Domingo 14 de abril 2024

El obispo Arana iba a la Primera y retaba a los torturados

Redacción 24/08/2010 - 01.39.hs

La declaración más importante de la tarde de ayer en el juicio a los represores de la Subzona 14 fue el de Rosalind Gancedo, una de las ex alumnas de la Universidad Tecnológica Nacional de General Pico que se presentaron a dar su testimonio y reivindicó la militancia social en esa casa de estudios sobre la que se ensañó la represión ilegal. La mujer, que llegó desde Neuquén, fue una de las víctimas del grupo de tareas y le apuntó a cuatro de los acusados: Roberto Fiorucci, Néstor Cenizo, Omar Aguilera y Carlos Reinhart, de quien recordó su voz fina y el olor a alcohol de su aliento cuando la interrogaba.
Pero además agregó un dato que si bien había sido mencionado, ahora tiene sustento: que el entonces obispo Adolfo Arana estuvo dos veces con ella en su celda mientras estaba secuestrada en la Seccional Primera.

 

Militancia.
Gancedo recordó que en enero de 1975 fue una de las estudiantes que tomó la sede de la Facultad ante a la intervención que llegó desde Bahía Blanca, y que allí fue su primera detención. Para la ex alumna, fue por esa militancia que durante la dictadura fueron secuestrados y torturados muchos de los que cursaban la carrera de ingeniería.
En 1975, dijo, "fuimos perseguidos e intimidados en General Pico, tanto en la facultad, en la calle o en mi propia casa. Fui detenida por la policía de Pico a la que acompañaba en el patrullero (el entonces diputado nacional del PJ) Carlos Aragonés. Dijo 'esta persona es de la facultad, hay que detenerla'. Me subieron al auto y me llevaron a la comisaría por alterar el orden público y el buen nombre de las personas, y se refería a él (por Aragonés)".
Su casa permaneció desde entonces vigilada por la policía y en diciembre de 1975 fue allanada dos veces. Allí vivía con sus dos hermanos y con Raquel Barabaschi, su compañera y otra de las víctimas de la Subzona 14.

 

En la cárcel.
Gancedo habló con naturalidad de armas largas, esposas y gritos. Pareció querer testimoniar lo que por tantos años quiso decir y no pudo, y hasta le llegó a decir al presidente del tribunal, José Mario Tripputi, "quiero hablar", cuando este recomendó un descanso si lo necesitaba.
La mujer relató que el 24 de marzo del 76 fue nuevamente demorada junto a sus hermanos y Barabaschi durante algunas horas en la Seccional Primera piquense. Regresó a su casa, pero durante la noche fue nuevamente apresada, y esta vez su destino fue Santa Rosa.
Fue llevada junto a Zelma Rivoira, Rosa Audisio y otros detenidos en un camión del Ejército hasta la Seccional Primera de Santa Rosa y alojada en una celda junto con Mireya Regazzoli. "Antes de mi primera declaración recuerdo que ingresó Fiorucci con el obispo de La Pampa, quien era entonces, me preguntó que es lo que necesitaba. La libertad, le dije. Y me dice que si me hubiera portado bien no estaría en esa situación".
Días después, cuando ya la habían interrogado, Arana volvió a la celda, pero ella no quiso hablar con él.

 

"No sos mujer".
La víctima relató que fue llevada por una celadora a la planta alta. "Me lleva una celadora, Elsa, a una oficina chiquita, me coloca las esposas y me venda. Me deja en una habitación, parada. Nadie se me acerca, hasta que luego de bastante tiempo preguntan en tono amenazante por libros marxistas, por mi ideología marxista-leninista, me dicen que no somos personas, que yo no era mujer. Me preguntaron por armas que habían comprado en Bahía Blanca, por (el ex ministro Santiago) Covella, por (Ricardo) Calvo. Eran preguntas incoherentes, y me decían que ya habían confesado Raquel, Rosa, mi hermano".
"Eran ocho personas, porque había voces diferentes y pasos. La persona que me hablaba, me tiraba el aliento sobre la cara, en la venda, tenía olor a whisky, un olor desagradable. Me apuntan un arma en la cabeza y me empezaron a preguntar otra vez por las armas. El que tenía olor a whisky y voz fina, ahora sé que es Reinhart", dijo Gancedo.
"Yo contestaba sin miedo al principio, pero este Reinhart se me puso muy cerca y me dice mirá que nosotros te podemos matar, y me pusieron el arma en la cabeza. A partir de ahí comencé a tener miedo", declaró. La mujer afirmó que no le pegaron ni la picanearon.

