Martes 09 de abril 2024

El «Lucero del Alba» en la huella del Covid-19

Redaccion 08/05/2020 - 06.15.hs

POR ALEJANDRO VILLARREAL
Y MANUEL WOLFSON (*)
En esta entrega queremos retomar algunos conceptos básicos como lo hicimos en los primeros textos. En realidad, más básicos aún. En primer lugar, haremos referencia al nombre de este virus y luego al tamaño. Venimos llamando Covid-19 al virus, como si este fuese su nombre. Lo hicimos porque informalmente se usa, pero no es lo correcto. Covid-19 son siglas que vienen del inglés y significan Corona Virus Disease 2019, es decir, enfermedad causada por el coronavirus.
El 19 hace referencia al año en que este tipo particular de virus se comenzó a caracterizar. Sería entonces más apropiado referirse a este virus como coronavirus aunque tampoco es del todo correcto. Los coronavirus son un grupo de virus que comparten muchas propiedades, como por ejemplo la de tener una estructura en forma de «corona solar». En realidad, se parecen más al extremo de un tipo de arma medieval que conocíamos como «maza» y consiste de una bola con puntas en las 3 dimensiones. Leyendo, encontramos que dicho artefacto recibe el nombre de «Lucero del Alba». ¿Se imaginan?, ¿Lucero-del-Alba-Virus?. En fin… A lo que queremos llegar es que es un nombre que sólo describe eso, la forma. Y, como venimos mencionando, existen distintos tipos de coronavirus. Todos parientes entre sí, como ya veremos en otro artículo.
El nombre científico que cataloga a la especie de coronavirus culpable de esta pandemia es: «SARS-CoV-2» o «coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave» (del inglés Severe Acute Respiratory Syndrome CoronaVirus 2). Si hay un 2, es porque hay un 1. Y de hecho, mucho de lo que sabemos sobre el SARS-CoV-2 es gracias a que sabíamos mucho sobre el 1. Se comportan en forma bastante similar. Por ejemplo, ambos utilizan la proteína ACE2 como llave de entrada a las células que infectan. Entonces, ahora tenemos un nombre que diferencia a este coronavirus de otros. Asimismo, dentro de este tipo de coronavirus también existen distintas versiones como ya mencionamos en textos anteriores. Son distintas, pero no tan distintas como para poner un nombre específico a cada una. Por ahora son versiones del SARS-CoV-2.
Dijimos que el nombre genérico de los coronavirus viene dado por su forma. Es decir, alguien «vio» como luce. Pero también, nos dicen que este enemigo es invisible. Qué contradicción, caramba.
Bueno, lo es y no lo es. Es invisible a nuestros ojos, claro, pero sólo porque es muy pequeño.
Hablemos un poco de tamaños y dimensiones. Tomemos una regla o una cinta métrica y miremos cuál es la mínima división que marca. Una regla escolar tiene normalmente 20 centímetros. Cada centímetro está divido en diez milímetros y luego ya no se pintan más divisiones.
Entonces, seguimos con la imaginación (pero sin dejar de mirar la regla). Mentalmente, dividimos ese milímetro en mil partes iguales. Cada una de esas partes, es 1ìm (un micrómetro) o 0,001mm. Se empieza a complicar la vista, ¿no?
Eso es porque están llegando al límite de resolución del ojo humano que es de 200 ìm (es decir, una distancia tan larga como 200 de las rayitas que dibujaron mentalmente). Todo lo que esté entre esas 200 rayitas es invisible para una persona. Una célula humana mide aproximadamente 50ìm de diámetro (es muy variable, pero podemos pensarla así), es decir, es invisible a nuestro ojo. Una partícula del coronavirus mide 500 veces menos, aproximadamente 0,1ìm. Decir 0,1ìm es lo mismo que decir 100nm (cien nanómetros). Los famosos barbijos N95 tienen un poro de 100 a 300nm de diámetro. ¿Frenan o no? Les dejamos para que calculen. Hasta aquí los tamaños, pero ¿cómo vemos lo invisible?. Una forma de magnificar objetos a través de imágenes es utilizando microscopios. Los microscopios más comunes son los ópticos y funcionan con luz común. La resolución de estos es de 0,2ìm (200nm). El coronavirus, de 100nm, está por debajo.
Los microscopios electrónicos, en cambio, logran resolver hasta 0,002ìm (2nm). Éstos, no utilizan luz sino que le disparan a la muestra un rayo de electrones y permiten ver con muy buena definición estructuras celulares e incluso partículas virales. Argentina tiene una larga trayectoria en el uso de esta tecnología. Cuando el área de las neurociencias estaba apenas en sus comienzos, el doctor Eduardo De Robertis fotografió vesículas sinápticas en neuronas. Hace unas semanas, en el instituto que lleva su nombre se fotografió una partícula del SARS-CoV-2. (NOTA 12)
En la Nota 13, «Transmisión vertical», comentaremos sobre la transmisión del virus de madre a hija/o.

 

(*) Doctores en Biología. Investigadores del Conicet. Universidad de Buenos Aires.

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?