Martes 09 de abril 2024

Derecha y diplomacia, como el agua y el aceite

Redaccion 12/05/2021 - 21.17.hs

El largo conflicto entre israelíes y palestinos registra antecedentes de abuso e invasión de territorios que son invariablemente ignorados por los grandes medios.
JOSE ALBARRACIN
Sectores de la derecha argentina han salido a criticar -a través de sus habituales voceros mediáticos- a la Cancillería argentina, por un comunicado en el que ésta expresa su preocupación ante la escalada bélica en Israel. La declaración, en términos equilibrados y diplomáticos, expresa «su preocupación por el agravamiento de la situación en Israel y Palestina; por el uso desproporcionado de la fuerza por parte de las unidades de seguridad israelíes y ante el ataque con misiles y artefactos incendiarios desde la Franja de Gaza».

 

Mejor no.
Afortunadamente la derecha no maneja la diplomacia argentina, no sólo por los intereses que representa, sino por su profunda ignorancia (o cínico desprecio) respecto de los principios que rigen el derecho internacional. Cuando estuvieron a cargo, por ejemplo, se empeñaron en negar la existencia de un golpe de Estado de Bolivia en 2019, cuando un gobierno constitucional fue depuesto con intervención de fuerzas policiales y militares, y decenas de personas fueron asesinadas en las calles, al punto que el propio presidente depuesto salvó su vida en forma providencial.
Es la misma tendencia que percibe a Venezuela como único país en conflicto en la región, pero se ocupó de ignorar la fuerte crisis social en Chile en su momento, y en Colombia ahora, con el único objetivo de respaldar a gobiernos políticamente afines en esos dos países. Gobiernos que, por cierto, se encargaron allí de provocar inmensos sufrimientos a sus pueblos, que legítimamente salieron a las calles a manifestar contra la opresión y la pobreza.
Ahora salieron a repudiar la discreta posición de la diplomacia argentina, por entender que estaría tomando postura a favor de un «movimiento terrorista» -en alusión a Hamas- y en contra del Estado de Israel, al que identifican como «la única democracia de Medio Oriente».

 

Complejo.
La postura así expresada incurre en una grosera simplificación, y en la inevitable omisión de una serie de factores que deben necesariamente tomarse en cuenta para cualquier análisis de la situación.
Hasta donde se sabe, el conflicto se originó por dos violentas redadas de la policía israelí en la mezquita de Al Aqsa, un sitio religioso de Jerusalén al que, curiosamente, tanto árabes como judíos consideran sagrado. En reacción a lo que interpretaron como una provocación, los líderes de Hamas -que constituyen el partido gobernante de la Franja de Gaza- lanzaron cohetes en dirección a las ciudades israelíes de Ashkelon, Ashdod y Tel Aviv.
En represalia, el ejército israelí lanzó ataques aéreos contra áreas pobladas de Gaza, provocando la muerte de 53 palestinos (incluyendo 14 niños) e hiriendo a más de tres centenares. Del lado israelí, en tanto, los ataques produjeron un número muy inferior de bajas, que llamativamente no aparecen bien determinadas en los reportes noticiosos aunque algunos medios informen sobre seis muertes. La situación se encamina a un agravamiento aún mayor, sin que se adviertan vías de diálogo ni posibles mediaciones.

 

Responsable.
La Cancillería argentina no ha hecho más que reaccionar como normalmente lo hacen los gobiernos democráticos del mundo, esto es, guiándose por los hechos comprobados y por las constataciones de los organismos internacionales como la ONU. En esos foros desde hace décadas se sostiene que Israel, en tanto autoridad nacional sobre la población palestina, tiene una responsabilidad sobre el bienestar de ésta. Se ha determinado también, que buena parte de los territorios palestinos ocupados por ese Estado lo han sido en forma ilegal. La resoluciones de la ONU pidiendo el retiro de Israel de esas tierras invadidas nunca fueron acatadas.
Hasta hace unos años atrás, la comunidad internacional trabajaba en una solución del conflicto, consistente en la creación de un estado palestino para dotar de autonomía a esa sufrida población. Esos intentos fueron desbaratados durante la estrambótica gestión del último presidente norteamericano, en tanto el actual, ocupado como está en cuestiones internas, no aparenta mayor interés en intervenir en este conflicto.
Para la comunidad internacional, no hay dudas de que Israel responde por la seguridad de los palestinos, y que ataques indiscriminados contra la población civil, incluyendo niños y mujeres, constituyen crímenes internacionales. La pandemia ha arrojado un claro ejemplo del trato que recibe la población palestina, cuyo porcentaje de personas vacunadas no llega al 1 por ciento, en tanto sus vecinos israelíes ostentan el porcentaje de inmunizados más alto del mundo.
En nada contribuye a mejorar la situación la existencia, en Israel, de un gobierno de ultraderecha, con un líder sobre el que pesan gravísimas acusaciones de corrupción, y donde no existe una oposición capaz de generar una alternativa de gobierno. No es casualidad que estas hostilidades hayan aparecido en momentos en que, tras unas reñidas elecciones, no se ha podido formar una coalición gobernante. La guerra siempre ha sido el mejor negocio para los violentos, los corruptos, los intolerantes.

 


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