Jueves 25 de abril 2024

El pibe que fue a perseguir su sueño

Redacción 10/12/2023 - 00.30.hs

En un tiempo fueron miles y miles de inmigrantes que llegaron a estas tierras. Luego las cosas cambiaron y son muchos los argentinos, entre ellos también los pampeanos, que partieron a construir sus vidas muy lejos de aquí.

 

MARIO VEGA

 

Alicante… el Mediterráneo besando sus playas doradas de arena fina y clara, el sol alto y un cielo límpido y sin nubes. El clima agradable, la deliciosa gastronomía, la alegría de su gente en las calles... Sí, un lugar paradisíaco, según cuentan. Hasta allí llegó un día un pibe que iba persiguiendo un sueño. Su sueño… Ser futbolista profesional.

 

Vivir allí es, obviamente, tener el privilegio de disfrutar de una ciudad maravillosa.

 

Aunque hace 30 años no era todavía lo que es hoy… Porque el pibe de Colonia Escalante, nacido de una familia de Santa Rosa, llegó esa vez en una época del año en que el panorama no era el de una postal que mostraba la beldad actual de esa región alicantina. “Hacía frío… era invierno, y desde la ventana de la habitación en que estábamos con un amigo veíamos a personas mayores paseando por la playa San Juan”, rememora hoy.

 

Una familia allá.

 

Los años pasaron, el muchacho se afincó y construyó su historia en ese sitio que con el transcurso de la época se transformó en la que es, quizás, la playa más maravillosa de Alicante. Conoció a su esposa, vinieron los hijos, y la idea de regresar de manera definitiva alguna vez a su tierra se fue tornando a cada momento un poco más lejana.

 

No obstante volvió siempre a su querida Santa Rosa. Esta ciudad que lo vio nacer, estudiar, recorrer sus calles, y ser frecuente presencia en baldíos y canchas de fútbol… esta actividad que, al cabo, iba a signar su destino.

 

Luchi considera que “toda la gente que emigra tiene una cuota de valentía, porque hay que tener mucha entereza para soportar la lejanía… porque se sabe: la gente cuenta lo bueno de lo que sucede cuanto te vas, pero no habla de lo malo. Porque se necesita estar fuerte… y a veces me digo que no tengo noción de lo fuerte que me hecho, porque nada ha sido fácil… tuve que lucharla, porque es complicado ir a ocupar un lugar que no es el tuyo”.

 

Cambió la vida.

 

Es verdad que cambiaron los tiempos… que cambió la vida. Así de simple y contundente. Y hay que entenderlo de esa manera.

 

Muchas veces me he detenido a pensar en esa decisión que tomaron de irse a otros lados –países y pueblos lejanos- varios de mis amigos y amigas. Y creo que a muchos de los que tenemos una determinada edad todavía nos resulta difícil admitirlo, sobre todo cuando se trata de gente contemporánea, con la que uno compartió momentos importantes.

 

Me sucede con varias personas con las que cada tanto –cada vez más de tanto en tanto-, nos hemos visto cuando regresaron casi siempre por unos pocos días impulsados por alguna circunstancia especial.

 

A esos buenos amigos, y a otros que no volvieron, hace rato no los veo, porque están a más de 10 mil kilómetros, del otro lado del océano. Y no sé si alguna vez volveré a verlos... y ciertamente duele de sólo pensarlo.

 

La felicidad de un abrazo.

 

Encuentro alguna explicación en que puede ser que me estoy poniendo grande, y que por eso me sucede esta extraña situación. Verdad es que –como dije antes- los tiempos cambiaron, que las comunicaciones son más fluidas y que mantienen más cercana a la gente. Pero igual, me parece que a las personas queridas se las quiere tener a mano, verlas, abrazarlas, sentirlas cerca. Bien cerca.

