Lunes 25 de marzo 2024

De correr en la Fórmula 1 con Schumacher a vender autopartes para camiones y colectivos

Redacción Avances 23/02/2021 - 17.30.hs

«Preguntame lo que quieras, menos por qué dejé la Fórmula 1”, aclaró siempre con una sonrisa Esteban Tuero antes de cada entrevista. El tema era recurrente y un poco en broma o en serio nunca quiso tocarlo, hasta hace un tiempo. A sus 43 años sigue siendo el mismo muchacho del barrio porteño de Caballito, hincha de Ferro, muy respetuoso y amable. Siempre atiende el teléfono y responde rápido, aunque aclara que por el momento prefiere seguir alejado de los medios. Es un personaje muy especial, porque con su bajo perfil llegó al gran circo donde vivió historias únicas en aquella temporada que lo marcó a fuego.

 

Según INFOBAE, en un país donde se lo criticó con el mote de “eterno segundo” a Carlos Alberto Reutemann que fue subcampeón mundial y considerado uno de los mejores pilotos de su época en la F1, qué podría haber quedado para Tuero. El exitismo argentino y parte de la prensa no especializada hicieron un caldo de cultivo en 1998 cuando con apenas 19 años y con el peor auto de la categoría, poco o nada pudo hacer. Terminar una carrera con ese Minardi M198 fue como una victoria.

 

Esteban se retiró del automovilismo corriendo en la Clase 3 de Turismo Nacional, donde fue campeón en 2008. En esa categoría, cuando tuvo que avanzar desde atrás, en ocasiones fue espectacular, en especial en las series que ordenaron las grillas de partida para la final. Colgó el casco en 2016 con 38 años, en un deporte donde se puede correr hasta pasados los 50 años. Se fue de forma imprevista, como en su salida de la F1. Tal vez sintió que cumplió un ciclo. Luego de eso no se lo vio más en una carrera. Apenas en algún evento del Autódromo de Buenos Aires, su segunda casa y donde el 12 de abril de 1998 fue el último argentino en correr de local. De hecho, la Máxima nunca más pisó esta tierra.

 

Tuerito pareció parco, pero no es así. Es una persona agradable y sus caras de poca felicidad en un podio o luego de ganar un campeonato no ilustran de verdad quién es esa persona. Desde que dejó de correr le dedicó más tiempo al negocio de su papá, Eduardo “Pirulo” Tuero, que también fue piloto. Su empresa trabaja con suspensiones neumáticas para colectivos y camiones.

 

Por eso es bueno recordar sus vivencias contadas por él en el inolvidable 1998 cuando en ese momento fue el tercer piloto más joven en la historia en debutar en la F1 con 19 años y 320 días, detrás del neozelandés Mike Thackwell (19 años y 182 días) y el mexicano Pedro Rodríguez (19 años, 208 días). Hoy es el octavo en esa lista que lidera el neerlandés Max Verstappen (17 años y 166 días).

 

El contrato con Minardi. “Cuando salí campeón de la F2000 Italiana (1995) y el mismo equipo, RC, que era oficial Opel, me invitó a correr las últimas fechas de la Fórmula 3 Italiana, que en ese momento era muy fuerte. En ese momento tenía 17 años y en la última vuelta de la clasificación pude hacer la pole position. Sorprendió a todos porque el resto de los pilotos tenían tres o cuatro año más. Terminó la actividad, me fui a mi motorhome y apareció Giancarlo Minardi. Me dio su tarjeta y me invitó a conocer su equipo de F1. Me dejó sacarme una foto arriba de los autos y me llevó a su oficina. Me dio un contrato por cinco años y me dijo ‘analizalo’. Así, de una”.

 

Primer contacto con un F1. “El primer día que probás un F1 no sabés con lo que te vas a encontrar, pero me sentí muy cómodo, incluso más que el auto de Fórmula 3000 (categoría previa a la F1) de esa época (1996)”.

