Jueves 25 de abril 2024

La vida del hombre que respalda al cantor

Redacción 10/12/2017 - 01.17.hs

"Es verdad que el hombre es él y su circunstancia, como dice Ortega y Gasset", refiere Delfor Sombra. Se tuvo que ir un día empujado por la dictadura, pero no olvida nunca ni su tierra ni sus afectos.
MARIO VEGA - Pensar que lo conozco de hace tantos años... Y de verdad nunca había hablado cara a cara con él... lo veía pasar cotidianamente por mi casa de Villa Tomás Masson, rumbo al centro y obviamente sabía quién era, porque en el barrio todos sabíamos quien era quien. Pero jamás habíamos cruzado palabra.
Un día se fue -debió irse obligado- y se transformaría luego en "un hombre de mundo", por eso de andar con su guitarra y su música por donde lo llevara la vida.
Hace algunos meses -cuando el terremoto que sacudió la ciudad de México-, alguien me alcanzó su teléfono y por eso que tenemos los periodistas de andar hurgando aún en situaciones tan complicadas como aquella, quise saber cómo había vivido un pampeano y su familia tan difícil circunstancia. Me atendió con toda gentileza, y más allá de contarme en detalle lo que había sucedido con el movimiento sísmico, fue la oportunidad de entablar nuestro primer diálogo a la distancia, y la promesa que cuando anduviera por aquí íbamos a conversar personalmente. Quedó el compromiso.

 

Una charla deliciosa.
Por estos días Delfor volvió a su tierra, a andar estas calles que tanto frecuentó, a saludar a tantos y tantos amigos y conocidos, y a participar de algunas actuaciones que estaban programadas. Y así se presentó la oportunidad de encontrarnos. Fue en la casa de su hermana Lidia (casada con Pirulo Cardoso, dicen uno de los más grandes futbolistas que dio nuestra provincia), donde se afincó por unos días.
Y hay que decirlo: una charla con Delfor resulta todo un placer... porque es un gran conversador, pero además porque le gusta contar... y escuchar a su interlocutor. Y no puede menos que llamarme la atención que recuerde detalles de nuestro barrio que yo los tenía arrumbados en algún rincón de la memoria... "Pero cómo no me voy a acordar, si tu vivías en la calle 15, y yo pasaba todos los días por allí", refiere de entrada. Y es verdad, la 15 es hoy la calle Jujuy, donde vivía mi familia y mi padre tenía su imprenta que era una referencia de la zona.

 

"Sería de necio olvidar".
Pero este hombre que se codeó con Atahualpa, con Zitarrosa... y con tantos, que pasó largas noches charlando con el Flaco Menotti, con Cayetano Rodríguez ("un hermano" dice sobre quien fuera ayudante del entrenador campeón del mundo), no deja de tener en su mente cada detalle de su barrio, de sus vecinos, y de su ciudad... Y sorprende.
"¿Y por qué me iba a olvidar? Sería muy necio de mi parte creer que he llegado a algún lado más o menos importante, ponerme presuntuoso... si al cabo uno es producto de todo lo que vivió, y aquellos tiempos son imborrables, no tengas dudas", sentencia. "Pero además, cómo no referenciarme en mi infancia, en mi juventud, en mis afectos; si sirve al cabo para saber dónde está uno. Nunca hay que olvidar", completa por si hace falta.

 

Los Sombra.
Delfor Sombra (72) se llama el hombre. Y vaya si es muy reconocido por estos días. Por eso que dicen que a los morochos los años demoran un poco más en caerles encima -¿será cierto?-, Delfor conserva su piel morena sin demasiados daños y todo su cabello solo con algunas que otras canas.
Hijo de un hogar humilde que conformaron su padre Lucio -trabajador del Molino Werner- y mamá Dora América; son varios hermanos: Abel (Pirincho) y Norberto (El Negro, que supo trabajar en la imprenta con mi padre), fallecidos, y Osmar (Bocha), y Lidia Norma.
Se casaría con "La Negrita", que no es otra que Elsa Mendiola (de Miguel Cané, aclara), y tiene cuatro hijos, ya grandes: Juan Sebastián, Martín, Anay y Erandi. Dos nietos completan la familia que reside en México, hace varios años, Santiago (10) y Julián (4).
Coincidimos que la idea sería no hablar tanto sobre su música -algo que resulta sumamente conocido- sino más bien adentrarnos en el hombre y sus vivencias, sus recuerdos, la evocación de aquella Santa Rosa.
E insisto que me sorprende con su reminiscencia, y advierto sólo el modismo del "tu" incorporado a su lenguaje, y el tono suave para decir. Casi para regocijarse con tantos y tantos recuerdos.

