Jueves 25 de abril 2024

Otra investigación atravesada por el Covid -19

Redaccion 29/06/2020 - 06.12.hs

Una de las instituciones que hizo punta en la fabricación de mascarillas hospitalarias fue la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de La Pampa, donde docentes y alumnos de la Licenciatura en Física aprovecharon la disponibilidad de equipos y materiales para hacer un aporte a la comunidad. El operativo fue coordinado desde su domicilio por Victoria Ferreyra, una joven física que cumplía su cuarentena preventiva tras regresar aceleradamente de España cuando la pandemia empezó a impactar con fuerza en ese país.
La pandemia de Covid-19 encontró a Victoria Ferreyra en la ciudad vasca de Pamplona, donde había viajado a realizar una pasantía en la Universidad de Navarra en el marco del programa de ayudas económicas de la UNLPampor el cual viajaron Gisela Weiz y Mariela Lis Ambronsino, dos jóvenes pampeanas que también se encontraron con que el coronavirus trastocó sus planes de estudio en Europa.
Victoria llegó a Pamplona el 2 de febrero y comenzó a trabajar en su investigación sin sospechar que en cuestión de días todo cambiaría. A los pocos días de su llegada la pandemia «estalló» en Italia y para principios de marzo empezaron a conocerse los primeros casos en España.
«Diez días antes de que yo me vuelva, apareció el primer caso en Pamplona. Cuando lo miro ahora, veo que todo fue muy rápido, muy vertiginoso. En ese momento no estaba en claro cuál era la peligrosidad en la expansión del virus. La peligrosidad no estaba tanto en su nivel de mortalidad sino en el nivel de contagio que tiene, que atora los servicios sanitarios».
A poco de que la enfermedad llegara a España, aparecieron los primeros casos en Pamplona y tres de ellos fueron en la Universidad de Navarra. «Un docente, una chica del sistema administrativo y una alumna», detalló.
«Cuando se empieza a hablar de la posibilidad de cerrar la universidad, aparece el director del grupo donde estaba trabajando y me dice ‘vos te vas’. No me dio ninguna opción. Estuve dos días más trabajando para terminar todos los experimentos para que me quedara algo más avanzado y yo pudiera trabajar acá (en Santa Rosa), hasta que me fui para Barcelona, que era de donde salía mi avión».
En la ciudad catalana, estuvo un par de días instalada en la casa de una amiga hasta que pudo contactar con la aerolínea Iberia y logró que le cambiaran el vuelo. España ya había dictado el aislamiento total.

 

Controles.
«Llegué acá un día después que cerrara el aeropuerto de Ezeiza y se cancelaran todos los vuelos que venían de Europa. Yo vine por Brasil, que en ese momento no era considerado país con circulación. El único lugar donde nos hicieron controles de temperatura y nos pidieron una declaración jurada de síntomas, fue acá en Argentina. En Brasil, nada, ni siquiera controlaban que se cumpliera con el distanciamiento social», destacó.
«Cuando llegamos a Ezeiza no nos dejaron bajar del avión hasta que no constataron que las personas que habían declarado síntomas estaban bien, que no tenían temperatura alta. Cuando bajamos nos tomaron la temperatura a todos y todas. Ahí me estaba esperando una persona que me trajo hasta Santa Rosa y que cuando volvió a Buenos Aires tuvo que hacer una cuarentena preventiva», agregó.
Tras llegar a Santa Rosa, Victoria se instaló en su domicilio particular para realizar la cuarentena. «Durante 15 días no tuve contacto con nadie».
Fue en ese contexto que «encontré la publicación de una gente de España que estaba haciendo máscaras con las impresoras 3D», tema que la motivó para replicar la experiencia en nuestra ciudad, de la mano del personal y los equipos de la Facultad. «Ahí arrancamos con este proyecto», contó. El director del grupo de trabajo en Materiales Granulares, Luis Pugnaloni, «se copó enseguida» y coordinó en territorio las indicaciones que Victoria sugería desde su casa. «Conseguí el contacto con el Ministerio de Salud gracias a mis compañeros de Patria Grande, el espacio en el que milito, busqué cuál era el mejor modelo para las máscaras, los archivos de impresión, que son todos gratuitos, y me contacté con otra gente de Santa Rosa que ya estaba haciendo máscaras. Todo esto desde casa con el teléfono y la computadora».
El vicedecano Jaime Bernardos y la secretaria de Investigación y Posgrado, Laura Wisner, se encargaron de abrir las puertas de la Facultad a los docentes y estudiantes avanzados que fueron a imprimir las mascarillas, tarea en la que se utilizó la impresora 3D que pertenece al grupo de Física de Materiales Granulares. Los alumnos que se encargaron de imprimir las mascarillas fueron Julián Gómez Paccapello, Gabriel Gazzano y Kevin Tomas, todos ellos alumnos avanzados de la Licenciatura en Física.
Para la impresión se utilizó material que ya estaba en la Facultad y luego se adquirió un poco más. Las planchas de acetado las proveyó el Ministerio de Salud de la provincia. Al cabo de varios días de trabajo se fabricaron 160 mascarillas, las que se destinaron al personal de Salud de la provincia y a otros trabajadores de servicios esenciales expuestos al contagio.
En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales también participó de la propuesta el profesor de Matemática Leandro Castro, quien posee una impresora 3D en su casa.

