Miércoles 17 de abril 2024

Héctor Suárez, la llama del periodista nunca se apaga

Redaccion 28/11/2020 - 21.11.hs

El periodismo es uno de los oficios más lindos del mundo. Supone un compromiso con uno mismo pero también con los demás. Por eso será, quizás, que ningún periodista concibe el momento de la jubilación.

 

MARIO VEGA

 

Algunos quisieron ser periodistas tal vez con la ilusión de incidir y modificar parte de la realidad que los rodeaba; otros sostienen que somos «un medio» entre cosas que suceden y la gente; y están los que simplemente creen que se llega al oficio por ser «curiosos… y quizás algo de todo eso puede haber.
En algún tiempo -décadas atrás, es verdad- era llevado adelante por no demasiadas personas que se interesaban en «la cosa pública». Hoy en día lo cierto es que esa cantidad de personas manejando información se multiplicó de una manera fenomenal mediante diarios digitales, páginas web, y también mediante los muros de facebook existen quienes opinan y dicen. ¿Es entonces el periodismo una profesión de masas?

 

No todos periodistas.
En mi humildísima opinión no, aunque se debe admitir que existe la posibilidad que todos puedan expresarse de diferente forma, pero seguramente no todos se sentirán periodistas.
Hubo un tiempo que los escribas, la gente de radio, y luego la de televisión, constituían casi una «raza» especial, capaces de entregar sus conocimientos, su tiempo y su energía a la difusión de una noticia o a emitir una opinión.
Eran épocas en las que había quienes pensaban que un periodista era una persona que lo sabía todo… sin conocer que alguien definió -con notable precisión- que en realidad somos como un amplísimo mar con un centímetro de profundidad.
¿Qué puede sonar despectivo? Tal vez. Pero es muy utilizada para referirse a la profesión de los comunicadores sociales y periodistas que manejan muchos temas por su oficio, pero no tendrían profundidad en todos.

 

Para la sociedad.
Hubo quien definió el periodismo como la actividad encargada de interpretar, traducir y difundir la información que una sociedad necesita para que se pueda comprender, explicar y juzgar. Y para eso se requiere que el profesional que lo ejerce tenga cierta destreza y conocimientos, para trabajar una noticia y difundirla a una sociedad que la necesita para construir ciudadanía.
No obstante cabe decir que existen periodistas que llamaremos especializados que profundizan en un solo un tema en el que terminan siendo, en ese caso sí, una voz autorizada.

 

Todo va cambiando.
¿Por qué alguien llega a ser periodista? Obviamente habrá de los más diversos casos… Ciertamente a nadie se le ocurrirá que sería para asegurarse un futuro sin privaciones en el futuro. Si será por gusto, por sentir algo especial en eso de convertirse en un medio entre un suceso y la sociedad.
Conversando con algunos veteranos colegas de aquí nomás coincidíamos en que si bien la profesión ha perdido esa bohemia que la caracterizaba -porque los tiempos cambiaron: hoy se puede hacer tele trabajo y ni siquiera resultaría necesario concurrir a la Redacción-, sigue teniendo aspectos distintivos que hace que ninguna otra se le parezca.
Hoy no sucede eso de quedarse a debatir entre compañeros hasta cualquier hora sobre cualquier tema. Y, es cierto, los viejos escribas lo extrañamos… Pero todo ha cambiado tanto.

 

Un privilegiado.
De todos modos los que llegan a una Redacción todavía encuentran esa dosis de adrenalina al saber que cada día habrá algo distinto para hacer; que ellos son (los cronistas) los que pueden transformarse en el vehículo entre un suceso y la gente.

 

Nada menos.
Pero, además, podrán encontrarse -en algún momento de su actividad- entrevistando desde políticos, a deportistas y/o a actores; o quizás al hombre común del que hablaba Osvaldo Ardizzone que, seguro, alguna historia interesante tendrá para contar.
Quien esto escribe, en tantos años, tuvo la oportunidad de entrevistar a presidentes de la Nación, personajes de todas las corrientes políticas; deportistas importantes (de aquí y de afuera); y de asistir a acontecimientos donde no todos pueden estar. Y si eso no es claramente un privilegio…

 

Héctor, el periodista de Pico.
Hace ya muchos años conocí a un joven periodista dueño de frondosa cabellera que, además, lucía tupidos mostachos. Hombre de radio -reconocido en General Pico y toda la zona norte-, pero que también le hacía a la escritura y supo desempeñarse como cronista de deportes de la Agencia de La Arena en la ciudad norteña.
Héctor Suárez, que de él se trata, cumple exactamente hoy 69 años. Y el dato es nada más que una mera coincidencia con este domingo en el que publicamos esta nota.
La historia de Héctor vinculado a la profesión que abrazó hace ya 45 años podría resultar común a la de tantos otros que la realizamos desde que éramos muchachos. Eso sí, cuando eran otras épocas, qué duda cabe.

