Miércoles 01 de mayo 2024

Hasta siempre, gobernador

Redacción 28/01/2024 - 09.27.hs

Todos saben que Marín era, además de un animal político, un seductor. Un hombre que salía a visitar los pueblos y la gente se amontonaba para verlo, para tocarlo, para hablarle. Y él a todos recibía con una sonrisa.

 

MARIO VEGA

 

Murió Marín. La noticia me sorprende lejos de Santa Rosa y un poco me desconcierta. Como aquella vez con Saúl Santesteban, me pidieron “unas líneas”.

 

“Por ser el que más lo trató, el que más lo conoció como periodista de este diario”, me dice el director, y me digo…¿qué decir a esta hora de la siesta, lejos de la provincia, que no vayan a decir otros muchos periodistas de la provincia? ¿Vale la pena hablar de su figura política? Ya se encargarán otros de decir quién fue Rubén Hugo Marín, el líder indiscutido del peronismo pampeano por muchos años, el cuatro veces gobernador y tantas otras cosas que en este momento ni vale la pena precisar.

 

Es verdad, conozco a Rubén Hugo Marín, en calidad de periodista, desde antes de su primer mandato como gobernador. Lo entrevisté en infinidad de oportunidades, a veces en su oficina del Centro Cívico, en la residencia del gobernador y en muchos otros lugares circunstanciales. Cada vez ese gobernador, alegre o de gesto adusto, según las circunstancias lo ameritaren, se detenía a hablar, y a decir lo que entendía que tenía que decir.

 

Nuestras diferencias.

 

En este momento entiendo que no vale la pena ponerme a hablar de nuestras diferencias políticas, que las teníamos. Porque recuerdo perfectamente el enojo de uno de sus ministros cuando se enteró que yo había votado en contra de la reelección de Marín en aquel plebiscito de 1991.

 

Creo que él también se enteró, pero nunca me dijo si estaba enojado o si le molestaba esa circunstancia. De última, yo hacía uso de mi libertad de elegir y de decidir, y había aprendido que la alternancia en el poder resulta buena para la democracia, o eso me habían dicho.

 

Sí, tengo que decir que Marín ha sido uno de los líderes más carismáticos que ha tenido la provincia y no estoy aquí descubriendo nada nuevo.

 

“Estoy cansado, Negro”.

 

Creo que la última vez que lo vi fue hace unos tres meses, cuando para escribir una semblanza sobre Antonio Tomás Berhongaray, su viejo adversario político, me recibió en su propia casa. “Estoy cansado de la política, Negro”, me dijo. “Al mediodía en la mesa, política. A la tarde viene alguno, política. Nos sentamos a la noche, política”, pero entonces, y durante casi dos horas, solo hablamos de política. Ese era Rubén Hugo Marín.

 

Algunas anécdotas.

 

Tengo algunas anécdotas que reflejan la relación que teníamos. Todos saben que Marín era, además de un animal político, un seductor. Un hombre que salía a visitar los pueblos y la gente se amontonaba para verlo, para tocarlo, para hablarle. Y él a todos recibía con una sonrisa. Tuvo motivos para enojarse conmigo. Creo que los tuvo. Aunque yo como periodista argumentaba que eran cosas que tenía que decir. En aquellos primeros años con Marín Gobernador éramos no más de cuatro o cinco los periodistas que concurríamos a las conferencias de prensa. Y él tenía una especial predilección por contestarle a LA ARENA, que en ese momento de alguna manera yo representaba. Así que los diálogos entre el entrevistado y los periodistas generalmente se direccionaban hacia el cronista de LA ARENA. Y eso solía hacer enojar a algunos de los colegas que estaban participando de esa reunión.

