Martes 23 de abril 2024

Las torturas de los represores incluían el abuso a mujeres

Redacción 12/08/2010 - 01.15.hs

El esposo de Barabaschi, con los ojos puestos en los represores, les dijo: "Todavía estoy esperando que me digan qué cometió mi señora para que le hicieran semejante salvajada".
La continuidad de los relatos de víctimas y testigos sigue enrojeciendo los ojos. Y sigue sorprendiendo, aunque a esta altura, aun con apenas dos semanas de juicio, ya nada parezca que vaya a sorprender.
Los manejos discrecionales, ¡tan discrecionales!, a este sí a este no, se asemejan a esa frase de una canción de Serrat que dice: "resulta bochornoso verles fanfarronear, a ver quién es el que la tiene más grande".
Ese fanfarronear de ayer no se condice con el acobardamiento de hoy de bajar las miradas cuando un testigo, como el esposo de Raquel Barabaschi, Luis Alberto Barotto, clavó su vista en quienes torturaron a su mujer. Esa mirada directa de Barotto -que bien podría resumir décadas de impotencia- fue la imagen de ayer en el juicio de la Subzona 14 que se le sigue a los represores Néstor Omar Greppi, Roberto Esteban Constantino, Omar Aguilera (ambos no están presentes por decisión propia), Roberto Oscar Fiorucci, Athos Reta, Carlos Roberto Reinhart, Antonio Oscar Yorio, Néstor Bonifacio Cenizo y Hugo Roberto Marenchino.
No fue lo único. También se escucharon el fuerte testimonio de Stella Maris Barrio, las confirmaciones de Mirta Gladys Alzamendi de Antonio y la revelación de Norma Beatriz Trouilh de que a una presa común, que estaba en la Seccional Primera y mantenía relaciones sexuales con Reinhart, le practicaron un aborto.
Barotto era novio de Barabaschi cuando vino el golpe del 76. Ella es una de las 28 víctimas que tiene el caso. Ambos estudiaban en la Universidad Tecnológica de General Pico. Ninguno pudo recibirse porque fueron detenidos y luego vivieron bajo un régimen de libertad controlada. Uno de los que lo detuvo fue un militar de apellido Chacón, con quien había ido junto a la escuela.
El testigo fue trasladado desde Pico a Santa Rosa junto al periodista Héctor Suárez -compañero de trabajo de víctima, Hugo Ferrari- y el entonces diputado nacional Carlos Aragonés. Los custodió "el comisario Iglesias, actualmente a cargo de la custodia del hospital" Centeno.
Los tres quedaron presos en la Unidad 4. "Ahí un guardiacárcel le contó a (José) Brinatti que tuviéramos cuidado con Aragonés porque a la noche lo sacaban para que contara que hablábamos durante el día entre los detenidos". Barotto volvió a señalar a Aragonés como uno de los "buchones". El ex presidente del PJ pampeano tiene que declarar como testigo, pero su presencia en el juicio se ha demorado por razones de salud.
Luego, en la Brigada de Investigaciones, el marido de Barabaschi fue interrogado por "las armas, los jefes de los grupos subversivos y el ministro zurdo (Santiago Covella), con la cabeza cubierta por una "capucha o poncho" y las manos esposadas. Cuando pudo ver a su interrogador, éste se presentó como el oficial Guiñazú (NdeR: el ex comisario Eulises Guiñazú, que se suicidó, estuvo sospechado de formar parte del grupo de tareas).