 

Son muchas las familias que un día vieron partir a sus hijos buscando en sitios lejanos un destino que creían mejor, más previsible, con menos contrariedades que las que nos ofrece nuestro bendito país a cada instante. En tanto familiares y amistades que permanecen por aquí –más allá de la posibilidad inmediata de comunicarse, y verlos por una camarita del celular- siguen añorando esas presencias de cuerpo presente.

 

Luchi, de Colonia Escalante.

 

Luis Alberto (Luchi) Domínguez Borthiry (53) es un caso. Un día partió detrás de un sueño, quizás sin la determinación de quedarse del otro lado del océano en forma definitiva… lo cierto es que ya lleva más de la mitad de su vida en ese paraíso que debe ser Alicante (España), pero siempre sintiendo ese sentimiento argento que no lo abandonó nunca. Aunque tenga una esposa alicantina y tres hijos que –por decisión de los padres- tienen la doble nacionalidad: la española… y la argentina.

 

Hijo de una familia de Colonia Escalante (sus padres aún viven en Allan Kardec 1177), Luchi es hijo de Alberto Floro Domínguez (ex jugador de Belgrano) y Ethel Noemí Borthiry, alguna vez Reina del Trigo de la ciudad, consagrada en el Club San Martín. Tiene dos hermanos: Diego Gustavo y Claudia, “los tres muy seguiditos. Y yo soy el mayor”, indica.

 

Hoy está casado con Milagros Sánchez, empresaria, dedicada al rubro de Idiomas; y tienen tres hijos: Martín (20), Diego (17) y Alberto (15). Los tres futbolistas. El más grande estudia Marketing Deportivo en la Universidad de Madrid, y juega como defensa central en Móstoles, en la tercera división del fútbol español. El segundo se desempeña en el Kelme Club de Fútbol en Elche, en la División de Honor; es arquero seguido de cerca por la Selección Argentina Sub 17, que dirige Diego Placente. El más chico está en el secundario, y también juega en el Kelme de Alicante.

 

Bien parado en la vida.

 

Luchi Domínguez se crió en Colonia Escalante, hizo la primaria en la Escuela 1; y el secundario en la EPET, donde llegó hasta quinto año, para luego completarlo en un colegio de Avellaneda, mientras jugaba en las divisiones inferiores del Racing Club. “Soy Técnico Electromecánico, título que tengo homologado en España, por las dudas, porque nunca se sabe”, recuerda.

 

Después, allá en España, al dejar de jugar hizo el curso de entrenador, ese que le ha permitido vincularse de muy buena manera en el fútbol de esa zona de la península.

 

Cuando charlamos advierto que tiene el gracejo del español incorporado en su lenguaje, y habla con chispa y con conceptos que reflejan que está muy bien parado en la vida.

 

El fútbol en Santa Rosa.

 

Vuelve atrás con su memoria y cuenta: “Acá jugaba todo el tiempo en torneos de barrios, siempre con mi papá cerca tratando de enseñarme algunas cosas, y llevándome a todos lados…”. Y lo cierto es que Floro –como lo llamamos, por su segundo nombre- también tenía el deseo que su hijo mayor llegara a ser futbolista profesional.

 

Pasó por las inferiores de All Boys dirigido por Ricardo Galera –extraordinario jugador en sus épocas-, y le tocó llegar a primera cuando el entrenador era “El Pato” Orrego y estaba Erick Winckelman como preparador físico. “Era muy pibe, en un equipo donde brillaban Armando Gatica, Estergidio Pérez, Nelson Berengan, Juan Carlos Aymú… Y Luisito Arbinzetti, quien fue el primero que me dio una mano y en el vestuario me dijo: ‘Luchi’, sentate a mi lado’. Ese fue un espaldarazo, porque había mucha gente grande y yo era todavía chico”, precisa.

 

Argentinos Juniors, regreso y Racing.

 

Un día alguien conectado en Buenos Aires lo vio jugar y le propuso ir a Argentinos Juniors. “Y fui, me probó José Pekerman y me fue bien… Estuve un tiempo, y compartí algunas conversaciones con ‘Colores’ Mac Allister, que ya estaba, e incluso cené una vez en su departamento”.

