Cayó el oficialismo
I. El resultado de las PASO, tanto a nivel nacional como provincial, estuvo otra vez muy lejos de ser anticipado por las encuestadoras y sorprendió tanto al oficialismo como a la oposición. El mapa electoral argentino y pampeano volvió a pintarse diferente confirmando la alta volatilidad de buena parte del electorado.
En La Pampa, si bien algunos preveían la posibilidad del triunfo opositor, la magnitud de los guarismos no estaba en los cálculos de nadie. En tanto, en el resto del territorio nacional la ola macrista-radical golpeó con fuerza a las huestes del Frente de Todos.
Como en toda elección son múltiples las causas que determinan el resultado, aunque algunas aparecen un poco más definidas que otras.
II. El gobierno argentino no pudo escapar a la «maldición de la pandemia». Al igual que en Estados Unidos, Israel, Chile, España o México, también aquí fue derrotado el oficialismo en una elección signada por el coronavirus. Los electorados parecen endilgarles a los gobiernos los efectos nocivos del Covid-19 con independencia de sus resultados sanitarios. En el caso de Argentina la furiosa prédica de los grandes medios contra el gobierno, acusándolo de un mal manejo de la pandemia, hizo mella en un sector considerable de los votantes.
La economía es otro factor que incidió fuerte. El gobierno del FdT no acertó en mejorar el ingreso de los hogares. No le encontró la vuelta a la pesada herencia macrista ni a la crisis que provocó la pandemia y así, la recuperación de la macro no llegó al bolsillo de las mayorías y centrifugó votos.
El elevado ausentismo y la fuerte puja interna en la coalición opositora son otros dos factores que parecen haberle jugado en contra al oficialismo provincial. A la falta de un trabajo territorial intenso como el que despliega habitualmente el peronismo se sumó una atractiva pelea en el seno del radicalismo que concitó la atención de propios y extraños. Quizás pueda sumarse también otro efecto de la pandemia: la notoria ausencia de los viejos patriarcas en la campaña. El trasvase generacional tiene sus bemoles y el domingo le dio un dolor de cabeza al PJ.
Llamativamente, estas PASO mostraron resultados muy similares a las de 2017, y de aquel duro trance se recuperó el justicialismo apelando a sus armas conocidas: militancia territorial y liderazgos fuertes para ganar la elección legislativa por un estrechísimo margen. La gran incógnita es si hoy podrá repetir aquella «hazaña». Y cómo.
III. La fuga de votos no fue solo por derecha, como pretende cierto periodismo porteño afecto a confundir la Capital Federal con la Argentina. En La Pampa los partidos de la izquierda rozaron el 10 por ciento de los votos, y en la suma del país el FIT se erigió como la tercera fuerza política nacional. En Jujuy cosechó nada menos que el 23 por ciento. No es como para decir tan livianamente que hay una derechización del electorado.
Un mito que quedó sepultado con esta elección es que el peronismo unido garantiza la victoria per se. Estas PASO mostraron que no alcanza con juntar dirigentes y líneas internas; que si no hay respuestas a las demandas de las mayorías nadie tiene asegurado el triunfo de antemano. El domingo se vio incluso en el mayor distrito electoral del país y bastión del peronismo, la provincia de Buenos Aires.
Otra sorpresa lo constituyó el alto porcentaje del voto en blanco y el anulado. En algunos distritos ambas opciones superaron con holgura el 10 por ciento. Si a ello se suma el elevado ausentismo -apenas votó el 67,5 por ciento del padrón- se podría inferir que para la elección del 14 de noviembre se presenta un escenario abierto. El peso del llamado «voto útil», la intensificación de la militancia territorial para convocar con mayor entusiasmo a los votantes, la no dispersión entre tantas opciones y la ausencia del atractivo de las disputas internas son factores que seguramente harán sentir su peso, aunque hoy nadie esté en condiciones de acertar en qué medida.
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