Lunes 22 de abril 2024

Donald Trump y sus bravuconadas guerreristas afectan la estabilidad

Redacción 13/04/2018 - 01.02.hs

Lo que distingue la política de Donald Trump es su previsible imprevisibilidad. Las recientes medidas
arancelarias van acompañadas por otras militaristas.
EDUARDO LUCITA*
Todo pareciera indicar que estamos en los inicios de una nueva fase del mandato de Donald Trump, en la que parece estar decidido a hacer realidad alguna de sus, hasta ahora incumplidas, promesas de campaña. De esas promesas, plasmadas en la "Agenda de Política Comercial" se deducen las prioridades en el plano internacional. Un intercambio más equilibrado para reducir el déficit comercial -del orden del 4 por ciento del PBI- y fortalecer el poderío militar estadounidense, como mecanismo de presión para las negociaciones comerciales. Todo se resume en su lema de campaña "América Primero".
Este es el contexto de las últimas medidas tomadas por la administración Trump: suba de aranceles (proteccionismo) y recambio de funcionarios (con el consecuente reforzamiento del militarismo), a los que deben agregarse las disputas diplomáticas con Rusia que ahora se extendieron a buena parte de Europa y que aumentan las tensiones políticas.

 

Jugadas en simultáneo.
En las últimas semanas Trump realizó tres jugadas que encendieron las alarmas por la posible escalada de disputas comerciales y bélicas. Por decreto gravó las importaciones de china de 300 productos por un valor de 50.000 millones de dólares al año y exigió a ese país que reduzca en 100 mil millones anuales su superávit comercial bilateral. Dio marcha atrás con la suba de aranceles al acero y al aluminio anunciada días atrás y que afectaban seriamente a Canadá y a Europa, principales proveedores, pero simbólicamente las mantuvo para China, que no le vende demasiado en estos rubros. La República Popular respondió con una lista de 128 productos pasibles de suba de aranceles por apenas 3.000 millones de dólares al año, pero poco después subió la apuesta y amenazó con arancelar las importaciones de autos y soja, los principales productos que le exporta EEUU.
Por último los cambios de funcionarios de su gabinete. Un halcón, John Bolton, por un moderado, H.R. McMaster, como Asesor en Política de Seguridad Nacional y un ultraconservador y miembro del Tea Party, Mike Pompero como Canciller, por Rex Tillerson, lo que consolida un perfil más militarista a su gabinete.

 

Disputas estratégicas.
Se sabe, en el largo plazo China y EE.UU. son rivales estratégicos, pero toda la evidencia disponible nos muestra que en el corto y mediano plazo comparten ciertas necesidades y objetivos comunes -no implica que no haya competencia y disputas por el poder- que se habrían sellado hace un año atrás en la reunión que los presidentes Donald Trump y Xi Jin Ping mantuvieran en la residencia privada del primero en Florida, donde habrían llegado a ciertos acuerdos.
Nada indica por ahora que estemos a las puertas de una guerra comercial abierta como lo presume la OMC que advirtió sobre "el peligro para la economía global". Como señaló algún analista al mencionar que el déficit de EE.UU. con China es de 375 mil millones de dólares "Viendo el gran déficit que tiene Estados Unidos no parecieran ser números descabellados, China seguiría con superávit y Trump sumaría unos 'porotos' al disminuir el rojo en la balanza comercial". Agreguemos que las subas arancelarias norteamericanas entrarían en vigencia dentro de 60 días, si son aprobadas por la Oficina del Representante del Comercio Exterior (USTR) mientras que las chinas no tienen fecha de aplicación.
Más bien parecen movimientos para mejorar condiciones de competencia y posicionarse para la disputa estratégica, así la suspensión de las medidas por el acero y el aluminio para Europa y otros países, entre ellos Argentina, serían jugadas para garantizar alianzas en esa disputa, cuando Francia y Alemania se ven tironeadas por China, con quien comparten el liderazgo de la globalización y el libre comercio. En tanto que el reforzamiento del militarismo es previo a que en mayo EE.UU. se retire del acuerdo nuclear con Irán, cuyo efectos sí pueden ser impredecibles.

 

Todo por el liderazgo.
Cuando el orden mundial construido a la salida de la II Guerra Mundial comienza a resquebrajarse y la globalización pareciera tocar ciertos límites la hegemonía estadounidense está siendo disputada por China que avanza en los desarrollos tecnológicos y ya se supone que en el 2030 liderará la inteligencia artificial. No en vano la amenaza arancelaria de Trump se refiere a las importaciones high tech -tecnología de punta para la industria aeroespacial y robótica- de China, al mismo tiempo que denuncia ante la OMC -una organización a la que viene boicoteando- el robo de tecnologías creadas por empresas de EE.UU.
La disputa estratégica es entonces por el liderazgo y control de la llamada cuarta revolución industrial, robótica, internet y especialmente la inteligencia artificial. Claro que en este juego de presiones comerciales y bravuconadas guerreristas un error de cálculo puede transformar la inestabilidad en un caos.

 

* Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

 

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