Sabado 20 de abril 2024

Es, sencillamente, «el doctor Flecha»

Redaccion 30/05/2020 - 21.13.hs

Es de una generación de médicos que se tornó en la más veterana. Como otros colegas tiene aristas polifacéticas: fue deportista destacado, dirigente del Club All Boys y amante del tango y el folklore.
MARIO VEGA
¿Qué imagen tiene la gente de los médicos? ¿Qué se piensa de esos profesionales? Podría decirse que, desde siempre, fueron considerados personajes augustos, respetados a más no poder y a veces en algunas familias hasta reverenciados… Sí, eso, particularmente distinguidos, y no porque ellos se lo propusieran.
La del médico es una profesión muy observada, porque esos profesionales tienen en sus manos nada menos que la salud de sus pacientes, y probablemente mantengan con ellos una fuerte vinculación. Y, claro, su palabra es valorada especialmente… y «si lo dijo el doctor…», es una reflexión que siempre está presente.

 

Médico icónico.
Hubo varios que se pueden mencionar en una apretada nómina, un poco más atrás en el tiempo, como Tomás M. González, Ovidio Andrada, Pangallo, Canestro…
Yo recuerdo a Furst. Me parece verlo en esos gélidos días de invierno -en la habitación alta y enorme de mi antigua casa paterna de antaño, entre los vahos de las ramas de eucaliptus borboteando en la olla de agua hirviendo-, al doctor Guillermo Furst, llevando tranquilidad ante algún malestar mío o de mi hermana, que nos mantenían en cama.

 

Médicos de familia.
Furst fue el típico médico generalista que visitaba domicilios a cualquier hora, sin tener en cuenta condición social en tiempos que las obras sociales no existían. Sus honorarios -a veces- solían reducirse a un pollo entregado por la familia; una torta; o algún objeto cualquiera que quienes lo habían citado podían entregar… Y obviamente, muchísimas veces la paga era nada. Absolutamente nada…
Siempre lo recuerdo, físicamente parecido en los retratos que conocemos a Domingo Faustino Sarmiento -salvo que Furst usaba unos lentes redondos que reflejaban aún más su perfil del «doctor»-, y con una voz grave y característica que resultaba totalmente convincente.

 

Más cercanía.
Los tiempos han cambiado para todo… Las costumbres, las vestimentas, la forma de tratarnos entre nosotros. Todo se fue modificando, si bien los médicos aún conservan -en general- esa aureola de personas importantes en las vidas de la gente. No obstante se me ocurre hoy no aparecerían tan lejanos -en el trato digo- como aquellos profesionales de antaño, que por otra parte eran apenas un puñado en una ciudad que era cuatro veces más chica que esta Santa Rosa.

 

Eduardo Leones.
De esta generación de médicos conozco a varios, y en todo caso menos a los nuevos, a los que han llegado más recientemente a ejercer la profesión.
Uno de ellos es Eduardo Daniel Leones (63), y expresado con nombre y apellido completo entiendo que alguien podrá tener cierta duda sobre a quién me estoy refiriendo. Pero si digo Flecha Leones el titubeo se disipará rápidamente.

 

La familia Leones.
Hijo de Rada Leones -jubilado en el Tribunal de Cuentas y también trabajando muchos años con Carlos Gadea e Hijos-, y de Virginia Boto (hermana del querido profesor Marcelino Boto), nació siendo Flecha. «Un tío, como no nacían varones en la familia decía que al primero iba a llamarlo Flecha… y bueno, llegué y soy Flecha desde que nací», explica.
Tiene una única hermana, Elizabet; en tanto su esposa es la platense María Alicia Hueto («Marialí» para todos), con quien tienen dos hijos: María Celeste (34) médica ginecóloga; y Nazir (30), futbolista y periodista deportivo, y además coordinador de las divisiones inferiores del Club All Boys.
Y completan el cuadro familiar las nietas, Julia (4), Inés (2) y Juana, «de cuatro meses de gestación de la pareja Leones-Requejo», acota Flecha sobre la descendiente que viene fruto de la pareja entre Nazir y Manuela. Esta hija de Dacio Requejo (conocido profe de educación física) y de María Rosa Boeris.

