Lunes 25 de marzo 2024

Mamá Carolina, sinónimo de coraje

Redaccion 17/10/2020 - 23.00.hs

Todas las madres merecen reconocimiento, y es verdad que son las personas con más bravura del mundo. Con sacrificio y trabajo duro son capaces de cuidar familias enteras para conseguir salir adelante.
MARIO VEGA – Cada cuál lo siente como lo siente… el sentimiento hacia la madre, creo, debe ser parecido para todos, y será difícil no caer en lugares comunes si nos referimos a ella y a lo que representa para nosotros. Supongo que a cada uno le pasará eso de despertar cada mañana y pensar en su madre -en recordarla si no está físicamente presente, o en traerla frecuentemente a la mente si tenemos la suerte de que sí-, en un ramalazo que nos cruza por la mente.
Quién no va a decir que la suya es la mejor madre del mundo, que si volviera a nacer la volvería a elegir, y toda una serie de frases hechas que -no por eso- resultan menos sentidas.
Hoy es, precisamente, el Día de la Madre. En tiempos azarosos, complicados, donde no se nos permite -las circunstancias lo impiden- ni siquiera la posibilidad de un abrazo… igual serán tenidas muy en cuenta, porque de alguna manera es una jornada especial para quererlas, agasajarlas… aunque -como dice otra frase hecha- todos los días es el día de la madre.
Porque despojándonos de que pueda ser tomada como una fecha comercial, es de alguna forma un día para disfrutar en familia.

 

Mamá Evelia.
Me parece que ya lo conté alguna vez… mi madre Evelia Hilda Luna se llamaba, y partió el 17 de agosto de 2004. Han pasado de eso ya 16 años y no obstante mantengo rediviva su imagen. Como si la estuviera viendo…
¿Cómo era? Una mujer fuerte, de carácter, de personalidad para decir exactamente lo que pensaba. Sin hesitaciones, sin interesarle ser lo que se dice políticamente correcta. Para ella era necesario decir lo que uno pretende es su verdad. Siempre.
Obviamente era también afectuosa, madraza en todo el sentido de la palabra… con el único interés puesto en sus hijos -Graciela y yo-, y en sus nietos y nietas. Para ella el interés supremo estaba puesto en la familia. Tenía 69 años cuando se fue… aunque lo cierto es que sigue por aquí, muy presente. Esta es realmente así.

 

Reparto de roles.
Cuando veo hoy las luchas de género por la igualdad de oportunidades, cuando advierto nuestro necio machismo sostenido tantos años, y al remontarme a la imagen de mamá Evelia no puedo menos que admitir que en casa esa condición de la mujer sometida a las tareas del hogar -aunque las hiciera- no existía. Que en todo caso era un reparto de roles con mi padre en un matrimonio al que -con mi hermana- jamás escuchamos discrepar a viva voz… ¡y eso que papá Mario también tenía su genio! Aunque es seguro que en más de 50 años de convivencia habrán tenido más de una divergencia. Pero sí, nunca los vi levantar la voz en una discusión entre ambos… y eso lo tengo muy pero muy presente.

 

Una madraza.
En estos días coincidimos en la Redacción que la nota de este domingo debía ser… sí, claro, una madre. Y así hubo varios nombres sugeridos a partir de distintas situaciones, y por cierto estoy convencido que cada una de las mujeres mencionadas-todas- merecería contar su propia historia.
Alguien la apuntó a ella… Carolina Lara (48) se llama. ¿Por qué? Porque su vida ha estado rodeada de ribetes muy especiales… Fue mamá a los 15 años y a los 34 ya era abuela… con la particularidad que no solamente crío con dedicación y mucho esfuerzo a sus siete hijos -producto de sus dos matrimonios-, sino que además ofició de madre de los de su segundo esposo, y colabora con la educación y el crecimiento de casi todos sus nietos. Casi podría decirse que ha sido mamá de 15 «hijos»…

 

«A los ponchazos».
Todo afrontándolo con una mínima pensión correspondiente al primer marido, y su trabajo de cada día -lavar y planchar para afuera, a veces preparar algunas viandas, o empanadas para vender en el barrio-, y todo sumado a la demasía de tener que someterse tres veces por semana a un proceso de diálisis que, naturalmente, le produce cada vez una sensación de abatimiento físico.
Pero ella va… «a los ponchazos» como dice, contra viento y marea, sin detenerse a pensar por qué justamente a ella le tocó una vida tan enredada, cuando a otros pareciera que todo les resulta un poco o bastante más fácil.
Cuando la contacté para que cuente su historia se mostró dispuesta, aunque cabe decir que otra joven madre -tiene dos hijos de 8 y 6 años, Vanina Basso se llama- contribuyó a que Carolina nos reciba en su casa de Maestros Puntanos 2435, en Villa Germinal, apenas a una cuadra y media de donde se construye el nuevo hospital.

