Martes 23 de abril 2024

El Rey por dentro

Redacción 09/07/2009 - 02.31.hs

Para la intérprete, el final del ídolo se debió a la terrible exigencia que se impuso por la prevista vuelta a los escenarios.
Por VIVIANA ROMERO
En el medio de las dudas sobre su vida y su muerte, quienes conocieron a Michael Jackson en la intimidad aseguran que era una especie de Peter Pan, un "niño grande", amante de los juguetes y las golosinas tanto como de preservar su intimidad. La cantante argentina Gabriela Pochinki, que a fuerza de talento es una de las mejores embajadoras de la música argentina en el mundo, tuvo la oportunidad de vivir un año en la casa de los padres del artista, estar cerca suyo y conocerlo de cerca. "Michael vino a este mundo para estar en él sólo 50 años y convertirse en uno de los artistas más grandes de la historia", reflexionó. Dice que tuvo la oportunidad de ser protagonista de "un verdadero cuento de hadas", a partir de las circunstancias que la llevaron cerca de los Jackson y que la convirtieron en una de las grandes amigas de la familia del artista, especialmente de su padre, Joe. Gabriela dice estar muy triste por la muerte de su amigo, de la que se enteró en Israel, donde participó de la Jerusalem International Conference 2009. "Fue horrible y no dejo de pensar en lo mucho que debe estar sufriendo su familia, ya que son todos muy unidos", asegura. La historia que une la vida de esta argentina con la de semejante megaestrella internacional comenzó a mediados de 1999, cuando Pochinki se encontraba realizando una temporada en la Opera de Verona, en Italia. "Vinieron a verme unos productores alemanes y les llamó la atención el cariño que me tenía la gente. Quisieron ver algún otro trabajo mío y los invité a mi hotel para ver el video donde canto No llores por mí Argentina. Ellos estaban invitados al cumpleaños de Joe Jackson el 20 de julio en Neverland, la casa de Michael. Cuando terminaron de ver el video se miraron y me dijeron que yo también tenía que estar ahí". Todo sucedió de manera vertiginosa y Pochinki se vio, de pronto, armando maletas y viajando rumbo a los Estados Unidos junto a personas desconocidas para ella. "Llamé a mi mamá para que me aconsejara qué hacer. ¡Pensé que era un rapto! Yo no conocía a esos señores y me ofrecían conectarme con gente a la que en la vida había pensado llegar. Ella me dijo que me la jugara... ¡Y me la jugué!".

 

La casa de las golosinas.
Apenas llegada a Los Angeles, Gabriela fue conducida a la casa de la familia Jackson. Dice que todo "era como un sueño", especialmente cuando se encontró a sí misma sentada a la mesa con Joe -que por entonces era embajador en Africa- y sus colaboradores, mientras hablaban de los shows de Michael y de cuestiones diplomáticas. "Pero yo me aburría y lo único que me preocupaba era que al otro día tenía que cantar en Neverland. Por eso me iba a cada rato a la cocina a vocalizar, hasta que en un momento vino Joe y me preguntó si me gustaría conocer la habitación de Michael, a lo que accedí más por compromiso que por interés...", recuerda. Al día siguiente, marcharon todos a Neverland, donde Pochinki descubrió un mundo que la deslumbró. Cuenta que "Neverland es algo increíble. Al llegar nos pusieron unos brazaletes de identificación y nos llevaron en un trencito al lugar donde se hacía la fiesta, mientras nos repartían caramelos, chocolates y chupetines. En el medio había un increíble parque de diversiones. Todo era más de lo que yo podía imaginar". Pero sin poder ver al astro, ya que éste se encontraba en París, aunque "se rumoreaba que había estado disfrazado para disfrutar sin que nadie lo reconociera y la verdad es que, sabiendo cómo era Michael, no me extraña que haya sido así". Gabriela conmovió con su arte a los Jackson y fue el propio Joe quien le ofreció producirle un disco pop, para lo cual viajó con él a Las Vegas. "Yo era muy cantante lírica, y me vestía como tal. Fue Joe el que me enseñó a usar jeans y zapatillas cuando me llevaba a caminar por Las Vegas. Me dio un verdadero espaldarazo en los Estados Unidos y produjo un vuelco en mi carrera, de lo lírico al pop", señala. Así fue como, mientras preparaba su CD, vivió un año en la casa de los Jackson en Los Angeles, compartiendo la intimidad de la familia. Dice guardar un especial recuerdo de Katherine, la mamá de Michael, con la que afianzó una estrecha relación. Fue en Nueva York y por intervención de ésta que conoció a Michael: "Me llevó a comer a un restaurante ruso después de su show en el Madison. Michael se sentó a mi lado y me impresionó por su bondad y su amabilidad", asegura, para remarcar que "era una persona muy reservada y tímida, que tenía un amor y un respeto muy especial por su familia, en especial por su madre".

 

No vio nada raro.
Aunque no conoció de cerca la relación del creador de Thriller con sus tres hijos, considera que "teniendo en cuenta su dulzura y su inocencia no me cabe duda de que debe haber sido un padre excepcional". Desde aquel 20 de julio, y durante varios años, Gabriela fue invitada a la fiesta de cumpleaños de Joe. Recuerda: "Estuve muy cerca de ellos y eran una familia muy normal. Nunca vi drogas... ni siquiera cigarrillos. Michael era un tipo que amaba la vida sana y se dedicaba con exceso a su carrera, a la que ponía el alma". Asimismo, cree que "es probable que no haya tomado en cuenta que ya tenía 50 años y se estaba sobreexigiendo mucho para la gira que iba a comenzar". También opina que "Michael se cayó mucho anímicamente cuando fue el juicio por abuso. La exposición y la vergüenza fueron, seguramente, mucho más de lo que podía soportar". "Los Jackson siempre me trataron como una hija más. Recuerdo la habitación de Michael, que era como un gran teatro, donde siempre llevaba videos y películas que miraba mientras comía pochoclo y golosinas... Sé que para ellos éste es un golpe muy duro y espero viajar pronto para poder darles un abrazo". "Michael fue uno de los mejores artistas del mundo y no habrá otro igual. Fue un enviado de Dios, que lo mandó a este mundo para mostrar su talento y su magnitud", afirma. Entre sus recuerdos de la estrella, dice que "está en primer lugar su inocencia. Era un ser puro, que de niño maduró muy pronto y vivió la infancia de adulto. Eso era él: un niño grande. Nunca lo voy a olvidar"

 


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