Martes 26 de marzo 2024

José Luis Roston y el título más preciado: «buena gente»

Redaccion 26/06/2021 - 21.01.hs

La gente de buena madera debe merecer reconocimientos. Son personas con determinados valores y actúan en beneficio del conjunto, soslayando perniciosos individualismos. El del Flaco Roston es un caso.

 

MARIO VEGA

 

El Flaco Roston… Lo podremos cruzar en cualquier calle de la ciudad, como el vecino que es. Como uno más… En su caso tal vez trepado a una escalera colocando un cartel en un comercio, o subido a un escenario con su inseparable compañero de ruta Hugo Cuello, en eso de transitar el camino de la música; pero además, cada día, se lo podrá encontrar en el estadio de All Boys, en el «Ramón Turnes». Aquí en una tarea silenciosa, de esas que se llevan adelante por simple gusto, o porque se sabe que las instituciones -deportivas, sociales, o del índole que fueren- necesitan del aporte de sus socios.
Es un buen tipo José Luis… de esa clase de gente que no necesita alzar la voz para hacerse escuchar, que tendrá siempre una opinión atinada con la que podrá coincidirse o no, pero que tiene el valor de los que piensan en algo mejor para todos, por fuera del interés personal. Y esa gente, ya lo dijo el poeta, es así… tan necesaria…
José Luis Roston (58) es santarroseño, único hijo de José y de Amelia Angeloni (ambos fallecidos), quienes eran muy conocidos porque estuvieron comercialmente ligados por muchos años al rubro de la electricidad e iluminación. «Papá fue primero electricista y luego fue dueño uno de los comercios pioneros de este rubro en la ciudad», cuenta.

 

Familia de laburantes.

 

Quienes caminamos Santa Rosa desde hace años sabemos que en calle Avellaneda, entre 9 de Julio y Quintana, estaban todos los Roston. «Tal cual, mi padre con su negocio y enfrente (donde hoy está Center Deportes) sus dos hermanos Carlos y Brahim tenían ‘Roston Calzados’ y ‘Los 1000 Saldos’. Con el tiempo Brahim se radicó en General Acha con su familia y comercio», precisa.
Muestra su orgullo el Flaco porque sus antecesores «formaron parte de una generación que hizo del trabajo una cuestión de vida y religión… por eso siempre los recordaré trabajando». Y cuenta dos anécdotas que le dejaron huella: «Mi padre antes de partir, en una pieza de la Fundación Favaloro, me dijo palabras más palabras menos: ‘trabajé tanto que me olvidé de disfrutar…’. Y algo que tiene que ver con mi madre: siempre le digo a mi hija Yasmín, que cuando arme el podio del feminismo bien entendido la abuela Amelia deberá estar bien arriba. Mamá era una mujer que además de realizar las tareas de la casa, cocinaba, atendía el mostrador, viajaba a Buenos Aires a hacer compras para el negocio. Y lo principal, ganó su lucha personal contra un cáncer de mama en una época en que todo se atendía en la Capital Federal». No puede evitar emocionarse José Luis en la evocación, y máxime cuando todavía recibe «comentarios del don de buena gente de mis padres», completa.

 

El hombre de Leo.

 

Como quedó dicho, es nacido en Santa Rosa y se declara «muy leonino». Y cabe inferir que, como lo dice el zodíaco, los leoninos tienen la singularidad de ser líderes, independientes, y su mente siempre piensa en generar empresas o negocios. Además son fieles y protegen a las personas queridas. Pero hay una característica del signo que podría encuadrarlo muy bien a José Luis: los leoninos se enfocan sobre todo en el interés colectivo, dejando de lado la individualidad que también los identifica.

 

La familia.

 

Está casado con Marisa Claudia Fernández, docente a punto de jubilarse, «compañera de toda la vida, de esas mujeres imprescindibles para sostener una familia, y a la que conozco desde hace más de 40 años…», reconoce.
Sus hijos son Yasmín, Profesora de educación Física y Kinesióloga, quien reside en Córdoba y trabajó en General Paz Juniors en fútbol femenino y divisiones inferiores. «Hoy es flamante preparadora física de primera división del Fútbol femenino de Belgrano de Córdoba, un club de primerísimo nivel», indica para referirse a uno de los grandes de la docta.
En tanto Braian es estudiante de Ciencias Económicas y lo conocemos mucho por su condición de jugador de fútbol de la primera división del Club All Boys. El joven, como el abuelo José y su padre el Flaco, es arquero, y de los mejores de la liga local. «Los dos haciéndole honor a Antonio Machado, están abriendo sus propios caminos, trascendiendo cada uno en lo suyo. Y con mi esposa tenemos un claro orgullo ‘mirándolos volar’. Porque es así: ya aprendieron a volar solos», reafirma.