 

Los comienzos.
«Cuando era un niño de siete u ocho años recorría en bicicleta los dos kilómetros que separaban la quinta de mi abuela Elisa, para traer la leche recién ordeñada por mi tío Alfredo, que luego repartía en familias del pueblo. Esa tarea me apasionaba. En el camino de tierra, hoy la Ruta 188, relataba imaginariamente partidos de fútbol que siempre ganaba mi San Lorenzo de Almagro… Carrillo, Iñigo, Paéz, Coco Rossi, Facundo y los goles del Nene Sanfilippo. Allí, sin saberlo, nació mi vocación por el periodismo, pasión que abracé años después para archivar el sueño de mis padres Josefa, fanática radical; y Roque, conservador antiperonista, de que su hijo fuera ingeniero», resumió por estas horas.

 

Diego y las dos Copas.
Héctor es una persona con las que compartimos algunas coberturas -él llegó a ser al estilo de nuestro Fabricio Coller hoy- un periodista que decidió seguir al Seleccionado Nacional de fútbol en distintos escenarios del mundo. Hoy «Fabri» tiene la fortuna de encontrarse con la rutilante figura de Lío Messi… a Héctor Suárez le tocó un tiempo que bien se le puede envidiar sanamente… ¡Vaya sino! Estuvo en los dos eventos -el Juvenil de Japón en 1979-, y en México ’86, donde Diego Armando Maradona alzó las dos veces la Copa del Mundo. Y si este señor -ahora reposado señor, con un cabello casi inexistente y sin bigotes- no es un privilegiado… ¿Qué es?

 

De Nueva Galia.
Se remonta con ganas de contar sobre aquella Nueva Galia (San Luis) que lo acogió al nacer. «Llegué al mundo el 29 de noviembre de 1951 en esa remota y olvidada localidad de 300 habitantes del sur de la provincia puntana (cumple precisamente hoy 69 años)… Y aún recuerdo aquellas épocas de agobiantes veranos y fríos inviernos, al punto que un intendente, Aquilino Olivares, solía definirlo como ‘cementerio de hombres vivos’. Me crié en un hogar equilibrado: no sobró, pero tampoco faltó en lo material. Por goleada ganó el amor del seno familiar, pese a las travesuras que hacíamos con mi hermana Mirtha (fallecida cuando él estaba en un viaje al otro lado del mundo). La Escuela Bernardino Rivadavia para la primaria, y tengo bien presente a Jorge Frías, quien aún vive y fue mi primer maestro».

 

Adolescencia en Villegas.
Josefa decidió que su hijo Héctor estudiara la secundaria -no todos la hacían entonces- y en marzo de 1965 con 13 años recién cumplidos lo subió al tren El Ranquelino que lo depositó en General Villegas. «Seis años después le entregué el título de Técnico Mecánico que obtuve en la ENET n°1. Nunca me llevé una materia… tiempos lindos si los hubo: en un quiosco tenía a mi disposición las revistas El Gráfico, Goles, Siete Días y Life… ¡ah! los fines de semana podía retirar dos Tita y dos Rodhesia».
Fueron las épocas del futbolista: «Debuté a los 15 años en Ranqueles de Nueva Galia y unos meses antes en Atlético Villegas. Nuestro equipo era una marca registrada en el sur puntano y una amplia zona de La Pampa y Córdoba y yo era el capitán. ¿Cómo jugaba? Volante central o por derecha… Pensaba mucho y corría poco. El equipo practicaba buen fútbol, con pelota al piso, circulación… Las vitrinas del club hablan hoy de aquellos tiempos», se ufana.

 

La radio le ganó al Ingeniero.
Habría de llegar a General Pico en 1972, y tuvo un paso fugaz por Pico FC, Deportivo Argentino de Quemú Quemú y Sportivo Independiente. «Lo cierto es que un año antes, el ingeniero que soñaban mis padres comenzó sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata pero se quedó en el intento. Seguí la carrera con altibajos en la UTN piquense hasta que el golpe de estado del ’76 me puso entre las rejas de la Colonia Penal U.4 de Santa Rosa».
Ya entonces, en simultáneo con el estudio integraba el equipo de deportes de LU 37, que iniciaba sus transmisiones con amplia llegada a la zona norte pampeana; y en el programa ‘Audición 37’ con la conducción de Hugo Ferrari decía cosas», rememora.

