Domingo 17 de marzo 2024

Detrás de la supuesta neutralidad de los suizos

Redaccion 22/02/2020 - 21.56.hs

El gobierno argentino tiene todos los problemas que puede manejar, y unos cuantos más. Sólo procurar una renegociación de la enorme deuda externa con la miríada de acreedores individuales, será una tarea ciclópea. Sin embargo, a partir de la revelación hecha por el Washington Post la semana pasada, probablemente tenga que instruir a un equipo de abogados para demandar a la compañía suiza Crypto AG y, acaso también, al propio estado suizo.

 

Espías.
Crypto AG nació al calor de la Segunda Guerra Mundial y pronto adquirió gran relevancia con los jugosos contratos que obtuvo para proveer, a las tropas norteamericanas, de equipos para encriptar sus comunicaciones secretas. La empresa tenía domicilio en Suiza, aunque había sido fundada por un noruego (Boris Hagelin). Sin embargo, terminada la guerra, pasó a ser secretamente propiedad de la CIA norteamericana y del Servicio Secreto de Alemania Occidental (BND).
Durante más de cincuenta años, gobiernos de todo el mundo (incluyendo Irán, países latinoamericanos, los rivales nucleares India y Pakistán, y hasta el Vaticano) le pagaron sumas sustanciosas para adquirir la tecnología que, suponían, mantendría secretas las comunicaciones entre sus espías, militares y diplomáticos.
Según acaba de revelarse, los servicios secretos de EEUU y Alemania no sólo estuvieron descifrando todas esas comunicaciones confidenciales de más de 120 países -incluyendo algunos «amigos» como España, Italia y Grecia- sino que además se repartían los pingües beneficios económicos. Para ello vendían equipos trucados cuyos códigos podían ser fácilmente descifrados. Por supuesto, todo fue hecho en nombre de la libertad que pregonaba Occidente durante la Guerra Fría.

 

Ladrones.
La avivada, por supuesto, tuvo sus límites. Ni la Unión Soviética ni China se tragaron jamás el verso de la neutralidad y eficiencia de los suizos, ni compraron equipos de Crypto AG. Sin embargo, la CIA se enteraba del intercambio de estos países con algunos de sus aliados, por ejemplo Irán, cuyas comunicaciones secretas fueron profusamente interceptadas, por ejemplo, durante la crisis de los rehenes de 1979.
Los alemanes se retiraron de la operación a comienzos de los años noventa, y pasaron a ser ellos los espiados, como descubrió hace poco la propia canciller Merkel. ¿Por qué cree el lector que los EEUU levantaron tanta sospecha sobre el antivirus ruso Karspersky, o ahora, sobre el sistema 5G de la compañía china Huawei? Fueron ellos quienes inventaron el uso corrupto de las tecnologías de comunicación.
La Argentina fue víctima de estas maniobras por décadas, pero sobre todo durante la guerra de Malvinas, cuando fue ostensible que EEUU -mientras jugaba el papel de mediador- compartía secretos militares y diplomáticos de nuestro país con su aliada Gran Bretaña. Hoy aquel crimen de guerra tiene nombre, apellido y rostro: se llama Crypto AG y está en la pacífica Suiza.

 

Canallas.
El reporte del WP no da detalles de cuál fue la información secreta de Argentina que manejaron los ingleses, ni cómo fue utilizada. No es aventurado suponer, de todos modos, que muchas de las vidas humanas perdidas en esa guerra se deban a esta gigantesca estafa.
Por otra parte, no existe ninguna evidencia de que la información obtenida ilegalmente mientras espiaban a la dictadura argentina, haya sido empleada -ni aquí ni en ningún otro país- para evitar que se perpetraran atrocidades contra los derechos humanos. Ironía o no, una joven sueca de 17 años llamada Dagmar Hagelin, acaso pariente del fundador de Crypto AG, se cuenta entre las miles de víctimas civiles inocentes.
Incluso cuando el gobierno argentino puso en claro que estaba al tanto de la intrusión, la compañía envió a uno de sus principales funcionarios, el ingeniero sueco Kjel-Ove Widman, a calmar los ánimos. Widman les vendió la historia de que probablemente la CIA había descifrado un sistema anticuado de enmascaramiento de audio que Argentina seguía usando, pero los convenció de que el principal producto de la compañía, el CAG 500, era aún «indescrifrable». «El bluff funcionó» se ufanaba la CIA. «Los argentinos tragaron saliva, pero siguieron comprando equipos a Crypto».
Esto ocurrió al menos hasta 1995, en que Argentina dejó de comprar la tecnología cada vez más vetusta de la compañía, particularmente, tras un artículo aparecido en el Baltimore Sun, donde se daba cuenta de los conspicuos contactos del servicio de espionaje norteamericano con la empresa suiza.
Nos proveyeron equipos trucados, nos espiaron a mansalva, nos jugaron en contra en una guerra, y por si fuera poco, se enriquecieron a nuestra costa. No deberían llevársela tan de arriba.

 

PETRONIO

 


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