrio de hacerse seguidores de su equipo. Ahora tiene una estrella que brilla en su pecho como para apoyarse en esa campaña.

 

Campeonato y vacunas.
Mario González Zaccardi tiene 88 años y hace medio siglo que vive en Santa Rosa. «Siempre fui colonista», se presenta este santafesino, criado a pasos de la cancha de Colón y que llegó a La Pampa como empleado de Vialidad Nacional.
En su ciudad natal trabajaba en una joyería, hasta que se recibió de Maestro Mayor de Obras, se anotó en Vialidad por sugerencia de un compañero y llegó su nombramiento. «En Santa Fe ganaba una plata y acá iba a ganar mucho más; entonces me vine a trabajar a Santa Rosa y ya me quedé acá para siempre», explica Mario, integrantes de una familia numerosa en la que sus padres y nueve de sus once hermanos eran hinchas de Colón. «Dos salieron renegados y de Unión», aporta con una sonrisa, al tiempo que describe a los Sabaleros como «el club del pueblo» y ubica a los Tatengues en el otro extremo.
Mario cuenta que vivía «cerca de la primera sede de Colón y a unas pocas cuadras de la cancha», y nombra a varios jugadores de su época de juventud, entre ellos al arquero Raúl Adolfo Elías Tenutta, alias el Negro, recordado porque en 1949 convirtió un gol de arco a arco ante Almagro, cuando el Sabalero estaba en Segunda División. «Se sufría mucho cuando jugábamos en la B», asegura.
Después vendrían los tiempos de gloria de la década del ’60, aquellos de los triunfos contra el Santos y la Selección, y la llegada a La Pampa que lo alejaría del Cementerio de los Elefantes pero no de la pasión. «En mi casa es casi todo rojo y negro», se enorgullece Mario el día después del primer campeonato en Primera División.
«¿Cómo lo vi al partido? Calladito, tanto que mis hijas y todos se enojaban porque no festejaba. Pero era tanta la alegría que si hablaba me emocionaba», desliza el santafesino, a punto de quebrar en llanto.
«En 116 años que no habíamos ganábamos nada, ni la copa de leche, y por fin llegó. Vino tarde, se tomó su tiempo, pero vino justo. Con esto me puedo morir tranquilo», vuelve a emocionarse Mario desde su casa, y al mismo tiempo manifiesta su alegría por haber recibido la vacuna contra el Covid-19: «Ya está; todo junto, felicidad completa».

 

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