 

Nombres.
Gancedo, con el mismo procedimiento, fue interrogada dos o tres veces más. Una de esas veces, "alguien habló y llamaron a Fiorucci, y después a (Néstor) Cenizo", indicó. También una de esas noches "se escuchaba música tipo iglesia y gritos lejanos, pero supe que eran de Raquel porque la voz la reconocía perfectamente". Además dijo que una de las celadoras le contó que en los interrogatorios estaban Reinhart, Fiorucci, Cenizo y Omar Aguilera.
Gancedo recuperó la libertad en abril junto con Rosa Audisio. Antes de salir las recibió Luis Baraldini junto a Fiorucci y otros dos uniformados, y les hizo firmar un papel sin leerlo, y les dijo que se "olvidaran de la Facultad" y que iban a estar vigiladas.
Como la historia de Barabaschi, Gancedo quedó bajo libertad vigilada y debía dirigirse a la comisaría de Pico para dejar los datos y firmar cada vez que salía de la ciudad. Eso se prolongó hasta el año 1981.
Gancedo reivindicó la militancia estudiantil en la UTN en el último tramo de su declaración. "Fue un trabajo social grande, que tuvo muchos alumnos, más que en Bahía Blanca y con una conducción abierta. Por eso vino la intervención vinculada a la CGT y nos trataron de comunistas, de rojos".

 

Aullidos.
Otra de las ex alumnas de la Tecnológica que declaró ayer fue Graciela Espósito. Comenzó su exposición con una frase hacia los represores, cuando se le preguntó si le molestaba que estuvieran en la sala: "preferiría que no estuvieran".
La mujer dijo que no la torturaron y que sólo la interrogaron una sola vez. Ella fue detenida apenas producido el golpe de Estado del 24 de marzo del 76 cuando estaba en la casa de Ricardo Calvo junto a Walter Neher y Carlos Llinás. "Fue un operativo impresionante, intimidante, con tanquetas y ametralladoras. Lo detuvieron a Calvo, nos preguntaron el nombre, miraron una lista, y nos dijeron vengan", afirmó Espósito.
Fue la primera mujer que llegó a las celdas de la Seccional Primera de Santa Rosa. Allí estuvo durante 14 días y supone que por algún contacto sus tíos de la capital supieron donde estaba y le llevaron provisiones. Luego llegaron Gancedo, Rivoira, Barabaschi y Audisio, entre otros.

 

Pastillas.
"Yo estaba muy mal, lloraba mucho, tenía miedo de noche, porque era difícil por las torturas, los aullidos de dolor eran desgarradores. Estar de noche ahí escuchando como torturaban era muy difícil", afirmó.
Esto la llevó a pedir somníferos para poder conciliar el sueño. "Apareció un médico a verme, estaba con Baraldini, este doctor iba por Mireya y averiguó quién era mi familia y me atendió. Era (Juan Héctor) Savioli, y me dio pastillas para dormir", afirmó.
En otro pasaje, dijo que "Savioli pasaba, no diariamente, pero sí pasaba" y que al recetarle esas pastillas "me creó adicción a los somníferos, fueron los primeros que tomé".
La mujer dijo que un tarde fue llevada esposada y encapuchada a la planta alta y que dos hombres la interrogaron, aunque sin tocarla. Y no recordó nombres ni caras entre los policías.
También sufrió lo que otras compañeras. Con libertad vigilada en la localidad donde vivía su familia, Quemú Quemú, no pudo seguir sus estudios, se quedó sin trabajo y debía avisar cada vez que se iba de la localidad. "Cortaron una vida", dijo. Gancedo pudo terminar su carrera de ingeniera, en los 80, Espósito pudo recibirse de docente.

