Jueves 11 de abril 2024

Son pintoras de obra, y de las buenas

Redaccion 29/02/2020 - 21.41.hs

Oriundas de un pueblo de poco más de 1.200 habitantes, llevan adelante un oficio que habitualmente era desarrollado por hombres. No obstante lo realizan de tal manera que muy pocos pueden superarlas.
Mario Vega.
Ellas ganan espacios… Conservan aquellos que supieron conseguir, y logran parte de lo que se les negó por tanto tiempo. En todas las esferas; en lo laboral, en lo político -todavía falta y bastante en ambos campos-, en lo deportivo, y en cuanto lugar decidan ocupar.
En cuanto al trabajo conocemos mujeres que llegaron a funciones ejecutivas en empresas, o a cargos importantes en diversos estamentos del Estado -aunque queda dicho, aún queda bastante camino por recorrer-, pero también desempeñan otros diversos oficios, como ser choferes de camiones, taxistas, y cualquier actividad que alguna vez se pensaba debía ser desarrollada solamente por los hombres. Se recordará que en estas mismas columnas hablamos de la familia Fischer, tres hermanas que son bomberas voluntarias…

 

En todas las actividades.
Y ni hablar si hablamos de deportes, porque se metieron en el boxeo -La Pampa tuvo hasta una campeona mundial en Mónica Acosta-, y decididamente desde hace tiempo en el fútbol. Es más, en programas televisivos porteños -no por aquí todavía-, no pocas damas se desempeñan como comentaristas en el fútbol grande de la Argentina. Como se expresa por estos lares aún adolecemos de chicas que se pongan al frente de un programa deportivo, pero seguramente más temprano que tarde llegará ese momento.
Eso sí, en nuestro fútbol lugareño, una mujer (Malvina Schiel, precisamente nacida en Campos) fue -el año anterior- la mejor árbitra de la Liga Cultural de Fútbol.

 

A la par del hombre.
Es cierto que en algunos oficios todavía no se advierte una presencia de mujeres importante en cuanto a número. Ciertamente pareciera ser que algunas tareas significan poner el físico y -se supone- un hombre por contextura podría afrontar más fácilmente.
Aunque seguramente también en estos ámbitos existen excepciones. Por ejemplo: desde siempre me asombré de una conocida comerciante de Santa Rosa que -desde horas tempranas dedicaba las mañanas, cuando el sol empezaba a despuntar- a entrar y sacar cajones cargados de frutas y verduras de su local, con una destreza que -confieso- no sé si yo lo podría haber llevado a cabo. Y lo hizo -y aún continúa- durante muchos años…
Obviamente se advierte que las mujeres -desde hace tiempo- vienen desarrollando acciones de las más diversas.

 

Aparece Silvina.
El año anterior, en forma fortuita, accedí a conocer a dos mujeres que son… pintoras de obra. A ese oficio se dedican, y sin constituir formalmente una empresa, recorren algunas localidades del sur de la provincia realizando esa tarea para la cual son contratadas.
Una de ellas -Silvina-, tiempo atrás se ocupó de que le hiciera una nota -una más- a mi amigo Juan Carlos Aymú. Se sabe, fue un destacadísimo futbolista de nuestra zona, que se desempeña ahora como entrenador. La tozudez de la mujer, madre de uno de los jugadores que estaban a las órdenes de Carlitos, tuvo su fruto, y allí estuvimos destacando la labor paciente y sabia del director técnico que dirige las inferiores de la Unión de General Campos.

 

Pintoras de obra.
En el ida y vuelta de varias conversaciones, en la que la mujer, nacida y criada precisamente en esa localidad, actuó como una suerte de «productora» para que la nota periodística con Juan Carlos Aymú se llevará a cabo, y así pude acceder a un aspecto de la vida de Silvina Mariana Merkel. Ella, junto a Rosana Schefer, se dedican a pintar viviendas. Sí, lo que se conoce como pintoras de obra.
Desde General Manuel Campos, donde viven -y son naturalmente muy conocidas, porque se trata de una localidad pequeña «donde el que no trabaja es porque no quiere», según afirman-, salen a pintar viviendas y edificios, a restaurar piletas de natación y otras actividades afines; y tienen como campo de acción también Bahía Blanca y circunstancialmente Santa Rosa.

