Alfonsina Storni: mucho más que un triste final
Martes 12 de marzo 2024

Alfonsina Storni: mucho más que un triste final

Redacción Avances 01/06/2021 - 17.30.hs

POR BELEN CANONICO.

 

Invadida por la tristeza, la soledad y el dolor, Alfonsina Storni camina con la mirada perdida y el pelo blanco alborotado por el viento desde la costa hacia el mar. Avanza con determinación hasta perderse en las olas y así, le pone fin a sus 46 años de vida. Esa es la imagen romántica que se construyó alrededor de la muerte de una de las poetas más grandes de la literatura argentina, que ella misma alimentó con “Voy a dormir”, su poema de despedida que publicó en el diario La Nación, y que inspiró una de las canciones más conocidas del repertorio nacional, como “Alfonsina y el mar”, de Félix Luna y Ariel Rámirez. A 129 años de su nacimiento, su suicidio es uno de los hechos más recordados de la existencia de la escritora. Sin embargo, está de más decir que Storni fue mucho más que un triste final.

 

Sus padres, Alfonso Storni y Paulina Martignoni, llegaron a la provincia de San Juan desde Suiza en 1880, junto a sus hijos mayores, once años más tarde volvieron a su pueblo natal, Capriasca, y allí nació Alfonsina el 29 de mayo de 1892. La familia volvió a instalarse en Argentina en 1896, primero en San Juan y luego en Rosario, Santa Fe.

 

Durante su adolescencia, Alfonsina encontró en la literatura un refugio ante sus problemas familiares, pero no lo tomó como un trabajo formal hasta mucho tiempo después. Tras la muerte de su padre, en 1906, se unió en una compañía de teatro de un comediante español y luego de pasar varios meses de gira, decidió estudiar en la Escuela Normal Mixta de Maestros  de Coronda.

 

En 1911, mientras trabajaba como docente en Rosario, comenzó a publicar sus primeros poemas en revistas de literatura y a la par, se interiorizó en el mundo de la político y en el movimiento feminista. Fiel a su espíritu rebelde, comenzó a salir con un hombre casado, que le llevaba más de veinte años y al quedar embarazada y sufrir la indiferencia de su amante, decidió instalarse en Buenos Aires para seguir su carrera y ser madre soltera de Alejandro, su único hijo.

 

Storni hizo de todo para tener independencia económica y aunque no era lo que más le gustaba, trabajó como periodista en el diario La Nación. Y se las ingeniaba para plasmar sus ideales implícitamente. Por ejemplo, usaba un seudónimo masculino, “Tao-Lao” para firmar su columna llamada Bocetos femeninos, en la que abordaba los distintos estereotipos de mujeres de su época y ridiculizaba la postura de un varón explicando cuestiones relacionadas al universo femenino.

GRUPO.

 

Además, en Buenos Aires encontró su grupo de pertenencia junto a otros escritores e intelectuales, como Manuel Ugarte, Alberto Gerchunoff, Emilia Bertolé, Horacio Quiroga -con quien tuvo una intensa amistad y se vieron envueltos en rumores de romance- y Félix Visillac, quien la impulsó a publicar su primer libro de poesía, “La inquietud del rosal”, en 1916. También fue una de las impulsoras del voto femenino junto a Carolina Muzzilli, Julieta Lanteri y Salvadora Medina Onrubia. “Cuando se dice feminismo, para aquellas almas, se encarama por sobre la palabra una cara con dientes ásperos y voz chillona. Sin embargo, hoy, no hay una sola mujer que no sea feminista, podrá no querer participar en la lucha política, sin embargo desde el momento que piensa y discute en voz alta las ventajas y los errores del feminismo es ya una feminista, pues el feminismo es el ejercicio del pensamiento de la mujer”, escribió en uno de sus tantos artículos que le dedicó a la causa.

 

En paralelo, su obra continuó con “El dulce daño” (1918), “Irremediablemente” (1919) y finalmente en 1920 llegaría su consagración de la mano de “Languidez”, libro por el que recibió el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura, y empieza a ganar fama fuera de los límites de Argentina. Y ese reconocimiento hizo que pudiera dejar su trabajo como docente para abocarse de lleno a las letras y viajar.

 

Alfonsina escribía en verso, sin embargo en 1926 publicó su único “Poemas de amor”, en prosa. Ese mismo año se estrenó su primera obra de teatro, “El amo del mundo”, que no tuvo críticas favorables, y comenzaron las tertulias en el Café Tortoni, donde Storni era una de las grandes animadoras.

 

Luego de ocho años en los que solo publicó sus escritos en revistas culturales, en 1934 lanzó “Mundo de siete pozos”, compuesto por poemas dedicados a su hijo. Y meses más tarde la vida le dio uno de los golpes más fuertes de sus últimos años: tras descubrirse un bulto en el pecho, le diagnosticaron cáncer de mama y debió someterse a una masectomía. Su estado de salud hizo que se intensificaran sus episodios de ansiedad y paranoia, que había padecido toda la vida. Y el dolor y la tristeza se convirtieron en sus oscuros compañeros, pero puertas para afuera, Alfonsina ocultaba su malestar físico y emocional para continuar con sus compromisos laborales.

 

El suicidio de Horacio Quiroga, el 19 de febrero de 1937, el de Eglé, la hija del dramaturgo, meses más tarde y el de Leopoldo Lugones fueron un cimbronazo para su frágil realidad. Y en 1938 al confirmar que el cáncer había vuelto a su cuerpo y ver que su deterioro avanzaba a pasos agigantados, decidió también quitarse la vida.

 

El 18 de octubre viajó a Mar del Plata, ciudad que había adoptado como su lugar de descanso, y cuatro días más tarde envió al diario La Nación “Voy a dormir”, poema que se publicó el mismo día que se dio a conocer su muerte. También le escribió una carta de despedida a Alejandro, otra para el escritor Manuel Gálvez, para pedirle que velara por el bienestar de su hijo y le dejó una nota a la policía, para que supieran que nadie más que ella era la responsable de su desenlace.

 

Más allá de la creencia popular, se confirmó que el 25 de octubre de 1938, Alfonsina se arrojó al mar desde las rocas del Club Argentino de Mujeres, donde encontraron sus zapatos. Su muerte marcó el nacimiento de la leyenda de la mujer de una pluma brillante, introspectiva y crítica, que supo abrirse camino en un mundo manejado por hombres, y tomar las riendas de su vida hasta el punto de decidir cuando terminar con ella. (NA).

 

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