 

Amigo de la informalidad.
Flecha se muestra lejos de la figura señera del médico del que hablaba antes… no quiso las fotos en su consultorio, y ni siquiera llevar el estetoscopio para posar para las que -al final- se iban a hacer en un lugar importante para él: la cancha de All Boys. El «Ramón Turnes», en cuyas plateas se sienta cada domingo en tiempos de no pandemia.
En su niñez vivió en Uruguay y Olascoaga, cuando «esas calles eran guadales… Fui a la Escuela 38 un tiempito, y desde tercero y todo el secundario a la Escuela Normal. ¿Compañeros? Siempre se queda mal, porque omitimos a alguien… pero bueno, José Luis De La Mata, Carlos Cuelle, Marta Bergonzi, Silvia Martín, Analía de la Vega, Susana Leinecker. Éramos ocho varones y 32 mujeres. Nunca me llevé una materia, buen alumno pero sin descollar. Ahí», indica.

 

Por qué Medicina.
Y sigue: «Estaba entre estudiar Abogacía o Medicina, pero una vez en mi casa, después de leer un libro que se llamaba ‘Cuerpos y almas’, me decidí. El texto hablaba de estudiantes de medicina, y de cómo cuando se recibían iban mostrando distintos perfiles, y aparecía el avaro, el generoso, el déspota… . Terminé el libro, que me lo devoré, y le dije a mi madre: voy a estudiar medicina… Mi vieja chocha!», relata.

 

El pelotaris.
Mucho antes de pensar en instalarse en La Plata, Flecha comenzó con una disciplina que lo atraparía para siempre. «La primera vez que tomé una paleta tenía 6 años, y fue en la cancha de ‘Los Malandras’, del viejo Cristóbal… La verdad que ese era un verdadero monumento que la ciudad debió haber preservado», dice nostalgioso. Era esa cancha de ladrillos «a la vista», ubicada en Centeno y Juan B. Justo, que hoy luce un complejo de departamentos.

 

Mezclados con los mayores.
Ahí había grandes jugadores como el propio Rada Leones, Oscar Gallego (padre de Guillermo y Gustavo), El Negro Verón, Cacho Gil, Armando Mirasson, Pepe Manfredi, Pichango Dal Bianco, y entre ellos se mezclaban algunos chiquilines que cada tanto se metían en la cancha. Con el tiempo Flecha y Carlitos Desuque conformaron una dupla excepcional, y ganaron muchísimos torneos.
A pocas cuadras estaba El Prado, donde también iban siempre, y se juntaban con El Negro Pedraza, Alejandro Eberhardt, Cachila Morales… «En la cancha de Los Malandras, con Carlitos Desuque, logramos cerrar un 24 iguales (iban a 25) nada menos que con los hermanos Roth (verdaderas leyendas de la pelota a paleta)… Era una cancha muy tramposa, que había que conocer… y ese día se había jugado mucha plata», rememora Flecha.

 

Pichango. El Caldén de Plata.
Jugaron sobre todo con Desuque muchos campeonatos argentinos representando a La Pampa, tanto en juveniles como en mayores; y sería en 1977 que «el doctor» se iba a quedar con un preciado premio: Caldén de Plata al mejor de la disciplina-. «Ese año hacíamos pareja con el queridísimo Pichango Dal Bianco, terrible jugador», precisa.

 

El barrio «El Mondongo».
«También en La Plata jugué muchísimo. Vivía en el barrio El Mondongo, a cuatro cuadras de la cancha de Gimnasia. Una vez estaba en un frontón de la zona y un señor, desde la reja, me dijo si quería jugar en el Club Gutenberg… Era Fabián Hueto, que tenía la concesión de la cancha de ese club y del buffet, y terminó siendo mi suegro… Empecé a ir y ahí conocí a Marialí, y desde ese momento estamos juntos».

 

También el fútbol.
En ese tiempo también se prendía en el fútbol universitario, porque aunque no muchos lo recuerden Flecha jugaba bien. Era delantero, y se desempeñó en cuarta y tercera división en All Boys, antes de irse a La Plata. Antes había integrado un gran equipo de pibes «en un torneo que auspiciaba Gillete».
«Ahí estaban Cacho Tapié, El Negro Andrada que era un crack, Pirincho González, El Vasco Zalabardo, Luis Paturlane, Horacio Germignani, el Negrito Giles que falleció, Carlitos González (luego periodista, hoy retirado). Fuimos campeones pampeanos y después jugamos con Río Negro y Neuquén», rememora.