 

«Las mejores».
Debe haber otras señoras que realicen una actividad parecida, pero no deja de llamar un poco la atención que en este caso ambas hayan ganado reputación como dos muy buenas pintoras de obra. «De las mejores…», dice y suelta la carcajada Silvina, vehemente y elocuente en su forma de decir.
¿Quiénes son estas dos «personajes» que hablan, y se miran cómplices para bromear todo el tiempo? Porque hay que decir, Rosana parece tener perfil un poco más bajo pero rápidamente entra en confianza y parecen complementarse a la perfección. «Ella es la jefa», dice señalando a Silvina, aunque se nota que además de trabajar juntas son amigas… «casi diría que es como una hermana para mí», dice la «titular» de esta «empresa» de pintura que al parecer no tiene nombre.

 

La «jefa» de la empresa.
Silvina Mariana Merkel es nacida en General Campos. Su mamá se llamaba Nilda Otilia Fibiger; y su papá José Merkel. «Mamá trabajaba en servicio doméstico, pero también hacía para vender tortas fritas, ochenta golpes y otras roscas alemanas. Mi papá era albañil; y éramos cinco hermanos: Dante y Héctor (le dicen Pepe), que trabajaban en la construcción con mi papá, y aún lo hacen; la menor, Laura, que vive en Pehuajó, y que estudió instrumentación quirúrgica y este año comienza a cursar el tercer año de la carrera de profesora de Letras; y Aldo, que falleció en septiembre de 2011 en un accidente: era portero del colegio secundario y jugaba de arquero en Unión…», comienza a contar.
Pero si bien todos son importantes para ella, alguien tiene el privilegio de ser la persona más trascendente de su vida: «Mi hijo se llama Paolo Conrado Consiglio, tiene 16 años, y creo que decidirá estudiar Medicina… vamos a ver», dice y ahora sí se pone seria Silvina.

 

Los inicios.
Ella realizó la primaria y sus estudios secundario en el pueblo: «Fue la etapa más feliz… la secundaria la inicié a los 16 años, que era el segundo que funcionaba el colegio ‘Crucero General Belgrano’ en Campos. Ya al salir de la primaria trabajé en una tienda, también en un supermercado, en el servicio doméstico… trabajaba y estudiaba… Fue a los 18 que hice por primera vez un trabajo de pintura: mi profesora de computación, Nuchi Merkel -no somos familiares-, me pidió ayuda para empapelar su comedor y me propuso pintarle la casa… acepté y no paré más… ella fue mi carta de recomendación. Nuchi es la esposa de un ex gran jugador de fútbol del club Unión, Osvaldo Schiel», aclara. «Siempre cuento que me inicié con una escalera prestada que use durante 3 años, hasta que me compre la primera… por supuesto ahora tenemos todas las herramientas: rodillo, pinceles, escalera pero ahora propia -completa y se ríe-, yana, espátula, destornilladores, pinzas… lo que pidan. Porque no sólo pintamos… hacemos de todo», agrega.

 

Rosana busca a Oscar.
Rosana Schefer también es nacida en Campos, y es hija de Margarita y de Venancio (fallecido). «Somos varios hermanos… César, Graciela y Adriana por parte de mi madre; y otros por parte de padre: Gustavo, Marta (fallecida) y Oscar…», puntualiza.
Y se detiene Rosana por un momento para hacer un pedido: «Quiero que por favor pongas en la nota que hace muchos años le perdí el rastro a Oscar… yo tenía unos 10 años cuando lo vi por última vez… Él me llevaba unos años; no lo tengo claro, pero debe tener entre 55 y 60 y viviría en Santa Rosa. ¿Se puede poner que lo quiero volver a ver? Sería una gran alegría reencontrarlo… Quizás si alguien lee esto, o él mismo, a lo mejor se puede conseguir que nos veamos», dice esperanzada.

