El Estado hace la diferencia
El reciente anuncio del gobierno provincial está en sintonía con una política que procura asistir a los actores de la economía doméstica castigados por la pandemia de coronavirus. La reciente «caída» en la fase 1, producto del brote más agresivo que asoló el territorio pampeano, significó un golpe adicional para muchas actividades que se resintieron todavía más y aguardan ahora, con la salida de ese régimen estricto, recuperar oxígeno.
Lo que queda claro, una vez más, es que el rol del Estado es indelegable y que sin su presencia activa los costos sociales, laborales y productivos del Covid-19 serían mucho más elevados. También el gobierno nacional lo entiende así y lo traduce en medidas de apoyo a las actividades económicas mediante subsidios a las familias y a las empresas, moratorias impositivas, diferimiento de impuestos, doble indemnización contra los despidos y, siguiendo el ejemplo pampeano, créditos a tasas cero o muy reducidas.
En ambos casos -Provincia y Nación- se suma una apuesta a la construcción masiva de viviendas y la obra pública en general porque son actividades que generan rápidamente un círculo virtuoso que se nota de inmediato en la industria, el comercio y el empleo.
Estadísticas divulgadas en los últimos días dan cuenta de un fenómeno que no es destacado por los grandes medios porteños hostiles al gobierno pero tampoco, extrañamente, por voceros oficiales. La caída de la actividad industrial y la pérdida de puestos de trabajo por causa de la pandemia son en Argentina sustancialmente inferiores a lo que se viene observando en la mayoría de los países del mundo, incluidos los más desarrollados. No cabe duda de que es la decidida acción del Estado la que está logrando que los índices sociales y económicos atenúen sus derrumbes y no alcancen los niveles catastróficos de otras latitudes.
Sin embargo, la oposición de derecha, lanzada a una campaña de hostigamiento cerril contra el gobierno -que llega al extremo de pretender paralizar la actividad parlamentaria- insiste en acusarlo de «enamorarse» de la cuarentena. Con el gigantesco poder de fuego de la prensa amiga, no cede en su cruzada que tiene el inocultable propósito de debilitar al gobierno del Frente de Todos.
La mejor respuesta a esa prédica insidiosa está en las medidas que se mencionaron líneas arriba y que, básicamente, consisten en darle al Estado un papel fundamental a la hora de inyectar recursos a la economía y de sostener con apoyo económico a los sectores sociales más vulnerables.
Los que tanto vociferan se olvidaron muy rápidamente del estado en que dejaron el país después de gobernarlo cuatro años. Lo mejor que le pudo pasar a la sociedad argentina es haberlos desalojado de la Casa Rosada el año pasado. El colosal endeudamiento externo, el aumento del desempleo, de la pobreza y la indigencia, el desfinanciamiento de la salud y la educación públicas, el desmantelamiento de los organismos de ciencia y tecnología, entra tantas otras calamidades, no llegaron con el coronavirus a la Argentina. Si nuestro país enfrentó debilitado esta pandemia es porque antes sufrió los embates de otro virus: el del neoliberalismo macrista.
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