Sabado 10 de mayo 2025

Discriminar es un trajín de muchos

Redacción 04/12/2008 - 04.15.hs

SEÑOR DIRECTOR:
Un informe, divulgado en la pasada semana por el Inadi permitió enterarse que siete de cada diez argentinos somos discriminadores. No es suficiente sentirse no discriminador para quedar entre los tres virtuosos y separado de los siete transgresores.
La mayor cuota de discriminación recae sobre los pobres: 75,7 por ciento; los obesos obtienen el rechazo o la exclusión del 67 por ciento; los que padecen enfermedades contagiosas son evitados por el 61,8 por ciento y los discapacitados no son bien mirados por el 52,3 por ciento de los argentinos.
El índice de discriminación más alto se halla en Jujuy, con 20 puntos, seguido por Chaco con 18,3 y por Misiones con 15,7. Estos números se hallan en un cuadro en que se distingue el nivel de discriminación: alto, medio y bajo, en cada jurisdicción provincial y en la ciudad autónoma. La Pampa mide una alta de 7,8 puntos, una media de 26,7 y una baja de 65,5. No figuramos entre los peores del país, pero discriminamos bastante.
¿Qué es discriminar? Según la academia, equivale a seleccionar excluyendo. En segunda acepción, significa dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etcétera. Entre los etcétera figuran, según vimos al comenzar, la obesidad, los enfermos contagiosos y los discapacitados (o con capacidades diferentes, según otra forma de mentarlos). Si nos atenemos a la primera acepción, "seleccionar excluyendo", podría preguntarse cómo diablos se puede seleccionar sin excluir, puesto que se supone que partimos de un número considerable de candidatos, de entre los cuales entresacamos los que parecen más aptos para la finalidad perseguida por la selección. Toda selección implica, pues, discriminación, pero, además, es ineludible excluir cuando se trata de seleccionar para cualquier objetivo, siendo éste objetivo el que determina las pautas de la selección. Sin embargo, aunque la academia se ahorra explicaciones, parece que hay que entender que una exclusión reprobable (las hay justificadas y sin duda necesarias) consiste en hacer una excepción previa: éste no porque es musulmán o cristiano, o gordo, o enfermo contagioso, o minusválido. La discriminación que se condena en los derechos humanos es esta exclusión previa: "bolivianos (o paraguayos o coyas) abstenerse". Asimismo, se excluye y discrimina cuando decimos que sólo aceptaremos como inmigrantes a los caucásicos (blancos bien definidos), pues condenaríamos a todos los demás al dolor o a la extinción. Y seríamos racistas.
Alguna vez he leído que la no discriminación atenta contra el humor. Es verdad: atenta contra ciertas formas de humor o que pretenden ser tales. Por ejemplo, los cuentos de gallegos, los de gordos, los de viejos sordos o privados de algún otro sentido.
Al leer con detenimiento el informe de Inadi es posible más de un descubrimiento. Uno se puede saber discriminador, pues, digamos, no se casó con tal mujer o tal hombre: en la medida que le fue posible cantó el pasará, pasará, pero el último/a quedará (salvo que una/o se exceda en la selección y se quede para vestir santos). Pero, ¿no estaría siendo agente de algo que trasciende al gusto o la moda o la conveniencia aparente y sirviendo a la selección natural? La especie ha aprendido algo en su largo andar y no toda pareja promete lo mejor para el conjunto y su preservación. Por eso se excluye a los de la misma sangre, entre otras prohibiciones. Para no abundar (ya dijimos que seleccionar no siempre supone discriminar), digamos que lo que se condena y que atenta contra los derechos humanos es la exclusión a priori por prejuicios y por valoraciones mal fundadas. Digamos también, para cerrar, que no sólo somos discriminadores, sino que la discriminación parece tentarnos a cada paso y en todos los órdenes. Tratemos, pues, de ser justos y equitativos. No es fácil.
Atentamente:
JOTAVE

 


'
'