 

Amigos de la infancia.

 

José Luis hizo la primaria en la Escuela n° 2. «Tengo los mejores recuerdos de los partidos de fútbol que armábamos en los recreos con la famosa pulpo de goma, que la revestíamos con medias para que no picara tanto y las maestras no se dieran cuenta. ¿Cómo alumno? Normal… lo justo y necesario para tener el permiso y poder ir a jugar al fútbol por las tardes. Época de mucha participación de los padres en las cooperadoras, kermeses, rifas, fiestas, en todo con mucha alegría como denominador común… Recuerdo que, en una fiesta de las tantas, se organizó un partido entre los dos turnos mañana y tarde, uno con camiseta de Boca, yo en esa obviamente; y el otro con la de Ríver. Creo que allí comenzó la grieta!», se ríe José Luis. «Estábamos entre otros Julio Silva, Jorge Garmendía, Julio Paloma, Guillermo González, compañeros con los que todavía me cruzo y recordamos viejos tiempos… El partido se jugó en el corralón que tenía la municipalidad y que hoy es parte de las oficinas del Intendente», dice como si rememorara un partido que jugó en la Bombonera o en el Monumental.
En un momento menciona que «hace unos años, como dirigente del Club All Boys, visitamos al entonces intendente Luis Larrañaga, y cuando entramos lo primero que me dijo fue: pensar que acá en este espacio me atajaste un penal cuando éramos pibes…».

 

El músico y el fútbol.

 

Pero si el fútbol lo entusiasma y le dedica buena parte de sus horas, aún por encima de esa pasión está la música… «Un día le dije a mi padre que quería aprender guitarra y cantar, sin tener ninguna clase de antecedentes familiares al respecto. Así fue que Gloria Calvo fue mi primera profesora de guitarra, y sin dudas que este instrumento fue y es una de mis mejores compañeras hasta el día de hoy…».
Así transcurrió un camino en el que pasó por la «Peña Clen Antú» en Radio Nacional con Juan Luis Míguez, y los viajes a la Fiesta del niño en Quemú Quemú… «Para mí esas experiencias eran como si estuviera en la mismísima Plaza Próspero Molina de Cosquín», sostiene.
El secundario lo hizo en el Colegio Nacional «respetando el mismo mandato, estudio solamente para no llevarse materias y poder disfrutar mis dos pasiones: sí, el fútbol y la guitarra. Muchos campeonatos barriales, las canchas de la ENET, el predio del Domingo Savio a la vera de la Ameghino (ahora hay un supermercado), la canchita en Maestros Pampeanos frente a la placita, los terrenos de las vías… Para mí todos esos lugares eran La Bombonera a la hora de cada partidito. Después vinieron las en All Boys, con ‘Bochi’ Ramírez, técnico y gran persona», lo elogia.

 

Nace el dúo Roston-Cuello.

 

Andariego, activo, siempre buscándose actividades, el Flaco Roston supo en sus años juveniles no perderse nada: «Y sí… un poco de eso hubo, la época de los ‘asaltos’, cumpleaños de 15, matinés y boliches: Ova, Maurice, El Hostal, Piedrazul, con César Docampo y Tito Ciaffoni, amigos inseparables con los que íbamos a todas partes».
Fue en ese tiempo que «gracias a Eduardo Dubié conocí a mi nuevo profesor de guitarra y a la postre amigo y compañero inseparable de la música, Hugo Cuello». Luego vendría lo que mucho conocemos, el «Dúo Roston-Cuello» que se presentó en todos lados, y que aún perdura.
«Es verdad, es así -admite José Luis-, desde cantar en ‘La Manija’ el programa del Negro Gonzálvez, a la plaza Próspero Molina en Cosquín… con el dúo recorrimos cientos de festivales, dentro y fuera de nuestra provincia; aunque muchas veces también me presenté como solista», completa.

 

Disfrutar la música.

 

Aunque al principio se había mostrado un poco reticente para la nota, a José Luis le gusta contar sobre su condición de músico «de folklore», aclara. «Es que la música me ha dejado compañeros inolvidables: Omar Saavedra, Camilo y Federico Camilletti, Miguel Calcinaro, Marcos López, Juani Ghibaudo, Nicolás Dany, Marcos Ladreche, el ‘Loro’ Rodríguez y muchos más… Pero además me brindó la posibilidad de viajar por todo el país, también a veces como solista. Y hay varios trabajos discográficos, entre los más importantes ‘Propuesta’ con el dúo cuyo título se debe a una canción escrita y musicalizada por mí; y ‘Mi tierra es un duende diablo’, un trabajo grabado como solista junto a ‘Lavanda’. Hoy sólo se trata de disfrutar, con Hugo el dúo. Y además participo en el coro ‘Médanos y luna’ con Alberto Carpio, una nueva actividad que me sorprendió gratamente este último tiempo».