 

La casa que casi no existe.
Los Sombra son un montón, y están los que agarraron para el lado del fútbol -en lo que se destacaron y bastante-, y los guitarreros y cantores. "No olvides que somos familia Sombra e Ibarra... así que agarrar un instrumento no era extraño para nosotros", menciona.
"Éramos muy pobres... vivíamos en una casita de adobe que mi propio viejito levantó con sus manos. Pasé en estos días que he estado por aquí, y sólo quedan algunos restos, unos pocos adobones diseminados por allí... Tal vez algún vecino se pudiera reír porque al pasar levanté mi mano como saludando...", expresa lo que interpreto (me pasa exactamente igual cuando camino por mi barrio) como una reverencia hacia esos sitios y personas que quisimos tanto, y ya no son. "Pensarán que estoy un poco loco...", reflexiona y se sonríe apenas.

 

El barrio que no se olvida.
Y digo que asombra su prodigiosa memoria: "A la vuelta de tu casa, en la 1° de Mayo vivían 'Fasulo' (el canillita) y su hermano Roberto Rodríguez... y al ladito el boxeador Roberto Arraigada. ¿Te acuerdas tú de Arraigada?", me inquiere. Fue un buen boxeador de fines de la década del '60, que aquí supo enfrentarse con los mejores, pero hoy casi olvidado aún por los amantes del pugilismo. Pero Delfor lo recuerda perfectamente.
Y sigue: "En la otra esquina de más 'aquí' -Jujuy y Catamarca- vivían el carpintero Cutín Pérez, y enfrente Julio Domínguez (El Bardino), Terete y toda su familia... Y cerquita nomás mi queridísimo Guillermo Mareque", señala una referencia obligada para su destino de cantor.
"¿Tenés solo un nombre? ¿Delfor?", le pregunto. "Sí, pero quieres creer que alguna vez a alguien se le ocurrió que quedaba mejor y me agregó otro y me puso 'Delfor Ariel'... pero no, soy solamente Delfor", confirma.

 

Leer en la vereda del Bar La Perla.
Hizo solo primaria en la Escuela 4 "porque mis viejos decían que era la mejor... no fui al secundario, pero sí a veces miraba con envidia a esos chicos que iban al Nacional, porque uno andaba con sus prendas pobres, con zapatillas rotas, y hasta nos daba un poco de vergüenza... pero después, por suerte, me preocupé por cultivarme, y leí, leí mucho. Cuando tenía más o menos los 17 empecé a frecuentar a Edgar Morisoli, a Ana María Lasalle, a Bustriazo...". Y se nutrió de sus conocimientos, y de su poesía.
"Siempre, por suerte, tuve inquietudes. Me acuerdo que con el Gallego (Oscar) García, como en casa no teníamos electricidad, leíamos en la vereda del Bar La Perla (ícono de la Villa del Busto de hace algunos años) que tenía muy buena luz. No sé de dónde conseguimos Estravagario (Pablo Neruda), y también los poemas del peruano César Vallejo... Así se me empezó a abrir la cabeza, comencé a escribir y a cantar cosas de Julio Domínguez", rememora.
"El Temple del Diablo", "Camaruco", y otros sitios similares, aportaron lo suyo.

 

Ciruja, canillita...
Le gusta la conversación serena, sin apuros -aunque no le dio para preparar ni un mate (¡!!)-, y va desgranando recuerdos: "Tu sabes, ya a los 7 años salía con el 'Pilo' González en su jardinera (carruaje tirado por un caballo) a cirujear, a buscar botellas en las casas, o limpiábamos patios y nos llevábamos algunas cosas que después él vendía en la barraca de Seoane, que estaba frente al Molino Werner... el único problema es que a 'Pilo' le gustaba tomarse algún vinito moscato, y la yegua paraba sola en los bares de la zona... y me quedaba solito en el carro por un buen rato", se ríe con ganas.
Después vendría el tiempo del canillita, primero vendiendo el diario La Capital, donde se iba a encontrar con personajes como Chato Pérez, El Toro Jaime, Domínguez, Godoy y tantos otros de esa gente. "El dueño era Castro, ¿te acordás?", pregunta y se responde.
Más adelante pasaría a vender LA ARENA, y "puedo asegurar que recuerdo uno por uno los suscriptores a los que le entregaba el diario cada mañana... claro que me acuerdo!", casi desafía.