 

Un informe médico por Aragonés
Antes de que comenzara la jornada de la tarde, el secretario del Tribunal Oral Federal leyó el informe médico realizado por una profesional perteneciente a la Justicia sobre el estado de salud del ex diputado nacional Carlos Aragonés. El jefe de la CGT piquense durante los años setenta y una de las víctimas por las que son juzgados los represores pampeanos, había pedido no asistir a la sede del tribunal por su delicado estado de salud. Su testimonio era esperado por muchos, ya que además está acusado de haber denunciado ante la Subzona 14 a los estudiantes de la Universidad Tecnológica Nacional.
Ayer el informe indicó que Aragonés, según su análisis, no puede presentarse a declarar en el Colegio de Abogados ya que la situación podría generarle un "alto grado de stress o tensión". La médica Soledad Iglesias informó sobre el cuadro médico del testigo que el año pasado tuvo un ataque cerebro vascular. La facultativa consideró que al ser todavía un paciente de "alto riesgo" lo recomendable es que le tome declaración en su domicilio particular.

 

Un represor habló ante el Tribunal
A las 19.46, el ex oficial Oscar Yorio se sentó ante el Tribunal y habló. Fue la primera vez, en lo que va del juicio de la Subzona 14 que uno de los nueve acusados decide hacerlo. Su declaración versó sobre un punto específico, una aclaración que le pidió su abogado defensor Oscar Del Campo para que los jueces pudieran entender el valor que la defensa le daba a la palabra de uno de los testigos que había pedido, el del ex policía Rubén Alberto Toldo.
El de Toldo fue el último testimonio de la víspera. Explicó que los acusados habían sido sus superiores en los '70, salvo Greppi, a quien dijo no conocer.
"Estando detenido en Gendarmería, en Buenos Aires -explicó Yorio-, el 13 de noviembre de 2003, recibí un llamado telefónico del comisario Toldo. No fui yo quien lo llamó, sino él. Estaba preocupado porque una de las personas que había declarado, atribuyéndonos hechos delictivos relacionados con esta causa, era su mamá (NdR: la ex celadora Dolly Ghiglione de Toldo, que testificará el 14 de septiembre). El quería saber dónde había salido eso. Entonces, le dije que en la revista Lumbre (Nº 20). El domingo 23 de noviembre me volvió a llamar y me dijo que la mamá había leído la revista y que ella no lo había dicho. Y que si tenía que rectificarse, estaba dispuesta. Después, no volví a hablar más con Toldo".
Tras la declaración de Yorio, Toldo regresó al recinto y dejó dudas respecto a quién llamó a quién. Sobre su madre, aseguró que le había dicho que cuando había mencionado a los ex policías, sólo había respondido quiénes eran los que trabajaban en el primer piso de la Primera. Además, relató, su madre aseguraba que había firmado su declaración en el sumario del '84 sin leerla.
El testigo dijo que, por esos días, para cotejar lo que decía la revista acudió a mirar "la declaración del sumario administrativo". ¿Cómo accedió?, le preguntó la querella. "Eso no se lo voy a decir", contestó. Ahí intervino Triputti, quien le pidió que no se pasara de "listo". De inmediato, el testigo cambió sus palabras y refirió que, en realidad, no recordaba.

 