 

La casa de Carolina.
Es una mujer aún muy joven, pero que en su vida ha cuidado sus hijos, y también sus nietos como si fueran -lo son en realidad- sus amados retoños.
Una casa humilde, ubicada en el fondo de un amplio terreno donde se levantan algunos árboles frutales -plantas de limones, damascos y pelones… y se viene una parra de uvas según anuncia-, que dan una buena sombra a la construcción… y tres perros que duermen la siesta pero que a la noche se tornan bravos cancerberos de la vivienda. «Hace algunos años que vivo aquí, y estoy tratando de ampliar porque quiero ver qué emprendimiento puedo llevar adelante aquí», cuenta.

 

Problema de salud hereditario.
«Me llamo Perla Carolina, soy nacida en Parera. Mi mamá se llamaba Susana María y murió cuando tenía nada más que 29 años, así que me falta desde que yo tenía 8», expresa. El papá «era jornalero, Raúl Oscar Lara, y siempre vivió de changas, sobre todo de la albañilería. Nos vinimos de Parera cuando mi madre empezó con graves problemas de salud y la tuvimos que internar en Santa Rosa, hasta que falleció», completa.
Son cinco hermanos, «Oscar y Rubén los dos mayores fallecidos, Néstor que tiene problemas renales y Alejandra que fue trasplantada y por suerte está re bien… y yo también me tengo que hacer diálisis… Es un problema de salud que ya tenía mi mamá, es hereditario», explica.

 

Una gran familia.
Carolina, junto a dos de sus hermanos fue albergada en la Escuela Hogar de Santa Rosa cuando los padres debieron instalarse aquí por las condiciones de salud de la madre. Pero aún cuando allí se sentía querida y protegida no terminó la primaria: «Llegué a quinto grado, pero sé leer y escribir… Lo cansamos a papá, y un día decidimos que no íbamos a ir más a la escuela y dejamos», rememora.
Se habría de casar «legalmente muy jovencita… tenía nada más que 15 años, y enseguida iba a ser mamá de Eva», cuenta y cuando la menciona parece ponerse un poco triste. «Mi esposo se llamaba Raúl Núñez, era bastante mayor que yo y trabajaba con el doctor (Manuel) Baladrón… andaba en la política. Con él tuvimos además de Eva a Marisa (33), Sara (30) y Maximiliano (25); y en un segundo matrimonio con Eduardo Cabral (de quién se separó hace algún tiempo aunque mantienen buena relación) tuve a Roxana (22) y las gemelas Perla y Carolina (23)», puntualiza.
Hay que decir que a su vez Cabral tenía otros cuatro hijos y a tres de ellos (Daniela, Adriana y Rosana) también las ayudó a crecer. «Sí, ellos también fueron como mis hijos», confirma con una sonrisa.

 

Un duro golpe.
Hace aproximadamente tres años la familia iba a sufrir un durísimo golpe con el fallecimiento de Eva (31)… «Fue terrible, inesperado… fue su decisión», dice y se queda callada por un instante.
Desde ese momento cuatro de los cinco chicos de Eva: Daniel (14), Azul (13) Enean (7) y Sharon (5) pasaron a vivir con ella, que se hizo cargo de su crianza. Aunque el mayor, Daniel, ahora vive con su tía Sara.
«Fue todo muy difícil… por supuesto. Llegué a tener tres trabajos de limpieza en distintas casas, donde lo hacía por hora, por día y por semana, y además lavaba para afuera en mi casa. Trabajé un tiempo en el domicilio de un señor conocido, que tenía una radio», dice refiriéndose a «El Gallo» Avelino Rodríguez.

 

Gran guerrera.
Y hay que imaginar la vida de una mujer muy joven aún con tantos chicos a cargo, y encima con un problema renal que la obliga a dializarse tres veces por semana, con las consecuencias físicas que esta práctica médica le acarrea.
Pero lo cierto es que -pese a su problema de salud- Carolina pareciera de acero… hecha de un material único que la lleva a sobreponerse a situaciones ante las cuales cualquier otra persona hubiera desistido… porque si lo pienso es difícil, arduo, y no todos nos animaríamos a seguir, a no tirar la toalla, a no abandonar ante tamaño compromiso.
Ella tiene alma de guerrera para enfrentarlo todo, y no se detiene a preguntarse por qué el destino se la hizo tan complicada. Ella sigue…

 

Resistir. Siempre resistir.
La miro a Carolina y me sale recordar esos versos del español Carlos Toro Montoro que alguna vez tuve la fortuna de escuchar como canción -en vivo- en la voz de Estela Raval:
«Resistiré, erguido frente a todo/me volveré de hierro para endurecer la piel/Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte/Soy como el junco que se dobla/Pero siempre sigue en pie».
«Resistiré, para seguir viviendo/Soportaré los golpes y jamás me rendiré/Y aunque los sueños se me rompan en pedazos/
Resistiré, resistiré…».
Parece escrito para personas como ella. ¿O no?

