Viernes 26 de abril 2024

El loro en la ciudad y su posible significado

Redacción 22/06/2017 - 02.09.hs

Señor Director:
Una noticia que registró nuestro diario el pasado martes, destacaba la presencia de una multitud de loros en el pleno centro. Los barranqueros, para mayor precisión. Hubo un tiempo en que las cotorras llegaban a la fronda de la plaza. Los tordos siguen apareciendo.
Destacaba que estos intrusos eran ahuyentados con ruidos. También se destacó que algunos vecinos creyeron escuchar disparos con un arma sin precisar si era de fuego o aire comprimido. Otro detalle registrado hizo saber que buscaban edificios altos y hasta antenas para posarse. No se daban precisiones sobre la dirección de su vuelo ni si sus cotorreos tenían matices diferenciales o eran los habituales de la especie.
Digo lo anterior porque la lectura de la noticia me hizo recordar la importancia que dieron los romanos (los del imperio) al vuelo de las aves y el respeto que llegaron a alcanzar los augures, tanto como para que un general suspendiera una expedición o el comienzo de una batalla luego de consultarlos. Probablemente les habían pedido estar atentos a las aves, en particular la dirección de sus vuelos, alguna singularidad de sus chillidos, la forma de posarse y otros detalles tenidos como expresión de un saber no humano que pudiese incidir en los asuntos humanos. Cuando estas señales espontáneas no satisfacían las dudas, el augur podía matar al ave, abrirla, a veces cocinar partes. Particular interés se ponía en ver el estado del pulmón, pues si aparecía hendido era cosa de cancelar cualquier proyecto fuese viaje, guerra, negocio o relaciones humanas. Se cuenta que también el hígado atraía el interés por analizar su cabeza (una protuberancia del lado derecho), porque si no estaba o no era visible significaba muerte, si era doble advertía sobre separaciones o rupturas y si aparecía partida, convendría avisarle al emperador porque significaba revolución. Si durante el augurio vuela una paloma blanca era buena noticia; si negra, mala. En algunos lugares donde se sigue cultivando esta costumbre, como sucede en pueblos de Extremadura (España), se considera que el pajarito llamado cuco es la cumbre de la sabiduría aviar. Las muchachas casaderas están atentas cuando tienen ansiedad con respecto a su futuro. Interrogan al cuco. Por ejemplo, cuánto falta para casarse; cada cu del pájaro equivale a un año. Si calla da cuenta de un destino de vestir santos.
Puede, pues, que haya en Santa Rosa algún augur y que los disparos le fueran necesarios para tener pájaro en mano y someterlo a examen profesional para responder al interés propio o del cliente. Puede pensarse que un loro familiar, ya adaptado a vivir con el hombre, pierda esa capacidad de anticipar el futuro, puesto que si bien no ahorra parloteos ya nadie (o casi nadie) se presta a escucharlo para entender alguna revelación trascendente.
Uno puede preguntarse de dónde pueden sacar los pájaros tanta sabiduría: si es infusa (o sea infundida por la divinidad creadora) o si es que su trajinar, tanto para procurarse el alimento como para eludir a sus enemigos, cosa que los hace volar a alturas que nosotros, los humanos, no alcanzamos (pegados al suelo como estamos). Desde lo alto, sin intención de parte de ellas, imprimirían en su cuerpo ciertos cambios atmosféricos o del paisaje que tienen ante sus ojos, que ellos, los pobres, no tomarían en cuenta, pero que serían la materia con la que luego el augur descifra lo que se nos viene.
Hay otras preguntas que nuestros presuntos augures tendrían que descifrarnos en la Santa Rosa de estos días: por caso, qué significa la rebelión de la freática. Cansada de ser empujada hacia abajo, ahora le ha dado por ascender, como si necesitase saber qué pasa en el exterior, qué nuevo acoso debe temer de este vecindario que siempre parece tan necesitado de hallar a quién echarle la culpa. Las cosas no son racionales, pero es lo irracional lo que nos inquieta.
Atentamente:
Jotavé

 

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