 

Su debut. “En 1998 estaba muy bien porque probé mucho en Barcelona. El auto era cómodo. El viernes en Australia no pude girar nada porque se rompió algo del motor. Salí en la segunda tanda sin conocer la pista y en mi debut absoluto en un Gran Premio. Recuerdo que en la Argentina había expectativa de que quede afuera en la clasificación por el 107 por ciento (N. de la R: si un tiempo tenía esa diferencia con el de la pole position el piloto no corría). Pero quedé 18º en la clasificación y muy bien, ya que éramos 22 pilotos. Lo tomé con mucha naturalidad y estuve muy tranquilo”.

 

Ese inicio fue un largo camino donde recorrió 3.031,76 kilómetros arriba del Minardi en las 16 carreras de ese año. Representó el 62,51 por ciento de los 4.850,30 km que transitó la Máxima en todas sus competencias. Tuero completó 613 vueltas de las 1.015 totales. A todo esto, vuelos por casi todo el mundo para un joven que en Italia cumplió sus 20 años. En ese periplo, sobre la icónica foto donde está en brazos de las promotoras australianas reconoció “si con la experiencia de hoy puedo volver al lugar donde me tocó estar, hago un desastre (risas). Hubo oportunidades que no aproveché, otras que si”. Fue el puntapié inicial de experiencias muy fuertes que vivió.

 

El saludo de un Beatle. “Estábamos con Federico Gastaldi (empresario que trabajó en la vuelta de la F1 a la Argentina en los noventa) en la fiesta de lanzamiento del campeonato en Melbourne. Vino un señor canoso y me saludó. Me felicitó porque era el piloto más joven en la F1 y me dijo que ‘tenía un hijo de la misma edad, pero que estaba en la joda y que por eso valoraba lo mío’. Cuando nos vamos lo saludo, le digo ‘gracias’ y Federico me dice ‘¿sabés con quién hablaste, no?’ ‘No’, le digo. ‘Era George Harrison’, me respondió”.

 

Con los mejores. “Disfruté mucho de aquél primer fin de semana, pero en especial la primera reunión de pilotos. Me senté en la sala y estaba al lado de Michael Schumacher, Mika Hakkinen y Jacques Villeneuve o Rubens Barrichello. De todos recibí un buen trato y el único que era medio indiferente, pero respetuoso fue Villeneuve”.

 

Bienvenida de Schumi. “Michael Schumacher se me acercó, me dio la bienvenida y me dijo que había una comisión de corredores y que cualquier cosa le podía consultar. Fue muy amable y se portó muy bien conmigo. Iba a las reuniones de esta comisión, pero nunca propuse nada”.

 

Picaditos con Schumi. “Schumacher me invitó a jugar al fútbol y fui tres veces. En un picadito me dejó afuera de su equipo porque vino Max Biaggi, que era piloto de motos. Me pasaron al otro equipo que creo era de actores o cantantes. Me tocó hacer dos goles, pero de suerte, no por habilidad. Era muy malo al fútbol. Viene Schumacher y me dijo ‘¿Qué hacés? ¡La semana pasada jugaste para el culo y de golpe nos hacés los goles!’ Al otro día ese partido salió en La Gazzeta Dello Sport”.

 

Apuesta. “En Australia me adelanté en la largada porque le aposté a Minardi que lo pasaba a Jarno Trulli. En realidad era una historia que venía desde la F3 cuando Trulli (otro de los que no me hablaba) se enojó porque nos tocamos en Mónaco y ahí ya Minardi le apostó a Flavio Briatore (jefe de Benetton). Ese día en Mónaco, Giancarlo vino y me dijo ‘le tenés que ganar sí o sí’. Resulta que ya se usaba el sistema de cinco luces en el semáforo (cuatro rojas y una verde) y yo me confundí. Ni bien se apagó la primera roja me mandé (risas), pero le gané la apuesta. Yo le dije que lo iba a superar a Trulli, pero no le dije cómo”.