 

Los hijos y el estudio.
Reconoce que sus hijos tuvieron padres muy buenos, y se enorgullece para decir que -contrariamente a lo que ocurrió con ella- «todos terminaron la primaria y algunos el secundario. Quedó Eva que cursó el 5° año pero no lo terminó; y Rosana que solamente hizo la escuela primaria. La verdad es que me llevo bien con todos mis yernos y nueras… ellos saben que está todo bien, pero cuando me enojo, ¡chau!», dice y sonríe.
Porque es de esas personas que no se quedan con las ganas de decir algo si creen que es necesario. Se puede afirmar que no se queda con ningún vuelto si tiene que plantarse.
Agrega que Maxi trabaja como cadete, Marisa es policía y Sara se desempeña en la Clínica Modelo. «Yo hoy lavo y plancho… en un tiempo vendía y muy bien mates tipo calabaza que me traían de Misiones; y tenía en marcha un emprendimiento que era una fábrica de grasa… contaba con una máquina industrial y trabajaba con la que me traían desde General Acha», pero desde que sucedió lo de Eva eso quedó inconcluso.

 

Querida en el barrio.
«Mi vida ha sido dura, tengo una historia fuerte… pero no me quejo. Sé los hijos que eduqué y la familia que armé. Y sí… tengo que ser mamá otra vez y me la banco… y me gusta. A veces salimos a caminar con ellos, vamos para el lado de la laguna, y ahora mismo lo anotamos a Elean en atletismo, así que ahí también lo voy a acompañar», anuncia Carolina.
Es integrante de la Comisión Vecinal del barrio, y se siente una vecina «muy querida… Esto es tranquilo y nos llevamos bien. Faltan cosas para hacer, pero de a poquito se van a ir logrando», se esperanza.

 

Una historia.
Esta es la historia de Carolina… Seguramente habrá muchas otras como la de ella, pero mostramos esta. Acaso sirva para reflexionar acerca de que muchas mamás estarán disfrutando hoy el día junto a sus familias; pero otras quizás estén sufriendo… por nostalgias, por el dolor de las ausencias… contrariando esa expresión que hace suponer que la ley de la vida determina que los mayores nos debemos despedir de este mundo antes que nuestros hijos… Y no es fácil de entender y soportar lo contrario.
Lo cierto es que, como dice alguien, las palabras no alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma: feliz día mamás… feliz día Carolina… Y a vos, mamá Evelia, donde estés (seguro que por aquí cerquita), simplemente un beso. Ya lo sabés… te quiero.

 

«Es una verdadera leona»
Cuando tres años atrás sucedió la pérdida de Eva, hubo quienes se enteraron que había una familia que sufría… que cuatro chiquitos se quedaban sin la mamá, aunque como siempre la «abuela Carolina» estaría dispuesta para acompañarlos en su crianza y educación.
Por entonces gente del grupo de ciclismo «La Roseta», y sobre todo Vanina Basso, una de sus integrantes, se conmovió vivamente ante la situación.
Vanina se acercó en aquel momento al domicilio de Villa Germinal para ofrecer sencillamente su solidaridad, y la de sus compañeros. «Aclaré que no pertenecía a ninguna organización estatal, y que solamente éramos un grupito que queríamos ver en qué podíamos ayudar… y por suerte Carolina lo entendió muy bien», dice ahora cuando la consultamos.
«Hicimos algún aporte… no importan cuánto ni cómo, pero lo cierto es que hoy Carolina es mi amiga, y de verdad la admiro. Contra todas las adversidades se las arregla para salir adelante…», sigue. «A veces, cuando sale de diálisis está muy fatigada, pero sigue… es una verdadera leona, y ojalá recibiera más ayuda de la que le dan», razona.

 

¿Y la AUH?
¿Por qué? «Porque se hizo cargo de todos estos chicos, y si bien le correspondería la AUH (Asignación Universal por Hijo), los trámites siempre parecen engorrosos… y ha pasado que se la pagan un par de meses y después se la cortan no sé por que trámite que hay que completar. Me parece que hay que ayudar a personas que como Carolina son honestas, buena gente, y que ha criado hijos tan respetuosos», pide.
¡Teléfono Estado! ¿Alguien atenderá este llamado? Ojalá que sí.
Cabe reconocer que, gracias a Dios, siempre hay una cuota de solidaridad, de empatía: alguna vez tres de los miembros de La Roseta fueron los Reyes Magos y llegaron hasta el domicilio de Carolina… Es imposible describir aquellas caritas de los chiquitos, y chiquitas ante una presencia que quedará como un recuerdo único en sus vidas.
Tal vez se repita. Por qué no. Valen la pena esos gestos. Claro que sí.

 

Un pedido por las cloacas
Como quedó dicho Carolina Lara es integrante de la Comisión Vecinal de Villa Germinal, y solicita -ella y sus vecinos- que las autoridades municipales las tengan en cuenta para completar una obra fundamental: las cloacas.
«Algunos vecinos las tienen construidas, pero otros como yo carecemos de ellas, y hay que acudir a contratar el camión atmosférico, que siempre es un problema porque hay dificultades para ubicarlo y se demora en venir… y cualquiera puede imaginar que para una familia es toda una gran complicación», explica.
«En la Comisión Vecinal ya tenemos la nota lista para presentarla en la municipalidad con nuestro pedido… y lo que faltaría es que nos escuchen y nos solucionen el tema», completó.

 

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