"Me pegaron con los guantes de boxeo"
Rosa Audisio fue detenida el 25 de marzo de 1976 en su casa de General Pico, mientras dormía, en un operativo que parecía destinado "a 10 o 15 personas" por la cantidad de militares y armamentos. Al otro día fue trasladada a la Seccional Primera de Santa Rosa junto a otras estudiantes de la Universidad Tecnológica (Raquel Barabaschi, Zelma Rivoira, Rosalind Gancedo). El primer día compartió la celda junto a Zelmira Regazzoli, hasta que en un momento fue retirada porque (el jefe de Policía, Luis) "Baraldini y el obispo vinieron a visitarla" a la hija del gobernador derrocado.
Audisio, que en esa época tenía 22 años, relató que todas las noches se escuchaban "gritos y ruidos" provenientes de arriba y que una noche una celadora la trasladó al primer piso con los ojos vendados con "una camisa roja" propia y esposada por la espalda. "Subí la escalera, entré a un cuarto y no vi nada. Noté que habría seis u ocho personas y una luz muy fuerte, como un resplandor. Me pareció como que hacían ostentación de armas, colocándolas arriba de una mesa o escritorio, y alguien que me tiraba el humo del cigarrillo en la cara".
"El interrogatorio fue incoherente -indicó-. Me preguntaban por dónde estaban las armas, por cómo habíamos matado al sereno del aeroparque de Pico... Se ve que como no entendía hice una mueca que pudo asemejarse a una sonrisa. Ahí fue cuando recibí muchos golpes en el estómago dados con guantes de boxeo. También me amenazaron con que podía aparecer en un zanjón, ir a una cárcel de Chaco o que algo les pasaría a mis familiares. Hasta que alguien dijo 'dejala, ya va a decir en la próxima'".
Entre los interrogadores uno tenía "un timbre de voz distinto, parecido al de un profesor de la universidad". Las celadores le dijeron que Fiorucci era el que golpeaba.
Audisio contó que, tras el interrogatorio, "cada noche viví la sensación de que podía repetirse". Recordó ver a Barabaschi "muy golpeada". También que le decían que "podía pasarme lo mismo que ella por lo de la picana". Durante los 15 días que permaneció detenida ilegalmente durmió permanentemente vestida y no pudo bañarse.
Un día, junto a Gancedo, les dijeron que se iban. "Baraldini nos hizo firmar unos papeles y nos dijo que debíamos callarnos y olvidarnos de todo, que a partir de ese momento nuestras vidas cambiarían, que no podía volver a la facultad y que cada vez que quisiera salir de General Pico debía avisar en la comisaría". Agregó que "no había ninguna lógica" porque ella pudo seguir cursando en la UTN y otras compañeras no.
- ¿Cuánto duraban los gritos de la madrugada?
- Cuatro o cinco horas.
- ¿Escuchaba la radio?
- A la noche se escuchaba una radio fuerte, como que tapaba los gritos y los ruidos.
- ¿Supo de abusos sexuales en la Primera?
- No.
- ¿Puedo explicar en qué circunstancias le dijeron que Fiorucci golpeaba?
- Una vez, yendo al baño, una celadora mencionó que Fiorucci era el que se ponía el guante (de boxeo).

 