 

Mesaza con Mick Jagger. “Cuando los Rolling Stones vinieron al país en 1998, Federico Gastaldi armó una cena con Mick Jagger y me invitó. Comimos y al otro día creo que era el recital. Él (Jagger) era muy fanático de la F1 y luego en Monza también fue a ver la carrera y nos volvimos a encontrar. Y me mandó un lindo cuadro firmado”.

 

Se curó rápido. “En Brasil recuerdo que estaba engripado el domingo y que el médico, Riccardo Ceccarelli, quien siguió por varios años en la F1, me dio un cocktail bárbaro y estaba genial para la carrera (risas)”.

 

Fría relación. “Mi compañero de equipo era el japonés Shinji Nakano era un pibe súper respetuoso, pero corto. Vivíamos en el mismo hotel en Faenza que se llamaba Il Cavallino. Bajábamos a cenar y estábamos yo en una mesa y él en otra mesa y en el restaurante no había nadie. No tuve mucha relación, pero estaba todo bien”.

 

De local. “La carrera de Argentina la esperé con mucha emoción porque el Autódromo de Buenos Aires era donde lo vi correr a mi viejo, empecé a competir en la Fórmula Honda, y habían pasado 17 años de la última vez que un argentino corrió en casa (desde Carlos Reutemann y Ricardo Zunino en 1981). Se agotaron las entradas, fue todo muy lindo. Minardi me encerró en un hotel de Recoleta y recuerdo que le ofrecían a Eduardo Ramírez (su mánager) mucha plata para que yo fuera a comer a un restaurante. Era raro todo eso. Lo más divertido que recuerdo era que en las reuniones de pilotos la gente gritaba mi nombre y no se podía hablar. Fue muy bueno porque afuera no es tan común. Lo disfruté en ese fin de semana”.

 

“En carrera le había ganado a mi compañero y venía bien. Lo que pasó es que se me rompió una rueda y entré a boxes una vuelta antes de lo previsto y el equipo no estaba listo. Perdí como un minuto en esa parada. Luego se me rompió algo en los frenos o suspensión porque en el medio de la recta salí hacia el costado y me choqué y no pude terminar. Fue un fuerte golpe en la curva 1”.

 

Su mejor carrera. “Fue en Imola. La pasé muy bien porque en la previa cumplí 20 años y Minardi hizo una linda reunión. Fue la mejor carrera porque terminé octavo (su mejor resultado en F1). Es una pista con historia. Ya en el ’95 el clima era especial ahí. Había pasado un año de la muerte de Senna y recuerdo que largué desde el mismo cajón donde largó Ayrton por última vez. Ya estaba la chicana en la curva de Tamburello (donde se pegó el brasileño)”.

 

Se quedó dormido. “En Mónaco tuve que ir solo del hotel al circuito. Iba de Niza al circuito. Y no sonó el despertador. Si hubiese tenido a alguien para ir seguro me hubiese despertado y en diez minutos bajaba. Me suena el celular y era Minardi y me dice ‘¡Esteban! ¿Dónde estás? ¡En media hora salís a pista! No entendía nada. Tenía que estar una hora y media antes en el circuito y me desesperé. Encima sobre la hora del inicio de actividad siempre se genera un embotellamiento en Montecarlo. Me paró la policía y con mi inglés malo le expliqué que era piloto de F1 (risas). Me escoltaron y me abrieron el tránsito. Llegamos y escuché los autos de F1 girar… Me quería morir. Llegué y resulta que me pusieron gomas nuevas y pude ser 12º o 13º y pude calmar el clima del equipo. Mónaco es hermoso, es la pista donde más lento vas, pero visualmente sentís que es donde más rápido vas”.

 

Sin esmoquin. “Hubo un cocktail en la mansión del Príncipe Rainiero y me había olvidado el esmoquin en Italia. Le expliqué a Giancarlo y me dijo ‘no sé…Vos tenés que estar a las ocho y de esmoquin’. Fui y alquilé uno. Creo que me salió lo que yo cobraba por mes. Pero bueno, a las ocho estuve en lo de Rainiero y de esmoquin”.

