Viernes 26 de abril 2024

Conocer más a San Martín es lo justo y de actualidad

Redacción 21/08/2014 - 03.43.hs

La historia argentina no tiene muchos próceres de verdad. El mayor de ellos es el general San Martín. De su corta pero genial actuación político militar conviene seguir aprendiendo. Algunas lecciones pueden ser útiles hoy.
EMILIO MARIN
Las estadísticas no son absolutamente de fiar ni su resultado es siempre justo. "Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia", cantó bien Lito Nebbia. En San Martín parecen darse la mano la estadística y la verdad. Y el resultado se mantiene, pues una encuesta publicada por Clarín (18 de agosto) informó que sigue siendo el prócer favorito con el 46 por ciento de las preferencias en todo el país. Lo sigue con el 20 por ciento de los votos Manuel Belgrano, al que en 2011 piropeó la presidenta de la Nación diciendo que era su preferido.
Que la mayoría se incline por el general que cruzó los Andes no significa que sea bien conocido por los argentinos. Una pequeña prueba familiar tuvo el cronista el sábado pasado, cuando la televisión daba cuenta del acto en San Juan con motivo del 164 aniversario del fallecimiento del personaje. Estaban los gobernadores, los Granaderos y hasta el cuestionado general César Milani, y tocaron una canción sobre San Martín. Solamente la esposa del cronista, pampeana ella, cantaba de memoria la letra. Bellezas de la escuela pública en Santa Rosa, que los otros comensales, cordobeses, ignoraban.
Hasta en esos detalles se nota que hay que seguir divulgando y conociendo más del mayor héroe de la historia. Tuit para el ministro Alberto Sileoni: que verifique si en todas las escuelas públicas se enseña aquella canción sanmartiniana...
La versión mitrista de la vida de San Martín asegura que éste era un pan de Dios, bondadoso y desinteresado; Simón Bolívar era un ambicioso con pretensiones casi de monarca. Y que por eso aquél se retiró de Guayaquil y dejó el camino expedito para el libertador que venía de Caracas.
Ese es un mito que procura hundir al caraqueño y salvar no tanto a San Martín como a Bernardino Rivadavia, quien mucho tuvo que ver con los problemas del frente interno con los que el correntino arribó a Ecuador.
Sobre ese punto es mejor la explicación planteada en el libro de Fernando Abel Maurente (Movimientos Nacionales IV). Se cita el descubrimiento del historiador colombiano Armando Martínez en el Archivo Nacional de Ecuador, en 2013, de un informe de puño y letra por el general José Gabriel Pérez, secretario de Bolívar, dirigido al mariscal Sucre para explicarle lo ocurrido en Guayaquil.
En esa carta se informa que la reunión fue cordial. La única rispidez fue respecto al futuro que los dos líderes preveían para Perú: un principado sugería el argentino, una república su interlocutor. El historiador colombiano concluye: "a Bolívar le quedó claro que San Martín no tenía ni las fuerzas ni el apoyo militar para asumir la victoria final sobre los españoles, que tenían fuerzas importantes en el virreinato más rico (Perú) y contaban con una aristocracia poco afecta a las ideas republicanas" (página 65).

 

Nada de tacticismo.
San Martín sabía de ejércitos y guerras. Es conocida su actuación desde el Regimiento de Granaderos a Caballo y la batalla de San Lorenzo en adelante, y sus brillantes victorias en Chacabuco y Maipú, luego del epopéyico cruce de los Andes en 1816.
En realidad su foja de servicios tenía 20 años de actuación en los ejércitos españoles, cuando intervino entre otras batallas en Bailén contra las tropas napoleónicas.
Que en 1812 viniera en barco junto a Carlos de Alvear a Buenos Aires debería computarse como un acto de voluntad, de ponerse al servicio de lo que sería la Argentina. Que se saliera del ejército español donde se había formado y viniera a formar otro, listo para luchar contra godos y maturrangos, como el propio San Martín los llamaba, habla de su conciencia política. Eso no lo hace cualquiera y menos un militar. Entre la carrera militar y su patria de origen eligió a ésta, a pesar de que a su llegada a Buenos Aires, con sus antecedentes de Bailén, muchos susurraban que podía ser un espía español.
No hubo sólo una opción personal. También pesó las orientaciones y órdenes de las logias de las que el personaje participaba, organizaciones poco numerosas y calificadas de patriotas. Los historiadores aseguran que integraba con Alvear la sociedad masónica de los Caballeros Racionales número 3. Y no fue casual entonces que esos dos argentinos, con otros militares más, vinieran en el mismo barco. O sea, junto con lo individual hubo un plan de una organización política. Interesa subrayarlo porque está lleno de historiadores que todo lo explican en función de deseos, casualidades y preferencias de los grandes personajes. Lo colectivo, organizacional, etc, no existirían...
Siendo masón y habiendo dejado constancia en su testamento que quería ser enterrado en el cementerio, ¿por qué la iglesia católica lo tiene aprisionado entre la Catedral de Buenos Aires? ¿Es un castigo al masón que no tuvo buenas relaciones con los obispos de su época? Un Estado laico, cuando por fin exista en Argentina, deberá reparar esta injusta situación, entre tantas otras donde la religión metió la cola.

