Viernes 12 de abril 2024

La emoción de volver a encontrarse

Redacción 26/12/2019 - 02.01.hs

Retornar a los pasillos y aulas que se recorrieron allá lejos y hace tiempo, tiene que producir necesariamente una vibración especial. Peritos Mercantiles de la Promoción 1969 volvieron a su colegio.
Emoción contenida, un poco de agitación quizás, alguna lágrima furtiva -por qué no-, ante los ramalazos de recuerdos que se cruzan por la mente... No están todos, pero sí muchos de aquellos chiquilines -hoy mujeres y hombres grandes-, que se reencuentran en la puerta misma del Colegio Capitán General José de San Martín.
Es diciembre, ese mes tan especial para los estudiantes porque llega el fin de un año cursado, con la satisfacción para muchos porque no quedaron materias pendientes y se vienen las vacaciones; pero también es, para otros, el mes de los tortuosos exámenes por no haber tenido el suficiente apego al estudio durante todo el año.
Pero para esos "adolescentes" de 1969 -sí, la Promoción que egresó ese año- es un día distinto... especial, cargado de nostalgia. Se cumplen nada menos que 50 años -¡sí, medio siglo!- de cuando dejaron esas aulas que ahora recorren casi en silencio. Algún que otro comentario con quien camina al lado... y la mente volando a aquellos momentos en que eran -inevitablemente- felices.
¿Por aquello de que todo lo pasado fue mejor? Sí, tal vez haya algo de eso, porque en esos viejos y añorados tiempos tenían los sueños intactos; las ilusiones frescas y posibles... porque estaba toda la vida por delante. Nada más, ni nada menos.
Pasaron 50 años, y fueron viviendo... construyeron sus familias, se casaron, tuvieron hijos y se forjaron como hombres y mujeres de una Santa Rosa que fue creciendo a la par de ellos.

 

Las viejas aulas.
Ahora, muchos años después -por esa manía de la gente de celebrar cualquier acontecimiento de que se trate cuando se produce el fin de una década (un año que termine en cero, claro)-, están otra vez recorriendo los pasillos, evocando casi en silencio aquellos momentos únicos e irrepetibles. Entrando al aula que los cobijó en ese 5° año del final, y tratando de remedar aquella escena donde Jorge Filippín se sentaba por allí, Mirta Gómez por este otro lado; un poco más allá la Negra Alday; y allí, en un rincón, -con esa timidez que no lo abandonó nunca, hasta que se fue aún joven- el querido Flaco Cornelís.

 

No estaban todos.
Se miran y sonríen... repasan y saben que faltan en la cita Norma Pérez, Elbio Martín, Cielo Sánchez y Juancito de Paz. Tampoco dijeron presente, pero por distintas circunstancias, Marta Wilberger, que vive desde hace un tiempo en Misiones, Aldo Stenio Sansinanea, Jorge "Toro" Sánchez, Elda Peralta, Caty Godoy y Lidia Giamello.
Marica Allende -desde San Luis, donde reside fue la encargada de iniciar la movida, que iba a culminar con la presencia en el acto de cierre del año lectivo 2019 de un poco más de una docena de aquellos Peritos Mercantiles, egresados en 1969.
"La verdad es que nos veíamos poco, aunque muchos seguimos viviendo en Santa Rosa... pero bueno, cada uno tomó su camino y por ahí se producía un encuentro cortito y casual en algún lado", admite Mirta Gómez. En su casa se iba a realizar el infaltable asado que le tocaría hacer a Raúl "El Ruso" Wenner, y que iban a compartir además -como quedó dicho- María del Carmen Allende, Jorge Eduardo Calderón, Raúl "Rulito" Cisneros, Jorge Filippín, Raúl Flores, La Negra Mirta Gatica, Daniel Jannello, Carlos Mateo Marusich, Ana Lidia Matías, Ana María Ongaro y Norma Roveda.

 

Todo está "casi" igual.
Avanzan despacio por los pasillos, inquietos -como ante un examen cuatrimestral (¿se acuerdan?)-... lo miran todo minuciosamente y les parece que nada ha cambiado demasiado: las mismas aulas, los mismos pizarrones, los amplios ventanales abiertos de par en par trayendo el aire un poco más fresco desde el patio cercano... Todo está igual, se dicen y se miran. Y se ríen: "Los que no estamos iguales somos nosotros", aporta Jorge Calderón -"el más molesto" del grupo en aquellos viejos y añorados tiempos-, y todos ríen. Las chicas "zafan" un poco más, pero ellos se ven algunos con menos cabellos, con más kilos, y con esas arrugas que les surcan los rostros como símbolo de que han vivido.

 

La "señorita Gavilán".
Por allí uno de ellos descubre a "la señorita Gavilán", preceptora en aquellos años de fines de la década del '60... y la abrazan, y la saludan. Y rememoran...
Es Mirta Gómez la que se acuerda de cuando "la señorita Gavilán" les regañaba por el largo del delantal -en realidad lo consideraba demasiado corto-, y además les exigía el uso de los chuflines (los más jóvenes no deben saber que se trataba de una suerte de elástico con una hebilla) con los que debían atarse el cabello. "Le dije a la 'señorita Gavilán' por qué no le decía nada a la abanderada de este año... la piba lucía su cabello color... ¡rosa!", y se ríen todos con ganas. Saben que eso era imposible en aquellas épocas y que -seguramente, y más allá de las excelentes notas de la alumna-, no le hubieran dado la bandera en un acto tan importante.
Pero los tiempos cambiaron -y para bien, en algunos aspectos-, y se perdió aquella casi "militarización" de los colegios. Aunque no pocos adviertan que a veces "nos pasamos para el otro lado".
En el acto, y luego en la cena que compartieron, obviamente siguieron llegando los recuerdos, y se repasaron los nombres de tantos queridos profesores: El Flaco Rómulo Casal, Raúl Cuadrillero, Carlos Saez, Licha Lluch, la señorita de Inglés Fornes Rogers, "Miss" Costa, el Gordo Ares, Anita Knutsen (brava profesora de Matemáticas), la señora Pérez Manzano, Manolo Peralta, Eduardo Insausti... Y tantos otros.
Como sucede siempre propusieron volver a juntarse "el año que viene...". Quizás lo hagan, o quizás no... Se hacen casi siempre ese tipo de promesas.

 

La promesa de volver.
Esta vez estuvieron y lo disfrutaron. Es que, no se sabe por qué cosa, el paso por el colegio secundario tiene -para casi todos- un sabor especial... Tal vez por eso de que fueron los momentos en que todos los sueños estaban por delante, cuando terminarlo significaba entrar a la adultez. Algunos para continuar una carrera universitaria, otros para comenzar a forjarse en un trabajo o actividad cualquiera...
Han pasado 50 años de aquella Promoción 1969. Y allí estaban, quizás repasando lo que la vida les fue dando después de aquella felicidad que duró -por lo menos- cinco años... (M.V.).

 


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