 

Choque en Mónaco. “Antes de la carrera Minardi armó una reunión con Riccardo Patrese, que era un ex piloto de F1. Me hablaron mucho sobre la oportunidad que significaba Mónaco para los equipos chicos. Que era una carrera donde muchos se pegaban y tal vez estaba la chance de hasta hacer un podio. Bueno, en la grilla que fue re larga, duró como media hora, por la radio Giancarlo me repetía ‘Esteban, recuerda lo que hablamos’. Resulta que largamos, vi un hueco, me mandé y choqué (risas). Cuando llegué a boxes lo único que me dijo fue ‘lo importante es que te pase ahora, no que lo repitas dentro de cuatro años’. Fue una lección”.

 

Mundial de Francia. “Fui a ver un partido invitado por Telefe. Lo más divertido fue que las pruebas del verano europeo se hicieron en Silverstone y en ese momento se cruzaron Argentina e Inglaterra (octavos de final). Se definió por penales y el ingeniero de Nakano era un inglés. Antes de la definición me dijo ‘gana Inglaterra, el arquero inglés (David Seaman) es especialista en penales… Resulta que ganamos. Salí con la camiseta y la bandera por los boxes, gritando y me agarraron los de Bridgestone (neumáticos) y me dijeron ‘acá dentro del autódromo hacelo, pero en la calle no, eh’. Fue una linda sensación. Aparte el día que Italia quedó eliminada me divertí de lo loco con los del equipo, pero claro, después cuando Argentina perdió (contra Holanda) ni aparecí por el taller…”.

 

Los medios argentinos. “Contra eso no podés hacer nada. No estaba muy en contacto en ese momento con lo que decían los medios acá. Mi familia y amigos trataban de decirme solo lo bueno y luego sí me enteré lo de algunos programas como el de Pergolini (Mario) o el de Tinelli y Marcelo estaba muy vinculado con Norberto (Fontana). Lo que pasó es que Telefe tenía un presupuesto destinado para los argentinos en la F1: si era un piloto, todo eso era para uno; si eran tres, entonces se dividía. Y el grupo de Norberto, donde también estaba Felipe (McGough) tiraba para su lado. A lo mejor estaba esa pica afuera del auto, pero no entre Norberto y yo”.

 

Sándwiches a escondidas. “Pesaba 62 kilos y estaba re bien. Pero el entrenador físico quería que pesara 60 kilos. Le expliqué que no me cansaba en las carreras. Pero el tipo insistió. Hasta en un desayuno quiso que comiera algo que yo no quería y ahí se armó una discusión fuerte. Resulta que el cocinero era mi amigo y por atrás me pasaba sándwiches de mortadela. Y un día sube Minardi al camión de repuestos y me agarró con el sándwich en la boca (risas)”.

 

De los 16 Grandes Premios de 1998, Tuero cruzó la meta cinco veces. Aparte de la de San San Marino (Imola); en España (Barcelona), fue 15º lugar; en Alemania (Hockenheim), fue el 16º lugar, y en Luxemburgo (Nürburgring, Alemania), que terminó 17º, pero no se clasificó al llegar a 11 giros del vencedor, Hakkinen. De sus 11 abandonos, cinco fueron por errores propios (cuatro despistes y un choque en Japón) y los seis restantes, por fallas en el monoposto italiano (dos roturas del motor, dos por mermas en la caja de cambios y dos inconvenientes eléctricos).

 

Minardi. “El auto tuvo muchos problemas de confiabilidad. Minardi y Tyrrell eran los peores equipos en ese momento. Si bien el coche se paraba, el equipo trabajaba muy bien. Había más de cien personas trabajando, inclusive los de Ford (proveedor del motor). Me sentí muy cómodo con el equipo. Era súper profesional y si se lo comparaba con uno top, no tenía nada que envidiar. Lo único es que la performance del coche era otra”.

