Martes 16 de abril 2024

Rolando Gambuli, el reposo del campeón

Redacción 18/05/2014 - 03.10.hs
MARIO VEGA
El motociclismo tuvo un período fantástico, y naturalmente protagonistas destacadísimos: uno de ellos era Rolando Gambuli. Su vida, la fábrica Elgea y la política expresan un combo muy interesante.
Hay quienes se quedan aferrados a lo que fue y ya no es; los que saborean recordar aquellos tiempos que pudieron haber sido mejores, por lo menos en algunos aspectos de sus vidas. Otra gente que no, que simplemente se dedica a vivir lo que le toca sin permanecer mirando atrás. Y así cada uno -a su manera- va transcurriendo esta existencia de la mejor manera que puede hacerlo.
Estamos los que gustamos de echar una mirada atrás, apelar a la nostalgia, pero otros directamente se muestran desinteresados de lo que sucedió: "ya lo viví, ya está", parecen reflexionar casi con frialdad, y a veces mostrando cierto desapego por aquello que pasó. "La vida está delante", se convencen.
Esta persona que tengo frente a mí no es el clásico evocador de viejas proezas, el que vive regodeándose por antiguos logros, por más que esos recuerdos permanezcan en el subconsciente y en la memoria de quienes -de alguna manera- hemos sido testigos de una parte de sus vidas. No obstante me doy cuenta que lo tiene bien atesorado en su mente, porque lentamente va soltando detalles de un transcurrir en el que hizo, de verdad, muchas cosas.
La barba blanca y crecida, algunos kilos de más, su típica voz áspera y cascada, y la amabilidad de esperarnos en el pasillo que conduce a su departamento en el barrio Río Atuel, donde vive solo. "Estoy muy bien así, ando mucho, tengo mis cosas... mis plantas", señala a un rincón del pasillo donde se puede ver alguna más o menos exótica, y la de aloé vera más grande que he visto en la ciudad.

Familia de laburantes.
Rolando Luis Gambuli (64), es hijo de Enrique y Solange Emma, padres de seis varones: Bocha (Raymundo), fallecido; Leonardo (tiene taller de electricidad), Osvaldo (trabaja en la UNLPam), Rolando, Roberto (vive en Islas Canarias), y Fabián (docente). Todos ellos fueron criados en los valores del esfuerzo, del trabajo y la honestidad, y conformaban con sus padres una de esas típicas familias tanas que contribuyeron a forjar esta pampa que tanto queremos.
Rolando tiene tres hijos: Lucas, Pamela y Anella, que le han dado cuatro nietos, Valentino (8), Aymara (4), Lucas (13) a quien acompaña porque juega fútbol en All Boys, y Mía (4).
Mamá Solange tuvo que lidiar con seis muchachitos -¡sí, todos varones!-, y nunca pondría mala cara cuando volvían del taller engrasados de pies a cabeza. "Nunca una queja... estaba feliz por eso. Pero claro, la ropa de la escuela, que nos íbamos pasando de uno a otro hermano, había que cuidarla". Venidos de Catriló, los Gambuli se constituyeron en referencia obligada de Santa Rosa. Don Enrique era un emprendedor por excelencia (supo trabajar con maquinarias agrícolas), y llegó con la idea de instalar en la ciudad una fábrica de baterías.
Elgea fue un emprendimiento que llegó a contar con 25 empleados, y que distribuía sus productos en toda La Pampa, oeste de provincia de Buenos Aires, Neuquén y Río Negro. Sí, fue toda una potencia, que en esos tiempos competía con las "importadas" General Motors, Champion y Williams.