 

"No son personas..."
De la U4 Barotto fue llevado a la Seccional Primera junto al ex intendente piquense, Juan Alfredo Torres, y a Omar Thomsen. Allí fue testigo de las torturas padecidas por Clemente Bedis y Justo Ivalor Roma, uno de los sobrevivientes.
"Un día a Bedis se lo llevaron a la una de la madrugada y lo trajeron a las ocho, sucio de tierra porque había estado en un descampado. Volvió ensangrentado, desfigurado y con puntos rojos en el cuerpo por la picana. Roma tenía toda la parte de acá negra (por el estómago), negra como este micrófono. Lo trajeron a la celda y lo tiraron como cuando se carnea a un animal. Y además no podían tomar agua por la electricidad" que habían recibido por la picana.
El testigo afirmó que "el nombre más nombrado entre los torturadores era Reinhart, y también Yorio" y que allí vio a Aguilera, Reinhart, Constantino y a Cenizo, que "nos tiró un plato de comida por debajo de la puerta como si fuéramos animales. Es un infame porque conocía a mi señora y hasta había ido a la casa de su abuela a tomar mate".
Al final de su declaración, que fue en todo momento con voz firme, a Barotto se le hizo un nudo en la garganta. Fue cuando dijo si escuchaban la radio era porque había una sesión de torturas. "Ya lo sabíamos. Lo sabía por Raquel, que fue lo más duro".
En ese momento, el hombre de pelo blanco y al que sus hijos estaban escuchando a sus espaldas, clavó la vista en los represores: "Las torturas no sólo fueron físicas, sino todo lo que vino después, con la libertad vigilada, las carreras truncas, las dificultades para conseguir empleo... Por suerte pudimos formar una familia. No sé cómo serán las familias de ellos, cómo le dirán a sus hijos de 20 años que torturaron a jóvenes de su edad. No son personas. Todavía estoy esperando que me digan qué cometió mi señora para que le hicieran semejante salvajada".

 

El aborto de una presa.
Trouilh, que contó que "de chica jugaba con Cenizo", era celadora de la Primera en 1978, cuando fue ingresada Zulema Arizo, la docente de Paso de los Algarrobos que trabaja en la escuela rural cuya directora era la hermana de Fiorucci. "Me contó que había sido secuestrada y golpeada y que la habían tenido 15 días en un sótano". Ella fue quien la acompañó a la Terminal para que se tomara un ómnibus a Rosario. Al tiempo, Arizo le mandó una carta, pero "del miedo que tenía, la rompí".
La testigo sostuvo que "Constantino me perseguía por ser la hija del comisario Timoteo Trouilh, a quien el 24 de marzo de 1976 habían pasado a disponibilidad. Sufrí maltrato psicológico y físico y tengo un zapato ortopédico porque todos los días me hacían hacer guardia". Trouilh padre fue el instructor del sumario abierto por el gobierno en 1984 contra la policía. En aquel año '78 uno de los oficiales de la comisaría era el actual jefe de la fuerza, Ricardo Baudaux.
Pero lo principal del testimonio de Trouilh fue un dato -que la propia Arizo lo había dejado entrever en su testimonio- que sirve para reforzar aún más aquella absoluta discrecionalidad, aunque para el tecnicismo de la causa posiblemente quede afuera de los alegatos: "Una mujer, que estaba presa por drogadicción, me dijo que mantenía relaciones sexuales con Reinhart y que le habían hecho un aborto". Punto final.

 