 

Rosana y su familia.
Está casada con Claudio Guevara, quien trabaja como distribuidor en una fábrica de quesos, con el que tienen dos hijos: Pedro (15) que está haciendo el secundario; y Segundo (11) que va a la primaria.
Rosana hizo la primaria e ingresó al Colegio de Monjas en Guatraché. «Mi padrino Osvaldo Pelayo se hizo cargo y me ayudó mucho. Él fue uno de los fundadores de la fábrica de quesos ‘Monte Ralo’, y más tarde puso la de dulce de leche ‘Lactería de La Pampa’. Ahí hacían lo que primero se llamó dulce de leche ‘De La Pampa’ y más tarde ‘La Mimosa’. Era un gran emprendedor», lo recuerda.
Además de ser pintora, Rosana es pedicura y dos veces por mes trabaja en el Centro de Jubilados de Campos y hace domicilios particulares.

 

Pintando juntas.
Vivían muy cerquita en Campos, pero nunca habían tenido trato. Un día se encontraron en «catequesis familiar, y hace unos siete años le pregunté si le interesaba ayudarme a pintar», recuerda Silvina.
Y sigue: «Como dije, yo desde los 18 trabajaba en eso, y aprendí a hacer de todo: aberturas, paredes, exterior, interior, arreglo de paredes… pero no nos quedamos con eso, porque hacemos un servicio bien completo», alardea,
«En serio -agrega ante mi interrogante-… porque si es necesario arreglamos rajaduras de chapas de los techos, sacamos nidos de pájaros, podamos plantas, y cuando se termina se limpia y se deja todo perfecto», indican a dúo.
«Somos buenas… sí. Ella es la patrona», complementa Rosana. «La verdad es que nos gusta mucho lo que hacemos… nos divertimos pero trabajamos con mucha responsabilidad. Pintamos en Campos, Guatraché, Alpachiri, y cuando hay que hacerlo en Santa Rosa o Bahía Blanca va Silvina sola, porque yo no puedo por razones familiares», explica.

 

Funciona el boca a boca.
Se ríe todo el tiempo Silvina -aunque debo decir que por momentos me da la impresión que esconde algunas tristezas (ella sabrá)-, mientras narra de qué manera van hallando clientes: «Diría que tenemos como una clientela fija, que va rotando y cada tanto nos convocan… pero lo que funciona muy bien es el boca a boca, y la recomendación. ¿Si se gana bien? Vivimos… No nos podemos quejar, y los precios son los que se pueden cobrar en un pueblo…
De verdad pienso que trabajamos muy bien… somos rápidas, y tratamos de hacer la tarea en el plazo establecido, y si para eso tengo que estar como esta misma semana de 5 de la tarde a las 8 de la mañana de corrido para terminar me quedo toda la noche trabajando», amplía la «patrona».

 

Cuidando los detalles.
Se distribuyen la tarea para que todo salga de la mejor manera, pero coinciden en juzgarse como muy detallistas. Silvina es eléctrica, y está todo el tiempo mirando, y si hay un detallecito ahí estamos», explica Rosana.
«Sí, ella es muy trabajadora, pero me deja a mí lo que menos le gusta hacer… las dos somos muy detallistas… somos perfeccionistas con todo lo que son líneas, marcos… Y nos gusta que quede todo impecable», señala Rosana.
En tanto Silvana trata de dar testimonio mostrando fotos de algunas recientes obras, como el pintado del amplio salón municipal, la cancha de tenis y hasta de una piscina -muestra el antes y el después-, con una perfecta terminación.

 

«Arreglamos de todo».
Es la «Jefa» la que aporta más datos: «Empecé en esto sin saber, pero después he realizado cursos en pintura, en Bahía Blanca y en Guatraché… pero no nos quedamos solamente con pintar, porque avanzamos en lo que podemos y lo que vemos roto, o mal hecho, tratamos de corregirlo: así arreglamos cerraduras, canillas, enchufes… y si es necesario le lavamos la ropa, atendemos el perro…», dice y no sé si está hablando en serio. Pero capaz que sí…
Y son tan minuciosas que no pintan «una pared caliente, a la que le esté dando el sol… y si hay que trabajar sábados, domingos y feriados ahí estamos. A mí me apasiona hacer esto, y en cuanto a nosotras dos pasamos la prueba y nos entendemos con mirarnos… Llevamos siete años juntas y decimos que nos hizo encontrar Dios: y lo que Dios une los demás no lo pueden separar», se pone un poco mística Silvina.

