Jueves 11 de abril 2024

Cuando el juego limpio hace mutis por el foro

Redacción 24/04/2014 - 04.23.hs

Señor Director:
Por esta vez dejaré que el título que he puesto al comenzar mi trabajo se explique solo. Que se las arregle.
Parto de un hecho de estos días que no entiendo aislado y que más bien creo que es de una índole que va teniendo mucha presencia. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha convalidado la sanción impuesta por la Comisión Nacional de Valores a la filial regional de la "calificadora de riesgos" denominada Standard&Poor's. Digamos que una calificadora de riesgos es un organismo surgido en los países desarrollados para dar tranquilidad a las personas que tienen un dinero y desean invertirlo en bonos o acciones que ofrecen gobiernos, bancos u otros organismos públicos o privados. Le dicen al inversionista si esa oferta es o no es confiable. En el caso que ha resuelto la Corte, S&P dio su sello de conformidad a unos bonos emitidos por la filiales argentinas de los bancos Citibank y Bank Boston. Los bancos habían dicho que lanzaban esos bonos con el respaldo de sus centrales. Luego resultó que no existió esta conformidad. Ante esa situación y el reclamo de inversores, la Comisión de Valores sancionó a la calificadora, la cual apeló. La Corte acaba de decir que ha habido una "falla de integridad" y que S&P no ha cumplido las funciones que las normas le asignan, con lo cual "la seguridad queda comprometida". Por eso el máximo tribunal de justicia convalida la sanción impuesta por la CNV.
Queda claro que el presunto garante mintió a sabiendas y aceptó representar una situación ficticia, en favor de los bancos y con todo el riesgo para los inversores. El capitalismo no es precisamente un acontecimiento moral, pero al crear las calificadoras de riesgos y darles el respaldo del poder financiero, ha visto transgredidos sus propios fundamentos. El famoso "juego limpio" aparece así condicionado a ciertos intereses en determinadas circunstancias. La confiabilidad se desploma.
Hay otros hechos que tienen una equivalencia básica con el anterior. Días atrás, el comunicador J. Lanata, en un canal de televisión dijo estar presentando a un personaje de la delincuencia narco, que apareció relatando presuntos modos de proceder de tales organizaciones de traficantes. Algunos de quienes miraban el programa se preguntaron cómo podía ser que un delincuente tuviese esa figuración pública sin provocar la acción de policía o fiscales. Otros dudaron de que fuese realmente un delincuente. Días después, otro comunicador, Chiche Gelblung, presentaba por otro canal público a dos personajes enmascarados (como el de Lanata) diciendo que se trataba de motochorros. Estos personajes relataban su propio método de acción para llevar a cabo los robos. Esta vez los espectadores que hacen siempre una reserva de desconfianza no debieron preguntarse si serían lo que Gelblung dijo que eran, porque los personajes, a la salida del canal se encontraron con policías federales que los detuvieron. Una vez en la comisaría dijeron que fueron contratados para hacer ese breve papel y que cobraron 300 pesos cada uno. Como no tenían antecedentes quedaron procesados pero en libertad.
No hay otra manera de presentar estos casos que como transgresiones al principio de buena fe, base de la confiabilidad necesaria para la convivencia social. Estamos ante lo que difícilmente pueda dejar de ser pensado como otra forma de delincuencia. En un caso se vulnera la confiabilidad de las calificadoras, hecho que puede dejar (y ha dejado en muchos casos) un tendal de víctimas. En los otros, se vulnera la confiabilidades de al menos dichos comunicadores y sólo se puede pensar que no lo son (que no hacen el puente entre los hechos sociales y el telespectador) sino que representan un papel y tienen una función que no comunican.
A esta altura espero que el título haya logrado la justificación que es parte de la responsabilidad de quien comenta el acontecer.
Atentamente:
JOTAVE

 


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