 

Preso en la Colonia Penal.
Por eso iba a ser uno de los apuntados por la dictadura. Después del 24 de marzo de 1976, «compartiría» la cárcel «con el propio Hugo Ferrari, Nelson Nicoletti, José Mendizábal, Cholo Covella, Ricardo Calvo», y también vio allí a Pepe Brinatti y a Carlos Aragonés -a quien no recuerda de la mejor manera-, entre otros. «Al principio no me preocupé mucho, pero una vez que lo vi al Cholo salir de un baño destrozado a golpes, con la cara tumefacta, con dolores en todas partes sí que me asusté… ‘Cabezón, rezá mucho’, me dijo casi de pasada al verme conmovido por su aspecto», dice Héctor y no puede impedir que un temblor le recorra el cuerpo.

 

Volver a la radio.
Un día, como a otros, lo dejaron en libertad vigilada… «Volver a la radio fue una tarea compleja. ‘Aún no me autorizan a que hagas micrófono’, me decía el director Daniel Barutta. Incursioné en la televisión en Canal 4 Circuito Cerrado; durante dos años elaboré y conduje dos programa deportivos, los domingos al mediodía y la noche; y además colaboraba con la Agencia que La Arena tenía en Pico. De a poco, con el tiempo todo fue entrando en un estado de más normalidad.

 

La Selección y Diego.
Olga apareció en 1978, y no sólo iba a ser un bálsamo para aquellos momentos de horror, sino además fue fundamental en lo profesional. «En el verano de 1979 mirábamos por televisión la clasificación de Argentina al Mundial Juvenil de Japón en la confitería Quo Vadis de calle 17… ‘Me imagino que irás’ dijo, mientras llevaba a la boca un vaso con gaseosa. ‘Donde está el Héctor que conocí’… Ocho meses después di la vuelta olímpica en el Estadio Nacional de Tokio al lado de Maradona con la Copa del Mundo en sus brazos. Fue el día que la pasión le ganó a la profesión… Yo hacía campo de juego para Radio Rivadavia y tenía que ponerle micrófono y auriculares a Diego para que hablara con el dictador Jorge Rafael Videla que estaba en la Casa Rosada. Eso nunca ocurrió», dice ahora con una amplia sonrisa.

 

Wembley y otras giras.
Desde entonces se iba a dar algunos gustos: «Un año más tarde integré el staff periodístico que cubrió la gira que la Selección hizo por Inglaterra, Irlanda y Austria. Se me caían las lágrimas el día que entre a Wembley y pisé el pasto sagrado de uno de los emblemas de la historia del fútbol mundial. Allí jugó Argentina en el Mundial 1966 cuando el sastre alemán Rudolf Krentlein echó a Rattin. En esta gira frente a Inglaterra Diego hizo esa famosa jugada en la que gambeteó a varios y erró el gol por no eludir a Peter Shilton: prefirió el toque que se le fue junto a un palo… Seis años después en el Azteca marcó ante el mismo arquero e hizo el mejor gol en la historia de los mundiales: casi un calco de aquel otro, pero esta vez eludió a Shilton», precisa.
Luego vinieron otras coberturas como el Mundialito de Uruguay, la gira de la Selección por Europa, los Panamericanos de Mar del Plata, las Copa América del ’91 (Chile), la del ’93 (Ecuador) y la del ’95(Uruguay), además de los Juegos Olímpicos de Londres en el 2012.

 

A San Luis.
En 1988 decidieron con Olga dar un golpe de timón. «Considerábamos casi monótonas nuestras vidas y había un techo en nuestras expectativas de crecimiento… En su caso desde su proyecto docente y a mí me afectó el descenso de Ferro de Pico en el Nacional B. Lo charlamos y casi por casualidad apareció San Luis… Hubo gente amiga que intentó retenerme, pero la decisión estaba tomada».
En la capital puntana llegó al Informativo de Canal 13 con cobertura provincial e interprovincial, seis meses después era Gerente de Noticias y además comentarista deportivo en Radio Dimensión. Después iba a incursionar en la información institucional y fue Jefe de Prensa del entonces gobernador Adolfo Rodríguez Saa; y ejerció igual cargo en la gestión de Claudio Poggi también como gobernador: «Ahí fundé la Agencia de Noticias que reemplazó a la Oficina de Prensa del gobierno Provincial; y esta iniciativa creo fue relevante en mi carrera. Me encargaba de toda la información sin adjetivar: crónicas, filmaciones, audios, fotos casi al momento de producirse el hecho», puntualiza.

 

Una linda familia.
Hoy, en la etapa del sosiego, Héctor y Olga tienen un matrimonio muy consolidado, y dos hijas del corazón que completan una familia inmensamente feliz. En 1989 apareció María Luciana, que a sus 31 años es Diseñadora Gráfica y mamá de Juana (4); y después cuatro años más tarde vino María Candela, que a sus 27 años es mamá de Jazmín y Lautaro y que tiene en la repostería es su debilidad: «Las dos nacidas del mismo vientre, son hermanas biológicas», revela. «Siempre decimos que con Olga éramos una pareja… y con ellas somos una familia, una hermosa familia», agrega con satisfacción.