 

Un gran seductor

 

Como dije antes, Marín era un gran seductor. Muchas veces me invitó a ponerme la ropa de fajina algún domingo que yo le había pedido una nota y que fuéramos a caminar por la residencia del gobernador. Siempre le dije que no. No, gobernador, usted de esa manera lo que hace es ablandar, persuadir a los periodistas que lo acompañan en estas caminatas. Y había varios que iban, y no los culpo, allá ellos. Pero jamás participé de una de esas caminatas que Marín proponía como una forma de ir ablandando al entrevistador. Hay muchas anécdotas, muchas de enojos de Rubén Hugo, como cuando anuncié que “Patucho” Álvarez iba a dejar de pertenecer a su gabinete. Él me lo había dicho el día anterior y al otro día me llamó para decirme que él no lo había dicho para que lo publicara. Si se lo estaba diciendo a un periodista, ¿qué esperaba que pasara? Hizo como que se enojaba, pero no pasó mucho más que eso. También mostró su enfado cuando anunciamos que su vicegobernador, Manuel Justo Baladrón, iba a ocupar el lugar de diputado nacional en lugar de Jorge Rubén Matzkin, por entonces poderoso jefe del bloque del PJ en la Cámara de Diputados. También resultó cierto, y el enojo a Marín al final se le pasó. No hace mucho tiempo, un año atrás quizás, me llamó para reprocharme. ¿Hasta cuándo LA ARENA iba a seguir con eso de un río por un caño? Estaba hablando del acueducto que llevaba agua a Santa Isabel. “¿Vos conociste a Santa Isabel antes que el caño estuviera?”, me dijo. “Tus patrones, los Santesteban, ¿sabían lo que era Santa Isabel antes que eso?” Sí, dije. “Bueno, no había nada, era un páramo y ahora es un vergel, está lleno de plantas por todos lados”, reprochó. Se solía enojar mucho con esas cosas. Y ni hablar el día que yo, bajo el seudónimo de “El Gordo Motoneta”, escribí algo sobre la familia real de la provincia de La Pampa, refiriéndome a la de Rubén Hugo Marín. Mucho tiempo estuvo enojado conmigo por ese tema. Después se le pasó, como siempre.

 

Marín fanático de Boca.

 

Había un tema que lo atrapaba, que le gustaba mucho, más allá de la política. Serán los demás, insisto, los que escriban sobre la cuestión política, hablando de Marín. Tenía que ver con el fútbol, era fanático de Boca y le gustaba cargar y mucho. Un día llegué a mi casa y había un sobre con un membrete de la Gobernación, con una nota adentro. Cuando lo abro, era una nota de Marín, dirigida a mí, diciendo: “En este momento difícil de su vida, querido amigo, los amigos están para acompañar”, una larga perorata que terminó con un “al final, Palermo, rengo y todo, les metió un gol otra vez”. Se estaba burlando de aquella vez en que el goleador de Boca, jugando casi en muletas, volviendo de una lesión, le metió un gol a un River de aquellos tiempos. Firmado Rubén Hugo Marín. Después llamé para que uno de sus colaboradores le dijera lo que yo pensaba de esa nota. No sé si ese colaborador, siempre tan amables con el conductor, por no molestarlo en esas circunstancias, le habrá dicho cuál fue mi respuesta, que no fue verdaderamente académica.

 

Este también era Rubén Hugo Marín.

 

Con estas líneas he querido mostrar una semblanza distinta. Yo no voy a decir que era amigo de Marín, pero tuve por él un gran respeto.

 

Creo que también él me respetaba a mí, porque creo que los dos entendíamos cuáles eran los límites. Hacía referencia antes a que en un momento, hace ya un par de años, el director de LA ARENA me pidió que escribiera una semblanza sobre Saúl Santesteban. Aquella vez titulé “Hasta siempre, maestro”. Ahora cuando tengo que despedir a Marín, solamente puedo decir que siento también una gran pena. Hasta siempre. gobernador, porque así lo llamé siempre, gobernador, aunque ya no lo fuera.

 

Se fue Rubén Hugo Marín, un tipo de códigos. Algunos pretenden asociar esta palabra a la mafia. Yo digo que la palabra código refiere a una forma de comportarse en el fútbol, en el barrio, con los amigos. Se fue un hombre de códigos. Hasta siempre, gobernador…

 

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