 

Mano de hierro.
En la historia del general se hizo hincapié en su rígida disciplina, exigida a sus oficiales y la tropa. Su reglamento se puede leer en los museos. Y a la inversa, dio premios al soldado que no lo dejó entrar con botas y espuelas a un lugar con armas y pólvora.
Sin embargo otros aspectos de su campaña no tuvieron igual divulgación. Por ejemplo, su creación de una red de espías, sobre todo del otro lado de la Cordillera. Gracias a esos datos, proporcionados entre otros por uno de sus más eficientes agentes, Manuel Rodríguez, el acampado en El Plumerillo sabía la disposición de fuerzas de su enemigo brigadier Osorio primero y Francisco C. Marcó del Pont más tarde. Esa red de agentes, incluso el mismo San Martín, introducía datos falsos en los responsables de la Capitanía General de Chile.
Los puntos elegidos para el cruce de la Cordillera no fueron elegidos al azar. Su estudio detallado fue producto de un ardid suyo. Envió a Alvarez Condarco con una copia de la Declaración de la Independencia para entregar al jefe realista en Chile, yendo por la ruta de los Patos, el más largo. Confiaba que su enviado sería despachado en forma exprés por el camino de Uspallata, el más corto. De ese modo pudo conocer bien a ambos...
En esa guerra de zapa, como la denominó, previa a los combates, San Martín fue muy enérgico con el enemigo español. Por ejemplo ordenó la liberación de los esclavos que poseyeran los españoles residentes en Cuyo; quedaban libres con la única condición de servir en el Ejército hasta un año después de concluida la campaña.
Los españoles tenían prohibido reunirse y no podían circular después de las 22 horas. Su orden del 8 de octubre de 1814 recordaba que "está prohibido el estar tres europeos juntos, bajo grave pena, haciéndola extensiva a todos los americanos que olvidados de serlo, son opuestos a la sagrada causa que defendemos, y sus infractores sufrirán irremediablemente la pena capital" (La actividad informativa de la Campaña de los Andes, volumen I, página 181). El 22 de agosto de 1815 instituyó la pena capital para los desertores y para quienes no los denunciaran conociendo esas circunstancias.
Después de la derrota de Cancha Rayada, ordenó fusilar a dos soldados de la columna de Las Heras, por robar una gallina, y que las tropas pasaran a tambor batiente sobre sus cadáveres.
Son enseñanzas para conocer mejor al prócer y entender también a dirigentes de revoluciones sociales como la soviética y cubana, que adoptaron soluciones "sanmartinianas" en medio de guerras, invasiones y bloqueos.

 

Empanadas no son.
Quizás la mayor lección con proyección actual es su ubicación frente a la Vuelta de Obligado, del 20 de noviembre de 1845, y su felicitación a Juan M. de Rosas por haber defendido la soberanía y demostrado "que los argentinos no son empanadas que se comen con solo abrir la boca".
Por entonces vivía exiliado en Francia, alarmado por las huelgas del proletariado naciente, que lo empujaban a irse a vivir a la más apacible Boulogne-sur Mer. Allí murió el 17 de agosto de 1850. Su yerno, Mariano Balcarce, le escribió a Rosas el 30 de agosto, informándole de la cláusula 3 del testamento de San Martín: "el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla".
Las diferencias suyas con Rivadavia databan de 1812; con Rosas podía tenerlas, pero de otro nivel. Sin embargo, ante la batalla contra la armada anglo-francesa en Obligado, el general se alineó con lo actuado por Rosas.
¿Alguna conclusión pueden sacar políticos y militares de ese hecho, en relación al actual enfrentamiento con los "fondos buitres"? Sí. Se pueden tener muchas diferencias con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero no hay que dar de comer a los "fondos buitres" como lo hace, por ejemplo, Mauricio Macri. Este sanmartiniano no es.

 


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