 

Siempre periodista.
Ha transcurrido mucho en la profesión, y aunque alguien pudiera pensar que sería tiempo, Héctor -no es al único que le sucede- se resiste a que el periodismo lo jubile. «Esta sagrada profesión me he permitido disfrutar mi trabajo. Me han preguntado si me consideraba un periodista deportivo, y contesté que soy un periodista que hace deportes. Pero antes que nada fui, soy y moriré siendo periodista. ¿Sabés? Siento como un enorme halago que digan ‘lo dijo Héctor Suárez’. Significa que tu mensaje llegó como pensaste que llegaría, y ese compromiso sigue intacto… Por eso, periodista hasta la muerte. Que nadie lo dude…». No Héctor, no hay espacio para que alguien pueda hacerlo. Por siempre periodista.

 

Anécdotas con el «10»

 

En su tarea de seguir al Seleccionado Nacional Héctor Suárez tuvo vinculación directa con protagonistas importantes de aquella época. El Flaco César Luis Menotti lo distinguía brindándole notas, en Japón, Inglaterra, o en cualquier lugar donde se encontrara con el periodista de General Pico.
«Cuando fuimos a Inglaterra en el avión nos invitaron a compartir la cabina del piloto con Tito Juncos de Radio Rivadavia, y con Menotti. ¿De dónde sos?’, me dijo el Flaco. No podía creer que junto al equipo viajaba un periodista de La Pampa».

 

La vuelta con Diego.
También los encuentros con Diego Maradona -las fotos lo testifican- se hicieron recurrentes. «En Japón me olvidé que era periodista y di la vuelta olímpica con él, Ramón Díaz, el Chueco Alves… y en México pasó algo parecido», sonríe al recordar.
Cuando se dio esta circunstancia de que la vida del astro del fútbol mundial se apagó, a Héctor le vienen un montón de recuerdos. «Una vez estábamos en un hotel en Londres cuando un señor con un turbante en la cabeza, y acompañado por su mujer, me preguntó en un castellano rudimentario de dónde era… Cuando le dije Argentina, enseguida contestó: ‘¡Maradona!’. En esos momentos el plantel iba a entrenar, y Diego estaba con una pelota en la mano apoyado contra una columna. Estaba solo, y le dije al hombre (un nigeriano) que ahí estaba el ’10’… le pregunté a Diego si lo podía saludar, y el hombre se acercó: ¡Querés creer que se arrodilló, y la invitó a su esposa a hacer lo mismo!’. Diego sólo sonreía como sin entender, y en un gesto muy suyo pidió una lapicera, le firmó la pelota y se la regaló… Este hombre no podrá creer que reliquia tiene hoy en sus vitrinas», completó Héctor.

 

Una en Tokio.
El calor y la humedad de fines de agosto y comienzos de septiembre eran agobiantes en Tokio. SE jugaba el Mundial Juvenil, y la publicidad del torneo se hizo con la figura de Maradona como estandarte, en un país donde el fútbol no tenía repercusión.
Argentina se alojaba en el Hotel Takanawa, Las condiciones climáticas y la proximidad de los partidos, día por medio, hizo que el técnico César Luis Menotti optara por hacer trabajos tácticos en los elegantes jardines, con un césped y cientos de variedades de flores que lo embellecían. Finalizada cada jornada se armaba un «picado» dos contra dos: Mezza-Torres por un lado Maradona-Hoyos por el otro. Era con arcos pequeños con montoncitos de ropa… marcar el gol era lo de menos. Ganaba el que metía más caños… Obviamente era un festival a cargo del Diego que les ganaba a todos… como siempre.

 

«Casa Héctor Suárez»

 

Cuando muchos piquenses, dirigentes de clubes, amigos, y algún político, se enteraron que Héctor Suárez y su esposa Olga tenían pensado radicarse en San Luis, se mostraron sorprendidos. «¿Dónde vas a ser reconocido como aquí», le dijo un directivo de Costa Brava, hoy fallecido.
El hombre lo había citado en una confitería para intentar convencerlo, y además ofrecerle un negocio: «Ya tengo alquilado el local, y voy a poner una casa de deportes, y quiero que seas parte del proyecto…», le ofreció.
«¿Y yo que tengo que hacer?», preguntó Héctor. La respuesta lo sorprendió: «Nada. Solamente cobrar lo que vamos a estipular ahora, que es mucha plata por mes», le propuso. «Lo único es que el comercio se va a llamar ‘Casa de Deportes Héctor Suárez’… con tu nombre, la cantidad de clubes que hay en Pico y en la zona es gran negocio seguro», le precisó.
La propuesta, que igualmente no aceptó, mostraba a las claras el predicamento que el periodista tenía en el mundo del deporte en toda la zona norte de la provincia. ¿Qué tal?

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?