 

«Todavía tengo ganas».
Pero más allá que tiene pasión por el fútbol, se iba a quedar con la paleta: «Me gustó más, el ambiente… y me quedé con eso», reafirma, mientras dice estar dispuesto a volver en partidos de veteranos. «Tengo ganas…», agregó.
En el Centro Universitario de La Plata tenían un equipo de fútbol, y ahí participaba: «Era un buen equipo en el que atajaba Armando Lagarejo… que cuando estaba sobrio era muy bueno», se ríe con ganas al evocar ese tiempo.
Como para complementar su condición de deportista nato, señala que también fue «buen jugador de vóley… porque era el deporte de la Escuela Normal; pero también le hice al sóftbol, de la mano de Juan Carlos Maldonado», remata.

 

Los tiempos de estudiante.
¿Y en La Plata? «Ahí la vida era muy distinta a lo que conocía, porque no podía creer estar solo en una ciudad tan grande. Al principio en una pensión, y después me invitaron a vivir con ellos Armando Lagarejo, Tero Cosci, Chidoro Garay, Juan Carlos Adrover… más tarde llegó otra camada, con Felipe Perrone de Quemú, Achi Cosci, y por allí andaban Raúl Posadas y Daniel Pérez Funes. Todo muy lindo porque es una ciudad hecha para el estudiantado», resume.
El presidente del Centro Universitario Pampeano era Pablito Fernández, «y con algunos otros muchachos llegamos a integrar la dirigencia… Me recibí en 1981, en un acto académico que fue conducido por Fernando Bravo».

 

Encuentros y guitarreadas.
Además hubo toda una vida estudiantil de bohemia, de peñas, de encuentros y guitarreadas… «Es que en el mismo complejo de departamentos, al fondo, vivía el Gato Peters (se iba a graduar de Veterinario), con quien nos juntábamos… hacían un gran equipo con Luisito que era su guitarrista y lo sigue siendo, y Armando Lagarejo. Una vez armamos un espectáculo en el que participé, en el Club Gutenberg, y nos fue tan bien que seguimos un tiempo más. El Gato ya tenía el mismo estilo que el que se le conoce ahora», rememora.

 

Flecha y la guitarra.
Cabe decir que Flecha comenzó de muy chiquito a tocar la guitarra, teniendo como profesor «al emérito profesor Aníbal Olié. Me acuerdo que la guitarra era más grande que yo… ahora él desde hace 20 años es mi paciente», revela.
De chico se sintió atraído por el folklore y el tango… «Me gustaban Los Fronterizos, Horacio Guarany -al que íbamos a ver con Pepe Medina a la casa del Negro Muscio y compartíamos asados-, Los Tucu Tucu, Los Cantores del Alba… y siento especial devoción por el Polaco Goyeneche. Una vez lo fuimos a ver con mi suegro, y estábamos al lado: yo le alcanzaba whisky y un faso y él cantaba lo que le pedíamos… fue maravilloso», se retrotrae.

 

Conociendo a la fonoaudióloga.
En el mismo Gutenberg iban con algunos amigos a hacer de mozos para ganarse unos pesos; y de paso -además de jugar a la pelota a paleta- Flecha se iba a poner de novio con María Alicia, quien se habría de recibir de fonoaudióloga. «Ella trabajó aquí en la Provincia, y ahora tiene su consultorio en Avenida Belgrano y labura muchísimo… Después de casarme en La Plata, estuve en el Hospital San Juan de Dios haciendo la residencia como médico cardiólogo, junto a González Savioli… el Ruso se volvió antes porque a mí me tocó un año más para ser Jefe del Servicio de Cardiología por un año».

 

La vuelta a Santa Rosa.
Después el regreso a Santa Rosa a atender con «Picho» Savioli y el mismo Ruso en un consultorio de la calle Yrigoyen. «Trabajé 35 años en la medicina privada… En un momento con González Savioli, Analía Molteni, Carlos Koller y Daniel Morales empezamos con algo inédito, que fue UCOM. Terminó siendo un escándalo porque nos echaron del Colegio Médico en una asamblea diciendo que no podíamos hacer un sistema prepago… Años más tarde el Colegio creó un sistema igual, que es Emepa; por lo que quedó demostrado que aquello fue burdo y grosero».
«¿Sí volví? No, después de eso nunca nadie me invitó a volver… Pero de verdad no me quedó ningún rencor con mis colegas, con algunos de los cuales tengo buena amistad; aunque también es cierto que mis mejores amigos están por fuera de la profesión», cierra el tema.