 

Universidad de Navarra.
Durante su estadía en Pamplona, Victoria se sumó al equipo de profesionales del laboratorio de materiales granulares de la Universidad de Navarra, muchos de ellos conocidos de su director en la investigación, Luis Pugnaloni. Allí se dedicó a realizar experimentos sobre la dinámica de descarga de depósitos de materiales granulares -que en nuestra provincia están representados por los silos que almacenan la producción de cereales y oleaginosas-, un campo de estudio muy abarcativo y con muchas ramificaciones.
«Son depósitos de materiales granulares que en general tienen forma cilíndrica y una boca en su parte inferior por la cual se extrae el material», detalló Victoria, describiendo con criterios físicos las características estructurales de nuestros conocidos silos.
Victoria centró su investigación en dos casos particulares de descarga de silos. El primero de ellos se denomina «silo forzado» porque se le coloca en la parte superior un peso que aumenta la velocidad de salida del material. En este caso el foco de estudio estuvo centrado en ver cómo aumenta la velocidad de descarga de acuerdo a diferentes pesos.
El otro experimento apuntó a calcular la probabilidad de atasco de los granos, colocando en la salida una cinta transportadora, tal como sucede en muchos procesos industriales.
Para simular los granos se utilizan distintos tamaños de bolitas. Para el segundo experimento, por ejemplo, «hacemos caer las bolitas por un orificio más o menos chiquito, que tenía cierta probabilidad de atasco, y abajo poníamos una cinta transportadora que iba juntando el material», describió. «Luego mirábamos cómo iba cambiando la probabilidad de atasco según la velocidad de la cinta», teniendo en cuenta que la cinta puede producir un frenado en los granos y ello hace cambiar la probabilidad de atasco.

 

Terminar el ‘posdoc’.
Mientras dicta clases virtuales en la Facultad de Exactas en la cátedra Mecánica Clásica I, Victoria avanza a paso firme en pos de terminar su investigación y presentarla para el mes de julio.
«Ahora estoy analizando datos y empezando a armar los gráficos para hacer una publicación. Eso lleva un poco más de tiempo pero se puede hacer mediante reuniones virtuales, discusiones semanales entre las personas que estamos involucrados. Por suerte no necesito hacer más mediciones».
El objetivo que se plantearon con Pugnaloni es analizar cuál es la dinámica del flujo y ver cómo cambia esa dinámica según el peso que se le coloca arriba; cómo es la presión en el fondo del silo, y cómo va cambiando a medida que se va descargando. «Y cuando tengamos la información, hacer un modelo teórico que trate de explicar los datos que hemos tomado», concluyó Victoria.
Una investigación de esta índole tiene una aplicación directa en nuestra provincia, donde en forma periódica ocurren accidentes cuando se produce un atasco en una tolva o en un silo y los trabajadores rurales intentan desobstruirlo exponiendo su propio cuerpo. Muchos de estos accidentes tienen desenlaces fatales porque los trabajadores quedan sepultados bajo los granos cuando se produce la liberación del volumen atorado, o bien son absorbidos por los «chimangos», como se conoce informalmente a las máquinas que elevan los granos hasta el depósito.

 

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