Martes 09 de abril 2024

Israel pone a prueba al mundo

Redaccion 11/07/2020 - 21.31.hs

El 1 de julio el mundo entero esperaba que el flamante Gobierno de coalición de Israel, liderado por Benjamin Netanyahu, cumpla uno de sus acuerdos fundantes y presente ante el Parlamento su plan para anexar unilateralmente partes de Cisjordania, presumiblemente aquellas que contienen a las colonias más grandes y al fértil y estratégico Valle del Jordán, fronterizo con Jordania. En medio de desacuerdos con el número dos del Gobierno, el ex jefe del ejército Benny Gantz, esto no sucedió y socios de Netanyahu hablaron de una postergación hasta afinar detalles con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien incluyó estos planes en su llamado plan de paz en febrero.
Desde entonces, la comunidad internacional -potencias mundiales y regionales, Gobiernos de países vecinos, la ONU y organizaciones civiles- puso en marcha su maquinaria diplomática para frenar una nueva anexión israelí de territorio obtenido en la llamada Guerra de los Seis Días, en 1967.

 

Impunidad.
Pero este escenario no es nuevo para Israel. «No estaríamos hoy en 2020 discutiendo esto si no se hubiesen trazados líneas firmes en 1980 y 1981», opinó recientemente el relator especial de la ONU para la situación de derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, el canadiense Michael Lynk. «Israel aprendió una lección incuestionable sobre la impunidad: la comunidad internacional aprobará resoluciones contra la anexión, adoptará resoluciones con respecto a la ilegalidad de la construcción de los asentamientos y, sin embargo, no hará virtualmente nada a Israel», agregó.
En 1980, con un tono menos confrontativo que no incluía la palabra anexión, el Parlamento israelí anexó Jerusalén este -otro de los tres territorios que la ONU reconoce como ocupado y potencialmente parte del futuro Estado palestino- y, un año después, hizo lo mismo con las Alturas del Golán, una meseta de valor militar estratégico que había arrebatado a Siria también en 1967.

 

Apoyo de Trump.
La comunidad internacional condenó y no reconoció las anexiones, pero nada cambió hasta el año pasado, cuando el Gobierno de Trump reconoció la soberanía israelí sobre ambos territorios. Un diplomático que en esa época estaba destinado a la ONU recordó a Télam que los países árabes y el entonces bloque socialista con la extinta Unión Soviética a la cabeza impulsaron una respuesta más dura, con sanciones contra Israel, pero ni Estados Unidos ni las potencias europeas apoyaron esa iniciativa.
El entonces Gobierno estadounidense de Jimmy Carter ni siquiera apoyó la resolución de condena del Consejo de Seguridad -se abstuvo- porque esperaba seguir avanzando con Israel en la mesa de negociación en Camp David, el proceso que había conseguido hacía apenas dos años la paz entre Israel y Egipto. Hoy, en cambio, Carter no duda que «la planeada anexión de Israel de hasta el 30% de Cisjordania violaría las leyes internacionales que prohíben la adquisición por la fuerza de territorio», según un comunicado publicado en las últimas semanas.

 

Reacciones diferentes.
Al año siguiente, en 1981, la reacción de Estados Unidos fue diferente no solo porque ya gobernaba Ronald Reagan, sino porque se trataba de la anexión de un territorio perteneciente a un Estado reconocido -Siria- y aliado de la Unión Soviética. Esta vez, Estados Unidos sí votó a favor de la resolución de condena del Consejo de Seguridad y hasta se comprometió a discutir «medidas apropiadas» en el órgano de la ONU si Israel no daba marcha atrás.
Naciones Unidas nunca impuso ninguna «medida apropiada», pero el Gobierno de Reagan sí decretó sanciones unilaterales contra Israel. Además de que la comunidad internacional ladra pero no muerde, esta parece ser otra lección que aprendió Israel de aquellos años. A diferencia de 1981, cuando la anexión de las Alturas del Golán podía hacer temer un efecto dominó de las alianzas de la Guerra Fría, hoy Israel parece jugar en un tablero de potencias mundiales y regionales más favorable.
Trump es un férreo aliado y ni las potencias europeas ni Rusia ni China se juegan un interés estratégico en Cisjordania. Otro diplomático con vasta experiencia en la región explicó a Télam que los países vecinos tampoco están interesados en invertir el capital político que les queda en la causa palestina, más allá de una reacción declarativa. (Télam)

 

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