Un testimonio raro.
El extenso testimonio del periodista Daniel Osvaldo Ayet fue extraño. Mezcló cosas. Dio detalles muy específicos de ciertos hechos y mostró llamativa falta de memoria para otros. Evitó dar nombres en algunas respuestas, y para ello contó con la anuencia del presidente del tribunal, José Mario Tripputi, quien lo autorizó a no revelar quién era la amiga que le pasaba información en la Seccional Primera y hoy está muerta.
El testigo afirmó que fue perseguido por "mi reconocida militancia peronista", a la vez que elogió a los torturadores Omar Aguilera y Antonio Oscar Yorio. Y cuando le preguntaron si estaba diciendo la verdad, respondió sin que nadie le repreguntara: "Estoy diciendo lo que siento".
Ayet llegó a la policía pampeana en 1975, proveniente de la de Río Negro, como un experto en telecomunicaciones. Fue declarado prescindible en septiembre de 1976. Volvió a la fuerza en 1986 y se retiró menos de dos años más tarde. Afirmó que estuvo detenidos un par de veces, en 1971 junto a Mario Roberto Santucho, líder del ERP, y en 1974.
El ex suboficial relató que en 1976 se desempeñaba en la central de comunicaciones de la Jefatura de Policía y que lo mandaron a La Humada. Allí interceptó un mensaje donde pedían que lo aprehendieran. El día del golpe, "a las tres de la madrugada, cuando los tanques estaban en la calle", le pidieron que despertara al vicegobernador Rubén Marín y a "dos o tres altos funcionarios de la Policía". Le entregaron una ametralladora y "una furgoneta blanca no identificada". ¿Qué hizo? Desarmó el arma, dejó estacionado el vehículo en la terminal de ómnibus y se hospedó en el residencial Mitre durante dos días. "Era una trampa, una ofensa a mi inteligencia. Yo era boleta, pero no me pescaron. Después, ya no valía la pena", aseguró.
Contó que el 9 de abril fue detenido en la Seccional Primera como presunto subversivo y que estuvo en esa condición durante 34 días ("31 días permanecí desaparecido"). "Me llama la atención que no se haya hablando del patio de la Unidad Regional I (funcionaba en el mismo edificio que la comisaría). Allí había más de cien personas. Los policías entraban y se llevaban gente. Esa noche viví el más terrible de los temores. Nadie sabía a quién le tocaría ser el próximo. A mi amigo Rodolfo De Diego se lo llevaron. Volvió con la lengua hinchada, oscura. Me dijo: 'el hijo de puta me picaneaba y se reía'. Dio el nombre de Athos Reta, como que estaba o participaba (de los tormentos). También vi a (Héctor) Zolecio orinando sangre, muy torturado, y con una toalla con sangre en el cuello".
- ¿Puede describir alguna otra escena de ese momento?
- Si la hubo, prefiero no recordarla. Entienda el terror de esa noche.
Del patio, recordó que las baldosas eran de color ocre y que tenía una rejilla en el medio. Su dimensión era 8 x 8 metros.
Cuando le pidieron otros nombres de detenidos, Ayet dijo que en el patio vio a "Raúl (sic) Santesteban, (Santiago) Covella y Hugo Ferrari". También que estuvo celda de por medio con Mireya Regazzoli y que "cuchicheaban" entre ellos. Una aclaración: Santesteban, director de LA ARENA, no estuvo en la Primera, y Regazzoli en su testimonio no mencionó a Ayet.
El ex policía sostuvo que el 13 de mayo lo llamó Aguilera y le dijo que se vaya. En septiembre, viendo un expediente, supo que lo habían detenido porque "el comisario Servetto dijo que estuve vinculado al secuestro de los hermanos (Jorge y Juan) Born (NdeR: fueron secuestrados por Montoneros en 1974) porque yo trabajaba en la radio de Huinca Renancó y con dinero del rescate se entregó una ambulancia a Realicó".

 

Elogios a represores.
"El terror comenzó el 9 de abril, pero sus consecuencias recién terminaron siete años después". Por la ley de prescindibilidad no pudo trabajar en varias provincias. En 1994 declaró en el sumario administrativo del Gobierno provincial sobre la actuación policial durante la dictadura. "Fue una declaración light, casi sujeta a presiones, que no fue prestada bajo juramento. Por eso pido que se tenga en cuenta la declaración de hoy, que fue hecha bajo juramento de ley". Agregó que el testimonio suave fue un consejo del instructor, el comisario Timoteo Trouilh, "un amigo, un compañero peronista que me aconsejó bien". Cuando desde las defensas le preguntaron por las presiones, las relativizó.
Luego Ayet lanzó sus elogios a dos represores. "Nadie tenía lo que había que tener, dentro de la policía, para darle órdenes al Negro Aguilera; excepto un militar como (el entonces jefe de Policía, Luis) Baraldini".
- ¿Qué quiere decir con eso?, lo interrogaron
- Que era bravo y tenía fama de eficiente. Era el único que tenía huevos para entrar solo al (barrio) Matadero. La del '76 era una policía brava. Cuando alguien agredía a una mujer, no llegaba al juez, le daban una tunda. Y si llegaba al fiscal, le decían que se dejara de joder y le daban otra vez.
De Aguilera acotó que "hacía bien las cosas, tenía controlada la provincia, la ciudad".
- ¿Después del '76 habló con algunos de los imputados?
- Con algunos nos encontramos por ahí... A Aguilera lo encontré en un taxi. Me miró por el espejo y le pregunté si me conocía. Con su soberbia me dijo que no. ¿Qué iba a decirle? Hoy yo estoy acá y él allá. ¿Me entiende usted? Alguna vez iba a llegar...
Además aseguró que fue "un placer y un honor haber trabajado con Yorio en Realicó. Fui su subordinado y jamás se habló del tema. Jugábamos al ajedrez y hablábamos de otros temas, como política y literatura".
Ninguno de los dos imputados pudo escucharlo porque estaban ausentes.
- ¿Fue llamado para integrar algún grupo de tareas?
- No. Por mi militancia peronista no me iban a llamar.
Ayet viajó especialmente desde España para hacerse escuchar. Fuentes judiciales confirmaron que pidió que el tribunal le pague los gastos del traslado.