 

Elgea marcó una época.
No sólo su producto, sino también su marca, fue reconocida, porque Elgea tuvo los mejores equipos de baby fútbol -furor en aquellos tiempos en que no existían las ligas infantiles- y disputaba torneos en los clubes Sarmiento, San Martín, Fitte, la Parroquia la Sagrada Familia, y también en pueblos del interior.
Don Enrique Gambuli -había jugado fútbol- era el "jefe", y Elgea usaba una camiseta blanca con la banda verde cruzando el pecho (igualita a la de Banfield)... y hay nombres conocidos, y algunos llegaron a jugar en primera división: El Mono Sánchez, El Mono Carassay, Juan Carlos Carassay -¡sí, el periodista!-, Pablo Fernández, El Sapo Villafañe, Caito Durán, Raúl Carlucche, Bernardi, Cacho Montironi, Hugo Di Nápoli, y tantos otros. Si hasta el rusito Alejandro Eberhardt -luego gran softbolista- jugaría de arquero. Llegaba Elgea a cualquier cancha y se sabía quién iba a ser el campeón. Allí estaba Rolando, que luego tuvo un paso fugaz por Penales, y que terminó jugando en Mauricio Mayer. "Me gustaba salir, y el fútbol me duró dos años... después fui a trabajar en la fábrica, y armé mi primera moto de carrera, porque mi hermano el Bocha ya competía. Armaba y desarmaba porque todo el tiempo se rompía... andaba por los 16 ó 17 años, y le íbamos a empezar a dedicar buena parte de nuestro tiempo al motociclismo".

 

Las competencias.
De más chico, con 11 años, compitió con unas catanguitas que tenían un motor de 50 centímetros cúbicos, y es una revelación que cuente que también participaban Manolo Baladrón y el Ruso Di Nápoli, que devendría en periodista y hoy tiene una imprenta. La pista de carbonilla en que corrían estaba alrededor de la cancha de fútbol del Club Estudiantes. Rolando muestra una foto de ese momento y se ríe del casco que lleva puesto: "Era el único que lo usaba, y en realidad era un cuero de un fútbol que mis hermanos habían adaptado", revela.
El kárting también tendría a Rolando como protagonista, pero las motos iban a ser la pasión familiar. Coco correría la primera vuelta de La Pampa y Bocha la segunda; y al tiempo se habrían de sumar Rolando y el menor de los Gambuli, Roberto, quienes habrían de obtener triunfos resonantes.
Fue la época en que se produjo un boom, y se reunían más de 100 máquinas en una competencia rutera, y unas 40 en autódromo, escenario en el que los pampeanos se iban a poner cancheros. "La primera vez nos invitaron a un autódromo en Río Negro y nos pasearon, pero en cuanto volvimos con el Peludo Sosa, Miguel Gugliara y otros nos preparamos mejor: el chasis, los escapes, la amortiguación, los frenos... y le agarramos la mano. Cuando fuimos a La Plata el campeón argentino, un tal Di Marco nos sacó un campo, pero a la vuelta le pegamos una paliza bárbara...", recuerda sin fanfarronería.

 

Rolando, el campeón.
Había una febril actividad en los talleres de la ciudad, escuderías que cada vez se iban
haciendo más fuertes, y competidores que tenían un nivel excelente. Más allá de aquellos que se mencionan estaban Lalo Rojas, los Mazzoni, El Mono Suárez, El Petiso Sáez, Tory Casais, El Ruso Schiel... y tantos. Eran duelos tremendos, de máquinas excelentemente preparadas, y de pilotos que arriesgaban todo en cada curva.
Y entre los mejores estaba Rolando representando, obviamente, a Elgea Competición. "Las motos que armábamos nosotros no se rompían nunca y eso era una ventaja". Se lo tengo que sacar, porque no parece dispuesto a decirlo: "Sí, fui campeón provincial en 1980 y 1981, y en 1979 campeón interprovincial. ¿Si recuerdo la última carrera que hice? Fue en 1982, en el autódromo... me caí ese día, pero no fue por eso que dejé, sino que lo tenía decidido. Tenía 32 años y tenía que dedicarme más a mis cosas, a la fábrica", relata.
Vendrían tiempos de mucho trabajo en Elgea y también para dedicarle más tiempo a la política, esa actividad que estuvo, de alguna manera, siempre presente en su vida.