 

Vida de pueblo.
Les pregunto, en un pueblo con poco más de 1.200 habitantes cómo son sus vidas… porque se me ocurre que debe haber en Campos una paz bucólica… «Y sí, yo amo a Campos, la tranquilidad de pueblo. Y aunque a veces nos aburrimos y dan ganas de encontrar la lámpara de Aladino para estar un rato en otro lado, no lo cambiaría por nada», revela Silvina.
Y es Rosana la que sigue: «Es una sociedad solidaria, de emprendedores, un pueblo en el que el que no trabaja es porque no quiere… Hay un café resto bar, Nativo’; y otro donde se vende cerveza artesanal, ‘Nápoles», y solemos ir. O hacemos asados con amigas en la casa de Silvina y la pasamos muy bien. A veces hay algún baile, casi siempre a beneficio de la Cooperadora de la escuela, del fútbol, o de los jubilados…», puntualiza.

 

Los hijos.
En las dos -porque no puede ser de otra manera-, la mayor preocupación es la familia. Es Silvina la que dice: «Si tengo sueños están relacionados con Paolo, siempre. La idea es que estudie. Y en lo personal la preocupación pasa por pequeñas cosas: el bienestar, la casa, la familia, la salud… las pequeñas grandes cosas de la vida», resume.
Y por supuesto no es distinto lo de Rosana: «A mi hijo mayor no le atrae estudiar, pero como le gustan los motores quisiera que pudiera hacer algún curso de mecánica… y el más chico es escolta de la bandera en la primaria, y el año que viene empieza secundario. Por ahora dice que quiere ser camionero… veremos, todavía tiene tiempo», reflexiona.

 

El dúo dinámico.
Las pintoras de General Campos, aunque se sabe que no son las únicas, porque hay otras en el pueblo -algunas comenzaron con Silvina- que también hacen el mismo trabajo.
Detallistas, rápidas, aranceles acomodados. Y además, divertidas… Y sí… por qué no pensar en ellas si hay que pintar la casa o el departamento. Silvina y Rosana… el dúo dinámico de la pintura.

 

La alegría de trabajar juntas.
Se tiran flores al momento de definirse mutuamente. Y como parece ser que lo piensan de verdad, no estaría mal.
Dice Rosana: «Silvina es así como la ven, eléctrica, activa… me dio trabajo y es una gran amiga. De esas que te dan todo, hasta lo que no tienen, porque si no lo tiene lo sale a buscar».
Y agrega: «Con ella hablamos todo tipo de temas, es excelente, y no nos peleamos nunca. En realidad porque la aguanto», se ríe con ganas Rosana. «Lo cierto es que nos conocemos mucho, y casi diría que es más que una amiga».
Y como para no quedarse atrás es Silvina la que completa: «Es una hermana… leal, fiel, siempre disponible. A veces no estoy bien, y el primer llamado de la mañana para levantarme el ánimo es el de ella», explica.
Y sigue: «Rosana tiene muchos valores y principios, de esos que ya no se encuentran. Como amiga, madre, mujer… y hermana», remata.
El fútbol -a partir de su hermano fallecido, Aldo; y sobre todo de su hijo Paolo-, quedó dicho tiene bastante que ver con su vida. De alguna manera -a partir de una nota aparecida precisamente en este diario-, alentó la llegada a Unión de Campos de Juan Carlos Aymú, para dirigir en inferiores, donde precisamente juega Paolo. Y allí sigue el entrenador.
Pero va por más: si en el futuro Aymú también se hace cargo del fútbol femenino de la Unión de Campos, Silvina prometió que empezará a entrenar; y aunque un poco menos entusiasta Rosana señala que probará como arquera… «pero que no me pateen fuerte, porque uso anteojos», agrega. Y casi me da la pauta que se lo toma en broma.
Paolo juega en la cuarta división del club del pueblo; y el menor de los hijos de su compañera, Segundo, empezó también como arquero.
Pero hay otra faceta en la vida de las dos: el de la solidaridad. «En realidad en el pueblo hay mucho de eso… en un tiempo estuvo el padre Cáceres en la parroquia, que era de Jujuy. Ahora está en su provincia, y una vez nos pidió colaboración, así que salimos a buscar ropas, útiles, lo que venga y se lo enviamos por encomienda», cuentan.
Conversan, se ríen, y casi podría decirse que son felices trabajando juntas. «Sí, y eso le da más valor a lo que hacemos», concluyen.

 

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