 

¿Sin alma?
Desde 1986 y por 25 años, se desempeñó también como médico en el Servicio Penitenciario Federal. «Entre algunos pacientes tuve a Arquímedes Puccio. En un momento se consiguió una máquina de escribir y me hacía cartas muy ceremoniosas sólo para pedir un turno… después se quejaba de la comida, que era la misma que a veces comíamos nosotros. Yo trataba de explicarle que no estaba en un hotel, pero insistía y decía que era arquitecto, que era cierto, y que venía de una familia acomodada… como yo no le hacía caso, un día delante de otra gente me dijo: ‘¡Pero no tenés alma vos…!’. Todos se rieron cuando le contesté: ‘¡Y vos que secuestrabas y matabas a tus amigos…!’. Se enojó un tiempo pero se le pasó…», sonríe con el recuerdo.

 

En la Provincia.
En 1994 el doctor Leones fue Director de Recursos Humanos en el área de Salud de la Provincia. «En esa época hicimos una maestría con Ginés González García, un tremendo sanitarista», juzga.
En 2005 ingresó en el Centro Médico de Deportes, donde ahora es único director, en un equipo que complementan Fabricio Catalani, Claudio Galant como técnico cardiólogo y Blanquita Saraevich en la parte administrativa. «Nos ocupamos de trabajar con las federaciones en los aptos fisicos; y colaboramos con todos los deportes para preparar los equipos para los Evita, los Juegos de la Araucanía o los Epade», sintetiza.

 

Hombre de radio.
Ahora sos periodista, le tiro como para azuzarlo un poco… «No, soy médico, pero me gusta mucho la radio. Pablo Yorio me acercó a David Matzkin y conseguimos un espacio en Radio La Red para armar el programa ‘Corazón y pases cortos’ junto con Nazir, y con Graciela Leones (su prima) como productora. Empezamos el 11 de septiembre de 2012, y la primera invitada fue Norma Durango, que desde entonces es la madrina del programa. Un día fue César Di Narde, y nos reímos tanto que pasó a ser el ‘padrino’… un verdadero personaje. Los pilares de la radio son Nazir, Esteban, Roy y Gonzalo», reconoce.

 

También «Politangos».
Y lo cierto es que lo he visto fanatizado con la radio… llegar una hora antes, con el mate y las facturas para que el invitado lo pase de la mejor manera… Pero no se quedó sólo con «Corazón y pases cortos», porque luego empezó con «Politangos», donde pudo aunar la política y el tango… Son programas llevaderos en los que los entrevistados tienen tiempo como para desarrollar lo que quieren decir.
Para eso Flecha se prepara, se informa, arma su editorial, y conoce de política nacional e internacional. «Me encanta la radio…», reafirma por si hiciera falta.

 

Presidente de All Boys.

 

Durante años hizo pelota a paleta en All Boys, y en su momento junto a otro grupo de jóvenes entendió que debía participar más. Que era necesario una renovación de dirigentes. «Al principio no nos daban ni la hora cuando arrancamos con Claudio Pérez Martínez, Fidel Bretón, Perita, Colorado Aguerrido, Juan Carlos Tejedor, Mono Carasay y Jorge Altolaguirre. Claudio y yo fuimos los presidentes y vice más jóvenes de la historia del club. Cuando él pasó a la CPE quedé yo de presidente, después vino el Negro De Paz, más tarde Jorge Altolaguirre de quien fui vice; igual que de Fidel entre 2008 y 2012».
Aquella puja entre históricos y nuevos, lamentablemente, parece persistir en el club… «Intento fogonear el diálogo pero es difícil. Y es una lástima porque no se pueden desperdiciar esfuerzos… es cierto que tiene que haber renovación, pero está bueno la conjunción de la experiencia de los mayores y el brío de los más jóvenes…», expresa.