 

A hacer carteles.

 

Le tocó el Servicio Militar -del que se salvan los jóvenes de hoy-, «y fue justo en la época de Malvinas, en Villa Reynolds San Luis. Allí muy cerca de quienes después serían héroes piloteando los sea harriers combatiendo al enemigo inglés… Una hepatitis hizo que me dieron de baja, sino quién sabe dónde hubiera estado y cuál sería mi historia», dice José Luis sobre la «colimba».
Luego vendría «el intento por ingresar a Arquitectura en La Plata… con una buena nota pero no lo suficiente para el ingreso. Ahí escuché una de las frases de mi padre de esas que dejan una marca: ‘Si querés volver a intentarlo el año próximo no hay problemas, pero mientras, a trabajar a ‘la fábrica’ con la cartelería y seguir aprendiendo el oficio. Lejos del año sabático que suelen tomarse algunos… Y bueno, así son las cosas, allí me quedé para siempre, fabricando carteles hasta el día de hoy».
Y debe ser bueno en lo que hace, porque alguna vez lo convocó un arquitecto de Buenos Aires, encargado de obras del supermercado más importante de la Patagonia. «Me preguntó si me animaba a ir a Usuahia a poner un cartel. Obvio le dije que sí, y allá fuimos: cargué un cartel de 25 metros de largo por 5 metros de alto, desarmado en Transporte Sierra. Nosotros nos fuimos en avión, llegamos, lo armamos en cuatro días y nos volvimos. Una experiencia increíble», resume.

 

El fútbol, la otra pasión.

 

José Luis dejó bien en claro que la música tiene el lugar de privilegio entre las cosas que le gustan, pero el fútbol está ahí nomás, cerquita. «El deporte me llevó por toda la provincia, en una época de grandes arqueros en All Boys, así que me tocó ser suplente de otro José Luis, Erni, que venía de la primera de Colón de Santa Fe, El Ruso Michelli, Jurkevicius. Más tarde se iba a producir un trueque con General San Martín: ‘El Loro’ Rodríguez fue a All Boys y yo jugué en la Villa. Después Atlético Santa Rosa, Ferro de Realicó, Rácing de Castex, Alvear Fútbol. Un largo recorrido… y finalmente el inolvidable ‘Martilleros’ campeón en el fútbol de veteranos. Allí compartí con grandes amigos como César Perversi, Alex Gonzalez, y el inoxidable Alejo Suárez Cepeda como técnico», evoca.
Pero admite que «claro, en medio siempre estaba la música, la guitarra, peñas, actuaciones, eran dos actividades no compatibles», justifica haber dejado de jugar.

 

El dirigente.

 

Reconoce que su regreso a All Boys se produjo como suele suceder «como vuelven casi todos, a través de sus hijos. Con cuatro años y todos los adornos rotos en casa mi padre apareció en la cancha con su nieto, Brian… Él no pudo eludir su destino de arquero, como el abuelo y yo mismo, y en eso está. Empezó con Luis Marani como técnico», precisa.
Colaborador allí donde lo precisaran, José Luis fue convocado por el entonces presidente alboyense, Jorge Altolaguirre: «Necesito que representes al club en la Liga… y bueno, fue el comienzo. El deportista se rindió definitivamente con el dirigente, y hoy mi cuerpo me lo hace saber», se ríe.
Más tarde, con «Don Alfredo Iturri como presidente de la Liga Cultural, en épocas tristes con algunos personajes enquistados en su seno, que nada bien le hacían a la institución. Hoy se mejoró bastante pero creo que todavía hay mucho por hacer: la liga debe tener su predio propio y trabajar para eso».
Se pone presuntuoso al mencionar que en calidad de dirigente se encargó de armar y llevar el primer representante de la Liga -categorías 92 y 91- al campeonato de fútbol Patagónico en Viedma y Carmen de Patagones. Tito Castiñeira y ‘Pachi’ Laborde fueron los técnicos de un torneo que fue armado para el equipo local», casi se enoja al recordar.

 

Los «locos-cuerdos».

 

En un momento El Flaco razona que en los clubes no hay muchos dirigentes «porque falta sentido de pertenencia, y somos solo algunos ‘locos-cuerdos’ que entregamos trabajo, pasión y economía a los que son nuestros segundos hogares». A veces, hay que decirlo, para recibir críticas injustas de los «comentaristas» de siempre, que no aportan pero sí se expresan negativamente.
José Luis no se deja llevar por eso, y señala que tiene el deseo -más allá del club- de «seguir acompañando» a sus paisanos de la Asociación Árabe de La Pampa. Aunque no puede dedicarle demasiado tiempo entre tantas actividades que desarrolla.

