Discusión sobre una fecha para el Día de La Pampa

Señor Director:
El Día de La Pampa pasó este año sin mayor resonancia, pero trajo la novedad de que se ha propuesto discutir si el día ha sido bien elegido. Las propuestas de discusión o debate son siempre valiosas en general, porque hacen que algunas personas se dispongan a informarse y así es posible que descubran hechos o aspectos de los hechos que no habían tenido en cuenta.
Lo digo así porque, si nos atenemos a la denotación de la voz pampa, empezamos por ver que es, si bien aborigen, procede de un sector ajeno al nuestro. Aquí hallamos topónimos araucanos. Designa la llanura extensa y sin árboles, siendo que nuestra tierra ofrece escasa zona de llanura y todavía luce parte de los bosques de caldén que han sobrevivido al hacha y las topadoras. El caldenal tiende a hacer de frontera con un territorio que se propone como desierto, pues las lluvias son escasas y de los ríos que solían cortar y limitar lo árido, queda la herida de viejos cauces sobre los que avanza la arena y resguardan la memoria, la música y la poesía.
Creo que nos llamamos pampa a partir de un significado que se sobrepuso al originario: pampa, para el porteño, era el temblor, el estremecimiento del malón y su leyenda deformante, era lo ajeno y temible que había que aniquilar para ser lo que se pensaba que debía ser. A medida que avanzó el puerto en el dominio del "desierto", la pampa pareció retroceder y fue lo que quedaba más allá, lo que faltaba dominar. La empresa final para esta dominación fue llamada Conquista del Desierto: de lo ajeno, de lo amenazante que la sensibilidad de la masa porteña traducía con su respuesta de temblor a la palabra pampa. Cuando la nación, en posesión ya de todo el territorio, inició su estructuración política, lo que hoy llamamos Pampa es el suelo que las viejas provincias preexistentes accedieron a no pretender, luego de haber avanzado sobre lo más apetecible del "desierto".
Cuando llegué a Buenos Aires con ánimo de estudiar en la universidad, hallé allí una sorprendente cantidad de personas que había conocido desde mi infancia en Santa Rosa y más de una de ellas se acercó a mí y me ayudó a encontrar el trabajo necesario para cumplir mi sueño. Esas personas, en su mayoría, habían dejado esta tierra desde los años ´30, cuando la sequía puso término a la fantasía de repetir aquí la experiencia bonaerense, esa pampa más acorde con su nombre. Hizo crisis, se recordará, una forma de subdivisión y explotación de la tierra y "sobró" gente. ¿Cuántos miles emigraron entonces por no tener otra opción? En Buenos Aires y en otros lugares esos pampeanos en fuga crearon centros de residentes. El de Buenos Aires llegó a tener una inesperada cantidad de asociados, que se reunían para hablar de "su tierra" y para escuchar relatos y músicas y poesías. Recuerdo que Nervi, llegado allí poco antes que yo, disertó más de una vez en sus reuniones. Y me hablaba de cómo se sentía bien, entre ellos, como si recreasen la Pachamama, la tierra de la que se sentían hijos.
Fue justamente de esa asociación de residentes pampeanos de donde vino la propuesta de fijar como fecha para el Día de La Pampa, el que ahora se discute. La voz "pampa" condensaba todo lo que sentían como su identidad y para ese sentimiento la ley que definió un territorio propio y una identidad política (menguada con respecto a las viejas provincias), era el indicador que les parecía a propósito para dar expresión al "día" que debía sustentar y desarrollar la identidad colectiva, que ellos encarnaban con la profunda potencia que da el exilio.
Yo estaba de vuelta en Santa Rosa cuando aquellos residentes en la metrópoli y el conurbano propusieron crear un Día de La Pampa y sugirieron la fecha. Me pareció entonces y me sigue pareciendo, que aceptar tal propuesta recogía todo el dolor de la partida forzada y la añoranza de una tierra que seguía uniendo a quienes sentían y querían seguir siendo eso: pampeanos.
Atentamente:
JOTAVE