Versos al corazón de Jeremías
Oscar es un autor de historias. Un buscador que sin pensar encontró a un pequeño de siete años que le hizo mirar diferente la inmensidad pampeana.
«Me llamo Oscar Felipe Ceballos, tengo 59 años, y en donde viva, me habita Achiras», se describe el cordobés de tono llano y claro. Reside en la patagonia y vivió en Europa pero no se despega de su pueblo natal.
Un poco viajero, un poco artista, Oscar se define como docente, periodista y bibliotecario.
Vive hace 32 años en Neuquén capital donde trabaja en el Departamento de Medios Audiovisuales de la Universidad Nacional de Comahue.
«Y cada tres o cuatro meses vuelvo a Achiras, y ya se me quiebra la voz», confiesa a LA ARENA.
POR SANTA ISABEL.
Ceballos se reconoce como un «contador», más que periodista, y rememora que al volver a su tierra siempre pasa por Santa Isabel.
Y, de paso por el oeste pampeano, un día como cualquiera, sin pensar ni imaginarlo, se cruzó con la crónica de Jeremías González Ordienco: el niño santaisabelino que galopa en su caballo «Peludo» hasta llegar a la cima de una colina donde logra la señal de celular para mandar su tarea.
A continuación parte inicial del poema escrito por Ceballos.
El rabdomante del aire
Paso por Santa Isabel
y llevo mi mano en alto
para saludarlo al ‘Jere’
que está metido en el campo
yo sé que no me conoce
no importa, no viene al caso
blanquito su guardapolvo
está colgado en la casa.
CONMOVIDO.
«Cuando leí la nota en LA ARENA realmente me conmoví por esa sed de aprendizaje de esa criatura, esa búsqueda incansable por aprender», afirma el autor que también escribe canciones y tiene tiene tres libros publicados: «Los pájaros tardaron en volver», «Inventario del viento, la arcilla y los latidos» y «Expreso Achiras».
Oscar define como «emocionante» ver cómo un niño quiere capacitarse en épocas no solo duras por la pandemia sino también donde «se desaprovechan muchas oportunidades».
«Es conmovedor conocer a esa criatura, a ese paisanito, a ese bardino, con tantas ganas de aprender», reafirma.
Y detalla: «Jeremías está solo en la inmensidad del campo es cierto pero en realidad no está solo porque en sus videos también le manda saludos a todos sus compañeros y se acuerda siempre de ellos».
El poema continúa:
Por esto de la cuarentena
está cerrada la escuela
pero la seño por celu
igual le manda tarea
Por medio del medanal
va el ‘Jere’ con su caballo
en el Oeste pampeano
donde un bardino hizo rastros.
Sobre la loma esa bandera
que al flamear busca una señal
se parece a un rabdomante
que busca al agua en el aire.
CON LA POESIA.
¿Cómo se hilvana la historia de un periodista cordobés con la de Jeremías?. «Como una especie de ritual, siempre, cuando voy a mi pueblo, o a Mendoza, paso siempre con mi esposa por Santa Isabel, de donde es ‘El Bardino’, por ejemplo», recuerda.
Tras llegar a la vida de Jeremías, este periodista sensible de la provincia mediterránea quiso hacer algo. No supo al principio bien qué. Pero una llama se había encendido.
El bibliotecario dice que al leer la crónica comenzó a preguntarse cómo podía compartir, difundir y llegar a más personas con esa historia.
«Me gustó tanto la historia, y me emociona tanto ahora, en este momento, acordarme de esa nota en el diario, que creí que no podía pasar desapercibida», se conmueve.
Y agrega: «Ahora, cada vez que paso por Santa Isabel, como lo hacía antes, pienso en ese chiquito, y en su necesidad de proyectarse en la vida», dice.
El poema culmina:
La escuela 99 de allá
de Santa Isabel,
espera al ‘Jere’ de vuelta
con Sonia que es su maestra
Yo me imagino ese encuentro
seguro será una fiesta
será una milonga baya
entre sollozo y silencio.
LEVANTARLE LA MANO.
-¿Conoce autores pampeanos?
-Por supuesto. Grandes como Bustriazo, Morisoli, Yacomuzzi, Lalo Molina y los Santajuliana.
Sin embargo, Oscar reconoce influencias más cercanas a la hora de armar versos.
«Pero, para escribir, para narrar, me influyeron sobre todo tres personas: mi madre Pocha, mi tía Alcira y mi papá», puntualiza.
El cordobés, de acento simpático, y palabras sinceras, ahora lo busca a Jeremías cada vez que pasa por el suelo pampeano. Lo busca pero no para encontrarlo. Sino para levantarle la mano.
«Aunque ‘Jere’ no me vea, aunque nunca me pueda ver, y aunque nunca me conozca, yo siempre voy a pasar por Santa Isabel, y siempre le voy a levantar la mano bien alta para saludarlo, para felicitarlo y para decirle que lo llevo en mi corazón», completa.
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