 

Sueños no, proyectos.

 

Le pregunto por sus sueños, y es concreto: «¿Sueños? No, pero sí proyectos… con la música grabar, dejar más testimonios del dúo, porque hoy es más simple grabar que antes… También tal vez haya algo más por entregar para mi club… el tiempo dirá», medita.
José Luis hace una pequeña evaluación: «Lo que me gustaría es que mis hijos alguna vez pudieran sentir el mismo orgullo que yo cuando dicen que mis padres han sido buena gente… Sí, tal vez ese sería un sueño, que les digan de mí algo parecido… Eso sí me llenaría el alma», susurra apenas como si hablara para sí mismo.
Dicen que dijo Mario Benedetti: «Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad».
Y así te vemos Flaco. Quedate bien tranquilo, tus hijos podrán sentirse orgullosos de vos. Seguro que sí…

 

Buen amigo y mejor padre.

 

Varios de los tantos amigos de José Luis Roston dijeron lo suyo. Con Daniel Petrucci (nunca compartieron equipo, sino más bien estuvieron en veredas separadas. El delantero en Estudiantil y el arquero en Racing de Castex), mantienen una amistad. «Gran tipo El Flaco… sabía lo qué tenía que hacer en el arco, pero algunos goles le hice», recuerda Daniel con una sonrisa. «Me alegro que lo destaquen en una nota porque se lo merece», completa.
César Perversi lo conoció «en el Club Banco Pampa. En 1998 jugamos juntos en el equipo de Martilleros y desde entonces me honró con su amistad, que se extendió a lo familiar. Y lo seguimos siempre cuando actuaba con Hugo Cuello… Es un gran tipo, una persona muy sana», lo define.
Fabricio Coller, de Radio Noticias, resaltó la pasión del dirigente. «Valoro muchísimo el trabajo de gente como él, que llevan adelante una labor fantástica. Como músico me gusta mucho lo que hacen con el dúo: lo comprobamos en la fiesta de La Pelota cuando nos dio un show impecable. Creo que es uno de esos indispensables para los clubes», completó.

 

Los hijos.

 

Nos debe pasar a casi todos cuando hablamos de nuestros padres. Y Yasmín y Brian no lo disimulan: sus voces se quiebran al hablar de José Luis. Coinciden en que «es un papá muy presente, que estaba en todos los actos del colegio y en las reuniones de padres. Nos llevaba al colegio, al club a hacer deportes… En las buenas, y en las malas siempre con un consejo oportuno y apoyando», dice la joven.
Y agrega: «Es super comprometido con lo que le gusta y con sus seres queridos y la gente que aprecia. Y me encanta que sea músico, futbolista, y un trabajador de todos los momentos. Es un gran reflejo para nosotros porque nos enseña qué es la vida, no hablando sino haciendo», dice en un hilo de voz.
Y no se queda atrás Brian -el tercer arquero de los Roston-, quien se turba sin rubores. «Es un pilar fundamental y un consejero permanente, no sólo en el fútbol… me dice cosas y yo como soy muy terco a veces le llevo la contra, pero sé que casi siempre tiene razón», confiesa.
Como su hermana refiere al compromiso de su padre, presente en todos los momentos. «Cuando vivía el abuelo con cuatro años me llevaba a entrenar, y después tomó la posta papá… los fines de semana toda la familia iba a verme jugar», rememora.
«Estoy recontento que a mi padre le hagan esta nota… porque es buena persona y todos se lo reconocen», cierra Brian.

 

Un piso impecable.

 

«Los resultados me cambian el ánimo, pero aunque ganar es importante, lo que me apasiona como dirigente es que se hagan obras para el club. Un amigo me decía que en All Boys no hay tiempo para aburrirse, y es verdad», afirma Roston.
Lo cierto es que el piso del estadio había sido bautizado por algún periodista como «la cancha marrón». Ese apelativo quedó atrás, después de un enorme trabajo de un equipo que encabezaba Flecha Leones -entonces presidente-, pero que tuvo como artífice a José Luis.
«Hubo mucha gente que colaboró, como la de UPCN, para solventar la ingeniería económica; el ingeniero Sergio Abascal, Rubén Abella responsable del estadio y otros muchos compañeros. Se renovó la iluminación, hicimos una nueva cancha en el predio, hay riego automatizado en las cuatro canchas… y el piso del ‘Ramón Turnes’ ustedes lo vieron», señala.
Y es verdad, luce una carpeta verde que lo torna en uno de los mejores pisos de nuestro fútbol. «Se lo había prometido a Leo Oliván (ex arquero) y pudimos cumplirlo», dice ahora satisfecho El Flaco Roston.

 

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