El debate sobre el cambio climático

El cambio climático despierta polémica. No podía ser de otro modo pues no solo los estudiosos -respaldados con sus investigaciones científicas- expresan sus opiniones sino también dirigentes políticos y empresariales que defienden intereses económicos, activistas defensores del ambiente que gustan alarmar con predicciones catastróficas o periodistas que no suelen verificar la seriedad de sus fuentes.
Por ejemplo, la pandemia de Covid-19 fue presentada por algunas voces entusiastas como una suerte de «remedio» al cambio climático. Es cierto que la epidemia -a partir de la drástica caída en la circulación de aviones y de vehículos terrestres y de la generación de energía- provocó una reducción contundente de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera sin precedentes en el último siglo. Pero ese optimismo desmesurado se olvida que en poco tiempo más las cosas volverán a ser como antes y el proceso contaminante continuará, a menos que la sociedad humana resuelva -y no compelida por una peste- cambiar las cosas.
Los promedios anuales de temperatura siguen registrando niveles récords en varias regiones del planeta, el notable retroceso de las masas de hielo polar y continental es otro indicador irrefutable. Los especialistas advierten que vamos camino a tener el quinquenio más cálido del que se tenga memoria. Lo peor es que todo apunta a que la tendencia se consolide.
El uso masivo de los combustibles fósiles no cede por lo tanto se sigue contaminando la atmósfera. «Las concentraciones de gases de efecto invernadero son las más elevadas en los últimos tres millones de años y no han parado de aumentar», advierten desde la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Por ello ONU, el mes pasado y en base al aporte de estudios de varias agencias científicas internacionales -la OMM entre ellas-, volvió a insistir a los gobiernos de todo el mundo sobre la necesidad de adoptar medidas efectivas de carácter urgente.
En esta edición de LA ARENA se publica una entrevista a uno de los expertos más reconocidos de nuestro país en la materia, quien advierte sobre el fenómeno de «inercia térmica», es decir, la imposibilidad de detener en el corto plazo el proceso de calentamiento global en marcha que lleva varias décadas y requiere de medidas coordinadas y efectivas para intentar su control o, al menos, su moderación.
Los pampeanos tenemos el raro privilegio de poder ver en nuestro propio territorio una consecuencia muy visible del cambio climático: la pronunciada caída de los caudales promedio de nuestros ríos -al menos de los que sobreviven al corte artificial de las provincias arribeñas-, fenómeno que lleva más de una década de desarrollo. La llegada del dengue a la latitud de La Pampa es otro síntoma de esta alteración térmica global.
El sistema económico que se ha impuesto en el planeta -el capitalismo en su versión más depredadora: el neoliberalismo- no va a ser el que nos saque de este problema, por la sencilla razón de que es su principal causa. Sin un cambio político previo será ilusorio pretender una salida que nos deje la esperanza de que el Homo sapiens seguirá viviendo en la roca espacial que tiene como única morada.