 

Antes que el cantor, mozo.
Sería Julio Domínguez, El Bardino, quien trabajaba en la confitería del Club Santa Rosa el que lo invitó a empezar primero como lavacopas, y más tarde como mozo. "Él y Pedrito Macedo (ex trabajador de LA ARENA luego) me enseñaron mucho", dice. Y este sería finalmente su oficio primigenio -antes que el cantor ganara la pulseada-, que ejercería en distintos lugares en los años '70: Amancay (frente a la plaza), Capri, algún reemplazo en La Capital, y en la confitería del Club All Boys, donde iba a convivir con los grandes jugadores de tantos regionales, como Edilio Zabala, Pelusa Santos -tendría más vinculación porque en algún momento "La Negrita" trabajó con Mirta Bocchio, esposa del ex jugador-, Aldo Bafundo, Cacho Ledesma, El Nene Blanco, Pity Kraemer. Pero con el que había una corriente de afecto mayor era con "Colores" Facio. "¿Cómo anduviste hoy, le preguntaba cuando volvían al club y yo no había podido ir a la cancha? Y 'Colores' me decía si bien, o más o menos... Un día salió corriendo gritando un gol y diciendo 'para vos Sombrita, para vos!', y fue lindo. Claro que sí...", evoca.
Y una frase más: "Una vez Cayetano Rodríguez le dijo a Menotti, adelante mío: 'Vos no viste jugar al mejor 5 del fútbol argentino'. El Flaco le preguntó quién era: 'El Gato Villalba, juega en All Boys de La Pampa', le respondió. Te doy el teléfono de Cayetano, y pregúntale si no es cierto eso", agrega Delfor.

 

Los primeros grupos.
En esos tiempos de ir para el centro desde su casa en calle Maipú había que tomar un poco lo que hoy sería Antártida Argentina -"porque no había calle, no estaba marcada", señala-, y "después ya agarrábamos la 15 (Jujuy), la calle de tu casa y cruzábamos el alambre y el campito de la estación para el centro", precisa.
Delfor integró de chiquito varios grupos, con Jaime Montiel "hicimos Los Zupay; con Víctor Hugo (Godoy) canté por primera vez en público sobre un carrito fama en una kermese del barrio que se hizo frente a lo de Chichita Lezano... si hasta me acuerdo de la zamba que se llamaba La Romántica. Teníamos 14 años. Más tarde con Oscar García y Pelusa Díaz, hicimos Los Tres del Sur; pero lo que más disfruté fue 'Sombra-Díaz', un hallazgo, una bendición, porque además Pelusa era mi amigo, éramos muy compinches. Después seguí solo un tiempo, tocando y componiendo".

 

La influencia de Lito y los poetas.
Después vendría el contacto con los poetas y escritores más conocidos, que ya nombró, y que "era una barra con la que no andaba tan de vago como con Pelusa o Víctor Hugo", sonríe en la evocación.
No quiere dejar de destacar a un hombre que tuvo mucho que ver con su vida: Lito Maldonado. "Me protegía, me aconsejaba, era un soñador y un visionario. Él fue quien insistió para que me encontrara con Cacho Arenas, con quien casi no teníamos relación, para hacer el dúo... y resultó bueno, muy bueno. Fue breve, pero creo que como se dice, 'si breve dos veces bueno".. y Lito tuvo mucho que ver", reconoce a la distancia.

 

El despido y el exilio.
Empezaría a trabajar más tarde en la Dirección de Prensa provincial -el director era Lalo Gigena-, hasta que llegó el golpe: "Me despidieron, como a tantos... y ni indemnización ni nada".
Un día le avisaron que tenía que irse porque su vida estaba en riesgo, y partió sin tiempo de avisarle siquiera a su familia. El exilio, la dureza de los primeros tiempos, y de a poco ir armando una nueva vida en esa México que lo acogió desde ese mismo momento. Donde permanece, aunque todo el tiempo está viniendo...

 

Regresar, siempre.
Han pasado más de 40 años de aquello, y tiene la necesidad inmensa de regresar a encontrarse con su tierra. Y sus afectos...
Y le gusta, casi diría que le hace bien rememorar aquellos tiempos difíciles, de algunas necesidades, pero que conllevaban la alegría de poder hacer lo que más le gustaba, con sus amigos, con los intelectuales... y los otros. Porque entre todos forjaron al Delfor Sombra que ahora es, aunque no lo hayan sabido entonces; aunque no lo entiendan de esa manera aún hoy.
Se ríe fuerte cuando le digo que a otro vago del barrio -"La Mona" Díaz (hermano de Pelusa)- le gusta contar: "El Delfor y el Negro (uno de los hermanos Sombra) tenían un solo pantalón blanco... así que cuando se lo ponía uno el otro se quedaba durmiendo...", asegura.
No aguanta la carcajada Delfor pero casi lo confirma: "Pero además, lavábamos el pantalón en el pozo de agua... y lo que eran las mañanas de invierno lavarnos la cara en el patio, con el agua helada...".