 

Familia en la política.
"Y es así, porque mi papá fue candidato a intendente por la UCR en 1973, y mi mamá a diputada nacional en 1962, cuando don Arturo Illía iba a llegar a la presidencia. Sí, la vieja era de avanzada, y si todavía no se hablaba de feminismo ella tenía bien claro cuáles eran los derechos de las mujeres... ya por entonces. Y eso que era ama de casa, y nosotros le dábamos un trabajo bárbaro", sonríe en la evocación Rolando.
Pero un día llegó Carlos Menem, y con él una política neoliberal que iba a destruir el aparato productivo del país. Y así un día le tocó caer, cerrar sus puertas, a Elgea. "A nadie le importó", dice sin rencores.
Y hubo que salir a pelearla desde otro lado. "Fue duro... muy duro. Nos decían que entrábamos al primer mundo, ¿se acuerdan? Salimos a trabajar en lo que fuera, y a mí me tocó ser sereno en un hotel, y algunas otras cosas. Ahora, desde hace algunos años, estoy colaborando con Carlos Bruno (diputado provincial) en la Legislatura... Habíamos militado juntos, teníamos algunas ideas que queríamos llevar adelante, y el hombre cumplió".

 

La vida allí, delante.
"Y aquí estamos... ¡De qué me voy a quejar... si nosotros fuimos unos privilegiados... conocimos del Bram-metal (el viejo calentador a querosén, ¿recuerdan?) a los iphone, de los televisores con una papa en la antena a los plasmas...", se ríe con ganas. Y sigue: "Sí, las vimos todas. No hay de qué quejarse... Ahora vos me preguntás y yo te cuento, pero la vida está allí, delante". Y quizás sea verdad, tal vez haya que recordar, pero sin dejar de vivir, gozar -y sufrir, también- el presente. Tal vez tengas razón, Rolando.

 

"Cerró Elgea y a nadie le importó".
Es un tipo tranquilo Rolando Gambuli, pero se lo nota un poquito inquieto cuando tiene que hablar del cierre de Elgea. "A nadie le importó", afirma lacónico. "Fue en el 2.000, con Menem presidente, la misma época que cerraron 800 empresas en La Pampa. Pero a nadie se le movió un pelo cuando cerró Elgea... el Banco Pampa no dudó y ante la primera cuota que nos atrasamos de un préstamo por un camión nos remató... después se fueron acumulando las deudas, nos vimos arrinconados y tuvimos que cerrar. Perdimos todo" Llegó a tener 25 empleados la fábrica, y todos por supuesto quedaron en la calle. "¡Nos decían que entrábamos al primer mundo, y que nosotros éramos el pasado!", ironiza. "Pero no se podía competir, entraban baterías importadas por 5 pesos, sin aranceles de la aduana... Así nos fue", completa.
Hoy en día Rolando trabaja en la Legislatura, y no vive de recuerdos, ni tiene rencores a flor de piel. "Hubo que seguir trabajando, en lo que cada uno pudo", cuenta.
Más allá de esos avatares siguió con otras actividades, y ya lejos de las motos empezó a salir a cazar con su gran amigo Raúl Salomón -y hasta logró una medalla de oro del Club de Caza por un jabalí de enorme porte-, hasta que su compañero falleció. "Íbamos todas las lunas durante 14 años, pero desde que murió el Turco no fui nunca más", me comenta.
Ahora comparte con los hijos de Salomón, cada domingo, una platea en la cancha de All Boys... no lo dice, pero quizás sea una suerte de homenaje al amigo que ya no está. "Éramos amigos de verdad... hicimos política, íbamos a cazar, y sí, ahora voy con sus hijos", termina.

 

Quebraduras.
Que el motociclismo es un deporte de riesgo nadie duda. "Cuando se producen accidentes fatales es porque alguien se cae y lo agarra el que viene atrás", cuenta desde su experiencia Rolando Gambuli. Confiesa haber sentido miedo alguna vez, pero en el momento la adrenalina hace que uno acelere a fondo. "He tenido caídas, pero por suerte ninguna grave", recuerda, aunque tiene, en distintas partes del cuerpo, 18 quebraduras. "De todos modos en competencia hay menos riesgos que en la calle, no tengas dudas: van todos para el mismo lado, usan casco sí o sí, y todos saben manejar", reflexiona.

 


' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?