La celadora que vio, y habló poco
Mirta Gladys Alzamendi de Antonio fue celadora policial durante dos décadas. Entre fines de 1975 y en 1976 prestó servicios en la Seccional Primera, donde estaba "la mayoría de los señores jefes que están acá", en alusión a los imputados. Allí vio a tres de las mujeres que figuran como víctimas en la causa de la Subzona 14, donde se juzga a nueve represores pampeanos. Ella recibió a Ana María Martínez y subió al primer piso, donde estaba la sala de torturas, a Zelmira Mireya Regazzoli y a Nery Greta Sanders de Trucchi.
"Martínez llegó mal, mal, mal (sic), en muy malas condiciones. Me la entregaron como un bulto. No caminaba. Gemía y gemía. Fue el caso más chocante que ví -expresó la testigo-. La custodié mucho tiempo en el hospital (donde se le realizó un legrado porque estaba embarazada), aunque nunca tuve que llevarla a un interrogatorio. A Regazzoli y Trucchi sí las subí (al primer piso). Las entregaba vendadas y ahí terminaba mi tarea. Después las recibía. Las únicas vendadas eran las que estaban afectadas a la Subzona 14".
La declaración de Alzamendi fue con respuestas cortas, sin palabras de más y hasta pareció que con cierto temor, más allá de que manifestó que no tenía inconvenientes en hablar frente a sus ex jefes. Dejó la sensación de que pudo decir más. Por eso valen recrear las preguntas y respuestas.
- ¿Cómo salían las detenidas de los interrogatorios?
- Mal.
- ¿Por los maltratos?
- Sí. Yo pienso que por los golpes, no sé.
- ¿Veía evidencias de los golpes?
- Sí, sí.
- ¿Tenía directivas de no darles agua?
- Recibía órdenes. Me lo advertía el sargento Giménez cuando me entregaba a las detenidas.
- ¿Tenían atención médica?
- Sí, estaba (el médico policial Máximo) Pérez Oneto y un médico militar.
- ¿Concurrían los militares a la seccional?
- No sé.
- ¿Le tocó participar de procedimientos fuera de Santa Rosa?
- Sí, en varios lugares. Recuerdo uno en Jacinto Arauz donde se detuvo a una señora que fue trasladada a la Seccional Primera en una camioneta blanca que no era de la policía.
- Usted, en el sumario de 1984 (abierto por el ex gobernador Rubén Marín), declaró que Reinhart le dijo que después que recibía a las detenidas no les diera agua durante tres horas porque le habían aplicado la piensa eléctrica. ¿Es así? ¿Lo ratifica?
- Sí, respondió Alzamendi con una voz casi inaudible.
- También dijo que a las detenidas las recibía Cenizo.
- No sé.
- ¿Ratifica toda su declaración del '84?
- Sí.

 

"Soy madre, tengo familia".
En un tramo de la declaración, y a esto venía de su cierto ahorro de palabras, Alzamendi admitió que después de relatar tantas veces los mismos hechos a lo largo de las años, ella sólo se limita a contestar. Así lo expresó: "Llega un momento en que uno no quiere hablar porque también vivió cosas ahí adentro. Yo soy madre, tengo una familia y me pongo en el lugar de otras personas".
- ¿Hay algo más que quiera contar?
- No. Sólo respondo lo que pregunten.
Después surgió un ofrecimiento que recibió en 2006 para cambiar su testimonio de 1984, maniobra que derivó en la apertura de una causa penal y en una serie de procesamientos. Ahí el fiscal Jorge Bonvehi se opuso a preguntas del querellante Miguel Palazzani y pidió "limitarse a los hechos del juicio", pero éste planteó que esas presiones no son ajenas al debate y pidió flexibilidad para que "la investigación no se convierta en compartimientos estancos".
- ¿Sigue sintiendo que (los imputados) son sus jefes?
- Fueron.
- Usted dijo que el de Martínez fue el caso más chocante. ¿Qué otros vio?
- Por la forma en que las entregaban después de los interrogatorios...
- También dijo que es madre y tiene familia. ¿Por qué esa reflexión?

 

