Jueves 11 de abril 2024

El barbudo del Norte y los magos de Oriente

Redaccion 26/01/2020 - 21.24.hs

POR JOSE VERDUN
No es ninguna novedad decir que una de las más efectivas formas de dominación política radica en insuflar al pueblo dominado las pautas culturales del dominador. Los ejemplos son múltiples, pero valgan para el caso los pueblos prehispánicos, los hindúes de los siglos XVIII y XIX o los que en la actualidad se encuentran sometidos a la fuerte influencia del imperio estadounidense.
Más rápido o más despacio todos ellos tuvieron cambios en su idioma, en sus costumbres habituales, en sus comidas, en sus creencias…
La Argentina no ha sido una excepción al último de los ejemplos y se ha visto acentuada en los últimos cincuenta años apoyada, sobre todo, en la actividad comercial que difícilmente reconoce nacionalismos en la materia. Pero más allá de los aspectos nombrados, la cultura del norte ha penetrado entre nosotros -y mucho- a través de algunas antiguas costumbres propias ejerciendo influencia sobre las etnias que componen nuestro pueblo y las culturas latinas. Algunas de las tradiciones afectadas son muy cercanas a la religión católica, que parece haberse visto sorprendida y con respuesta escasa para con estas entradas.
Un ejemplo cabal puede ser el de la hermosa tradición de las serenatas, hoy ya casi borrada entre nosotros, aunque se conserven rasgos en el norte del país. Mucho más evidente es la desaparición prácticamente total de la festividad de San Pedro y San Pablo, última manifestación de los antiguos cultos del fuego, que alegró tantas infancias con la quema de desechos, cardos muy especialmente. Músicos, poetas, pintores no resistieron el encanto de aquellas rondas infantiles alumbradas por la hoguera y cantando coplas ingenuas. Hoy se han perdido por completo y las reemplaza una singular celebración anglosajona: Halloween o Día de las Brujas, un festejo muy propio de las burguesías y las clases medias altas que se va trasmitiendo hacia las capas sociales inferiores.

 

Reyes Magos.
Pero el mayor ataque -y acaso el más profundo- ha sido contra los Reyes Magos. Los bíblicos protagonistas de la adoración al Niño, que durante dos mil años motivaron la celebración a los infantes con la dulce tradición de los zapatitos y las vituallas para los camellos que los traen desde el Oriente, va siendo rápidamente reemplazada por la actuación de un personaje surgido del riñón pagano, más fantástico si se quiere, en su trineo volador tirado por renos que los Reyes, jinetes de camellos y guiados por una estrella.
Aunque también tradición antigua, la de Papá Noel (llamado asimismo Santa Claus, Viejito Pascuero o San Nicolás) se nos impone desde los pueblos nórdicos, a menudo dominadores, con un agravante que parecería apuntar a nuestra candidez, y que se agrega a un increíble sentido comercial. El personaje cambió (le cambiaron) de vestimenta a favor de los intereses de una compañía multinacional norteamericana; siguió con sus originales ropas de abrigo pero viró del verde, su color original, a un rojo semejante al color de una bebida mundialmente conocida. Y todo se hizo a sabiendas, ocultándose muy poco de la maniobra. Del sentido prístino de la fecha, el homenaje al nacimiento de un hombre-dios, poco o nada quedó, reemplazado por el incremento comercial.

 

Absurdo.
La consideración anterior no es exagerada en absoluto. Es fácil observar -todavía a un mes de la celebración navideña- los decorados e imágenes de Papá Noel, que refuerzan el absurdo de comidas y vestimentas de invierno en nuestro verano austral. Un simple conteo en las publicaciones de estos meses pone en evidencia la presencia del barbudo del norte muy por encima de los magos de Oriente. El mítico y otrora esperado seis de enero parece marchar hacia la condición de una fecha vacía de contenido para la infancia y de nostalgia para los adultos.
En rueda de analistas de la realidad alguien sorprendió al grupo diciendo que «el negocio ideal de los tiempos venideros va a ser, indudablemente, la cría de pavos».
Sorprendido, el resto del grupo preguntó porqué. La respuesta fue tan ingeniosa como sutil, y hasta inquietante: «En el Día de Acción de gracias es la comida obligada en los Estados Unidos. Que esa costumbre se imponga entre nosotros es una cuestión de tiempo, nada más».

 

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