Viernes 26 de abril 2024

Con luz propia

Redacción 27/01/2024 - 00.30.hs

Juan Cativa es, desde hace 40 años, propietario de una empresa que empezó a armar desde bien abajo y que ha dejado su marca en casi toda la provincia pero también en el oeste de Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y hasta en Chubut.

 

Con los productos salidos de su fábrica, sin dudas contribuyó a darle visibilidad y brillo al frente de muchos comercios, instituciones y establecimientos de distinta índole. “Carteles Luminosos JS”, ubicada en Marcos Molas 350, es una firma que se dedica a engalanar las fachadas con esos letreros refulgentes que, obviamente, resultan una atracción a la que es difícil sustraerse. Porque la cartelería luminosa se basa en el principio fundamental que tiene que ver con el interés que despierta un frente o un escaparate iluminado.

 

Juan Cativa llega en estas horas a sus 60 años y se lo ve impecable físicamente, casi como cuando siendo muy joven se ponía la camiseta número 7 del club All Boys para lucir sus habilidades futboleras en el estadio “Ramón Turnes”.

 

Y su espíritu emprendedor lo acompaña desde muy pequeño, quizás obligado por las circunstancias que a veces impone la vida. Porque Juan nació en La Rioja capital y fue miembro de una familia numerosa que se sustentó en su mamá Otilia quien, con enorme esfuerzo, se las arregló para sacar adelante una situación muy complicada. “Eramos seis hermanos (él es el más chico) y mi padre, que se llamaba igual que yo, falleció con sólo 35 años cuando mamá estaba embarazada de mí. Papá era contador y trabajaba en el Banco de La Rioja, y antes fue piloto retirado de la Fuerza Aérea en la Base Aérea Chamical”, precisó.

 

“Desde muy chiquito tuve que salir a vender pan casero y empanadas que mi madre hacía para poder juntar plata y darnos de comer. Pero también hubo días en que no se llegaba y en que arriba de la mesa sólo había un plato y un pedazo de pan con aceite y orégano para el almuerzo”, recordó Juan que pudo estudiar sólo hasta séptimo grado “porque había que trabajar, andábamos a los ponchazos, en mi caso siempre saliendo a vender medialunas o lustrando zapatos y vendiendo diarios”.

 

En La Pampa.

 

Una de las hermanas de Juan se casó y vino a vivir a Santa Rosa, y doña Otilia se decidió: “Mi cuñado era gerente de Bonafide, por eso se vinieron a La Pampa, y ahí mi mamá me puso arriba de un colectivo y me vine yo también. Enseguida empecé de cadete en Bonafide, salía en la bicicleta a golpear puerta por puerta para vender, hasta que conocí a una persona que trabajaba en la sastrería Modart, que a su vez conocía a ‘Coco’ Maraschio y al doctor Carlos González. Parece que les caí bien y me preguntaron si jugaba al fútbol, y la verdad es que en La Rioja había estado en las inferiores de Defensores de Belgrano pero sin trascendencia porque era muy chiquito”, recordó. Y Juan fue a All Boys. “Pude jugar en primera división del ‘81 al ‘84”.

 

Era muy jovencito cuando a su cuñado lo trasladaron a Neuquén. “Se me vino un poco la noche porque me quedé solo y fue duro”, pero surgió una nueva posibilidad “sobre todo porque Eugenio Zabalza me dio una gran mano: le pidió autorización a mi madre porque yo era menor y pude quedarme en La Pampa”.

 

Más tarde comenzó a trabajar en una fábrica que hacía carteles que pasó a ser de José Luis Roston. “Ahí trabajaba barriendo los patios y acomodando las cosas, y para cebarle mate a un señor, Toto Di Santi, que había llegado de Buenos Aires para doblar vidrio”, evocó.

 

Juan le contó a Di Santi la historia de su vida y el hombre se ofreció a llevarlo a Buenos Aires para enseñarle “eso de doblar vidrio y hacer letras luminosas. A él le debo todo lo que vino después porque me enseñó el oficio”.

 

Luego volvió a Santa Rosa para trabajar con Roston mientras de a poco pudo ir comprando “máquina por máquina hasta armar el laboratorio para iluminar los tubos de neón y los equipos para doblar vidrio. Tenía 18 años y pude independizarme. Por suerte me fue bien, pero trabajando sábados, domingos y feriados. Y a veces noches enteras porque había que entregar los trabajos”, recuerda.

 

“Siempre tuvimos muchísimo trabajo y nos tocó hacer cartelería a entidades muy importantes como el Banco de La Pampa, le hice trabajos para todas sus sucursales. También a la Cooperativa Popular de Electricidad, a estaciones de servicios y a todo tipo de comercios y empresas”, resume.

 

“Los más grandes que fabricamos fue para clientes excelentes como Rufino Lorca, con un cartel que tenía 50 metros de largo por 3 de altura y decía ‘Parador 25 de Mayo, Cruce del Desierto’; para la sucursal del Banco de La Pampa en General Roca, un cartel de 32 metros por 1,50 de alto; y otro haciendo esquina de 18 metros por 1,50. Además recuerdo uno para la CPE Santa Rosa para el sector artículos del hogar: tenía 22 por casi 4,50. Siempre estamos hablando de carteles luminosos. Eran terribles estructuras, carteles que fueron emblemáticos para mí”.

 

Variedades.

 

Juan explica que hay distintos tipos de cartelería. Y detalla: “Nosotros fabricamos todo tipo de carteles: neón, led acrílico, back light, front light corpóreos, gigantografías polyfan, señalización vial, empresariales, hacemos ploteos de autos”.

 

Y precisó que los paneles de acrílico “se usan bastante por su resistencia y durabilidad; la iluminación LED es la tecnología más avanzada para letreros luminosos porque es de menor consumo de energía y tienen más vida útil. Pero también están las letras y logotipos, que se hacen de variados materiales como pueden ser acrílico, PVC o aluminio”.

 

Y recuerda que en algún momento su empresa llegó a tener hasta 20 empleados, y hoy son cuatro que se encargan de todas las tareas. “Por suerte seguimos trabajando mucho”, se alegra.

 

Hoy Cativa se dedica más a una tarea organizativa y quien está tomando la posta es uno sus hijos, Diego. “Se recibió de chef internacional -trabajó en el Casino-, y aunque jugaba al fútbol dejó y ahora se está haciendo cargo de la empresa. Mi otro hijo, Luciano, vive en Mar del Plata y es abogado”, dice con satisfacción quien es abuelo de cinco nietos.

 

“Por eso al llegar a los 60 puedo decir gracias a la vida y a Dios. Porque si bien lo que hice fue con mucho sacrificio hoy soy una persona feliz: con mis hijos, los nietos y con mi pareja que es una persona increíble (Paola Ruiz Díaz, reconocida cantante). Y además están mis amigos que son muchos”, resume Cativa, alguien que supo construir su camino con luz propia.

 

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