Jueves 25 de abril 2024

Jewel Khan, nacido en Bangladesh, tiene un local de ropa y un emprendimiento alimenticio

Redaccion 19/09/2020 - 06.05.hs

Nació en una pequeña aldea de Bangladesh, trabajó en hoteles lujosos del mundo y desde hace dos años vive en Santa Rosa. Jewel Khan es hoy un pampeano más con un local de indumentaria y un emprendimiento alimenticio: elabora y vende comida con sabores de la India.

 

Bolotia es una pequeña aldea en la que viven unas 80 familias y está enclavada en una zona tan calurosa como lluviosa. Tan empobrecida como lejana. El mapa global la ubica en Bangladesh, un país que pese a que en total tiene unos pocos kilómetros más que toda la superficie de La Pampa está entre los siete más densamente poblados del mundo, con 170 millones de habitantes registrados (en esa pequeña porción de tierra vive más gente que en todo Rusia, por ejemplo). Allí nació Jewel, el mismo que todos los días abre su tienda en pleno centro santarroseño y el mismo que todos los días se mezcla entre ollas y sartenes para preparar platos con todos los sabores y aromas típicos de la India.

 

«Con Valeria siempre nos prometemos dos cosas: que nunca va a faltar un buen plato de
comida en la mesa y tampoco un par de zapatillas», dice Jewel en uno de los pocos momentos en que su sonrisa siempre amable se oculta un poco para dar lugar a un gesto más serio. Y es que la referencia a las zapatillas no tiene ningún sentido humorístico, es un dato de su historia que tiene bien presente cada día.

 

«Recién a los 19 años, cuando estaba en Arabia Saudita, pude tener mi primer par, me las compré con el primer sueldo que cobré. Recuerdo que estaba enojado con mi papá porque nunca había logrado eso, comprarme zapatillas, pero hoy lo veo de otra forma y por eso se lo cuento siempre a mis hijos», valora Jewel Khan (35) que se instaló en Santa Rosa hace dos años y no le da descanso a su espíritu emprendedor.

 

Jewel recuerda los años en los que siempre andaba descalzo o en ojotas, rodeado de agua («llueve muchísimo todo el año y hay inundaciones muy graves») en un lugar sin autos, sin colectivos, en el que andar en bicicleta «era un lujo» y sin mayores perspectivas que trabajar en talleres textiles o en la recolección de arroz.

 

«Mi opción siempre era irme y logré marchar a la capital del país, Dhaka, para estudiar
Hotelería», cuenta Jewel sobre su país, ubicado en el sur de Asia, que está rodeado en casi toda su geografía por India y que se independizó de Pakistán en 1971. «Trabajaba en un hotel y en un momento llegó gente de Arabia Saudita a reclutar jóvenes para trabajar, buscaban mano de obra barata, que es lo que sucede allá. Yo vi una oportunidad y ahí fui». Tenía 19 años.

 

«Estuve tres años y medio en un hotel cinco estrellas, trabajaba de mozo, pero apenas podía me iba a la cocina porque había un chef de muchos años que sabía todo. El me enseñó, aprendí que había otras múltiples formas de cocinar además de la de mi mamá», detalla Jewel en un español perfectamente entendible que suena casi inverosímil cuando recuerda su llegada a Buenos Aires y esos primeros tiempos donde el idioma le resultaba la barrera más infranqueable para adaptarse a otra tierra, otra gente, otra cultura. A otro mundo.

 

«De Arabia me fui un tiempo a Dubai, pero no me gustaba vivir en esos lugares, es muy notorio cómo ahí se divide a la gente según sus ingresos, su trabajo. Había turistas de todo el mundo pero solo de paso. Un amigo me comentó un día sobre Brasil y yo pensaba que era un lugar solo de selva, porque conocía más que nada por la escuela algo sobre el Amazonas, pero llegué a San Pablo y me encontré con un monstruo industrial, una ciudad enorme con muchísima gente».