Un relato inédito sobre un abuso
Stella Maris Barrios nunca había contado lo que contó ayer frente al tribunal. Dijo que lo hizo, fundamentalmente, "por respeto a mi mamá (Nery Greta Sanders de Trucchi), que con 75 años los enfrentó, dijo lo que tenía que decir y denunció a los que lo hicieron", en alusión a que identificó como torturadores a Roberto Fiorucci y Carlos Alberto Reinhart.
Hasta ahora a Stella Maris le había dado "miedo y vergüenza" sacar a la luz algo que "tuve guardado mucho tiempo" porque podía no creerle. Ocurre que, aunque eludió los detalles, en sus días de detenida fue abusada por sus captores.
Su relato, que originó una discusión en el juicio acerca de si merece o no ser investigado ya por la justicia federal, conviene escucharlo en primera persona.
"Yo era estudiante de la Universidad Tecnológica de General Pico y compañera de Raquel Barabaschi (otra de las víctimas) y Graciela Espósito. Como me estaban buscando, mi jefe me aconsejó que me presentara en la comisaría. Fui sola y quedé detenida porque figuraba en una lista.
"Esa misma noche me vendaron y esposaron y me sacaron en un auto o camioneta a dar vueltas. Comentaban que era una presa importante y que tenían que conservarme. Era para asustarme. Yo lo estaba, pregunté qué iba a pasarme, y pedí ir al baño para intentar saber adónde estaba. No sabía si habíamos dado vueltas a la manzana o estábamos en medio del campo.
"Me bajaron el pantalón y me dijeron 'dale', mientras se reían y seguían diciendo pavadas. Yo oriné y me quedé esperando que me subieran el pantalón, pero empezaron a pegarme en la cara, como si los estuviera provocando, cuando como estaba esposada por la espalda no podía levantarme el pantalón".
La mujer llora por segunda vez. Los recuerdos vuelven a aparecerle. Le cuesta retomar la crónica. Pero sigue.
"Hubo manoseos, ellos decían 'aprovechemos'... Prefiero no contarlo con lujos de detalles. Hasta que uno dijo: 'Paremos, paremos. Estos son todo amor y paz (sic) y mirá cómo lloran enseguida'. Me levantaron el pantalón y después de ser abusada me dejaron sola en la camioneta. Arrancaron en silencio. Yo pensaba adónde iba a ir a parar. Frenaron y me dejaron parada en el medio de la nada. Era un juego psicológico. Retrocedieron, me alzaron y volvieron a decirme: 'Vos estás muy comprometida, no sabés dónde te metiste, hacé memoria para salvarte'. No sabía de qué hablaban. Al final aparecí en la Seccional Primera.
"En la Primera estuve 15 días. Al único que reconocí fue al señor Reinhart (sic). Fue cuando una vez que me subieron al primer piso me preguntó si sabía porqué estaba ahí. Tenía una voz rarita (sic), la misma que me hizo preguntas en un interrogatorio. Allí escuché gritos de noche, unos serían de (Santiago) Covella. Al final, junto a Raquel nos llevaron con (el prófugo ex jefe de la Policía, Luis) Baraldini. El nos dio la libertad condicionada. Nos dijo que nos cuidáramos y que nos fijáramos con qué gente caminábamos por la calle. Daba miedo. Era provocador. Con la mirada parecía aplastarte".
Barrios regresó a General Pico, pero quedó cesante de la administración pública -era empleada en el parque industrial- porque no pudo justificar esas dos semanas de inasistencia. Se vino a la casa de su mamá, en Santa Rosa, y siguió sintiendo miedo porque Constantino solía pasar "dos veces por día, despacito, despacito" por el frente de la vivienda.
Mientras una hija suya lloraba a sus espaldas, la testigo sólo pidió algo: "No sé quiénes abusaron porque como estaba vendada no vi a nadie, pero había jefes que los mandaron o que sabían lo que pasaba. Yo quiero que digan los nombres de quiénes estaban bajo su tutela".
Ya en la calle, se acercó al juez José Mario Tripputi y lo abrazó. "Gracias por escucharme", le dijo en voz baja la pequeña mujer de gran valentía.

 

El fiscal no quiso abrir una causa
El abogado querellante Miguel Palazzani pidió que se remita "en forma urgente" a la fiscalía federal el testimonio de Stella Maris Barrios para que se inicie una investigación penal. Adujo que es "inconveniente" esperar hasta que finalice el juicio en diciembre. El fiscal del tribunal, Jorge Bonvehi, se opuso porque sería "dispersar esfuerzos" y pidió esperar la conclusión de las audiencias.
Su postura fue respaldada por los defensores de los represores. Uno de ellos, Hernán Vidal, le sugirió al querellante, que "tiene buenos contactos, que le faciliten las filmaciones (del juicio), y haga la denuncia ante la fiscalía". Palazzani recordó que cuando se trata de delitos de acción pública el Ministerio Fiscal está obligado a promover la causa de oficio.
El Tribunal Oral Federal, después de remarcar que el titular de la acción penal (Bonvehi) estaba en la sala, anunció que resolverá oportunamente.

 


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