 

"Tenían asistencia médica"
"El Cholo De Diego dijo que lo había atendido un médico, aunque no sé quién; lo mismo que Zolecio. Yo interpreto que el médico estaba en el lugar o afuera esperando a que terminaran (de torturarlos). A los que palizeaban (sic) arriba, en la parrilla y con el submarino, volvían con asistencia", aseguró Ayet.
El ex policía fue la primera persona que, en las siete audiencias que lleva el juicio, mencionó que en la Seccional Primera se torturaba con el método del submarino ("lo hacían con un balde de lavar, aunque no recuerdo quién me lo dijo").
En un primer momento, Ayet se limitó a aseverar que sólo vio al médico policial Máximo Pérez Oneto, a quien conocía como miembro de la fuerza, atender a "un preso que se había tajeado" y que no hablaría de oídas. Sin embargo, el querellante particular Miguel Palazzani le pidió que hablara de oídas para saber que había escuchado. Ahí fue cuando mencionó los dichos de De Diego y Zolecio.
Incluso cuando el juez Tripputi buscó precisiones, el testigo respondió que "con seguridad" las víctimas recibían asistencia médicas. Eso sí, no dio nombre de los profesionales.

 

Otros dos represores no quieren ver ni escuchar
Otros dos represores, Antonio Oscar Yorio y Hugo Roberto Marenchino, pidieron estar ausentes en las audiencias orales y públicas donde víctimas y testigos relatan los sufrimientos padecidos en la Seccional Primera durante la dictadura. De esta manera ambos se sumaron al ex jefe de la Unidad Regional I, Roberto Esteban Constantino, y a Omar Aguilera, en la intención de no escuchar esos testimonios, y ya ayer no concurrieron a la mañana. Sin embargo, por propia elección, Yorio fue a la tarde para oír al ex policía Rubén Toldo.
Uno de los abogados querellantes, Franco Catalani, pidió que se cumpliera a rajatablas con el artículo 366 del Código Procesal Penal de la Nación que expresa textualmente que "si el imputado no quisiere asistir a la audiencia, será custodiado en una sala contigua" y que "si fuese necesario practicar su reconocimiento podrá ser compelido a la audiencia por la fuerza pública". ¿Por qué? Porque los cuatro represores permanecen en la Unidad 4, donde están presos, y no en una sala contigua. Además requirió que asistan al juicio para eventualmente poder ser reconocidos.
El abogador defensor Hernán Vidal adujo que ya pasó el tiempo de los reconocimientos y que, en este momento del proceso, esas medidas "no tiene valor". Vidal se opuso a "cualquier tipo de reconocimiento" y agregó que, en todo caso, los rostros de los imputados ya salieron fotografiados en los diarios.
El tribunal, a través del presidente José Mario Tripputi, contestó que tendría en cuenta los planteos, pero mantuvo la decisión de autorizar a los ex policías a quedarse en la unidad penitenciaria.

 

MEDICO - El primer testigo de ayer fue el traumatólogo Jorge Marchini. El médico operó las muñecas de Zelmira Regazzoli en 1997 y 2002. "Me dijo que había sufrido ataduras e injurias en ellas", explicó. Pero ante una pregunta concreta de uno de los defensores, acerca de si las intervenciones quirúrgicamente se debieron "exclusivamente" a la presión que pudieron ejercer las esposas en 1976, Marchini dijo que no podía afirmar que hubiera sido por ello.