 

Unos meses después llegaría el viaje hacia el centro simbólico de la Capital Federal: una
habitación de un pequeño alojamiento frente al Obelisco. «No hablaba nada de español, solo había aprendido el ‘hola y chau’ pero todo me costaba muchísimo. Fui al Centro de Refugiados y empecé a tener un poco de contacto con gente, por eso empecé a vender ropa de la India. Me dijeron que me tome un tren y creo que caí en Monte Grande, algún lugar del conurbano. Vi una tiendita chiquita y una chica me empezó a ayudar mucho. Fui aprendiendo el idioma pero todo fue muy difícil».

 

Valeria

 

Khan anhelaba conseguir trabajo en el rubro donde se sentía más cómodo y capacitado. Y surgió la posibilidad de ingresar al Sheraton del barrio de Retiro donde trataba con turistas llegados desde su región original. «En el hotel trabajaba Valeria, ella estudiaba Medicina pero para ayudar a pagarse sus estudios tenía un trabajo en el hotel. Y ahí nos conocimos», dice sobre Valeria Galatro (27), la santarroseña que hoy trabaja en el sector Hemoterapia del hospital Lucio Molas y con quien comparten la crianza del pequeño Mahir (4 meses) -hijo de ambos- junto a la de Dylan (9 años) y Jihad (7), los otros dos hijos de Jewel.

 

«Valeria tenía claro que al terminar la carrera quería volver, así que nos vinimos a La Pampa. A mí me había gustado, es muy distinto a Buenos Aires. Primero trabajé en el hotel Unit y después abrí el local de ropa», cuenta en su tienda de la calle Hipólito Yrigoyen 332 (en el ingreso a una galería comercial) donde vende indumentaria hindú, una enorme variedad de sahumerios y también adornos y accesorios.

 

«En marzo llegó la pandemia y tuve que cerrar. La verdad que no sabía qué hacer así que esa fue la oportunidad para largarme con lo que más me gusta, la cocina». De esa manera llegó la apertura de ‘Khan’s Comida de la India’ (toma los pedidos en el WhatsApp 2954-511612).

 

«Son todos platos típicos de India y de toda esa región: hay pollo al curry, pollo tandoori, Chana Masala, korma de cerdo que tiene muchísimo éxito, distintos tipos de platos con arroz, shingara de papa, pan chapati. También empanadas pero todo con una variedad de 16 condimentos que van desde el curry, la cúrcuma y el jengibre hasta el coriandro, el comino, la canela, la paprika.

 

Todos los platos son sin TACC, es todo natural, sin ningún agregado. Para el verano vamos a hacer empanadas veganas y también de cordero».
Jewel cocina de lunes a lunes, preferentemente por la noche, y hace eventos para diez
personas (el límite que marca hoy la pandemia). Además, tiene toda la línea de salsas y de sus productos en «Grazianno», un local de pastas caseras ubicado en la calle Garay Vivas 1196.

 

¿Y cómo te sentís en Santa Rosa?

 

«Cuando llegué solo conocía a la familia de Valeria, pero hoy todos los vínculos que tengo los generé yo. Acá hay una cultura muy familiar y eso me gusta, voy al supermercado, a la panadería y me saludo con conocidos. Muchos pasan por el local a saludarme, busco a los chicos en el club. Me siento muy cómodo», responde Jewel sin dejar de mencionar su sueño, el de abrir su propio restó, un proyecto que por ahora frenó un virus de alcance mundial.

 

Mientras tanto cada día se levanta «con la ilusión de dejar algo, de que todo lo que aprendí en la cocina deje alguna huella en mis hijos. Quiero mostrar lo que soy». Y algo de lo que es lo traslada al plato que prepara especialmente un miércoles preprimaveral, ese plato suculento que se prometió «nunca va a faltar en la mesa», como tampoco unas zapatillas para caminar.

 


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