 

Nunca más neoliberalismo.
Hablamos mucho… muchísimo. Es un riquísimo personaje con el que se puede charlar durante mucho tiempo. Además el «doctor Flecha» tiene mil historias para contar, aunque este espacio parece insuficiente para tanto… en realidad tendría que escribir un libro. Claro que sí.
Tiene esperanzas que «a través de la política se puedan comenzar a resolver los temas que nos preocupan. Y me gustaría que nunca más llegue al gobierno un proyecto neoliberal… que sean los partidos populares, el Partido Justicialista en un frente, los que nos den la calidad de vida que nos merecemos».

 

Un tipo común.
Llegando al final no quiere dejar de mencionar a Sonia Scheffer, que fue su secretaria en los consultorios durante 25 años. «Una amiga», la define.
«En lo personal lo que espero es que en mi familia, el centro de mis desvelos, estén bien… Si ellos son felices yo también lo soy. Y después tener una vida sana como la que tengo, compartiendo con los amigos… Fidel, Polo, Yuri, Oscar, Miguel, y Ceferino (Martínez Almudévar), y tantos otros…».
Es un tipo común… alguien que no quiere tener una imagen egregia ni mucho menos… «Los médicos somos iguales a todos… nada nos hace ni nadie nos debe hacer diferentes…». Él se mostrará tal cual es… sencillo, con apariencia de despreocupado y sin poses… Si al cabo es simplemente «el» Flecha -desde que nació-… y en todo caso, si usted quiere «el doctor Flecha». ¡Sí señor!

 

«Médicos cubanos, los mejores»
«En prevención Cuba tiene la mejor medicina del mundo, y no entiendo y me dan bronca los que no quieren presencia de sus médicos aquí». Contundente, sin dudar, «el doctor Flecha» cuenta que tuvo la suerte de recorrerla y «vi que ellos hicieron de la prevención la piedra angular de su sistema, cuando alguna vez no tenían ni remedios. Es envidiable, porque son brigadas integradas por médicos, enfermeras, ingenieros en recursos físicos… todo un sistema envidiable que pone el acento en la prevención. En esas recorridas ven si tienen agua potable, o si en una casa falta una chapa, y entonces para evitar que se enfermen la colocan y siguen… En medicina preventiva están lejos primero en el mundo», enfatiza.
Y agrega: «En terapéutica es probable que nosotros estemos mejor preparados. Lo que digo que en prevención los médicos cubanos son los mejores para la trinchera, para el piel a piel en estos tiempos de pandemia… Diría que en eso son los mejores del mundo», reafirma.

 

Medicina social.
Manifiesta que cree mucho en la medicina social. «Me encanta y soy un lector empedernido al que le interesa mucho más que ejercer colaborar en diseñar políticas sanitarias».
En cuanto a nuestra Provincia razonó que le gusta «el despliegue que se viene haciendo en estos tiempos. La Pampa, por estructura y recursos está en condiciones de darle una vuelta de claridad a la salud en nuestro territorio… Y quedó demostrado con este tema de la pandemia que bien puede ser de la mano de integrar al sector privado, poniendo más el acento en la atención primaria de la salud», enfatizó.
Contó después que «con mucho cariño estoy yendo al Oeste de la provincia… voy a Algarrobo una vez por mes, y dentro de poco empiezo con Carro Quemado. Y es algo que verdaderamente me encanta», aseguró en el final.

 

Con la democracia…
«Con la democracia se come, se cura y se educa…», solía decir Raúl Alfonsín, al asumir la presidencia de la Nación. «En este caso, además le agregaron ‘se casa…’, y aquí estoy, casado…», dice con humor Flecha.
«Estamos Hace 40 años con Marialí y logramos construir una familia que nos hace sentir orgullosos. Pero aparte del amor por mis padres, agrego que quise muchísimo a mis suegros, Marta y Fabián… y no quiero dejar de mencionar a la tía Nelly… Ellas fueron como mis segundas madres», indica.
Una última anécdota. Se sabe, los médicos hacen el Juramento Hipocrático, que los obliga a atender a cualquier paciente. «Un día estaba en el Güemes y cae un tipo muy mal… pálido. Detrás suyo diez militares armados. Lo saqué como pude y mientras lo atendía me di cuenta que era Mario Benjamín Menéndez… era poco después de Malvinas. Al rato lo trasladé y lo esperaba el mismísimo Favaloro… No daba para pensarlo mucho», concluye.

 

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