Miércoles 24 de abril 2024

El lava autos que va a domicilio

Redacción 06/02/2024 - 07.58.hs

Los nuevos tiempos se llevan antiguos trabajos u oficios. Mientras la tecnología y la modernidad va dejando en el olvido actividades que resultaban habituales -se podría decir acostumbradas a la vista de la gente-, van apareciendo otras que responden a la necesidad de conseguir el mango necesario para vivir.

 

Los lustrabotas, los canillitas, por mencionar a grupos que se podían ver por las calles de una ciudad son casi especies en extinción. Hoy quedan unos pocos en algunas ciudades y aparecen, ciertamente, casi como una rareza.

 

Pero existieron muchos más que dejaron de ser. ¿Se acuerdan los que tienen más años del lechero que con su carro tirado por un caballo repartía leche casa por casa? ¿O de los ascensoristas cuando se iba a algún edificio público? Y ni hablar de los afiladores que con su bicicleta iban ofreciendo su trabajo… Alguien ha mencionado que también quedan pocos zapateros remendones (esos que dejaban como nuevos los viejos tamangos), aunque todavía algunos siguen haciendo su tarea.

 

Nuevo oficio.

 

A la par de esos cambios -en muchos casos acuciados por la necesidad- surgieron otras tareas que quizás no alcanzan a ser oficios, como son por ejemplo los lava autos, diseminados por toda la ciudad y que aparecieron con fuerza después de la debacle del 2001.

 

¿Si se lo podría llamar un oficio? Quizás, lo que sucede es que -en general- son pocos los que se dedican con regularidad y son más los que aparecen un día con sus baldes en una vereda esperando que los autos estacionen, y de la misma manera al poco tiempo desaparecen. En todo caso son los oficios circunstanciales de la crisis.

 

Pero de todos modos hay otros tipos de laburantes que van tomando lo que hacen como algo habitual y lo llevan adelante como su trabajo de todos los días. Están los que consiguen de esa manera una “ayuda” porque tienen un empleo fijo, y con ese extra completan un jornal que no siempre alcanza por sí solo.

 

Gastón Matías Fiumara es un poco de estos últimos laburantes. “Trabajo en una escuela como cocinero, pero hace siete años arranqué con esto como un laburo extra y hago lavado de autos a domicilio”, explica de entrada.

 

Acompañado del jovencito Lautaro Conde (17), quien también anda procurando un trabajo fijo, Gastón se dedica a ir por las casas cuando lo convocan: “Yo hago lavado a domicilio. En vez de que la gente tenga que llevar el auto a un lavadero, tener que irse en taxi a su casa para volver luego a buscarlo, yo voy con todos los elementos y se lo lavo en sus propias casas. ¿Qué llevo? Aspiradora, silicona, shampoo, revividor de caucho, todas esas cosas… Lo mismo que haría un lavadero nada más que en la casa del cliente. Cuando empecé cobraba 300 pesos por auto, pero por supuesto hoy estoy actualizado”, aclara por si hiciera falta.

 

De boca en boca.

 

Gastón afirma que “nunca lavé en la calle como hacen otros chicos. Empecé con los autos de los amigos que le iban comentando a otros, y así con el boca a boca me iban llamando y se fue haciendo la cadena. Y además estaban los que me publicaban en el Facebook y eso ayudaba”.

 

Señala que por eso “hoy puedo decir que tengo ya más de 150 ó 200 clientes, y calculo que estoy haciendo entre 25 y 30 autos por semana. Como tengo un sueldo fijo de otro trabajo lo que gano con mi nuevo oficio es una gran ayuda…”.

 

Cuenta Gastón que llegó a Santa Rosa con su familia desde Morón cuando “iba a cuarto grado y empecé a ir a la Escuela Hogar. Mi papá tenía una casa que le prestaban acá en la calle San Martín Oeste; y después cuando nos tocó la casa en el barrio Aeropuerto finalicé la primaria en la 221. Volví a la Escuela Hogar muchos años después pero como cheff. ¿Mi familia? Se conforma con mi esposa Daniela Conde; y vivimos con su nene que tiene 12 años y se llama Dylan”.

 

Y sigue: “Tengo un sueldo fijo y sí, con esto me ayudo mucho. Me muevo en moto; llevo la aspiradora, las mangueras, y todos los elementos de limpieza para un buen trabajo. Voy a todos los barrios, a la zona de quintas, a Toay. Puedo estar en el Plan 5.000 y de pronto recibir un llamado y me toca ir al centro. ¿Si soy bueno? Soy muy responsable, y si los clientes me siguen llamando por algo será”, dice con una sonrisa.

 

Economía familiar.

 

Dependiendo de su trabajo fijo sale a hacer los recorridos y ejercer su oficio de “lava autos a domicilio. Salgo a las 8 de la mañana y si es de continuo los turnos a veces me toca volver a casa a la tardecita. Ahora como estoy de vacaciones en la escuela los puedo hacer de corrido, y cuando trabajo de cheff salgo a la mañana y lavo dos autos -trabaja en turno tarde en la escuela- y hago alguno más antes de la noche. El domingo no, porque es para dedicarlo a la familia. Hace siete años que hago esto y me encanta. Me gusta socializar, conocer gente. ¿Sabés qué pasa? trabajé toda mi vida, y lo que estoy haciendo ahora es muy lindo y ayuda a mi economía familiar. Así que los que quieran, aquí estoy. No me asusta trabajar”.

 

El oficio de llorarle al muerto.

 

Dicen los que dicen saber que en algún tiempo -también en nuestro país- existieron las plañideras. Eran mujeres contratadas para llorar a un difunto. Es decir, siempre hubo oficios para todos los gustos.

 

Es una historia que habría comenzado en el antiguo Egipto y se trasladó luego por el mundo. Están los que aseguran que en casos de velorios de ricos hacendados en Argentina, supieron hacerse presentes esas mujeres que por una paga iban a llorarle al muerto.

 

¿Que resulta increíble? Puede ser… pero existieron en algunos países y en diferentes culturas. Plañidera (del latín plangere) era la mujer que prestaba ese servicio. A veces iba un grupito de ellas y se dedicaban incluso a hablar bien del difunto, si no era muy querido, para que el momento de la despedida todo no fuera tan funesto.

 

Las contratadas eran mujeres porque se pensaba que los hombres no daban el perfil para la lágrima en los velorios. Sí, hubo tiempos de plañideras profesionales, porque al cabo… de algo hay que vivir. Aunque ellas fueran a despedir a un muerto.

 

(M.V.)

 

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