 

Luego decidió regresar porque All Boys no le dio el pase, pero pudo sumarse al equipo de Banco Pampa, que dirigido por El Pampa Jorge tenía entre otros a Tito Mansilla, Daniel Petrucci, José Luis Roston, Estergidio Pérez, Chiquito Rodríguez… Y sería precisamente Jorge quien le iba a abrir las puertas para una prueba en Racing de Avellaneda. “Estuve un año y jugué en cuarta división. Ahí conocí a Angel Roa que más tarde atajó en la Selección, y al Piojo López y al Betito Carranza… entre otros. Estuve tres años, y volví a All Boys cuando dirigía Julio Pérez en un Regional. Ahí fue que me vieron y me propusieron viajar a España… Mientras llegaba el momento y como para estar preparado fui a jugar media temporada en el Deportivo Winifreda, cuando dirigía Alfredo Sauro. Y me vino muy bien, porque además me quedaron varios amigos”, completa.

 

Rumbo a España.

 

Cuando debía partir a España, por una circunstancia especial, le tocó viajar a Buenos Aires en el avión del gobernador de la provincia. “Cuando partí de Ezeiza era un poco empezar una aventura, pero estaba decidido… me servía y me ayudó mucho haber estado tres años en Buenos Aires. La primera impresión es que iba a ir a Portugal, hasta que se dio que desembarcamos en Alicante, que al final fue mejor por esto del idioma y de la alimentación parecida…”, dijo Luchi.

 

La idea era jugar en el Hércules, pero había una cuestión por el tema de las plazas de extranjeros, por lo que “el entrenador, Quique Hernández, nos derivó a mí y a otro chico, Claudio Pereyra, a una filial que se llamaba Villa Joyosa, donde supo concentrarse la Selección Argentina para el mundial de España. Y tengo que confesar que allí nos sentimos arropados. De ahí fuimos a jugar a Orihuela, un histórico de la zona; y más tarde estuvimos en el Villena, junto con Guillermo Palma (ex arquero de Banco Pampa que también se quedó a vivir en España)”. Su carrera iba a seguir en Campello, un equipo Preferente Regional, para terminar con algún problema de rodilla en Muchamiel Club de Fútbol.

 

Conociendo a Milagros.

 

Cuando jugaba en Orihuela, no recuerda si “por una lesión o una expulsión, como no podía jugar salí un jueves y en un pub conocí a Milagros. Nos pusimos de novios y desde entonces estamos juntos…. Su padre es Paco Sánchez, conocido ciclista profesional de allí; y su mamá también Milagros. Son cuatro hermanos, y lo cierto es que es una familia muy sana, muy unida, y casi me hacen sentir como un hijo más”, expresa.

 

Vino el casamiento en 2008, “con una fiesta pequeña a las que mis padres no pudieron ir, pero la luna de miel fue venir para Argentina”, rememora.

 

Quizás era lo que necesitaba para terminar de ordenarse, aunque siempre fue “bastante prolijo, porque lo que ganaba lo ahorraba. Con el dinero del fútbol pude poner una empresa de decoración de interiores en un momento que se produjo un boom inmobiliario, y me fue muy bien”.

 

Luchi el entrenador.

 

Después, con la familia ya afirmada, y cuando sus hijos empezaron a jugar fútbol se decidió a empezar el curso y se recibió de Entrenador Nacional Nivel 3, “la máxima titulación”.

 

Y empezó a vincularse fuertemente. Trabajó en inferiores del Hércules; y luego en las del Club de Fútbol Intercity, donde logró un esperado ascenso con el juvenil a la categoría nacional, lo que le permitió codearse con clubes como Valencia, Levante y Villarreal, “que ha sido lo mejor de mi currículum”, dice no sin cierto orgullo.

 

Más tarde estuvo en Muchamiel, al lado de San Juan, ciudad satélite de Alicante y donde se hace “la fiesta grande… las famosas fogatas de San Juan. Cuando vi eso por primera vez no podía creer lo que era aquello, con tanta gente que bebía en las calles y se chocaba, pero sin que hubiera ningún incidente… aunque ahora algo cambió”, admite.

