Viernes 19 de abril 2024

Ahora la pelota está picando en el campo de Trump

Redacción 28/04/2018 - 00.57.hs

Los presidentes de Corea del Norte y Corea del Sur tuvieron un histórico encuentro y emitieron una declaración. Ahora la pelota está picando en el campo de Trump.
EMILIO MARIN
Este cronista lo venía planteando hace años: el norcoreano Kim Jong-un es un cuadro político y militar. No el dictador tarado que demonizaban las agencias noticiosas que sintonizan la onda del Departamento de Estado.
Y también se arriesgó aquí desde enero de 2018 que Kim venía adoptando medidas políticas y diplomáticas a favor de la paz. Eso dejaba en offside no tanto al surcoreano Moon Jae-in, recientemente llegado a la Casa Azul en Seúl, sino al neonazi Donald Trump. Éste se pasó el año pasado y el comienzo del actual atizando la guerra, incluso amenazando con la versión nuclear de la misma, a la República Democrática Popular de Corea (RDPK).
En enero las cosas tomaron un cariz cada vez más claro para quien quisiera mirarlas. El líder norcoreano manifestó su deseo de normalizar las relaciones con Corea del Sur, y tomó los Juegos Olímpicos de febrero en Pyeongchang como motivo para confraternizar. Luego de la aprobación de su contraparte sureña, el Norte envió deportistas y artistas al evento, pero también a autoridades políticas, que participaron de la apertura y cierre de los Juegos. Esos delegados tuvieron sus reuniones con sus anfitriones del sur, e invitaron a éstos a viajar a Pyongyang, donde fueron recibidos por el presidente Kim. Allí se confirmó que el 27 de abril los líderes de ambas Corea iban a reunirse en una tercera cumbre que daría continuidad a las celebradas en 2000 y 2007 por presidentes anteriores de uno y otro lado del paralelo 38.
En Pyongyang, los enviados del Sur recibieron del dueño de casa el compromiso de viajar y encontrarse con Moon en abril. Y que entre mayo y junio estaba dispuesto a reunirse con el mismísimo Trump, en un lugar neutral. Los ministros surcoreanos viajaron a Washington a llevar esa gran noticia al magnate yanqui, quien recibió un presente griego, no querido. Él venía imponiendo la novena serie de sanciones contra la RDPK y amenazándola con destruirla con sus misiles, los más modernos y devastadores.
Y de pronto, por las movidas políticas y diplomáticas del hábil Kim, el mediocre dueño de las Torres quedó encerrado en una de ellas, en el último piso, sin ascensor ni Twitter, lo peor que podría ocurrirle.
Las de Kim no eran meras declaraciones "para la tribuna". El 18 de abril pasado Trump confirmó que había enviado a Norcorea a su director de la CIA, Mike Pompeo, ayer asumido como secretario de Estado, para hablar con el norcoreano y avanzar en los preparativos de su reunión. El lugar no está aún definido. Sería en mayo o junio, aunque con Trump nunca se sabe. Queda claro que irá incómodo a la cita. El 26 de abril le dijo a Fox News que la cita podría no hacerse o bien él retirarse si es poco fructífera. El arte de la diplomacia no es para belicistas y burros como Donald. Kim, a despecho de su figura regordeta, tiene la cintura y gambeta de un wing de los de antes, como Garrincha o René Houseman.
La reunión entre los presidentes coreanos se realizó en la zona fronteriza de Panmunjom, en el Sur, donde hubo encuentros anteriores; en 1953 se firmó allí el armisticio, tras la guerra promovida por EEUU contra la república nacida en 1948.
Las imágenes mostraron a los dos mandatarios caminando tomados de la mano. Como símbolo, plantaron un pino y le dijeron a su nación de 80 millones de personas y al resto del mundo que "no habrá más guerras en la península de Corea y que comienza una nueva era de paz".

 

Promisoria, pero falta mucho.
La declaración planteó cesar cualquier acción hostil, buscar la desnuclearización total de la península, reducir paulatinamente los arsenales, tomar medidas activas para cooperar con la comunidad internacional, firmar un tratado de paz para finalizar formalmente la Guerra de Corea, evitar enfrentamientos en el mar Amarillo, celebrar conversaciones militares de alto nivel en mayo, iniciar las negociaciones en varios ámbitos y a diferentes niveles, incluidos EEUU y China, celebrar las reuniones de familias separadas por la guerra de 1950-53, eliminar los medios de la propaganda en la frontera y participar conjuntamente en competiciones deportivas internacionales.
Algunos tópicos son más sencillos de resolver. Ya participaron conjuntamente en los Juegos Olímpicos de invierno y lo harán en los Juegos Asiáticos del 2018. El Sur cesó la propaganda anticomunista unilateral en la frontera. Las visitas de familias separadas por la guerra están tramitándose. Podría resolverse el tratado de paz pendiente desde hace 65 años.
Otros puntos son problemáticos porque allí interviene Washington, por ejemplo, la desnuclearización. La RDPK decidió el 21 de abril congelar sus pruebas misilísticas y su sitio de ensayos Punggye-ri, pero no se desarmará a menos que EEUU le dé garantías de supervivencia, algo muy difícil de creer en Trump y sus halcones de la guerra que en abril realizaron sus maniobras navales y aéreas "Key Resolve" y "Foal Eagle" con militares surcoreanos.
El gran obstáculo para la paz es EEUU, pero la cumbre de ayer dejó tres cosas positivas:
-Si Corea avanza en su reunificación, al imperio le será muy difícil hacer la guerra por su cuenta.
-Quedó demostrado que Corea del Norte, socialista, no quiere la guerra sino que se defiende.
-Las dos partes abrieron las negociaciones a EEUU y China. Y Beijing apoyará los intentos pacifistas de Pyongyang y Seúl, por lo que pueden ser tres contra uno en ese tablero, y no dos contra dos.
Kim habla como un consumado diplomático, pero por las dudas guarda en sus alforjas los misiles de largo alcance Hwasong-14 y Hwasong-15, que pueden recorrer entre 3.000 y 5.500 kilómetros.

 


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