 

ESTRATEGIA - El defensor oficial Oscar Del Campo solicitó expresamente que los testigos Rosa Audisio y Daniel Ayet reconocieran sus firmas en las declaraciones prestadas hace 26 años en el sumario administrativo ordenado por el gobernador Rubén Marín. Pareció que lo hizo para intentar demostrar que algunos de los dichos actuales no coincidirían con los relatos de aquel entonces.

 

AUSENTES - El tribunal confirmó que de la lista original no se presentarán doce testigos, entre ellos tres de las 28 víctimas de la causa: Dully Girard de Villarreal porque está en España y tiene problemas de documentación, Olga Edith Juárez porque falleció (había identificado a Carlos Reinhart como quien picaneaba) y Gerardo Nansen porque vive en Uruguay y no fue localizado. Los otros que no testificarán serán el ex juez federal Juan de Dios Uncal, Alicia De Diego y Florencio Tancoff por cuestiones de salud; Héctor Oveseika, Pablo Viguera y el policía Humberto Gorozurreta porque murieron; Valentín Bosch y Juan Brower de Koning porque residen fuera del país y Horacio Ballesteros porque no fue ubicado.

 

SUGESTIVO - Tripputi se interesó por el nombre del policía Osvaldo Beiguel cuando fue identificado como el escribiente del sumario administrativo abierto por el gobernador Marín en 1984. Ocurre que Beiguel sería la misma persona que el juez procesó el 18 de mayo de 1983 por los delitos de apremios ilegales y privación ilegítima de la libertad personal, en forma agraviada en concurso ideal con lesiones leves, en perjuicio de Néstor Raúl Elero. En ese momento el policía era subcomisario en Rancul.

 

Testigo incriminó a más ex policías
Norberto Flores fue otro de los testigos que prestó declaración en la jornada vespertina del juicio. El hombre recordó cómo detuvieron a su padre, Julián Flores, quien, según testimonió, fue torturado con golpes y picana por el grupo de tareas de la Subzona 14. Incluso leyó un escrito que pertenecía a su padre, fallecido en 1996, donde daba los nombres de los torturadores.
En el listado leyó los siguientes apellidos: Constantino, Aguilera, Fiorucci, Guevara Núñez, Gauna, Reta, Escalada, Ochoa (los hermanos), Smith, Oficial Giménez y Reinhart. Referido a ellos, leyó una frase textual del manuscrito de su padre que rezaba: "Ese personal de policía debería estar preso por sus buenas condiciones de torturadores". El testigo entregó una copia del manuscrito al Tribunal.
Recordó que él fue llevado a la Jefatura de Policía junto a su padre, pero que una vez ahí, Reta le comunicó que podía irse. En cambio, le dijo que su padre debería permanecer para responder algunas preguntas. El testigo, que entonces tenía 36 años, recordó que pasaron 14 días hasta que volvieron a ver al padre.
Julián Flores era jefe del Registro de la Propiedad Automotor de la provincia y, a su vez, un conocido militante peronista en La Pampa. Ante una pregunta del abogado querellante Miguel Palazzani, respondió que su progenitor era amigo de varios funcionarios regazzolistas, los cuales "pudieron haber estado detenidos junto a él".
Recordó que las secuelas que le dejó la tortura a su padre fueron una costilla rota y los testículos "secos" por la picana. Por esto último realizó un tratamiento médico. El Tribunal le consultó si consideraba que la muerte de su padre, en 1996, estaba vinculada con aquellos padecimientos, a lo cual respondió que se debió a un paro cardíaco.
El testimonio de Flores culminó a las 19.30.
Antes de terminar la audiencia, el fiscal federal Jorge Bonvehi solicitó al Tribunal que analizara la posibilidad de solicitar un nuevo parte médico del coronel retirado Fabio Iriart (84 años), para determinar si era posible incorporarlo al juicio como imputado y tomarle declaración a través de una video conferencia. Tal como ocurrió cuando comenzó el juicio, los jueces rechazaron de plano la solicitud.

 


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