 

Maduración. “No todos los pilotos o las personas crecen de la misma manera o maduran en el mismo momento. Tal vez uno a los 18 años aún no está preparado y a los 22 es un crack u otro a los 18 llegó a su techo y no avanza más”.

 

1. “Todo piloto que llega es un pura sangre y demuestra que le gusta. Cuando un piloto gana en Mónaco es lo mejor que se debe sentir. En la F1 te tratan como un rey y no te falta nada. Viajás en un avión privado o en primera clase. Está todo organizado. Te están esperando, te dan la comida, la ropa, te hacen masajes entre una tanda y otra, tenés dónde dormir. Es lo máximo. Después tenés que ser muy fuerte en lo mental para ir a correr a San Jorge (autódromo santafesino) y tratar de esquivar el barro o si no tenés baño en el equipo tenés que usar el mismo que el público”.

 

Distancias. “Tal vez lo sufrí más el tema de los viajes cuando corrí en Japón (en 1997 en la Súper Fórmula). En lo personal el año de la F1 fue el más fácil porque está todo organizado, o porque por lo general es cuando más periodistas argentinos viajan, o te visitan familiares, amigos, hay más presupuesto y está todo organizado y estuve muy acompañado”.

 

Para 1999 el equipo le renovó el contrato a Esteban y sus sponsors lo acompañaron a pesar de que se cayó la carrera en la Argentina. Pero Tuero decidió bajarse y volvió al país. La noticia fue un impacto en ese verano argentino.

Infobae habló con Giancarlo Minardi sobre el tema.

 

-¿Qué le dijo Esteban Tuero cuando decidió dejar su equipo y la Fórmula 1?

 

-Esteban convocó a la junta directiva del equipo y dijo frente a todos: “Solo Esteban puede decirle a Tuero por qué no corre más”. Luego salió de la sala de reuniones. Repito, Esteban nunca me dijo las razones por las que dejó el equipo y la F1, pero ahora ya no importa, él sabrá las razones.

 

-¿Es cierto que usted se enojó con él porque Benetton habría querido contratarlo en el futuro?

 

-No sé si Benetton tuvo algún contacto con Tuero… Estaba enojado porque cuando se fue del equipo ya teníamos contactos con patrocinadores argentinos.

 

-¿Cómo lo vio a Tuero en la temporada 1998? ¿Supo si extrañaba mucho a su familia y amigos y que eso le afectó?

 

-Esta es una pregunta para hacerle a Esteban, todavía no sé la razón exacta por la que dejó la F1 después de tantos sacrificios que hicimos los dos para llegar allí, sin embargo, esto también es parte de la historia y respeto la decisión que tomó Esteban en ese momento.

 

Al respecto, en una entrevista de Tuero con La Nueva Provincia en 2019, aclaró algo que todo el ambiente supuso durante 20 años: “La aventura de la F1 fue muy linda, pero me agarró muy chico y necesité volverme porque extrañaba. A lo mejor corté una carrera que podría haber sido mucho más interesante. Pero bueno, el objetivo de llegar lo conseguí. Obviamente, me gustaría volver al pasado con la experiencia de hoy y tratar de hacer mejor algunas cosas”.

 

Correr en la F1 es el sueño de cualquier piloto. Por el que luchó Esteban Tuero desde los cinco años cuando empezó a correr. Lo consiguió a base de esfuerzo y talento ya que su familia no es adinerada. Muchos lo criticaron sobre aquella renuncia con un contrato firmado para 1999. Lo que pocos entendieron es que con solo 20 años el hombre fue más que el piloto y buscó su felicidad.

Los testimonios de Tuero son de una entrevista con Largaron en 2015.

FOTO: En un podio en el TN en 2008, el año que fue campeón. Está flanqueado por Ezequiel Bosio (a su derecha) y Emanuel Moriatis (a su izquierda), los dos también campeones de la categoría (Prensa APAT).

 

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