 

Vinculado con David Villa.

 

Al pasar sus hijos a Elche se dio cuenta que podía tener la oportunidad de acercarse a cosas importantes. Y en eso está, porque hoy es entrenador del Sub23 del Club de Fútbol Benidorm “que pertenece a una empresa de David Villa, el ex jugador campeón del mundo con España en 2010. También estoy en contacto con el Piojo López, que tiene su hijo jugando en Valencia, y pude conocer a Coqui Raffo”, que era coordinador en Elche, donde jugaban mis hijos”, relata.

 

Por supuesto quien conoce un poquito sobre el tema sabrá que no es fácil meterse en un circuito de entrenadores en los clubes españoles, porque son cientos los que anhelan el mismo sitial. Él está en ese lugar, y muy feliz y considerado por los directivos.

 

Cuestiones familiares.

 

Por eso cuando hace algunas semanas decidió que tenía que venir a Santa Rosa para seguir de cerca la realidad de su familia, no tuvo inconvenientes para que le dieran el permiso correspondiente. “Voy a estar unos días más, hasta que mi padre termine de completar algunos estudios, y luego deberé regresar a España”, explicó.

 

Volverá a Alicante, pero con la mirada siguiendo los acontecimientos que suceden por aquí… “Claro, y voy a tratar de volver a Argentina en cuanto pueda”, se prometió.

 

Cargando las pilas.

 

Luchi, como dice la canción de Cortés –pero al revés- construyó su vida detrás de los mares, pero por supuesto no olvida nunca la imagen querida de su vieja aldea. De esta Santa Rosa en la que hoy pasea -casi cargando las pilas, como se dice- tratando de reconocer viejos sitios, recogiendo en sus retinas las postales que le ayuden a sobrellevar la nostalgia que siempre está presente.

 

Esto es las figuras queridas de sus padres, hermanos, amigos… Las que le ayuden a seguir tan lejos… pero tan cerca sus pensamientos de lo nuestro. Suerte en lo que viene, Luchi… mucha suerte.

 

“Hay que estar donde toca”.

 

“Llevo 30 años en España, porque me fui a los 22. Y puedo decir que tuve un lindo recorrido en el fútbol, desde el callejero hasta el profesional. ¿Mi gente querida de Santa Rosa? Puedo asegurar que en el baúl de los recuerdos están todos. Y siempre estoy pendiente de lo que pasa aquí.

 

“Ahora volví por una situación familiar. Una razón de salud de mi padre, a ver cómo está todo y tratando de ayudar a la familia. Y además creo que es una suerte de mensaje a mis hijos, que hay que estar donde toca”.

 

“¿La posibilidad de regresar definitivamente? Parece difícil, pero no lo descarto… Hace cinco años traje a toda la familia, porque si bien mis hijos conocían ‘todo el libro’, no le podían poner imagen. Y quise que conocieran cuáles son los potreros donde jugué, la cancha de la Colonia Penal, la de All Boys… que conocieran el campo, que vieran lo que era un piche, un peludo… Ahora, sin decir nada a mi familia de aquí me vine. El único que sabía era mi hermano Diego, así que cuando entré a la casa de mis padres mi viejo no me conoció… hasta que mi mamá dijo ‘es el Luchi’. Y bueno, allí fueron todos abrazos y alegría”, pormenorizó.

 

Después explica que ahora es más fácil para él vivir en Alicante. “Cuando llegué para comprar yerba tenía que hacer 100 kilómetros para ir al Corte Inglés. Hoy hay de todo en todos lados: yerba, dulce de leche, empanadas, lo que quieras. Y muchos argentinos”, explica.

 

Señala que sus hijos son muy hinchas de la Selección Argentina, y que vieron todos los partidos vestidos con la celeste y blanca. “Lo vivieron como nosotros…”, dijo orgulloso.

 

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