 

"Con mucho orgullo".
Me mira, se pone serio y sentencia: "¿Sabés? Todo eso lo digo con mucho orgullo, y con mucho respeto, porque es una forma de fundamentar la vida: saber de dónde viene uno, y donde está. Si hoy es que soy algo, y quiero decirlo con mucho cuidado, con mucho respeto por todo... tiene que ver con aquello. Porque tampoco hay que ser soberbio, mirarse y decir 'llegué'... Eso es una 'pelotudez'...", asevera.
Es casi el término de la conversación, y deja una nueva definición: "Es verdad que nada es gratis en la vida, y por eso hay que estudiar, capacitarse, trabajar en lo de cada uno para superarse... Quizás lo bueno sería que cuando todo pase de uno puedan decir, qué lindo este tipo porque nunca se creyó más de lo que fue... en todo caso, en el final, se podría hablar de la obra de cada uno. ¡Pero creérsela! ¡Por favor!".
En serio, me quedó la sensación que me perdí varios años de charlas con un tipo que no cree que se las sabe todas, pero que en el derrotero de su vida aprendió, y mucho. Vaya si aprendió... "Algunos me dicen que soy un hombre de mundo, porque anduve por allí con mi guitarra... ¿Sabés? Yo soy de aquí... y aunque me vaya, siempre estoy volviendo. Siempre".

 

Un profesor emocionado
Alfredo Kludt es una referencia obligada en nuestra música. "Yo estaba decidido a aprender a cantar, y lo fui a ver", indica Delfor Sombra. "¿Qué quiere?, ya no tengo lugar!", le dijo el profesor apenas tocó la puerta.
Un par de veces insistió Delfor, haciendo caso omiso a esa frase dura: "¡Déjese de molestar!", que le disparó Kludt. "Pero maestro...", balbuceó el aspirante. "Una vez escuché en la Escuela Hogar un coro de ocho niños que usted dirigía y hacían cuatro voces... y eso es imposible", le dije.
Allí el maestro se sorprendió: "!¿Cómo se llama! Pase... y me dio una música y una letra suya, dedicada a Santa Rosa y a su esposa. Me escuchó un ratito y llamó a su mujer:... 'escuchá esto', le dijo. "¿Sabés? Los ojos se le llenaron de lágrimas. Se enterneció y me dijo que empezara a tomar clases. Se volvió a enojar cuando le dije que no tenía dinero para pagarle... Era medio 'enojón', pero igual me tomó, y gracias a Dios aprendí mucho con él", cierra.

 

"Don Raúl D'Atri me dijo que me fuera"
"Un día don Raúl D' Atri me llamó a su oficina en el diario" (estaba entonces en calle 25 de Mayo), y muy serio me dijo si confiaba en él. Y claro, usted es un amigo, como un padre", respondió Delfor.
Con ese tono que no solía dejar dudas don Raúl casi le ordenó: "Escuche bien, y hágame caso. Usted se va de Santa Rosa, de aquí mismo. Me quedé frío... ¿pero dónde?, le respondí -recuerda Delfor-, y él me dijo a cualquier lado. Su vida está en peligro, ¡Váyase, y no se dé vuelta!". Y se fue sin avisarle a nadie. Después el mismo D'Atri se iba a encargar de eso.
Sombra no tenía un peso. Lo habían despedido de Prensa de Casa de Gobierno, y don Raúl le dio un fajo de dinero. "Mejor a la ruta", le dijo D'Atri, y allí fue Delfor. "Hice dedo a Neuquén, a la cordillera, y un amigo, el Tatita Herrero, escritor (estuvo en Santa Rosa, porque 'El País de los Sueños' es letra de su autoría), me protegió... después me fui para Buenos Aires, y pude salir rumbo a México. Tenía 3 dólares y mi guitarra", evoca.
En tierras aztecas se encontró con algunos referentes, "y por suerte al otro día estaba cantando en las peñas. Había una moda de la música de América del Sur, estaban de moda las zambas y chacareras y así empecé a ganarme la plata para comer y con el tiempo rentar una casa. Y pude llevar a Negrita y los chicos".
"Aquí quedaron muchos amigos que la pasaron mal: Raulito (D'Atri), Cholo Covella, Calvito, Cristina Ércoli mi cuñada, Nelson (Nicoletti), Hermes Accatoli... Ellos sí la pasaron...", repasa nombres.
Y agrega: "Por eso de qué me voy a quejar yo... si piensas que estás vivo, que has vivido dignamente... ¿Qué iba a creer yo que tendría hijos maravillosos, serios, estudiosos, transparentes, profesionales, dulces... que tengo nietos. Que mi señora (físico-matemática) llegue a ser hoy secretaria académica de la universidad en México... que escribió libros y es una personalidad de consulta; todo producto de su capacidad. Por eso... de qué me voy a quejar, siendo que en nuestro país hubo 30 mil desaparecidos", reflexiona y parece que un rasgo de tristeza le cruza el rostro.

 

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